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jueves, 28 de febrero de 2019

LOS TRES PASOS DEL MAESTRO MASON (II)

LOS TRES PASOS DEL MAESTRO MASON (II)

Proseguimos con la inclusión de la ultima entrega sobre este trabajo de los Pasos del Maestro Masón, que ha desarrollado el Hermano Roger Bonifassi de la Academia Masónica, y con cierta cercanía conceptual a la Gran Logia de Francia y al REAA.

A través de este trabajo vamos a ir viendo como el tema de los Pasos del maestros Masón se ha ido complicando tanto en su concepción como en su desarrollo, y veremos como que la tradición masónica que estemos trabajando pueden tener uno u otro sentido.

Esperamos que estos trabajos de traducción y reflexión ayuden a los Maestros Masones y a los propios masones a reflexionar sobre su propio origen y desarrollo como grupo.
VGG

El manuscrito Pyron (12) de 1811-1812 reproduce y aumenta la misma confusión:

Se hace avanzar al candidato al altar de los juramentos marchando sobre el primer grado desde el ángulo derecho de un cuadrilátero formando una escuadra sobre el segundo cuadrado por 2 pasos y sobre el tercero por uno solo.

Se le hace dar ( hacer) los pasos y signos de Ap.: los pasos y signos de Comp.: y por fin los de Maestro.

Esto se contradice con la instrucción del grado donde está especificado que el Maestro debe, después de haber efectuado sobre el cuadrilátero sus pasos y signos de Aprendiz y Compañero, dar 3 pasos sobre el mismo cuadrilátero…

No fue sino hasta la aparición de la “ Guide des Maçons Écossais” (13), primer ritual impreso del Rito Escocés, que se llegó por fin a una concordancia total en el número de pasos del Maestro.

Uno y solo uno!

Después de haber dado una vuelta a la logia y reconducido al occidente, el candidato escucha al Muy Respetable decirle al primer Vigilante ( página 76):

Ven.: hermano primer Vigilante, haced avanzar al candidato hacia el altar de los juramentos, marchando sobre el primer grado desde el ángulo derecho de un cuadrilátero, formando una escuadra sobre el segundo grado por dos pasos y sobre el tercero por uno solo. Se le hace ejecutar el signo de Aprendiz, los pasos de Compañero y por fin el de Maestro.

Esta particularidad también aparece en la instrucción ( página 89) donde a la pregunta:

¿Cuáles son las instrucciones que habéis recibido?
El Maestro responde:
“Cuando yo fui al oeste él ( el primer Vigilante) me enseñó a colocarme en Maestro haciendo el signo de App.: marchando desde el ángulo derecho de un cuadrilátero; a dar otros dos pasos sobre el segundo grado en el mismo cuadrado, mis pies formando una escuadra y haciendo el signo de Comp.: y por fin el paso de Maestro sobre el mismo cuadrilátero…”

El ritual de Maestro de la logia “ La Fidélité” (14) de los años 1820 es igualmente constante en el único paso de Maestro. En la ceremonia de elevación: 

Muy Venerable Hermano primer Vigilante, haced avanzar a ese candidato hasta el altar de los juramentos marchando sobre el primer grado desde el ángulo derecho del cuadrilátero y formando una escuadra sobre el segundo grado por dos pasos y sobre el tercero por uno solo.

Se le hace ejecutar el signo de Aprendiz, los pasos y signos de Compañero y por fin el signo de Maestro, se le hace colocar sobre las dos rodillas, la mano derecha sobre la biblia, los dos puntas del compás sobre cada seno, presta su obligación.

En las instrucciónes:

¿Cuáles son esas instrucciones?.
Él me enseñó a colocarme en Maestro hacia el este haciendo el signo de Aprendiz y marchando sobre el primer grado desde el ángulo derecho de un cuadrilátero, después hacer otros dos pasos sobre el segundo grado del mismo cuadrilátero, mis pies formando la escuadra y haciendo el signo de Compañero y tercero, en fin, el paso de Maestro sobre el mismo cuadrilátero. Llegado al altar se me hizo colocar de rodillas, la mano derecha sobre la biblia, las dos puntas del compás sobre cada seno y en esa actitud presté la obligación solemne de los Maestros.

Esta particularidad, original en la historia de la ritualidad escocesa, ha sido rápidamente olvidada. Por tanto no puede ser considerada como una simple “ experiencia” puesto que la vimos existiendo a través de los rituales durante una buena veintena de años y está en el inicio de la historia del Rito Escocés

Y no se debe a una mala interpretación del texto seguida de una mal giro de la frase. El término” un solo” indica bien la diferenciación voluntaria pero más aún, existe un ritual expresamente fechado en 1824 haciendo mención en los mismos términos pero con la guinda del pastel: una representación gráfica (15) de dicha marcha.

¿De dónde viene esa particularidad? ¿Será de origen francés?, inglés o porque no, americano?

¿Porqué no ha perdurado siendo que era realizable físicamente la marcha así descripta que se hacía no sobre un cadáver o un ataúd sino sobre el suelo desnudo de la logia ante la representación del cadáver o ataúd de Hiram?.

Misterio

De todas formas algunos elementos concernientes al origen de esta práctica pueden ser deducidos de la lectura de las primeras divulgaciones inglesas así como de la práctica de los rituales ingleses o americanos, especialmente los del tipo “ Emulaciòn”, codificados en 1813, para los cuales la marcha del Maestro consta de siete pasos.(16)

En la ocasión del encuentro con un hermano, se debe dar el primer paso con pie derecho, el segundo con pie izquierdo y al tercero, avanzar el talón derecho hacia el interior del pie derecho del hermano.
A pesar de que ese texto no sea del todo fiable en razón de sus diversas aproximaciones y numerosos errores, hace pensar que su autor no era un francmasón lo que nos da ya una primera indicación

La segunda divulgación “A Mason´s Confession”( la confesión de un masón) data de 1727. Describe la marcha en tres pasos, cada paso franqueando una línea trazada a la tiza sobre el suelo.

La marcha descripta es efectuada por un aprendiz, pero los signos evocados en el curso de la misma muestran que era la misma para los Compañeros. Se trata en efecto de “tres pasos regulares en francmasonería”.

El Aprendiz pasa ahora por sobre la primera línea con un pie y pone el otro en escuadra. Posa su mano derecha como tomándose el hombro izquierdo y diciendo “ Buenos días señores”.Luego pasa por encima de la segunda línea con un pie colocando el otro en escuadra y pone su mano derecha sobre su costado izquierdo diciendo: “Dios está aquí”. Pasa sobre la tercera línea, pone su otro pie en escuadra y su mano derecha sobre su rodilla derecha diciendo: “Dios bendiga a todos los Venerables hermanos”.

Esos tres pasos se repiten en el “Scottish Craft Ritual” y en el ritual de Bristol (probablemente el mas antiguo ritual inglés)(18). Los dos aún son utilizados en la actualidad.

Después de la ceremonia de elevación a la Maestría, el Venerable Maestro se dirige al nuevo Maestre diciéndole:

“Avanzad hacia mí en Aprendiz dando un pequeño paso con el pie izquierdo y llevando el talón derecho al hueco del pie izquierdo. Ahora mostradme el signo ( mano izquierda como mano derecha). Avanzad hacia mí en Compañero y dando un pequeño paso partiendo del pie derecho y llevando el talón izquierdo al hueco del pie derecho. Haced el signo. Luego haced un pequeño paso con el pie izquierdo y unid los dos talones uno contra el otro. Ese es el tercer paso regular en masonería y es solamente en esa posición que se comunican los secretos del grado ( ritual de Bristol)”
Esa constante en el paso único del grado de Maestro ( cada grado no tiene como es actualmente en Francia, una marcha diferente), permitiría quizás explicar nuestro cuadro del grado.

Si se sostiene la hipótesis de que los rituales ingleses citados han conservado a ese nivel el uso de los “Antiguos”, siendo que las divulgaciones francesas describen los usos de los “Modernos” solo conocidos antes de 1760, la marcha del Maestro de nuestros rituales escoceses franceses de 1805 a 1825 podría ser un sistema híbrido que mezclara las prácticas de los Modernos para los dos primeros grados con la de los Antiguos para el tercero. La vacilación entre las dos prácticas de rituales de 1805 y 1811/1812 sería entonces una prueba de la gran rapidez con que fueron elaborados los rituales simbólicos del rito escocés.

No es más que una hipótesis de trabajo y no explica porqué todos los retejadores(19) indican, como el de Grasse-Tilly (1818), que “ la marcha ( del tercer grado del Rito Antiguo) se hace partiendo del pie derecho como si se saltara sobre un cadáver” lo que apoyaría nuestra hipótesis de rito “ Moderno”, ni tampoco explica por cuales razones (influencia del Rito Francés quizás) fue abandonada.

Su abandono parece posterior al año 1825 y la última obra que lo relata parece que es el “ Vade-Mecum Maçonnique pour les trois premiers degrés du Rit Écossais Ancien et Accepté…” par un ExVen.: de L.: Ecossaice- 5825 ( imprenta del H.: Sétier) que la describe de la siguiente forma:

“ Él, ( el primer Vigilante) me enseñó a colocarme en M.: hacia el este, haciendo el signo de App.: y a marchar en primer grado desde el ángulo de un cuadrilátero; mis dos ies formando la escuadra; después dar dos pasos en segundo grado y hacer el signo de Comp.:; y en fin, dar el paso de M.: sobre el mismo cuadrilátero…”

Sin embargo será entre 1825 y el fin del decenio que los rituales del Rito Escocés vuelven a los tres pasos del Maestro. Esta transición se efectúa por un ritul de los años 1825/ 1830 (20), que anuncia en grandes líneas los rituales actuales, aunque con una ligera diferencia en cuanto a la posición de partida de la marcha del Maestro.

