Afrodita 1 de 3
Walter F. Otto.
Toda Venus terrestre nace como la primera del cielo. Un misterioso parto desde el infinito «ponto».
Schiller
La «áurea» Afrodita, la diosa del amor, no lleva un nombre griego. Sabemos que llegó a Grecia desde el Oriente. Allí, en la época prehomérica, no sólo se hizo nativa, sino totalmente griega.
Era la gran diosa de la fertilidad y el amor de los babilonios, fenicios y otros pueblos asiáticos. En el Antiguo Testamento (Jeremías 7, 18; 44, 18) se la menciona como «diosa del cielo». Una clara información se conserva de su trayectoria. Según Herodoto (1, 105) el santuario original era el de Afrodita Urania en Ascalón; de allí los mismos ciprios derivaban su culto de la Afrodita que los fenicios habrían llevado desde Ascalón hasta Citera (véase Pausanias 1, 14, 7). La isla de Chipre indica el famoso nombre de Ciprina, que ya en Homero se encuentra como denominación in-dependiente de la diosa. Los nombres de Ciprogenes y Ciprogeneia, en Hesíodo y muchos otros, muestran claramente su origen en esa isla. La Odisea (8, 362) habla de su santuario en Pafos. Su nombre de Citerea, usual en la Odisea (8, 288) y posteriormente famoso, recuerda la isla de Citera. Según la Teogonía de Hesíodo la nacida del ponto llegó primero allí y luego a Chipre.
Pero la diosa extranjera parece haberse encontrado en Grecia con una figura indígena. Posiblemente se pueda atribuir a ella el hecho de que la Afrodita venerada «en los jardines» (™n p»koij) cerca de Atenas fue caracterizada como «la más vieja de las Moiras» (Pausanias 1 19, 2). Epiménides (Diels 19) hizo a Afrodita hermana de las Moiras y de las Erinias descendiendo de Cronos y Euonime. También su vieja vinculación con el demoníaco Ares, espíritu de maldiciones y sangre, que engendró a Deimos y Phobos, y con Harmonía, hace pensar en una primitiva figura popular.
Podemos dejar abierta la pregunta sobre los orígenes históricos sin temor de perder algo esencial para su entera comprensión. Por todo lo que Oriente o Grecia han contribuido a su imagen, su carácter fundamental es absolutamente griego. La idea que se caracteriza para nosotros con el nombre de Afrodita es de genuino cuño y de espíritu propio del helenismo prehomérico, y sólo a él vamos a dirigir nuestra atención. Por él rasgos de inequívoco origen oriental ganan también nuevo aspecto y particular sentido. Ciertos conceptos los excluimos definitivamente: la diosa del cielo, como se enaltece en las canciones babilónicas, no sólo es extraña a los himnos homéricos, sino también a los órficos.
Libro: Los dioses de Grecia.
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