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sábado, 31 de marzo de 2018

EXPLICACION DE LAS LETRAS DEL ALFABETO SAGRADO

EXPLICACION DE LAS LETRAS DEL ALFABETO SAGRADO


1. ALEPH

Primera letra consonante del alfabeto hebreo. Una de las tres letras «madres». Es gutural y no puede ser redoblada. Al estar desprovista de vocal en mitad de una palabra, como en la primera palabra que abre el libro del Génesis (Beréchît), pertenece al grupo de las letras débiles.

Al estar acentuada por un ségol, como en érets (tierra), o de un cheva-ségol, como en Elohîm, Aleph se pronuncia ê, como ocurre en la partícula êth, que indica el acusativo.

Al estar subrayada por medio de un patah, como en ahavah (amor), o también por un qamès como en arôn (arca, cofre), o por un cheva-patah, como en avaddôn (abismo), se pronuncia con a. Si se le supone un hiriq, como en ôzen (oreja), se pronuncia como o. Subrayada por esta misma vocal como en isch (hombre, esposo), se pronuncia como i. Con un kibuts, Aleph se pronunciará como ou (u), como en oussor (ser hecho prisionero). Al no encontrarse puntualizada, Alef será «muda» como en or (luz).

Valor numérico: 1.

Corresponde al plano cabalístico de los arquetipos.

Sentido ontológico: espíritu creador.

«Dos mil años antes de la creación del mundo, las letras se encontraban ocultas, y el Santo —sea Él bendito— las contemplaba y hacía de ellas sus delicias. Cuando Él quiso crear el mundo, todas las letras vinieron a presentarse delante de Él, pero en orden inverso. La letra Aleph permaneció donde estaba, sin presentarse. Entonces el Santo —sea Él bendito— le dijo “Aleph, Aleph, ¿por qué no te presentas delante de mí como todas las otras letras?”; y ella respondió: “Maestro del Universo, he visto que todas ellas se han presentado inútilmente ante ti. ¿Por qué, pues, habría yo de hacerlo? He visto que ya has concedido su don precioso a la letra Beth, y comprendo que no está en tus designios quitar lo que ya has dado a uno de tus servidores para darlo a otro.” El Santo —sea Él bendito— le dijo entonces: “Oh Aleph, Aleph, si bien es verdad que me he servido de la letra Beth para realizar la creación del mundo, también lo es que tú serás la primera de todas las letras, y no habrá unidad sino en ti. Serás la base de todos los cálculos y de todos los hechos que ocurran en el mundo, y en ninguna parte se podrá hallar unidad fuera de la letra Aleph”.» (Sefer Ha-Zohar, 1, 2b-3b)

2. BETH — VET

Segunda letra consonante del alfabeto hebreo. Corresponde a la letra B. Desprovista de punto interior (daguech), se pronuncia como V. Por tanto, es «redoblada».

Valor numérico: 2.

Perteneciente al plano cabalístico de los arquetipos.

Sentido ontológico: dualidad.

Inicial de la palabra Barukh (Bendito sea), de la cual nos servimos para bendecir al Maestro del Todo, Beth fue escogida para ser la base de la obra de la creación. Ella abre así el libro del Génesis con la palabra Beréchît (En el Principio, Al Comienzo), y sirve también como inicial a la segunda palabra de dicho libro: Bara (creó), en tanto que las dos palabras siguientes comienzan por Aleph (Aelohîm, Ath). Recordemos también que la palabra Berîth (alianza) está contenida en la palabra Beréchît.

El Zohar nos dice que el Santo —sea Él bendito— ha creado y formado las grandes letras celestes en correspondencia con la aquí abajo. «Es por esto que las palabras que abren la Thorah tienen a Beth como letra inicial, y las dos siguientes a Aleph. Con esto se indica que las letras celeste y las de aquí abajo son iguales en su esencia y rigen los dos mundos.»

En razón de su valor numérico 2, el Rabí francés Rachi (1040-1105), y sus discípulos, afirman que la letra Bet está relacionada a la vez con la Thorah y con Israël. Es así como, para los maestros del peschat, que proclaman ante todo la primacía del sentido literal en los textos sagrados, el mundo ha sido creado por la Thorah, a la cual la Escritura llama el comienzo de Su vía (Proverbios, VIII: 22), y por Israël, al cual llama la Escritura el comienzo de su cosecha (Jeremías, II: 3)

3. GUIMEL

Tercera letra consonante del alfabeto hebreo. Corresponde a la letra G. Se pronuncia Ge, como en «gema». Es «redoblada».

Valor numérico: 3.

Pertenece al plano cabalístico de los arquetipos.

Sentido ontológico: movimiento.

El nombre de la letra Guimel tiene como significado «socorrer». El Maestro del Todo no quiso utilizarla en la creación del mundo, para que pudiera permanecer al lado de su vecina alfabética, Dalet, y estar pronta a auxiliar siempre a los pobres en el mundo. En efecto, las letras Dalet forman en hebreo la palabra «pobreza».

4. DALET

Cuarta letra consonante del alfabeto hebreo. Corresponde a la letra D. Es «redoblada».

Valor numérico: 4.

Pertenece al plano cabalístico de los arquetipos.

Sentido ontológico: materia (2 x 2)

La letra Dalet designa al pobre, así como Guimel designa al benefactor que asiste al pobre. El Maestro del Todo reunió estas dos letras al producirse la creación del mundo: «Permaneceréis una al lado de la otra, para que una alimente a la otra.»

5. HE

Quinta letra consonante del alfabeto hebreo. Corresponde a la letra H, aspirada como en «héroe». Es letra «simple».

Valor numérico: 5.

Pertenece al plano cabalístico de los arquetipos.