“Se hace avanzar al recip.: por la marcha de App.: y de Comp.: de suerte que al último paso haya arribado a la cabeza del H.: que está acostado y a su izquierda. Se le hace ahora saltar por sobre el cuerpo partiendo del pie derecho para pasar a la derecha y a continuación volver a pasar hacia la izquierda siempre saltando sobre el cuerpo. En fin, por un tercer paso partiendo del pie derecho debe arribar a ubicarse a los pies del que está acostado en tierra y quien queda detrás suyo. En esa posición el H.: que está acostado se levanta sin ruido y retomará su sitio sobre las columnas.”

El diseño explicando esa marcha muestra claramente que los dos pies se posan lado a lado, de cada costado del ataúd en cada cruce.

Deberá transcurrir mas de medio siglo, con la difusión de los rituales del S.C.D.F por la imprenta Melhotte, algunos años antes del Convento de Lausanne ( 1870) para ver aparecer una modificación muy menor en la marcha del Maestro.

La posición de partida se encuentra en cambiada, en efecto, por referencia a los rituales precedentes: los últimos pasos de Compañero llevan al recipiendario a la izquierda de la representación (21) enfrentándola a continuación.

Esta práctica que ha suprimido el doble salto por sobre el cadáver no parece deberse mas que para facilitar la práctica. De allí en adelante, nada ha cambiado (22)

Los rituales del Supremo Consejo de Francia dieron lugar, a partir de 1905 a los de la Gran Logia de Francia y desde 1960 el esquema de la marcha a desaparecido reemplazado por una larga y precisa descripción:

“Estando al orden de App.: se hacen a continuación los tres pasos de App.:, se pone a continuación al orden de Comp.: y se ejecutan los pasos de Comp.:. Ahora se pone al orden M.: y se ejecuta: un paso a derecha llevando el pie oblicuamente y avanzando y hacia la derecha el izquierdo contra el derecho, en escuadra; después un paso a izquierda llevado oblicuamente y hacia la izquierda el pie izquierdo que describe una curva como para pasar por encima de un ataúd, donde se los junta en escuadra. Finalmente se ubica de nuevo sobre la línea media llevando oblicuamente y a derecha el pie derecho y seguido por el izquierdo donde se los junta en escuadra..”

El adagio no dice que un largo discurso vale mas que un pequeño croquis…
NOTAS ………………………………………………………….
11) Kloss XXVIII-82. Publicaciones Latomia. Ritual probablemente(?) presentado en el tratado de unión celebrad entre la Gran Logia General Escocesa y el Gran Oriente de Francia. Fechado en 1805 en la última página de los rituales.
(12) GLDF. Archivos rusos
(13) Aparecido sin mención de fecha. Ver la posible datación el el artículo de Gilles Pasquier “ Les anciens et les grades de métier du REAA” Villard de Honnecourt n.7.1983 y el prefacio de Guy Verval al “ Le Ritual des Anciens…” de Laurent Jaunax. Ed. Devry, 2004.
14. Biblioteca del GODF.
15. Rituel Dehon- Biblioteca André Doré, GODF
16.« A Mason’s Examination » (el retejamiento de un masón), una divulgación de 1723 que tiene la particularidad de evocar un tercer grado donde la palabra sagrada sería « Maughbin »
17. Describe una marcha durante el encuentro de dos hermanos-En la ocasión de un encuentro con un hermano se le hace dar el primer paso con el pie derecho, el segundo con el pie izquierdo y en el tercero se debe avanzar talón derecho hacia el interior del pie derecho del hermano.
16. En ese rito, la marcha del Aprendiz consiste de tres pasos y la de Compañero de cinco.
17. An enter’d Mason I have been / Boaz and Jachin I have seen; / A Fellow I was sworn most rare, / And know the Asler, Diamond, and Square: / I know the Master’s Part full well, / As honest Maughbin will you tell. ( Un masón ingresado yo soy/ He visto a Boaz y a Jakin/ He sido juramentado Compañero / Y conozco la piedra bruta, el diamante y la escuadra/ Conozco la parte del Maestro muy bien, como honesto Maughbin a usted la diré.)
18. Es igual en los rituales de York, irlandés o de la provincia de Oxford.
19 .Abraham (1813), Delaulnaye (1813-1821) y Vuillaume (1820-1830).
20 .Ese ritual manuscrito presenta casi el mismo texto que aquel de 1829 (Bibliothèque Nationale Ms FM 93 ;Transcripción en Ordo ab Chao n° 39-40. 1999). Probablemente sea ligeramente anterior. Datado entre 1820( contiene una inscripción respecto a una obra impresa en New Haven en 1820) y 1829 (pues la apertura de los trabajos no se hace mas que en nombre de Dios y de San Juan, sin mención del GADU)
21. Los rituales denominan” representación” al cadáver ensangrentado recubierto de un paño negro o el ataúd que contempla el Compañero cuando se le da vuelta.
22. Hay que señalar de todos modos que Oswald Wirth ( contrariamente a Jules Boucher) en su obra “ “Le livre du Maître” aparecido en 1921, toma partido por la marcha del tercer grado tal como se practicaba en el siglo XVIII, o sea los pies no juntados cuando se pasa por encima del cadáver o ataúd.
AUTOR: ROGER BONIFASSI
TRADUCCION: SAUL APOLINAIRE
NOTAS y EDICION: Víctor Guerra
http://dialogo-entre-masones.blogspot.com/2013/06/los-tres-pasos-del-maestro-mason-ii.html

miércoles, 27 de febrero de 2019

LOS TRES PASOS DEL MAESTRO MASON (I)

LOS TRES PASOS DEL MAESTRO MASON (I)

Mucho se suele leer en logia y en diversos manuales al uso masónico, sobre los PASOS EN LOGIA, en general sobre su sentido y transcendencia, pero muy en general encontramos muy poco material que haga estudios con cierta profundidad y que entre de lleno en como se dieron estos pasos en las primigenias logias, y como estos fueron avanzando y desenvolviéndose a lo largo de la historia de los rituales masónicos.

Y esto es lo que nos muestra Roger Bonifassi, miembro de la Academia Masónica, compuesta por Hermanos de diversas Obediencias y al REAA, y más o menos ligada o con cierta cercanía a la Gran Logia de Francia.

Roger nos plantea en su trabajo u desarrollo de cómo eran aquellos primigenios pasos en las incipientes logias “modernas”, y como esta gestualidad se llenan de diversos contenidos cuando estos son retomados, como no podía ser de otro modo, por los “Antiguos”,

Lo que demuestra una vez más como hemos pasado de una simple y frágil trama ritual a una elaborada ceremonia de palabas, gestos y pasos que se han ido cargando de una fuerte simbólica que hoy conforma la base ritual de nuestro tiempo

El Hermano Roger Bonifassi en su didáctico trabajo, nos va a ir plasmando en base a dos entregas esta evolución, y cuyo trabajo creo que debería toda una referencia a la hora de abordar trabajos sobre el corpus masónico.
VGG

Título original : Trois petits pas…
………………………………………………………………..
En francmasonería todo es explicable simbólicamente: un “ cargo”, una “ palabra”, una “ acción”. Todo es explicable y simbólicamente justiciable: el hecho en sí mismo y su contrario. Es lo que le ha valido a la francmasonería francesa en particular, su facultad de adaptar, de transformar ( por no decir “arañar”) sus rituales al ritmo del tiempo, de la moda y de la fantasía de aquellos que “ creen saber” más y mejor que los demás.

Los rituales del Rito Escocés(1) son un bello ejemplo con los agregados sucesivos de elementos, más o menos bien incorporados durante sus dos siglos de existencia, a los rituales iniciales. El hecho no es novedoso, las divulgaciones” inglesas” ya describían esta particularidad (2)

La lista de estas diversas innovaciones, hoy en día tradicionales, sería largo de enumerar, señalando de todas maneras entre los retiros, la supresión de los diáconos, y los pertinentes a la transmisión de las palabras; y entre los agregados, a los cuatro elementos durante la iniciación y la cadena de unión a la clausura de los trabajos.

De todas formas, muchos elementos tradicionales han perdurado y eso es algo bueno, pero incluso esos mismos han estado a veces sujetos a numerosas variantes. La forma de proceder para efectuar los pasos del Maestro es un buen ejemplo.

Veamos qué podemos aprender de los antiguos rituales ( de tendencia "Moderna")

En 1730 la primera divulgación que revela el grado de Maestro, fue “Masonry Dissected” y es publicada por un tal Prichard. Relatando los secretos de los “Modernos” bajo la forma de instrucción, no contiene ninguna relación gestual, si bien se describen los cincos puntos perfectos por los cuales fue levantado el Maestro Hiram, permanece muda respecto al tema de los pasos del grado.

Ninguna otra divulgación “inglesa” expone los secretos de la marcha del Maestro, y no será hasta 1744 que Leonard Gabanon en su divulgación “ Catechisme des Francs-maçons, describa la marcha que el candidato debe efectuar por orden del Muy Respetable:

“…Entonces, el primer Vigilante le hace componer una doble escuadra, que es colocar los dos talones uno contra el otro & las dos puntas de los pies separadas bajo la escuadra que está trazada sobre la Logia de Maestro.

