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miércoles, 21 de septiembre de 2016

- El Mitraismo -

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Raymond François AUBOURG DEJEAN

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Nación militar sobre todo preocupada por su prestigio material y económico, Roma no brillo por sus cualidades espirituales y religiosas; acogía, sin embargo, diversas tendencias iniciáticas que toleraba a condición de que sus adeptos se limitaran a trabajos esotéricos y no se entregaran a la política. La civilización romana fue atravesada por el gran movimiento del culto de Mitra (antiguo Dios Frigio de la luz, representado teniendo en una de sus manos un globo terrestre y en la otra, la vía láctea) que fue muy extendido en Europa en el primer siglo A de C, gracias a las conquistas de las legiones romanas.

El Mitraismo tuvo un inmenso éxito en la ciudad Imperial del segundo al tercer siglo D de C. En el año 285 D de C, el Emperador Trajan hizo construir un Mithraeum en la ciudad capital; las altas autoridades del Imperio romano protegían la cofradía, reconociendo el Dios Mitra como protector supremo de la potencia Imperial (*55).

El Mitraismo fue una de las más ricas asociaciones iniciáticas de la antigüedad, tanto por su organización simbólica como por la calidad de sus fraternidades que aseguraban una gran coherencia a la institución. Los templos de Mitra estaban decorados para simbolizar el cosmos; en el abovedado estaba pintado el firmamento estrellado. Los templos Masónicos actuales son quasi idénticos a aquellos templos de la época Mitraica.

Desde la iniciación, en la cual el postulante sufría las pruebas de los 4 elementos, el ritual que nos transmite la historia es muy cercano al ritual Masónico que se utiliza todavía hoy. Dicha ceremonia se realizaba en una sala subterránea, siendo seguida de un ritual simbólico de muerte resurrección.

Los adeptos de Mitra recibían una enseñanza orientada hacia la astrología, las relaciones del hombre con el universo y los rudimentos del lenguaje de los misterios. En los misterios de Mitra, se practicaba un bautismo, en forma de ducha, con la sangre de un toro sacrificado (*48).

Glorificando y santificando el trabajo y protegiendo los artesanos, el Mitraismo inicia a sus misterios a muchos arquitectos que contribuyeron a propagar sus ideas en las primeras corporaciones de constructores; tal como Vitruvio, letrado geómetra, diseñador y filósofo romano, venerado por los albañiles medievales, que afirmaba: «..Aquellos quienes no utilizaran sino la mano en el trabajo no podrían jamás alcanzar la perfección...». El da a los siglos posteriores la definición de lo que debía ser un Maestro Arquitecto: «...El espíritu sin el trabajo, y el trabajo sin el espíritu, no rendirán jamas ningún obrero perfecto...»

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