Sentido ontológico: soplo, vida.

La letra He no fue utilizada al comienzo de la creación del mundo, puesto que figuraba ya en el Tetragrama sagrado.

Rabí Rachi dice que para enumerar los cinco primeros días de la creación, se ha dicho: «un día»; «segundo día», «tercero», «cuarto», «quinto día», sin artículo: ha. Sin embargo, se ha dicho: «El (ha) sexto día». Así concluye que si la letra He figura excepcionalmente en el comienzo de la Creación, es para indicarnos que el mundo ha sido creado bajo la condición de que Israel cumpla con la observancia de los cinco libros de la Thorah.

6. VAV

Sexta letra del alfabeto hebreo. Es la única consonante que a la vez puede ser utilizada como vocal. Es letra «simple».

Valor numérico: 6.

Pertenece al plano cabalístico de los arquetipos.

Sentido ontológico: conjunción, unión.

Del mismo modo que He, la letra Vav forma parte del Tetragrama sagrado. El Maestro del Todo ha dicho: «Es suficiente para ti y para tu compañera el figurar en mi Nombre, constituir el misterio encerrado en Él y haber sido grabadas y marcadas en Él. Por esto, no me serviré de vosotras para obrar la Creación del mundo.»

7. ZAYIN

Séptima letra consonante del alfabeto hebreo. Corresponde a la letra Z. Es letra «simple».

Valor numérico: 7.

Pertenece al plano cabalístico de los arquetipos.

Sentido ontológico: simiente.

Inicial de la palabra Zâ’khôr (acuérdate), con la cual comienza el verso tocante a la ordenanza del reposo sabático: «Acuérdate de santificar el día del Sábado», la letra Zayin no se incluyó en la creación del mundo a causa de su forma, semejante a un puñal de guerra.

8. JET

Octava letra consonante del alfabeto hebreo. Corresponde a la letra H. A diferencia de He, la cual equivale a la H aspirada, Jet representa con proximidad el equivalente de la J española o de la Ch alemana. Es letra «simple».

Valor numérico: 8.

Pertenece al plano cabalístico de los arquetipos.

Sentido ontológico: lo excesivamente material, el pecado (4 x 2).

El Maestro del Todo no utilizó la letra Jet en la creación del mundo, puesto que ella forma junto con la letra siguiente del alfabeto sagrado, Tet, la palabra «pecado». Por esto, también se encuentra ausente en los nombres de las doce tribus de Israel.

Según Rabí Rachi, Jet, al figurar en el nombre de Isaac (Yits’haq), designa los ocho días de la circuncisión.

9. TET

Novena letra consonante del alfabeto hebreo. Corresponde a la letra T. Es letra «simple».

Valor numérico: 9.

Pertenece al plano cabalístico de los arquetipos.

Sentido ontológico: perfección (femenina)

Como inicial de la palabra Tov (Bueno), uno de los atributos del Todopoderoso, la letra Tet fue eliminada de la creación del mundo, pues el Bien que ella representa se encuentra encerrado, guardado en ella. Así, está escrito: «Muy grande es tu Bondad, que Tú has reservado para los que te temen.» Al estar reservado el bien para el mundo futuro, la letra Tet no ha tenido sitio en la creación del mundo actual y, precisamente a causa del bien encerrado en esta letra, se ha dicho que las puertas del Templo serán hundidas en la tierra. Es también porque la letra Tet forma, junto con su vecina alfabética Jet, la palabra «pecado», que ha sido relegada de la Creación y no figura en los nombres de las doce tribus de Israel.

10. YOD

Décima letra consonante del alfabeto hebreo. Corresponde a la letra Y. Siempre es consonante. Se pronuncia como Y: «Yucatán». Es letra «simple».

Valor numérico: 10.

Pertenece al plano cabalístico de las realizaciones.

Sentido ontológico: espíritu creador.

Inicial del Tetragrama yhvh, la letra Yod fue eliminada de la creación del mundo por el Maestro del Todo, pues: «Es ya suficiente para ti estar grabada y marcada en mí mismo, y ser el punto de partida de toda mi voluntad. No te convendría, pues, ser suprimida de mi Nombre.» (Zohar, 1, 2b-3b)

Inicial de Isaac (Yits’haq), Yod vendría a designar también, según Rachi, las diez pruebas impuestas a Abraham.

11. KAF—HAF

Undécima letra del alfabeto hebreo. Corresponde a la J española y a la Ch alemana. Con un daguech en su interior, se pronuncia K. Es letra «redoblada».

Valor numérico: 20.

Pertenece al plano cabalístico de las realizaciones.

Sentido ontológico: dualidad.

Kaf cambia de forma y de valor numérico al ir al final de una palabra, y viene entonces a ocupar el puesto número veintitrés en el alfabeto. Su nuevo valor, en tal caso, es 550. Pasa también del plano de las realizaciones al plano cósmico, al cambiar su significado ontológico.

Fuera de la Creación del mundo, la letra Kaf fue eliminada por el Maestro del Todo, pues ella forma, junto con Mem y Lámed, la palabra Melekh (rey), y «el mundo necesita un rey». Mas entonces la letra Kaf insistió y habló así: «Maestro de los mundos, plácete en servirte de mi para realizar la Creación del mundo, pues soy también inicial de la palabra que manifiesta tu Gloria» (Kavod = Gloria). Mientras la letra Kaf se alejaba del Trono glorioso, doscientos mil mundos se estremecieron junto con el Trono mismo. Fue tan violenta la sacudida, que amenazó a todos los mundos de hundimiento. Entonces el Santo —sea Él bendito—, dijo a la letra Kaf: «Oh Kaf, Kaf, ¿por qué persistes en permanecer aquí? Retorna a tu sitio. No me serviré de ti para hacer la Creación del mundo, pues eres también inicial de la palabra Kâlâh que significa exterminación. Vuelve, pues, a tu trono y permanece en tu lugar.»