Le enseña la marcha del Maestro que es la de hacer el camino que hay de la Escuadra al Compás: en tres grandes pasos iguales hechos casi en triángulo, es decir que partiendo de la Escuadra llevará el pie derecho avanzando un poco hacia el mediodía, luego el izquierdo llevado un poco hacia Septentrión y para el último paso llevará el pie derecho hasta la punta del Compás que está al lado del Mediodía y luego el izquierdo dejando los dos talones de modo que forme con el Compás una doble Escuadra.”

Nótese que en esa práctica, los dos pies no se posan a la vez en cada paso y que se juntan solo en el inicio y en la llegada de la marcha lo que describe bien el grabado adjunto.


En 1745. Gabriel-Louis Pérau retoma, con palabras impresas en su divulgación “L´Ordre des Francs-maçons Trahi et le Secret des Mopse révelé”, la misma descripción de la marcha y adjunta un grabado representándola.



En 1748, L´Anti-Maçon repite la misma forma de operar y presenta un cuadro con la marcha de cada grado y para comprender mejor la particularidad de la marcha del Maestro, un diseño representando los pies totalmente pintados de negro cuando se posan en tierra y el talón blanco cuando no lo están.


La única nota falsa en ese dibujo idílico donde todos los autores parecen describir la misma práctica, es del abate Larudan que en su obra “ Le Maçon Démasqué” publicado en 1751, indica una marcha diferente donde los dos pies se posan uno al lado del otro después del pasaje por sobre el ataúd.


Así, la gestualidad de los tres pasos en las prácticas de la masonería andersoniana está descrita en detalle en las divulgaciones……francesas.

Pero en 1751 aparece en Inglaterra una nueva práctica, la de los “ Antiguos”. Nuestro propósito no es el de rastrear su génesis, pero como su principal animador, Lawrence Dermott se mofaba desacertadamente de aquellos a los que daba el sobrenombre de “Modernos” y está comprendido en el tema que nos ocupa, podemos creer en una diferencia de usos.

¿No ha dicho?:

“ Después de muchos años de observación, una manera de marchar, verdaderamente ridícula, fue adoptada (por los Modernos). Yo creo que la primera fue inventada por un hombre gravemente afectado de ciática, la segunda por un marino acostumbrado a los rolidos del navío y la tercera por un ebrio que, por su solo placer. O por exceso de bebida fuerte, le encantaba bailar como un campesino bebido.” (3)

No es el caso, al menos para la marcha del Maestro, pues en 1760, la revelación de los usos de los Antiguos por “The Three distinct Knocks” siempre bajo la forma de instrucción por la parte del Maestro ( pues la de Aprendiz comprende los diálogos de la ceremonia de apertura de la logia), presenta la misma práctica de la marcha del Maestro:

.P. Cuáles instrucciones habéis recibido del primer Vigilante?

R. Me enseñó mientras yo estaba en el oeste, como mostrar la debida guarda o signo de Aprendiz al Maestro en el Este, en dar el primer paso en la primera marcha sobre un cuadrilátero ( y a poner) mi otro pie en escuadra.

Seguidamente me enseñó a dar dos pasos sobre el mismo cuadrilátero y mostrar el signo de Compañero.

En tercer lugar, me enseño a dar tres pasos sobre el mismo cuadrilátero, las dos rodillas plegadas, el cuerpo derecho, la mano derecha sobre la Biblia, los dos puntas del compás abierto sobre mi seno derecho y mi seno izquierdo.

Como sea, está claro que la marcha del Maestro consiste, en los escritos al menos, en dar tres pasos. Eso en los escritos, pues en la práctica el hecho de no posar el pie entre el primer y el último paso reduce de hecho el número a dos. Y en efecto, si la definición del paso en el sentido dado en el diccionario (4) es: “ la acción que consiste en hacer pasar el apoyo del cuerpo de un pie al otro, durante la marcha”, la definición masónica aunque no estipulada claramente, pero corroborada por todos los grabados del siglo XVIII que lo indican, es consistente con la doble acción de avanzar un pie y luego hacerlo juntar con el segundo. Y si así son representados los tres pasos del Aprendiz y los dos pasos del Compañero, ¿porqué no sería lo mismo con los pasos del Maestro?

En el continente, para 1763, el ritual de Maestro llamado del Marqués de Gages todavía describe la marcha ( sin precisión alguna) antes de la historia de la muerte de Hiram:

“El primer Vigilante…. Le hace llegar al algar pasando sobre la tumba y partiendo de Occidente por el pie derecho para ir al Mediodía. Entonces se aplica un gran golpe con un rollo de cartón o papel sobre el hombro izquierdo del recipiendario y se le hace partir con el pie izquierdo desde el Mediodía para llegar al Oriente por el Norte; recibe un golpe semejante sobre el hombro derecho y parte desde el Norte para llegar a Oriente, ahora recibe un golpe sobre la cabeza en Oriente, cae de rodillas, la mano sobre la Biblia y presta su obligación en estos términos…..

Los primeros rituales franceses, siguiendo la práctica universal de los masones de la época, describen siempre la marcha del Maestro en tres pasos.

Algunas variantes en las modalidades de ejecución.

.El ritual de Maestro contenido en los “Secrets et misteres de Plusieurs Grades De Ls Franche Maçonnerie, Recepcion de Dames Et Chantier de Cousins fendeurs” (5) describe una novedosa variante de la marcha:

“El primer Vigilante le muestra la marcha haciéndole partir con el pie derecho de occidente al mediodía y manteniendo el pie izquierdo en el aire formando el número 4, después le hace pasar con el pie izquierdo del mediodía a septentrión manteniendo igualmente la pierna derecha como hizo con la izquierda, ahora el pie derecho del septentrión al oriente posando ese pie de cara a la escuadra que está ubicada en tierra trayendo la pierna izquierda y juntándola a la derecha y formando la doble escuadra con la que está en tierra.”

Nótese que hasta ahora, salvo en el ritual del Marqués de Gages, la marcha se realiza siempre sobre el suelo de la logia y que no hay ninguna cuestión de franquear algún ataúd o cadáver. Parece que hubo que esperar al primer ritual oficial para que esa disposición fuera adoptada.


En efecto, en 1770, la Muy Respetable Gran Logia de Francia difunde para uso de los francmasones únicamente ( a semejanza de lo que se practica en nuestros días) un “Corps complet de Maçonnerie adopté par la R.G.L. de France “(6).

Después de los tres viajes en el curso de los cuales el candidato a la maestría recibe por tres veces tres y por tres hermanos un golpe con el rollo sobre el hombro y antes que le sea leída la historia de Hiram.

“El Muy Respetable dice al primer Vigilante hacerle avanzar al pie del Trono por tres pasos de Maestro atravesando el ataúd & recomendándole no pisar el cadáver & respetar a los Hermanos mismos después de su muerte.”

En 1784 el ritual de Maestro llamado del Duque de Chartres (7) describe el nuevo pasaje sobre la “ tumba”.

Después que el candidato ha dado por tres veces la vuelta a la logia,

“.. se lo ubica entre los dos Vigilantes, se le da vuelta y se le hace pasar sobre la tumba llevándole al pie del trono donde el T.R, comienza el siguiente discurso sobre la historia de Hiram Abif!....”


Al final del relato, el recipiendario es tendido sobre la tumba de Hiram. El ritual no da indicación alguna sobre la gestualidad, pero el texto deja suponer al menos una premisa de la dramatización actual puesto que después que el Muy Respetable anuncia la muerte de Hiram luego de la tercera agresión, el ritual agrega:

“… estando tendido el recipiendario sobre la tumba de Hiram, se le cubre con un paño negro, se le coloca sobre la cabeza un lienzo blanco ensangrentado que estaba sobre la cabeza del último M….”

Habrá que esperar a 1768 (8) y a la fijación de sus rituales por el Gran Oriente de Francia para que la descripción de la marcha por sobre el cadáver sea verdaderamente descripta, y se haga durante la lectura de la historia de Hiram.

El Muy Respetable relata la primera agresión contra Hiram.

En ese momento, el H. Experto hace que el candidato de uno de tres pasos misteriosos. Consiste en pasar el pie derecho por sobre la representación, diagonalmente desde el occidente donde está situado, a mediodía, manteniendo la pierna izquierda en escuadra a la altura de la gordura de la pierna y dejándola algunos instantes sobre la pierna derecha. El H. Experto sostiene al candidato en esa postura dándole la mano.

Recibe ahora un primer golpe de rollo sobre el hombro derecho dado por un hermano de la columna del mediodía y entonces el Muy Respetable relata la huída de Hiram hacia la puerta del sur y la segunda agresión.

En ese momento se hace que el recipiendario de el segundo paso misterioso; pasa la pierna izquierda por sobre la representación (9) diagonalmente de mediodía a norte y sosteniendo la pierna derecha en escuadra contra el nacimiento de la izquierda.

Recibe ahora un segundo golpe de rollo dado sobre la nuca por un hermano de la columna norte.

Se le hace dar el tercer paso llevando la pierna derecha hacia la parte baja de la representación donde colocará los dos pies en escuadra.

El Muy Respetable relata ahora la tercera agresión y le da un golpe de mallete sobre la frente. El candidato es extendido sobre una colchoneta muy estrecha (10).

En 1801 el “Regulateur du Maçon” retoma palabra por palabra el ritual de 1786.