12. LAMED

Duodécima letra consonante del alfabeto hebreo. Corresponde a la letra L. Es letra «simple».

Valor numérico: 30.

Pertenece al plano cabalístico de las realizaciones.

Sentido ontológico: movimiento.

La letra Lamed fue eliminada de la creación del mundo por el Maestro del Todo, pues ella forma, junto con Mem y Kaf, la palabra Melekh (Rey). Es por esto que no me serviré de ti ni de tus compañeras para realizar la creación del mundo, pues no convendría al mundo quedarse sin un Rey.

13. MEM

Decimotercera letra consonante del alfabeto hebreo. Una de las tres letras «madres». Corresponde a la letra M.

Valor numérico: 40.

Pertenece al plano cabalístico de las realizaciones.

Sentido ontológico: materia.

Mem cambia de forma y de valor numérico al final de una palabra, y viene a ocupar entonces el vigésimo cuarto lugar en el alfabeto. Su nuevo valor será entonces 600, y pasa del plano de las realizaciones al plano cósmico, al cambiar su significado ontológico.

«Si decimos que el Mem oculto de Isaías equivale a 600, esto no ha sido revelado», escribe Pascal en sus Pensamientos, El Antiguo Testamento, 555 (31), es sus OEuvres Complètes, Bibliothèque de la Pléiade, París, 1960, p. 1261.

Como inicial de la palabra Melekh (Rey), esta letra fue eliminada de la creación del mundo por el Maestro del Todo y devuelta a su lugar junto con las ya citadas.

14. NUN

Decimocuarta letra consonante del alfabeto hebreo. Corresponde a la letra N. Es letra «simple».

Valor numérico: 50.

Pertenece al plano cabalístico de las realizaciones.

Sentido ontológico: soplo, vida.

Cambia de forma y de valor numérico al final de una palabra y ocupa entonces el vigésimo quinto lugar en el alfabeto. Su nuevo valor es, en este caso, 700, y al cambiar su significado ontológico, pasa del plano de las realizaciones al plano cósmico.

Como inicial de las palabras Nôrâ (respetable, venerable) y Nâvâh (bello), la letra Nun fue eliminada de la creación del mundo por el Maestro del Todo, por ser responsable del rechazo de la letra Samek.

Como primera letra de la palabra Noflîm (los que tambalean) —ver Salmo alfabético 145, 14—, se pidió a Nun que saliera y fuera a «apoyarse» (samok), sobre Samek. Por esto, la letra Nun es la única que falta en el Salmo 145, que forma un acróstico con las letras del alfabeto hebreo. Normalmente, debería hallarse a la cabeza del verso 14. Por el contrario, dos Nun al revés cierran los versos 35 y 36 del Libro de los Números, al final del capítulo X, sección Beha’alothekâ.

15. SAMEK

Decimoquinta letra consonante del alfabeto hebreo. Corresponde a la letra S. Es letra «simple».

Valor numérico: 60.

Pertenece al plano cabalístico de las realizaciones.

Sentido ontológico: conjunción, unión.

Durante la creación del mundo, la letra Samek se presentó delante del Santo —sea Él bendito—, y habló así: «Soy la inicial de la palabra Somekh (del verbo sostener), con la que se da comienzo al verso: Somekh Adonaï le’khâl-hanôflîm (“El Señor sostenga a todos los que tambalean”) (Salmo alfabético 145, 14). Entonces, el Maestro de los mundos rechazó por esta razón a la letra Samek, diciendo: “Precisamente por lo que te ha sido destinado deberás permanecer en tu sitio, pues si te sacara de allí para servirme de ti en la Creación del mundo, ¿qué ocurriría entonces con aquellos que están a un paso de la caída si se apoyan en ti?”»

16. AIN

Decimosexta letra consonante del alfabeto hebreo. Letra muda y «simple», no corresponde a ninguno de los signos del alfabeto latino, y presenta características análogas a las de Aleph. Se pronuncia de acuerdo a la puntualización: e, con un ségol o un cheva-ségol; a, con un patah, un qamès o un cheva-patah; i, con un hiriq; u, con un kibuts. Al no ir puntualizada, Ain no se pronuncia, como un omer (gavilla)

Valor numérico: 70.

Pertenece al plano cabalístico de las realizaciones.

Sentido ontológico: simiente.

Como inicial de la palabra Anâvâh (modestia), la letra Ain fue, sin embargo, rechazada de participar en la creación del mundo, pues ella es también la primera letra de la palabra Avôn (crimen, falta, delito).

17. PE — PHE

Decimoséptima letra consonante del alfabeto hebreo. Corresponde a la letra P. Al estar desprovista de daguech interior, se pronuncia F o PH. Es letra «redoblada».

Calor numérico: 80.

Pertenece al plano cabalístico de las realizaciones.

Sentido ontológico: muy material; pecado.

Cambia de forma y valor numérico al ir al final de una palabra, y en este caso viene a ocupar el vigésimo sexto lugar en el alfabeto. Su nuevo valor es 800. Pasa del plano de las realizaciones al plano cósmico, sin variar su significado ontológico.

Al ser inicial de la palabra Peduth (liberación, entrega), que el Maestro del Todo espera para el mundo, la letra Pe fue rechazada de la Creación del mundo, pues es también la primera letra de la palabra Pescha (Pecado). El Dios Vivo la objetó de esta manera: «Tú llevas la cabeza baja, como símbolo del pecado cuya vergüenza le obliga a bajar su cabeza y tender sus brazos.»