Así que se podría pensar que el asunto está terminado y que la marcha del Maestro consiste de tres pasos. Si ese efectivamente es el caso para el Rito Francés, no es lo mismo para el Rito Escocés que nos reserva alguna sorpresa en ese dominio.

LOS PASOS EN EL RITO "ANTIGUO"

En efecto, en 1805 el Ritual del Rito Escocés del Gran Oriente de Francia (11) ya no habla más de los tres pasos habituales, sino de uno solo.

Hace avanzar al candidato hacia el altar de los juramentos marchando como en primer grado desde el ángulo derecho de un cuadrilátero formando una escuadra sobre el segundo cuadrado por dos pasos y sobre el terceropor uno solo.

Debe hacerse notar de todos modos que lo que sigue del texto contradice ese pasaje porque dice:

Se le hace realizar los pasos y signos de Aprendiz y de Compañero y por fin los de Maestro.

De hecho, se podría creer en alguna falta de consideración o mala voluntad, pero no es el caso porque en la instrucción, a la pregunta:

¿Cuáles son las instrucciones que habéis recibido ?, el Maestro responde:
Cuando fui al Oeste se me enseñó:

1. A dar al M.R. el signo de Ap. Y a marchar en primer grado desde el ángulo derecho del cuadrilátero con mi otro pie formando una escuadra. 
2. A dar dos pasos sobre el mismo cuadrilátero, mi otro pie formando la escuadra y haciendo el signo de Compañero
3. A dar tres pasos sobre el mismo cuadrilátero, las dos rodillas dobladas y desnudas, mi cuerpo derecho, mi mano derecha sobre la Biblia, las dos puntas del compás extendidas sobre mis senos derecho e izquierdo mientras prestaba la obligación solemne de Maestro.: NOTAS:

(1) Los del rito francés en sus diversas “ moliendas” lo son igualmente…
(2) The Three distinct Knocks de 1760 en particular! 
(3) Ahiman Rezon ( Tercera edición, 1778)
4) Le Petit Robert
(5) Colección Claude Gagne, fotocopiado de la GLDF. Ese ritual también incorpora en el curso de las obligaciones a las cuales se sujeta el nuevo Maestro masón, una frase que permite situar su datación hacia 1765: “ ¿Prometéis también no erigiros en Gran Maestre si previamente no hubierais recibido ese poder de tres Maestros regulares de la R.G.L. de Francia?
6. Biblioteca GLDF ; Reedición GLDF en facsímil, 2004
7. Biblioteca GLDF ; Reedición Ed. du Prieuré, 1997
8. Rituels du Rite Français Moderne, Ed. Slatkine 1991 (pag.175)
9. El Maestro representando a Hiram asesinado.
10. Por temor, dice el ritual, de que si estuviera acostado sobre el piso, el frío no lo incomode. No se trata de un ataúd.

AUTOR: ROGER BONIFASSI
TRADUCCION: SAUL APOLINAIRE
NOTAS y EDICION: Víctor Guerra

http://dialogo-entre-masones.blogspot.com/2013/06/los-tres-pasos-del-maestro-mason-i.html

lunes, 25 de febrero de 2019

LA MISTICA DEL NUMERO ( VI )

LA MISTICA DEL NUMERO ( VI )
Herbert Oré Belsuzarri.

EL TETRACTYS

1 + 2 + 3 + 4 = 10

El tetractys, considerado sagrado por los pitagóricos, contiene en sí mismo las claves de la armonía, que, a su vez, gobiernan la creación.

4:3 = la cuarta
3:2 = la quinta
2:1 = la octava

Y la doble octava en la razón cuádruple: 4:1

Aunque el tetractys, en cuanto símbolo, parece ser peculiar de los pitagóricos, este mismo simbolismo numérico constituye un fenómeno generalizado. La mitología hindú habla de las «nueve cobras de Brahma», un equivalente de la Gran Enéada dispuesta en torno a Atum. La Cabala se refiere a las nueve legiones de ángeles alrededor del trono del Dios oculto, «Aquel cuyo nombre está oculto». El tetractys representa la realidad metafísica, el «mundo ideal» de Platón, completo en el marco de un sistema de cuatro términos.

La creación requiere cinco términos. El pentactys representa el tetractys puesto de manifiesto.

El triángulo interior es un símbolo de la naturaleza trina inmanente en la unidad; representa la primera forma: la forma requiere un sistema de tres términos; la forma es el resultado de la interacción entre los polos positivo y negativo. El pentactys representa la forma principal rodeada por doce «casas», que son las animadoras de la forma. También esta interpretación es común a muchas civilizaciones antiguas. El sistema fisiológico egipcio se basa en ella: «Estos canales, mediante el flujo y el reflujo cósmicos, conducen la energía solar roja y blanca a las zonas en las que los doce poderes permanecen dormidos en los órganos del cuerpo. Una vez cada dos horas, noche y día, cada uno de ellos es activado por el paso de Ra, el sol de la sangre, y luego vuelve a dormirse». La acupuntura china se basa en los «doce meridianos del cuerpo». Cada dos horas, uno u otro de estos meridianos alcanza su cota máxima de actividad. Las doce «casas» del zodíaco astrológico expresan la misma interpretación de otro modo. El significado de las «casas» se deriva de la interacción de los números; éstas determinan la naturaleza del tiempo, la personalidad o el acontecimiento.

El eneagrama.

¿Se trata de mera «coincidencia»? Nadie puede «demostrar» que no lo sea. Y, sin embargo, estos atributos armónicos básicos parecen demasiado claramente pitagóricos para desecharlos.

Recuérdese que, en el antiguo sistema, el «agua» es el cuarto elemento, la «sustancia» primera y principal, y analogía del uno, como la octava es analogía del sonido fundamental. En el mundo físico, el agua constituye el soporte de la vida. En el mundo metafísico de Egipto, Tum se crea a sí mismo a partir de Nun, las aguas primordiales. La creación procede armónicamente, la octava es el instrumento del proceso, o «vida», y la primera nota de la octava es el tono. Para producir el tono perfecto la cuerda debe tener una proporción de 8:1, precisamente la razón entre los El eneagrama es un símbolo universal. Todo conocimiento se puede incluir en el eneagrama y se puede interpretar con la ayuda del eneagrama. Y en esta conexión sólo lo que un hombre puede introducir en el eneagrama es lo que realmente sabe, es decir, comprende. Lo que no puede introducir en el eneagrama no lo comprende. Para el hombre capaz de utilizarlo, el eneagrama hace los libros y las bibliotecas totalmente innecesarios. Todo puede estar incluido y se puede leer en el eneagrama. Un hombre puede estar completamente solo en el desierto, dibujar el eneagrama en la arena y leer en él las leyes eternas del universo.

Y cada vez puede aprender algo nuevo, algo que hasta entonces ignoraba.

Si dos hombres de distintas escuelas se encuentran, dibujarán el eneagrama y, con su ayuda, podrán establecer de inmediato cuál de los dos sabe más y cuál, en consecuencia, supera esta prueba, es decir, cuál es el mayor, cuál es el maestro y cuál el pupilo. El eneagrama es un diagrama esquemático del movimiento perpetuo...

Finalmente corresponde al individuo elegir entre ambos bandos, es una decisión que no debe tomarse a la ligera: de ella depende, en última instancia, toda la filosofía que uno adopte.

Esotéricamente, dado que hay que considerar todos los números como divisiones de la unidad, la relación matemática que un número muestra con la unidad es una clave de su naturaleza.

Tanto el tres como el siete son números de «movimiento perpetuo». Al dividir la unidad entre estos números, ésta se divide infinitamente:

1../ 3 = 0,3333333333333...
1 -/- 7 = 0,1428571428571...

Tres: el número de la relación, de «la Palabra», de la trinidad mística, tres-en-uno.

Siete: el número del crecimiento, del «proceso», de la armonía, da la misma secuencia repetitiva cuando se divide la unidad. Obsérvese que el eneagrama sigue esta secuencia.

En cuestión de formas visuales sentimos que la naturaleza tiene sus favoritas. Entre sus preferidas están las espirales, los meandros, los patrones de ramificación y los ángulos de 120 grados. Estos patrones se repiten una y otra vez. La naturaleza actúa como un director de teatro que utilizara cada noche a los mismos actores vestidos de manera distinta y representando a personajes diferentes. Los actores tienen un repertorio limitado: los pentágonos forman la mayoría de las flores, pero no los cristales; los hexágonos manejan la mayoría de los patrones bidimensionales repetitivos, pero nunca abarcan por sí solos el espacio tridimensional. Por otra parte, la espiral representa el colmo de la versatilidad, ya que desempeña un papel en la replicación de los virus más pequeños y en la disposición de la materia en la mayor de las galaxias.

Átomos de oxígeno e hidrógeno por volumen. Y la creación es volumen, el cual es espacio. En Egipto comprendía por qué el mundo es como es; los símbolos que eligió, además de los incontables indicios procedentes de sus textos científicos, matemáticos y médicos, demuestran que también tenía unos conocimientos asombrosamente completos acerca de cómo es. Obviamente, Egipto carecía de rayos láser, microscopios electrónicos o aceleradores de partículas; puede que no tuviera un conocimiento concreto y cuantitativo del mundo microscópico. Pero la curiosa coherencia que manifiestan sus símbolos y sus textos deja claro que la tecnología no constituye el único medio de penetrar en estos ámbitos.