18. SADE

Decimoctava letra consonante del alfabeto hebreo. Corresponde a las letras TS emparejadas. Es letra «simple».

Valor numérico: 90.

Pertenece al plano cabalístico de las realizaciones.

Sentido ontológico: perfección (femenina)

Cambia de forma y valor numérico al final de una palabra y pasa a ocupar entonces el vigésimo séptimo lugar del alfabeto. Su nuevo valor es entonces 900. Pasa del plano de las realizaciones al plano cósmico, sin modificar su significado ontológico.

Como inicial de la palabra Tsaddîq (Justo), la letra Sade fue rechazada durante la Creación del mundo por el Maestro del Todo, a fin de «permanecer oculta para no dar lugar al error».

Al figurar en el nombre hebreo de Isaac (Yits’haq), Sade representa, según Rachi, los noventa años de Sara.

19. QOF

Decimonovena letra consonante del alfabeto hebreo. Corresponde a la letra Q. Es letra «simple».

Valor numérico: 100.

Pertenece al plano cabalístico cósmico.
Sentido ontológico: espíritu creador.

Durante la creación del mundo, la letra Qôf no se atrevió a presentarse delante del Maestro del Todo. Ella había oído que la letra Sin había sido rechazada por formar, junto con ella y con Res, la palabra Schéquer (engaño, mentira)

Qôf, al incluirse en el nombre de Isaac (Yits’haq), representa, según Rachi, los cien años de Abraham.

20. RES

Vigésima letra consonante del alfabeto hebreo. Corresponde a la letra R. Es «redoblada».

Valor numérico: 200.

Pertenece al plano cabalístico cósmico.

Sentido ontológico: dualidad.

Durante la creación del mundo, lo mismo que la letra Qôf, Res no se atrevió a presentarse delante del Maestro del Todo, por estar incluida en la palabra Schéquer (Mentira).

21. SIN

Vigésimo primera letra consonante del alfabeto hebreo, y una de las tres letras «madres». Al ir provista de un punto diacrítico a la derecha, se pronuncia CH. Con el punto diacrítico a la izquierda, corresponde a la letra S.

Valor numérico: 300.

Pertenece al plano cabalístico cósmico.
Sentido ontológico: movimiento.

Sin es inicial del nombre divino Schaddaï. Así se presentó delante del Señor durante la creación del mundo; pero fue rechazada por temer que los falsos, al asociar a Sin con las otras letras Qôf y Res, formarían la palabra Schéquer (Mentira).

La letra Sin está formada por tres barras que simbolizan, en general, a los tres Patriarcas, o también, en un plano superior, la unidad de los tres primeros grados. Sin embargo, en Alta Cábala se afirma que la letra Sin de tres cabezas es imperfecta, puesto que debería llevar más propiamente cuatro.

22. TAV

Vigésimo segunda y última letra consonante del alfabeto hebreo. Corresponde a la letra T. Es «redoblada».

Valor numérico: 400.

Pertenece al plano cabalístico cósmico.

Sentido ontológico: materia.

El libro del Zohar nos dice que, durante la Creación del mundo, estando aún ocultas todas las letras, vinieron a presentarse delante del Santo —sea Él bendito— para ser utilizadas. Avanzó en primer lugar la letra Tav, siguiendo un orden inverso, e invocó su calidad de letra final de la palabra Emet (Verdad), grabada sobre el sello divino como uno de los nombres del Maestro de los mundos. «En efecto, tú eres digna —juzgó el Santo, sea Él bendito—; pero no es conveniente que me sirva de ti al emprender la Creación del mundo, puesto que estás destinada a ser puesta sobre la frente de los hombres fieles que hayan observado la Ley, desde Alef hasta Tav, y también te hallas mezclada con la muerte, puesto que eres la letra final de la palabra Mâvet (Muerte)»

http://www.masoneriadelmundo.com/2018/02/explicacion-de-las-22-letras-del.html

viernes, 30 de marzo de 2018

EL ALFABETO SAGRADO

EL ALFABETO SAGRADO


1. Generalidades.

El hebreo se clasifica entre las lenguas semíticas. Para la lingüística corriente, el hebreo constituye la rama cananea de las lenguas semíticas del Noroeste, junto con el moabita, el fenicio y el ugarítico. La palabra «semítico» designa lo perteneciente a los semitas, o sea a los pueblos descendientes de Sem, uno de los tres hijos de Noé.

Sin embargo, desde el punto de vista de una lingüística más rigurosa, no debería darse al hebreo el calificativo de «semítico», pues ello no es acorde a los datos de los textos bíblicos. En efecto, según éstos, el hebreo es denominadosefath Canaán, «la lengua de Canaán». Y Canaán, como Kush, el ancestro de los etíopes cuya lengua también se denomina «semítica», figura en la Biblia entre los descendientes de Cam, otro de los hijos de Noé, y no de Sem. Así, de acuerdo con el relato bíblico, el hebreo es considerado como una lengua «camítica» y no «semítica» (Cf. Génesis, 9, 18: We’Ham hou avî Kenâ’an (Cam era el padre de Canaán), y también en Génesis, IX: 22: ‘Ham avî Kenâ’an)

El alfabeto hebreo está integrado por veintidós letras consonantes, repartidas en la forma siguiente:

— Tres letras «madres»: Aleph, Mem, Sin.

— Siete letras «redobladas»: Beth, Guimel, Dalet, Kaf, Pe, Res, Tav.

— Doce letras «simples»: He, Vav, Zayin, Jet, Tet, Yod, Lamed, Nun, Samek, Ain, Sade, Qôf.

Dos letras mudas pueden ser vocalizadas si así se indica por medio de puntos, la primera, Aleph, y la decimosexta, Ain.