En suma podemos decir que:

Todos los números son conducidos a un desarrollo, a partir de la unidad, a partir del origen y raíz de todas las cosas. El número tiene para el hombre hermético un significado totalmente diferente al que tiene para el hombre dialéctico.

El número uno representa la unidad con el Espíritu, con el Padre, con lo Absoluto, con el Logos, con lo Original. Cualquier otra unidad, cualquier otro comienzo conduce a la muerte.

Cuando un hombre ha regresado a la unidad, al uno e indivisible, es colocado ante el número dos. Este número coloca a quien ha sido unido con la unidad en una nueva relación con la sustancia original. Por ello, la Gnosis hermética llama al número dos «la Madre».

El número tres establece la unión llena de amor entre el uno, lo absoluto, y la sustancia original, entre el Padre y la Madre, la unión de ambos.

El número cuatro lleva todo lo concebido a la manifestación.

Cuando la entidad que está unida al Padre se une con la sustancia original cósmica, algo se engendra. La totalidad de lo que ha sido concebido es llevada a manifestarse. La consecuencia de ello es el número cinco, la nueva conciencia, la conciencia de Mercurio. Por ello, Mercurio siempre está asociado al número cinco.

El seis es el número de la rectitud. Junto a la nueva fuerza de luz de la conciencia y por ella, todo el estado de ser del candidato alcanza la justicia, en concordancia con el Logos. Por ello el número siete es el de la santificación, al que sigue el número ocho que es el de la ascensión perfecta, la entrada en la vida liberadora. Es la ancestral puerta de Saturno, que siempre está unida al número ocho. En el número nueve se celebran la victoria del verdadero devenir divino-humano. Un desarrollo nónuplo une a estos nueve números.

EN LA ANTIGUA CULTURA EGIPCIA, CADA VEZ QUE NACÍA UN BEBE SE BAUTIZABA CON EL NOMBRE DE UN DIOS DE ACUERDO A SU REGENCIA. POR ESTA RAZÓN, LA MAYORÍA DE LOS EGIPCIOS, TENÍAN NOMBRES DE DIOSES.

Por otra parte, todos los aspectos del conocimiento egipcio parecen haber sido completos desde sus mismos comienzos. Las ciencias, las técnicas artísticas y arquitectónicas y el sistema de jeroglíficos no muestran prácticamente signo alguno de haber pasado por un período de «desarrollo»; lejos de ello, muchos de los logros de las primeras dinastías no fueron nunca superados, o siquiera igualados, posteriormente. Los egiptólogos ortodoxos admiten fácilmente este asombroso hecho, pero la magnitud del misterio que plantea es hábilmente minimizada, al tiempo que se omiten sus numerosas implicaciones.

¿Cómo es posible que una civilización compleja surja ya plenamente desarrollada?

Observe un automóvil o una computadora de hace 10 años, y compárese con uno actual: existe un inequívoco proceso de «desarrollo». Sin embargo, en Egipto no hay nada semejante. Todo esta allí ya desde el primer momento.

La respuesta a este misterio resulta obvia, aunque, debido al hecho de que repugna a la forma de pensamiento moderno dominante, apenas se considera de una manera seria: la civilización egipcia no fue un «desarrollo», sino una herencia.

La Numerología, ya era usada en Mesopotamia. Se asignaban valores numéricos a las letras del alfabeto, y se calculaban los valores de los nombres, lo cual concuerda con la reverencia que existía en Mesopotamia hacia los números, ya que pensaban que todos los dioses tenían números. Esta y otras afirmaciones parecidas surgen a partir de la tesis de que el hombre fue creado por extraterrestres en la antigua sumeria quienes dejaron como herencia sus conocimientos que posteriormente fueron a parar a Egipto.

Como ejemplo, Sargón en el 705 a.C. afirma que el perímetro de su palacio en Khorsabad era igual a su nombre.

Del mismo modo en la Biblia existen algunas partes en la que la explicación a hechos ocurridos tienen una base numerológica.

Cabe citar algunos párrafos de los textos del Génesis, en el Capitulo17, donde, encontramos esta curiosa conversación entre Dios y Abram, éste asombrado recibe la noticia de que va a tener un hijo a la edad de 100 años, con su mujer Sarai de 90.

Dijo Dios: “He aquí mi pacto contigo, serás padre de una muchedumbre de pueblos y ya no te llamaras Abram, sino Abraham....”

Dijo también Yahvé a Abraham: “Sarai tu mujer, no se llamará ya Sarai, sino Sara, pues la bendeciré y te daré de ella un hijo...”

Cayó Abraham sobre su rostro, y se reía, diciéndose en su corazón: “Con que a un centenario le va a nacer un hijo, y Sara, ya nonagenaria, va a parir...”

El hecho de que a partir de ese cambio de nombre tanto Abraham como Sara pudieran engendrar un hijo, se basa en que en la Biblia, la equivalencia numérica no es accidental, ya que el mundo fue creado por Dios a través de la palabra, donde cada letra representa una fuerza creativa. De esta forma la equivalencia numérica entre dos palabras revela una conexión interna entre los potenciales creativos de cada una.

(*) Herbert Oré es un conocido autor y escritor masón de la República del Perú, con una importante producción de temas masónicos y otros. Su producción completa se puede hallar en SCRIBD.

domingo, 24 de febrero de 2019

LA MISTICA DEL NUMERO ( V )

LA MISTICA DEL NUMERO ( V )
Herbert Oré Belsuzarri

OCHO (8)

Antes de tratar de las funciones y principios inherentes al ocho, vale la pena hacer una advertencia respecto al simbolismo del número. A medida que vamos pasando de un número a otro, cada uno de ellos no sólo simboliza y define la función concreta a él asignada, sino que incorpora todas las combinaciones y funciones que han llevado hasta él. Así, por ejemplo, la polaridad, la tensión entre los opuestos, es una función sencilla. Pero el cinco no sólo representa el acto de creación; incorpora también al dos y al tres, los principios masculino y femenino, y dos conjuntos de opuestos -el principio de doble inversión- unidos por el invisible punto de intersección. El cinco es también el uno, o unidad, actuando sobre el cuatro, o materia original: por tanto, la creación.

Cuando llegamos al siete, las cosas se hacen aún más complejas. Cada aspecto de la combinación se manifiesta de forma distinta. Siete es cuatro y tres: la unión de materia y espíritu; es cinco y dos: oposición fundamental unida por el acto, por el «amor»; y es también seis y uno: la nota fundamental, el do, materializada por el seis, es decir, que en el tiempo y el espacio produce su octavo tono, que es una nueva unidad.

Esta nueva unidad no es idéntica, sino análoga, a la unidad primera. Es una renovación o «autorreplicación». Y para explicar el principio de autorreplicación se necesitan ocho términos.

La antigua unidad ya no existe, y una unidad nueva ha ocupado su lugar: «¡El rey ha muerto! ¡Viva el rey!».

En el zodíaco, es el octavo signo, Escorpión, el que tradicionalmente simboliza la muerte, el sexo y la renovación.

En Egipto, un texto muy conocido declara: «Yo soy uno, que se convierte en dos, que se convierte en cuatro, que se convierte en ocho, y luego vuelvo a ser uno».

Thot (Hermes para los griegos, Mercurio para los romanos) es el «Maestro de la Ciudad del Ocho». Thot, mensajero de los dioses, es el neter de la escritura, del lenguaje, del conocimiento, de la magia; Thot da al hombre acceso a los misterios del mundo manifiesto, simbolizado por el ocho.

Esta breve digresión sobre la relación entre el número y la función no pretende ser completa o exhaustiva. Lejos de ello, aspira únicamente a servir como preparación para la formulación de varias preguntas, a las que se puede responder simplemente «sí» o «no».

¿Experimentamos el mundo físico o natural en términos de polaridad, relación, sustancialidad, actividad, tiempo y espacio, crecimiento y sexo, muerte y renovación? Dado que, aparte de la polaridad, ninguno de estos términos admite una estricta definición lógica, ¿tenemos derecho a desecharlos calificándolos de «arbitrarios»?

El simbolismo del número, así relacionado con la función, proporciona el marco que hace comprensible el mundo de nuestra experiencia.

En esta introducción nos hemos limitado necesariamente a aproximarnos al modo en que el número se relaciona con el mundo físico, o la experiencia física: el mundo del ser. Pero el número constituye también la clave del mundo de los valores (que son aspectos de la voluntad) y del mundo de la conciencia, que, junto con el de la experiencia física, configuran la totalidad de la experiencia humana.

El ocho, pues, corresponde al mundo físico tal como lo experimentamos. Pero el mundo físico que comprendemos resulta aún más complejo. La interacción de las funciones presentes hasta el Ocho no permite una pauta o plan, el ordenamiento de los fenómenos. Tampoco un sistema de ocho términos da cuenta de la fuente del orden o de la pauta: su «artífice», por decirlo así. No explica la necesidad (el principio que reconcilia el orden y el desorden). Para que haya «creación», primero debe ser necesaria. Finalmente, está la matriz en la que todas estas funciones operan simultáneamente, a la que podríamos denominar «el mundo de las posibilidades».

Estas elevadas funciones numéricas corresponden al nueve, al diez, al once y al doce. Las funciones correspondientes a estos números no forman parte de nuestra experiencia directa, pero filosóficamente podemos reconocer su necesidad. Hay que admitir que estos conceptos resultan difíciles de entender, debido especialmente a que nuestra educación nos enseña a analizar, no a sintetizar. Sin embargo, estas funciones no son abstracciones -al menos no en el mismo sentido en que lo es la raíz cuadrada de menos uno-, ya que resultan esenciales para completar el marco de nuestra experiencia, aun cuando no podamos experimentarlas de manera directa.