La ausencia de vocales se compensa por la adición de puntos (o trazos) colocados arriba, abajo o en el mismo cuerpo de las letras.

Las letras hebraicas poseen un valor numérico propio, independiente de su rango de sucesión. Así, por ejemplo, si bien la primera, Aleph, vale uno, la última, Tav, vale cuatrocientos.

Los puntos que indican vocales no modifican en ningún caso el valor numérico de la letra. Por el contrario, la posición terminal de algunas consonantes (Kaf, Mem, Nun, Pe y Sade) implica un cambio de forma en dichas letras, y puede modificar su valor numérico.

Se admite por lo general, y el gramático Yahudah ben David Chayug no deja de confirmarlo, que las palabras hebraicas están compuestas por raíces de tres letras. Sin embargo, el diccionario hebreo Makhbéret, redactado hacia el año 960 por Menahem ben Saruk, admite la existencia de raíces de una o dos consonantes.

Dada la estructura y la articulación ontonumeral del alfabeto hebraico, se hace posible que el orden de las consonantes varíe en dos palabras diferentes, pero éstas sigan conservando un significado idéntico.

Así, por ejemplo, en las palabras Michpat (juicio, justicia) yChôfetîm (jueces), se observa, a pesar de su evidente diferencia fonética, un radical común. Por otra parte, las palabras de distintas consonantes, pero de valores correspondientes, poseen también un radical ontológico idéntico. Si vemos, por ejemplo, que la letra Guimel tiene por valor numérico 3, Lamed 30 y Sin 300, las palabras Guéchem(lluvia), Chalom (paz) y Chémech (sol), observan las tres un mismo significado ontológico. En efecto, las tres palabras tienen en común las letras Sin y Mem; en cuanto a la letraGuimel en Guéchem, Lamed en Chalom y la última Sin deChémech, tienen igualmente un mismo significado. Así pues, estas tres palabras poseen en hebreo un mismo radical ontológico y tienen un mismo significado común: fecundación (por Mem). La lluvia es así fecundante, como también el sol y la paz. Dice Rachi en su comentario sobre el Pentateuco (Éxodo, XXII: 2), que «El sol es por sí mismo paz para el mundo».

2. Simbolismo del Lenguaje.

El Maestro del Todo ha creado el mundo de acuerdo a la Leyde Sabiduría y sus setenta y tres puertas. Luego Él ha grabado mediante tres Sefarim, con los diez Sephiroth belimah y las veintidós letras del alfabeto sagrado.

Las veintidós letras fundamentales han sido combinadas de acuerdo a su peso y dispuestas en una rueda que tiene doscientas treinta y una puertas. El Maestro del Todo hace girar la rueda hacia adelante y hacia atrás. Tal es el simbolismo del lenguaje.

Es a partir de las veintidós letras fundamentales que el Maestro del Todo, El Schaddaï, ha hecho todo cuanto ha sido hecho.

3. El Alfabeto Sagrado según el Tratado de la Formación.

Tres letras «madres»: Aleph, Mem, Sim, fundamentadas sobre plataformas de clemencia y de rigor, y en el lenguaje, que obra como ley decisiva entre ambos.

Veintidós letras grabadas, talladas, pesadas y entrecruzadas.

Veintidós letras fundamentales grabadas por la voz, talladas por el aliento fijadas por la boca en cinco regiones.

— Sobre la garganta: Aleph, He, Jet, Ain

— Sobre los labios: Beth, Vav, Mem, Pe;

— Sobre el paladar: Guimel, Yod, Kaf, Qôf;

— Sobre la lengua: Dalet, Tet, Lamed, Nun, Tav;

— Sobre los dientes: Zayin, Samek, Sin, Res, Sade.

Veintidós letras fundamentales fijadas en un círculo.

Así han sido pesadas y entrecruzadas. Aleph con todas y todas con Aleph, Beth con todas y todas con Beth, formando una circunferencia donde se encuentra todo cuanto ha sido hecho y hablado por obra del Nombre, que es Uno.

Él ha formado lo real a partir del caos primordial y ha hecho de su No-Ser su anterior estado. Ha esculpido enormes e inaccesibles columnas de aire. Y éste es el signo del vidente; por conversión ha hecho todo lo que tiene forma y todas las palabras. El Nombre que es Uno y la señal de la palabra: veintidós elementos en un solo cuerpo.

Tres letras madres: Aleph, Mem, Sin. Grande y extraordinario secreto, guardado y sellado por seis sellos, de donde han salido fuego y agua, repartidos en masculino y femenino.

Tres letras madres fundamentales, de donde han nacido los padres por los cuales fue creado el todo.

Tres letras madres, Aleph, Mem, Sin, aire, agua y fuego en el universo. Los cielos fueron creados a partir del fuego y la tierra a partir del agua. El aire constituyó el principio decisivo entre el fuego y el agua.

Tres letras madres, en un ciclo de fuego, agua y aliento primordial. Calor creado a partir del fuego, frío a partir del agua, y saturación a partir del aliento decisivo entre los dos principios.

Tres letras madres, Aleph, Mem, Sin, diseñadas, grabadas, esculpidas y selladas con: tres madres en el universo, tres madres en el ciclo y tres madres en el ser vivo masculino y femenino.

Él hizo que reinara la letra Aleph por medio de su soplo, y le dio una corona. Luego combinó las letras entre sí y selló por medio de ellas: en el aire en el universo, la saturación en el ciclo y el cuerpo en los seres vivos, en sus dos modalidades: masculino con Aleph, Mem, Sin, y femenino con Aleph, Sin,Mem. (Las letras Aleph, Sin, Mem, en ese orden, forman la palabra âshâm, que significa falta, pecado, culpabilidad.)