Así, estos espíritus, llamados Nummo, eran dos espíritus de dios homogéneos (mitad hombre, mitad serpiente) ... la pareja nació perfecta y completa; tenían ocho miembros, y su número era el ocho, que es el símbolo del habla ... son el agua [en el zodíaco occidental, los signos 4.°, 8.° y 12.° son signos de agua] ...

La fuerza vital de la tierra es el agua. Dios modeló la tierra con agua. También la sangre la hizo de agua. Incluso en una piedra existe esta fuerza.

También son necesarias desde un punto de vista teórico. Como ya hemos mencionado, en la escisión primordial el uno se convierte simultáneamente en dos y en tres. Los fenómenos son duales por naturaleza, pero triples en principio. La cuerda que vibra representa una polaridad fundamental: una fuerza impulsora, masculina (la que la mueve), y una fuerza resistente, femenina (la cuerda). Al vibrar, la cuerda representa una relación: una fuerza impulsora, una fuerza resistente y una fuerza mediadora o reconciliadora (la frecuencia de vibración, que es la «interacción» entre los dos polos, pero no es ni el uno ni el otro).

La escisión primordial, al crear la dualidad, crea dos unidades, cada una de las cuales participa de la naturaleza de la unidad y de la dualidad: dos, en este sentido, es igual a cuatro.

La creación simultánea del dos, el tres y el cuatro postula una interacción entre estas funciones, un ciclo, que para su plena realización requiere de doce términos. Difícil de expresar verbalmente, este ciclo de doce partes se expresa de manera sencilla, esquemática y completa en el zodíaco tradicional.

Aunque en el antiguo Egipto no se han encontrado zodíacos propiamente dichos, proporciona amplias evidencias que demuestran que el conocimiento de los signos del zodíaco existió desde tiempos muy remotos, y que rige e impregna el simbolismo egipcio, cuando uno sabe dónde y cómo buscarlo (Zodiaco de Dendera).

En el zodíaco, cada signo participa de la dualidad, la triplicidad y la cuadruplicidad.

Naturalmente, en la astrología que aparece en los periódicos y revistas (y que los científicos y eruditos creen que es la única que existe) este aspecto fundamental del zodíaco pasa desapercibido.

Por desgracia, otros astrólogos modernos más serios, aunque utilizan los signos zodiacales de manera intuitiva, apenas reconocen el simbolismo numérico en el que se fundamentan.

Como veremos enseguida, la sección áurea forma parte del núcleo de la escisión primordial, creando un universo asimétrico y cíclico. Este aspecto cíclico significa que los múltiplos de los números son, por así decirlo, registros superiores de los números inferiores.

El universo físico se completa, en principio, con cuatro términos: unidad, polaridad, relación y sustancialidad. Pero la materialización plena de todas las posibilidades requiere el funcionamiento de todas las combinaciones de dos, tres y cuatro. Y esto se realiza en los doce signos del zodíaco. Éste se divide en seis grupos de polaridades, cuatro grupos de triplicidades (los modos) y tres grupos de cuadruplicidades (los elementos). Cada signo es, a la vez, polar (activo o pasivo), modal (cardinal es el iniciador; fijo es aquel sobre el que se actúa; mutable es el que media o efectúa el intercambio de fuerzas) y elemental (fuego, tierra, aire, agua). La polaridad se realiza en el tiempo y el espacio (seis veces dos), el espíritu materializado (tres veces cuatro) y la materia espiritualizada (cuatro veces tres).

Así, con cuatro términos tenemos el mundo en principio. Con ocho términos tenemos el mundo materializado en el tiempo y el espacio. Con doce términos tenemos el mundo de las potencialidades y las posibilidades.

Aunque este breve resumen no se aproxima más que a un aspecto del zodíaco astrológico, debería ser suficiente para sugerir que este antiguo diseño no se basaba en absoluto en los ensueños de arcaicos visionarios, sino que se construyó rigurosamente de acuerdo con los principios pitagóricos. Si esperamos comprender el mundo físico en el que vivimos (por no hablar del mundo espiritual), debemos examinar los principios y funciones que subyacen a la experiencia común. Y el simbolismo del número nos permite hacerlo.

En la comprensión de este hecho se basaba el funcionamiento del antiguo Egipto y de otras civilizaciones antiguas. Sobre esta base, y partiendo de esta comprensión, es posible idear un sistema interrelacionado global y coherente en el que la ciencia, la religión, el arte y la filosofía definan y exploren aspectos concretos del todo, aunque sin perderse nunca de vista mutuamente.

Los egiptólogos reconocen que fue un sistema así el que predominó en Egipto, pero, al juzgar dicho sistema desde su propio punto de vista, son incapaces de comprenderlo, y lamentan el hecho de que en Egipto la «teología» impregne todos los aspectos de la civilización.

Aunque puede parecer que de ahí sólo falta un paso para reconocer que, si la teología egipcia lo impregnaba todo, era porque se basaba en la verdad, dar ese paso requiere un auténtico giro psicológico, y esto no resulta en absoluto fácil de realizar. Así, las evidencias que presenta de forma tan meticulosa son ignoradas. Sin embargo, en otros ámbitos especializados de la egiptología, las concienzudas, y a menudo brillantes, obras de astronomía, matemáticas, geografía, geodesia y medicina estudiadas atestiguan el refinamiento y la sofisticación de los conocimientos egipcios. En cualquier caso, los progresos de los métodos modernos revelan las deficiencias y defectos anteriores, y alteran invariablemente las opiniones relativas a los conocimientos del antiguo Egipto.

NUEVE (9)

Egipto evocaba, mas nunca explicaba. Como ya hemos visto, las correlaciones establecidas entre número y función no son arbitrarias, y en cada caso ha sido posible mostrar cómo dichas correlaciones se empleaban en los símbolos y los mitos egipcios. Sin embargo, por regla general hemos tenido que buscarlas, y, por tanto, es necesario que primero comprendamos el significado funcional del número antes de saber cómo o dónde hay que buscar. Ni siquiera las tríadas de neters (como las trinidades en las mitologías de otras civilizaciones) son declaraciones manifiestas de un interés en el número, o de una concepción del tres como principio de relación.

El escéptico podría argumentar fácilmente que el fenómeno del macho y la hembra engendrando una nueva vida resulta tan evidente que fácilmente podría servir como símbolo sin necesidad de conocer sus connotaciones filosóficas o pitagóricas.

Pero la elección del nueve no resulta ya tan evidente, y aquí no es posible una interpretación errónea de la importancia atribuida al número nueve por los egipcios.

El nueve resulta extremadamente complejo, y prácticamente inabordable mediante una expresión verbal precisa. La Gran Enéada (una enéada es un grupo de nueve) no es una secuencia, sino los nueve aspectos de Tum, que se interpenetran, interactúan y se entrelazan.

Esquemáticamente, se puede ilustrar la Gran Enéada con el más fascinante de los símbolos, el tetractys, que la hermandad pitagórica consideraba sagrado.

La Gran Enéada emana del absoluto, o «fuego central» (en la terminología de Pitágoras).

Los nueve neters (principios) rodeando al uno (el absoluto), que se convierte tanto en uno como en diez. Ésta es la analogía simbólica de la unidad original; es repetición, retorno a la fuente. En la mitología egipcia, este proceso es simbolizado por Horus, el Hijo divino que venga el asesinato y desmembración (por parte de Set) de su padre, Osiris.

El tetractys es un símbolo rico y polifacético que responde a la meditación con un flujo de significados, relaciones y correspondencias casi inagotable. Es una expresión de la realidad metafísica, el «mundo ideal» de Platón. Sus relaciones numéricas expresan las bases de la armonía: 1:2 (octava); 2:3 (quinta); 3:4 (cuarta); 1:4 (doble octava); 1:8 (tono).

Se puede ver el tetractys como la Gran Enéada egipcia puesta de manifiesto y desmitificada. Esto no constituye necesariamente una mejora, pero es un medio para vislumbrar los numerosos significados que sub-yacen a la enéada. (Otro medio es el extraordinario símbolo del enea-grama, o estrella de nueve puntas, que Gurdjieff afirmaba haber redescubierto a partir de una fuente antigua. Mientras que el tetractys muestra la Gran Enéada puesta de manifiesto, el eneagrama la muestra en acción: el siete, la octava, número de crecimiento y proceso, interpenetrando al tres, la naturaleza trina básica de la unidad. Las co rrespondencias entre la obra de Gurdjieff y la de Schwaller de Lubicz son notables, aunque ninguno de ellos conocía el trabajo del otro.)

A pesar de que esta introducción al pitagorismo ha sido necesariamente superficial, debería bastar para dar una idea tanto de la extrema complejidad como de la extrema importancia del nueve. Y dada su importancia en la metafísica de las estructuras y las pautas, no es sorprendente descubrirla en la estructura de la célula viviente, cuya mitosis -según afirman algunos biólogos- se inicia en el centriolo, formado por nueve pequeños túbulos.

Hace tiempo que los naturalistas, los botánicos y los biólogos han señalado la importancia y reiteración de determinados números, combinaciones y formas numéricas. A medida que la ciencia profundiza cada vez más en los ámbitos molecular, atómico y subatómico, el mundo físico sigue revelando su inherente carácter armónico y proporcionado de manera cada vez más notoria y precisa. Los científicos observan estos datos, pero, dado que nunca los someten a un examen pitagórico, siguen aprendiendo más y más acerca de cómo está construido el mundo, pero no acerca de por qué lo está. Y, sin embargo, estas respuestas parecen a punto de hacerse evidentes sólo con que se plantearan las preguntas correctas. La forma de la doble hélice y las secuencias de aminoácidos y proteínas en las estructuras básicas de las células siguen unas pautas precisas y claramente definidas, cuyas proporciones y relaciones numéricas encubren la razón por la que tales cosas son como son. Así, por ejemplo, el agua (H2O) exhibe dos atributos armónicos básicos: dos hidrógenos en relación a un oxígeno forman una octava; y, por volumen, ocho oxígenos en relación a un hidrógeno da 8:9, el tono.

(*) Herbert Oré es un conocido autor y escritor masón de la República del Perú, con una importante producción de temas masónicos y otros. Su producción completa se puede hallar en SCRIBD.

sábado, 23 de febrero de 2019

LA MISTICA DEL NUMERO ( IV )

LA MISTICA DEL NUMERO ( IV )
Herbert Oré Belsuzarri.

Numeros mayas. 

SEIS (6)

Se necesitan cuatro términos para explicar el principio o la idea de «sustancia». Se requieren cinco para dar cuenta de la «creación», del acto de llegar a ser, del acontecimiento.

Pero cinco términos resultan insuficientes para describir el marco en el que este acontecimiento tiene lugar, la realización de la potencialidad.

Este marco es el tiempo y el espacio.

En este sentido, podemos decir que el Seis es el número del mundo. El cinco, al hacerse seis, engendra o crea el tiempo y el espacio.

Las funciones, procesos y principios relativos al uno, el dos, el tres, el cuatro y el cinco se pueden calificar de espirituales o metafísicos. En cualquier caso, son invisibles. No podemos ver realmente, o siquiera visualizar, una polaridad, una relación, la sustancia principal o el acto de creación. Pero vivimos en un mundo de tiempo y espacio, y, por desgracia para nosotros, esta avasalladora interpretación sensorial del tiempo y el espacio condicionan lo que denominamos «realidad», una realidad que no es sino un aspecto de la verdad. Nuestra lengua, con sus tiempos verbales de pasado, presente y futuro (no todas los tienen), refuerza el panorama ilusorio descrito por los sentidos.

Desde tiempo inmemorial, eruditos, filósofos y pensadores se han estrujado el cerebro con el problema del tiempo y el espacio, y raramente se han dado cuenta de que el propio lenguaje en cuyo marco esperaban resolver el problema se hallaba estructurado de forma tal que sustentaba la evidencia de los sentidos.

Probablemente en tiempos antiguos este problema era menos acusado de lo que lo es hoy. La lengua es el principal instrumento de expresión de las facultades intelectuales. Cuando los hombres eran menos dependientes de sus intelectos y, con toda probabilidad, poseían unas facultades intuitivas y emocionales más desarrolladas, eran también más susceptibles a las experiencias que trascienden el tiempo y el espacio, y eran capaces de aceptar las evidencias provisionales de los sentidos como lo que realmente son.

Aparentemente experimentamos el tiempo como un flujo, mientras que el espacio nos parece que es eso en donde están contenidas las cosas. Pero si sometemos estas impresiones al análisis racional, acabamos por llegar a aparentes disparates, o, en caso contrario, nos vemos obligados a seguir a los positivistas y concluir que nuestras preguntas están formuladas de manera incorrecta, y, en consecuencia, carecen de sentido. Seguimos quedándonos con la avasalladora impresión del tiempo como flujo, lógicamente sin principio ni fin, y —también lógicamente— sin un «presente», ya que el pasado y el futuro se funden incesantemente uno con otro. Si consideramos el espacio en función de lo que contiene, nos vemos limitados a postular una extensión infinita, o bien, si el universo es finito, una infinidad que comienza en sus límites.

Ninguna de las dos soluciones resulta satisfactoria, y de nuevo nos quedamos con la indeleble impresión de que el espacio contiene las cosas, pero el propio «espacio» sigue siendo un misterio. No hay nada en la ciencia o en la filosofía que pueda resolver este problema.

Sin embargo, el estudio del simbolismo de los números, y de las funciones y principios que éstos describen, nos permite apoyarnos en una sólida base intelectual. No se trata de un sustituto de la experiencia mística, que por sí sola lleva aparejada la inalterable certeza emocional que denominamos «fe». Pero, al menos, nos permite ver simultáneamente tanto la naturaleza «real» del tiempo y el espacio como su aspecto condicional, que es el que nos transmite nuestro aparato sensorial. Nos permite, asimismo, reconciliar los puntos de vista, aparentemente irreconciliables, de la mística oriental —que sostiene que el mundo de los sentidos (y, con él, el tiempo y el espacio) es una ilusión, que es íntegramente un constructo mental— y el empirismo occidental —que toma los datos sensoriales al pie de la letra, a pesar de los insolubles problemas filosóficos y científicos que esto plantea—.

Ambas interpretaciones son correctas según el punto de vista que se adopte. En términos del mundo material, el tiempo es real. Es real en todo lo que se refiere a nuestros cuerpos, pues vivimos y morimos. En los términos del mundo espiritual, no es que el tiempo sea una ilusión en el sentido de realidad falsamente percibida; por el contrario, el tiempo no existe. Para el absoluto, para la unidad trascendente, no hay tiempo. Y todas las religiones iniciáticas enseñan que la meta del hombre es la unión con el absoluto, con Dios, con el reino del «espíritu». En consecuencia, un importante aspecto de dichas enseñanzas es la insistencia en la necesidad de trascender el tiempo, puesto que es el tiempo el que nos hace esclavos del mundo material.

Sin embargo, dado que nuestro cuerpo se halla ligado al tiempo, y nuestras necesidades, placeres, dolores y deseos están tan estrechamente vinculados al cuerpo, se nos hace difícil imbuirnos de la inquebrantable determinación de actuar según la necesidad de trascender el tiempo, a pesar de que teóricamente defendamos esta idea. De ahí surgen las elaboradas disciplinas y rituales del yoga, el zen, y otras formas de religiones de Oriente y Occidente.

El estudio del simbolismo del número no permitirá por sí solo a un hombre trascender el tiempo, pero, al clarificar el asunto, al demostrar el modo en que el tiempo y el espacio desempeñan sus papeles en el gran diseño universal, el simbolismo del número puede ayudarnos a verlos bajo su auténtica luz, y, acaso, puede contribuir a que la necesidad de trascendencia se nos haga mucho más urgente.

El marco en el que tiene lugar la creación es el tiempo y el espacio, cuya definición requiere seis términos. La creación no tiene lugar en el tiempo; lejos de ello, el tiempo es un efecto de la creación. Las cosas no existen en el espacio: son el espacio. No hay más tiempo que el definido por la creación; no hay más espacio que el definido por el volumen. El universo material constituye una jerarquía interrelacionada de energías de diferentes niveles u órdenes de densidad, a las que nuestros sentidos sólo tienen un acceso limitado.

Una ciencia que trate de explicar el orden universal en términos de la experiencia sensorial humana, o a través de máquinas que no son sino extensiones cuantitativas de los sentidos humanos, está condenada a alejarse cada vez más de una comprensión global.

Esta es la situación que podemos ver actualmente, cuando la especialización prolifera cada vez más, y, aunque en teoría se habla de las innegables interacciones entre los diversos campos, los especialistas no tienen ninguna pista acerca de cómo y por qué tienen lugar dichas interacciones.

Y la interminable disputa en torno a la cuestión de si el universo es, en última instancia, material o espiritual, continúa.

En Egipto y otras civilizaciones antiguas la situación era totalmente opuesta. En su filosofía vital no se hacía distinción entre mente y materia: ambas se comprendían como aspectos de un mismo diseño. Sólo la escisión primordial era incognoscible: todo lo demás se remitía a este acontecimiento en términos de funciones, principios y procesos, los cuales resultaban comprensibles mediante los números, y comunicables (en Egipto) mediante los neters (los llamados «dioses»), cuyos atributos, gestos, tamaño y situación se alteraban en función del papel desempeñado en una situación determinada. (En la lengua moderna hacemos lo mismo de forma menos sistemática: sabemos -aunque no podríamos «demostrarlo»- que el papel de «hombre» en una polaridad no es el mismo que el de «amante» en una relación.)

La selección de 24 horas como subdivisión del día resulta bastante arbitraria. Los chinos, por ejemplo, utilizaban 12 subunidades del día, y los hindúes llegaban hasta las 60 sub unidades ... no hay ningún acontecimiento natural que divida el día ... en doceavos, veinticuatroavos, sesentavos o cualquier otra fracción ... Los babilonios, en una primera época, utilizaban doce fracciones iguales para dividir el día entre puesta de sol y puesta de sol ... Los chinos dividían el día en doce períodos shih iguales. Sin embargo, así como los babilonios dividían el beru en sesentavos y cada una de estas fracciones en otros sesentavos, los chinos dividían el shih en octavos ... Los chinos también dividían el día en centavos.

El seis, el número del mundo material y, en consecuencia, del tiempo y el espacio, es el número elegido por los egipcios para simbolizar los fenómenos espaciales y temporales. El seis servía a los egipcios, como nos sirve a nosotros, para establecer las divisiones temporales básicas: el día en veinticuatro horas (doce de día y doce de noche); el año en doce meses, de treinta días cada uno, más otros cinco días en los que «nacieron los neters».Esto no es accidente ni casualidad, sino un corolario natural del papel funcional del seis. (En la mecánica celeste, las explicaciones del movimiento utilizan un espacio de seis dimensiones: tres para la posición, y tres para la velocidad de cada partícula o planeta.)