Él hizo que reinara la letra Mem por el agua, y le dio otra corona, combinando luego una y otra, y por medio de ellas selló: la tierra en el universo, el frío en el ciclo y el vientre en los seres vivos de ambos sexos, en el masculino con Mem,Aleph, Sin, y en el femenino con Mem, Sin, Aleph. (Mem, Sin,Aleph forman la palabra massâ, o sea, fardo.)

Él hizo reinar la letra Sin por el fuego, y le dio su corona para sellar por la combinación de ambas: los cielos en el universo, el calor en el ciclo y la cabeza en los seres vivos de ambos sexos.

Siete letras redobladas: Beth, Guimel, Dalet, Kaf, Pe, Res yTav, cada una con doble pronunciación, fundamentadas sobre la vida y la paz, la sabiduría y la riqueza, que son también semilla y poder. En cada letra se puede dar una doble pronunciación: Beth-Vet, Guimel-G’uimel, Dalet-D’alet, Kaf-Haf, Pe-Phé, Res-R’ech, Tav-Thav; siete letras construidas para ser duras o delicadas, fuertes o débiles, redobladas mediante permutaciones; permutación vida-muerte, paz-mal, sabiduría-locura, riqueza-miseria, gracia-fealdad, siembra-desolación, dominio-esclavitud.

Siete letras redobladas, siete y no seis, siete y no ocho. Por su conducto se llega a la verificación, por su búsqueda al cálculo y a la firmeza de la roca, a la palabra cercana a su creador y al restablecimiento del principio informante en lo formado.

Siete letras redobladas: Beth, Guimel, Dalet, Kaf, Pe, Res yTav, de cara a siete extremos o lados, de los cuales seis constituyen lo alto y lo bajo, el Oriente y el Occidente, el Norte y el Sur, y el palacio sagrado orienta al centro y constituye todo.

Siete letras redobladas, que han sido grabadas, talladas y combinadas entre sí para formar las estrellas del universo, los días en el año y las puertas en el alma. Por ellas se han grabado siete firmamentos y siete tierras, lo mismo que siete sábados. Por ello el septenario ha sido amado bajo todos los cielos.

Mediante la vida, Él hizo reinar la letra Beth, y le dio una corona, con la cual formó a Saturno en el universo, el día primero del año, y el ojo derecho en todos los seres vivientes.

Él hizo reinar la letra Guimel y le dio su corona para formar: a Júpiter en el universo, el segundo día en el año, y el ojo izquierdo en todo ser viviente.

Él hizo reinar la palabra Dalet, y le dio una corona con la cual formó a Marte en el universo, el tercer día en el año, y la oreja derecha en todo ser vivo.

Él hizo reinar la letra Kaf, y le dio una corona para formar el sol en el universo, el cuarto día en el año, y la oreja izquierda en todo ser viviente.

Él hizo reinar la letra Pe, y le dio una corona para formar a Venus en el universo, el quinto día en el año, y la ventanilla nasal derecha en todo ser viviente.

Él hizo reinar la letra Res, y le dio una corona para formar a Mercurio en el universo, el sexto día en el año, y la ventanilla nasal izquierda en todo ser viviente.

Él hizo reinar la letra Tav, y le dio una corona para formar la luna en el universo, el día séptimo en el año, y la boca en los seres vivientes.

Siete letras redobladas, que al entrar en combinación semejan a dos piedras que levantan dos casas, tres que levantan seis, cuatro que levantan veinticuatro, cinco que levantan ciento veinte, seis que levantan setecientas veinte, y siete que levantan cinco mil cuarenta casas.

En adelante, la cuestión importante es: ¿Por qué la boca no puede hablar y la oreja no puede oír?

He aquí siete planetas en el universo: Sol, Venus, Mercurio, Luna, Saturno, Júpiter, Marte. He aquí los siete días del año, los siete días del ciclo primordial, y he aquí las siete puertas del ser viviente, dos ojos, dos oídos, dos ventanillas nasales y la boca. Por ellas fueron grabados siete firmamentos, siete tierras y siete tiempos. Por ello el septenario ha sido amado por todo lo que se halla bajo los cielos.

Doce letras simples: He-Vav, Zayin-Jet, Tet-Yod, Lamed-Nun, Samek-Ain, Sade-Qôf. Fundamentos de vista, oído, habla, gusto, cohabitación, acción, movimiento, cólera, risa, meditación, sueño; medidas de doce límites en diagonal: límite oriental-norte, oriental-sur, oriental-bajo, oriental-alto; norte-alto, norte-bajo; occidental-sur, occidental-norte, occidental-alto, occidental-bajo; sur-alto, sur-bajo. Estas medidas están trazadas y extendidas de eternidad a eternidad y constituyen los brazos del mundo.

Doce letras simples, grabadas, pesadas, talladas, combinadas y entrelazadas. Por ellas se han formado doce constelaciones en el mundo. Signo: Tet-Sin-Tav, Samek-Aleph-Beth, Mem-Ain-Qôf, Guimel-Dalet-Dalet.

(Estas letras son iniciales en hebreo de los nombres de las doce constelaciones del Zodíaco:

Tet — Táleth Aries

Sin — Schôr Tauro

Tav — Th’ômim Géminis

Sámek — Sartân Cáncer

Aleph — Arieh Leo

Beth — Betulah Virgo

Mem — Móznaïm Libra

Ain — Aqrâv Escorpión

Qôf — Quécheth Sagitario

Guimel — Guedî Capricornio

Dalet — Delî Acuario

Dalet — Dâguîm Piscis

También se han formado por ellas los doce meses del año,Nissâm, Iyâr, Sîvân, Tamuz, Av, Eloul, Tishri,Mar’heschuân, Kîslev, Tevet, Sevât, Kadâr, y doce dirigentes dentro del ser vivo: dos manos y dos pies, dos riñones, bazo, hígado, bilis, estómago, dos intestinos. (Dos extraños y dos alegres, dos consejeros y dos consultas, dos carnívoros y dos cazadores) (Juegos de palabras cabalísticos entre loazîm yalîzîm, entre yoetzîm y yiutsim, entre torfim y tsayadim)

Tres letras madres, de las cuales han salido tres padres y se han formado el fuego, el agua y el aliento. Tres madres, siete redobladas y doce simples.