El volumen requiere seis direcciones de extensión para definirlo: arriba y abajo, delante y detrás, izquierda y derecha. En Egipto, el cubo, la figura perfecta de seis caras, se utilizaba como símbolo de la realización en el espacio; el cubo es, pues, el símbolo del volumen. El faraón aparece sentado en su trono, que es un cubo (a veces se esculpe surgiendo de un cubo); el hombre está situado inequívocamente en la existencia material. Nada podría resultar más claro que este ejemplo de reconocimiento consciente del papel y la función del Seis. Pero para reconocernos a nosotros mismos, debemos ser capaces de pensar como lo hacía Pitágoras.

El seis se simboliza también por el hexágono, por el sello de Salomón y por los dobles trigramas del i ching chino, cada uno de los cuales representa un enfoque distinto e ilustra un aspecto diferente del seis, aunque dichos aspectos son, en última instancia, complementarios.

El cubo es el resultado del seis; el sello de Salomón y los dobles trigramas constituyen el seis en acción.

En Egipto, se descubrió que las dimensiones de ciertas salas concretas del templo de Luxor venían determinadas por la generación geométrica del hexágono a partir del pentágono. Se trata de una expresión simbólica de la materialización de la materia a partir del acto creador espiritual. Al mismo tiempo, constituye una expresión real de materialización. El templo simboliza, y -a la vez- es, el tiempo y el espacio, en estricta conformidad con las leyes pertinentes.

SIETE (7)

Se requieren cinco términos para dar cuenta del principio de la vida, del acto creador, del «acontecimiento». Seis términos describen el marco en el que los acontecimientos tienen lugar. Pero seis términos resultan insuficientes para explicar el proceso de venir al ser, de «hacerse».

En el mundo material, generalmente experimentamos este proceso en términos de crecimiento. Pero cuando relacionamos el significado funcional del siete con la experiencia cotidiana, esta analogía se empieza a agotar. En el cinco, la correspondencia entre el escultor y el «acto» cósmico era precisa. En el seis, rozábamos el borde de la metáfora. Nuestro escultor, en el seis, no creaba tiempo y espacio: estaba ya en el tiempo y el espacio, y esculpía de forma creadora. El «volumen» de su estatua preexistía en el bloque de madera (aunque, desde la perspectiva de la estatua, podríamos decir que el escultor representaba de nuevo el papel de Dios, y creaba el tiempo y el espacio de la estatua en cuanto estatua, que previamente no existía).

En el siete, sin embargo, nuestra analogía se convierte en metáfora pura. El escultor no hace «crecer» a la estatua en ningún sentido material ni biológico. Nosotros crecemos, al igual que un mono. Pero el «crecimiento» de la estatua es puramente metafórico (aunque puede que no se lo parezca del todo al propio escultor, quien, observando detalladamente el progreso de su creación, desde la idea, o «germen», hasta su finalización, puede hacerse una idea del principio de creación).

Se necesitan siete términos para dar cuenta del fenómeno del crecimiento. El crecimiento es un principio universal observable (y mensurable) en todos los ámbitos del mundo físico, excepto en los más micro cósmicos (no podemos observar o medir el «crecimiento» de un átomo o de una molécula).

Al igual que todos los principios y funciones descritos hasta ahora, todos los cuales contribuyen a nuestra experiencia del mundo tal como es, el «crecimiento» no se puede explicar científicamente. No hay nada en el comportamiento del átomo de hidrógeno que haga predecible que un gatito se convierta en un gato adulto. Pero, como ocurre con todas las demás funciones y procesos, la ignorancia científica se enmascara tras una aparatosa verborrea. Las cosas se desarrollan porque unos «mecanismos» que se iniciaron de manera fortuita en el transcurso de la «evolución» han puesto de manifiesto que el «crecimiento» es un factor que lleva a la «supervivencia». Y este fatuo circunloquio se califica de «pensamiento racional».

Es interesante señalar que, hasta ahora, al relacionar el número con la función, hemos podido mostrar por qué los números dos, tres, cuatro, etc., y no otros, se aplican a la polaridad, la relación y la sustancialidad; pero no podemos encontrar fácilmente ejemplos físicos concretos que respalden estas correlaciones: no podemos hallar ninguna prueba física de que un montón de sal, en cuanto realidad material, está implícito en el significado del cuatro. Un escéptico podría considerar que la aplicación universal del seis a los sistemas de medición del tiempo y el espacio es arbitraria.

Sin embargo, cuando llegamos al siete, nos encontramos con que ya no podemos relacionar este número directamente con nuestra experiencia: no podemos iniciar nuestro propio «crecimiento».

Pero en el mundo físico encontramos multitud de ejemplos en los que el siete se manifiesta en forma de sistemas que crecen o de sistemas activos.

El crecimiento no es un proceso continuo. Se da en pasos discretos, en saltos cuánticos.

Los niños parecen «estirarse» de golpe; y realmente lo hacen. Los huesos no crecen continuamente: durante un tiempo aumentan de longitud, y luego de grosor. En ciertos períodos (numéricamente determinados) el crecimiento avanza deprisa; entre uno y otro apenas hay crecimiento.

Se requieren siete términos para dar cuenta del principio de crecimiento, y es un hecho notable la frecuencia con la que el siete, o sus múltiplos, rigen los pasos reales, o las etapas y secuencias, del crecimiento (aún más notable si se tiene en cuenta que la ciencia ignora el pensamiento pitagórico y, en consecuencia, no trata de buscar tales correspondencias; pero los datos se acumulan de todos modos).

Los fenómenos tienden a completarse en siete etapas, o son completos en esa fase concreta. En la escala armónica hay siete tonos. Es la escala armónica, y la función humana de la audición, la que nos proporciona acceso directo al proceso del crecimiento, de la creatividad manifestándose. Fue esta razón -y no el azar o la superstición- la que llevó a los pitagóricos explícitamente, y a los egipcios implícitamente, a emplear la escala armónica como el instrumento perfecto para enseñar y mostrar el funcionamiento del cosmos.

Consideremos una cuerda de una longitud dada como la unidad. Hagámosla vibrar: producirá un sonido. Sujetemos la cuerda por su punto medio, y hagámosla vibrar de nuevo: ahora producirá un sonido una octava más alto. La división en dos da como resultado una analogía de la unidad original. (Dios creó a Adán a su imagen, y necesitó siete días -o etapas discretas- para realizar su trabajo.) Esquemáticamente, la cuerda dividida que vibra ilustra el principio de doble inversión, que impregna todo el simbolismo egipcio, y que sólo ahora están investigando los físicos subatómicos como característica fundamental de la materia.

Entre la nota original y su octava hay siete intervalos, siete etapas desiguales que -pese a su desigualdad- el oído interpreta como «armónicas».

No podemos describir o definir la armonía en términos lógicos o racionales. Pero reaccionamos a ella -y a su ausencia- de manera instintiva. Esta reacción se caracteriza por una inequívoca sensación de «equilibrio».

Las notas de la escala musical remiten a la división del uno en dos. Dichas notas representan momentos de reposo en el descenso de la unidad hacia la multiplicidad. Se puede decir que el universo creado «ocurre» entre el uno y el dos, y la armonía evoca en nosotros una conciencia instintiva (e incluso un anhelo) de la unidad de la que aquélla se deriva. La armonía es la remembranza de la unidad. Y el arte que se basa en principios armónicos despierta en nosotros el sentimiento de unidad y del orden cósmico o «divino».

En el mundo que experimentamos, todas las unidades representan estados de equilibrio dinámico (aunque provisional); son etapas del retorno a la unidad, oasis en el caos que implica la multiplicidad desenfrenada.

Un átomo es un momento de equilibrio. También un gato lo es. El equilibrio es un estado en el que las fuerzas positivas y negativas se compensan. La ciencia moderna, con su doctrina de la entropía y la entropía negativa,* expresa este mismo principio sin reconocer su significado funcional. El zodíaco astrológico occidental (¡un producto de la imaginación primitiva!) expresa este principio de forma precisa y completa: Libra, la balanza, es el séptimo signo.

El Siete significa la unión del espíritu y la materia, del tres y el cuatro. Una de las formas que expresan tradicionalmente el significado del siete es la pirámide, tan característica de la arquitectura egipcia: una combinación de una base cuadrada, que simboliza los cuatro elementos, y unos lados triangulares, que simbolizan las tres modalidades del espíritu. Las diferentes pirámides se han construido de manera que expresen distintas funciones de la sección áurea.

La pirámide, construida de acuerdo con la sección áurea, no sólo tiene una utilidad simbólica. En la práctica es la forma que más útil resulta para toda una serie de funciones geográficas, geodésicas, cronométricas, geométricas, matemáticas, numéricas, coreográficas y astronómicas, funciones que diversos eruditos modernos han demostrado que se hallan innegablemente incorporadas a la pirámide (especialmente en la denominada Gran Pirámide de Keops). Hasta hace muy poco los egiptólogos habían preferido ignorar los datos más relevantes, pero hay algunos indicios de que el cambio de actitud es inminente.


(*) Herbert Oré es un conocido autor y escritor masón de la República del Perú, con una importante producción de temas masónicos y otros. Su producción completa se puede hallar en SCRIBD.