Tales son las veintidós letras, que tienen en yh, yhvh,Tsevaot, Elohîm, Vida, Dios de Israel, elevado y exaltado, morada de eternidad, su fundamento secreto. Santo es su alto Nombre y Él es Santo.

Tres padres y sus generaciones, siete estrellas y sus ejércitos y doce límites en diagonal, y la prueba en la palabra. Testigos fieles: mundo, ciclo anual, ser viviente, Ley, doce, siete y tres, en combinación funcional con el Dragón (Thalî), la rueda y el corazón.

Tres: Fuego, agua y aliento. Fuego en lo alto, agua en lo bajo y el aliento obrando como ley decisiva entre los dos. Signo de la palabra: el fuego lleva el agua. Mem silenciosa, Sin silbada, yAleph, ley decisiva entre ambas.

El Dragón (Thalî) se encuentra en el mundo como rey en su trono. La rueda en el ciclo anual como un gobernante en sus estados. El corazón en los seres vivos, como rey en la guerra. Todo se mueve, esto al frente de aquello, y es obra de Elohîm. El bien frente al mal, el bien del bien y el mal del mal, el bien prueba el mal y el mal prueba el bien, bien guardián de los males y mal guardián de los bienes.

Tres. Cada uno se mantiene solo. Siete divide, tres frente a tres y la ley decisiva entre ambos. Doce se encuentran en guerra: tres amigos, tres enemigos, tres entre los vivos, tres entre los muertos.

Tres amigos: el corazón, la oreja y la boca. Tres enemigos: el hígado, la bilis y la lengua. Y Él, Rey fiel, rige sobre el todo. Uno por encima de tres, tres por encima de siete, siete por encima de doce, todas ellas íntimamente vinculadas entre sí.

Y al venir Abraham el Hebreo —que descanse ahora en paz—, el Maestro de Todo —sea bendito su Nombre— estableció con él su Alianza, y le entregó las veintidós letras sobre su lengua y le reveló su fundamento. Él las lavó con el agua, las quemó con el fuego, las agitó con el soplo, las consumió por el septenario y las gobernó por las doce constelaciones.

http://www.masoneriadelmundo.com/2018/02/el-alfabeto-sagrado.html

jueves, 29 de marzo de 2018

LA CABALA Y LA TORAH

LA CABALA Y LA TORAH


La luz reveladora, creativa y redentora del Ser divino es, por decirlo así, "refractada" a través del "prisma" causal de sus aspectos, los Sefiroth dentro de la indefinida multitud y variedad de la manifestación universal.

La inmensa jerarquía de grados ontocosmológicos que todos ellos contienen, está establecida por esta "refracción de la luz divina, estos grados están recapitulados en los cuatro "mundos" (olamin), que son: olam ha'atsiluth, el trascendente "mundo de la emanación", que es el de los Sefiroth; olam ha'beriyah, el ideal o espiritual "mundo de la creación", lleno de la propia divina inmanencia (shekhirah), olam ha'yetsirah, el sutil "mundo de la formación" habitado por ángeles, genios y almas: y olam ha'asiyah: el sensóreo y corporal "mundo de los hechos concretos".

La emanación trascendente una y única de los Sefiroth desciende, como inmanencia puramente espiritual y supraformal, hacia los dos mundos inferior. (el sutil y el corporal) donde es "recibida" y expresada en diferentes formas por la naturaleza múltiple de la existencia cósmica.

La unidad Sefirótica aparece allí como una década de arquetipos, generando miríadas de efectos existenciales, cada uno de los cuales está ligado, a través de la jerarquía universal, con su propia causa o Sefirah que lo une a la entidad indivisible de los aspectos divinos: el Uno.

Aquel que es la unidad o infinitud de los Sefiroth, está reflejado en todos los niveles cósmicos y en todas las formas posibles, formas que se cruzan entre sí, se oponen unas a otras, se interconectan, se armonizan y se unen una vez más en él, que es el origen común. Una creación lo expresa bajo el aspecto de un Sefírah, otra bajo algún otro aspecto; pero en realidad todas las cosas manifiestan todos los Sefiroth simultáneamente, cada una de ellas bajo la luz de su propio arquetipo.

Lo que es más: una emanación o manifestación divina que un ser creado experimenta como misericordia, puede ser experimentada por otro como rigor, lo que depende de la "relación" existente entre uno u otro ser y la causa divina. Dios es gracia en un sentido, severidad en otro, y lo mismo ocurre en cuanto a todas sus cualidad. causales; son manifestadas en todos los niveles y en todos los estados de existencia en una indefinida variedad de formas, aunque él, en sí mismo, es eterna e infinitamente el Uno, el Inmutable.

"...Cuando él demuestra su poder de reinar sobre la totalidad de su creación, apareciendo, por lo tanto, a cada una de sus criaturas según la capacidad que cada una de ellas tiene de comprenderlo... a fin de que pueda ser conocido por sus atributos, y percibido separadamente en cada atributo... para que pueda ponerse de manifiesto que el mundo (diferenciado) está sustentado en la piedad y la justicia (las dos cualidades del 'señorío' que incluyen todas las demás) de acuerdo con las iras (y las buenas o malas actitudes) de los hombres... Pero Ay! del hombre que pretenda comparar al Señor (Su esencia absoluta) con cualquier atributo (especifico) (existente sólo desde el punto de vista de la dualista 'ilusión' cósmica), aún con cualquiera que le sea propio, y mucho menos con cualquier forma humana creada, 'cuanto más los que habitan morada de barro' (Job, 4:19)" ... 

La única concepción del Señor, bendito sea él, que el hombre puede atreverse a componer es la de su soberanía sobre cualquier atributo en particular, o sobre la creación como un todo. Y si no lo percibimos bajo aquellas manifestaciones, no nos queda en él atributo, ni similitud, ni forma (en su pura e ilimitada mismidad); así como el mar, cuyas aguas no tienen forma ni tangibilidad en sí mismas, sino sólo cuando se vuelcan en una cierta vasija que es la tierra" (Zohar, Bo. 42b). 

Dios, en su realidad pura, es absolutamente no-dual y la multitud de sus aspectos o emanaciones, cualquiera sea su cualidad respectiva, existe sólo a la vista de lo emanado, que está en un estado de "separación" relativa e ilusoria. Esto es de aplicación al ser humano colectiva e individualmente, que experimenta su propia esencia increada e infinita sólo por intermedio de los Sefiroth más bajos, cuya inmanencia divina o "gloria" cuida de los seres creados "como la madre cuida de sus hijos".

De este modo el Zohar (loe. cit.) dice: 

"Si la brillantez de la gloria del Señor, bendito sea su nombre, no hubiera sido derramada sobre la totalidad de su creación, ¿cómo podría él haber sido percibido siquiera por los sabios? Hubiera seguido siendo (totalmente) inaprehensible, y las palabras "La Tierra entera está llena de su gloria" (Isaías, 6:3) jamás podrían haber sido pronunciadas con verdad".

Pero mientras más se acerca el hombre a su pura y divina esencia, más experimenta la unidad intrínseca en todas las emanaciones de los Sefiroth; pues esta unidad no es otra que la esencia del hombre, el "yo" supremo. "Todas las gradaciones (Sefiróticas) y todos los miembros (existenciales) (de la única realidad) fueron juntados allí, y se convirtieron en él en uno, sin ninguna separación" (Zolier. Bereshit, 18a).

La realidad objetiva de los Sefiroth, su infinitud indivisible, su unidad ilimitada, denotan que cada aspecto divino está identificado con la totalidad de Dios, y por lo tanto, con todos en un mismo tiempo, determinación y unidad de realidad; mientras que, en la existencia dual y creada, las mismas realidades se reflejan distintas e interrelacionadas. 

Sólo dentro de la creación existe una efectiva separación y una secuencia de posibilidades, es decir, una jerarquía determinada en la cual toda realidad incluye, en forma determinante o activa, aquellas que proceden de ella y, en forma receptiva o pasiva, aquellas de las que emanó. No obstante eso, desde que lo visible no es más que el reflejo de lo invisible", el "orden inferior" necesariamente corresponde al "orden superior", en el que la filiación de posibilidades, como se he señalado anteriormente, está establecida en forma meramente ideal y en principio únicamente en "pensamiento divino", el cual trasciende todos los conceptos racionales y dualistas. En otras palabras, la diferenciación y relaciones que caracterizan la secuencia causal de la jerarquía cósmica son potenciales en el mundo de los Sefiroth, como determinación pura y unidad ontológica de todas las cosas.

La separatividad existencial de las cosas se actualiza únicamente en una forma limitada y transitoria, y gracias a la concatenación universal, regresa a la unidad primigenia, el "punto supremo" del que provino."

Desde este punto (causal) (hasta el estado más inferior de existencia), hay extensión tras extensión, formando cada una de ellas una vestidura (manifestación, efecto o 'envoltura') para la otra, relacionados como la de la membrana y el cerebro (simbolizando la causa, el centro o el arquetipo) entre sí. Aún cuando es una vestidura (en relación con la expansión precedente que es su causa inmediata), cada etapa (emanación o manifestación) se convierte en cerebro (principio) para la próxima etapa, (que es su efecto); todas las cosas son por lo tanto 'cerebro' o principio para lo que les es inferior, y 'envoltura' o manifestación para lo que les es superior" (Zohar, Bereshith Ice). 

De este modo los Sefiroth mismos parecen estar envueltos uno dentro del otro, en su orden jerárquico, y tan estrechamente relacionados entre sí que no puede percibirse nada que no sea un principio único total. En realidad su unidad es indivisible, son la totalidad de los poderes divinos, que solo se expresan en sus aspectos específicos cuando se ponen de manifiesto dentro de la separatividad cósmica. 

Todas las manifestaciones diferenciadas, todas las variedades de las cosas, son sólo los efectos y las "envolturas.' simbólicas de los Sefiroth, están ordenadas y ligadas entre sí por los Sefiroth y son reabsorbidas en ellos, en su unidad, que es la causa una y universal, el Dios único.

http://www.masoneriadelmundo.com/2018/02/la-cabala-y-la-torah.html

miércoles, 28 de marzo de 2018

EL ZODIACO Y LOS PUNTOS CARDINALES

EL ZODIACO Y LOS PUNTOS CARDINALES


En un libro sobre las castas, A. M. Hocart señala que “en la organización de la ciudad, los cuatro grupos están situados en los diferentes puntos cardinales dentro del recinto cuadrangular o circular”; esta repartición, por lo demás, no es peculiar de la India, sino que se encuentran de ella numerosos ejemplos entre los más diversos pueblos; y, lo más a menudo, cada punto cardinal se pone en correspondencia con uno de los elementos y una de las estaciones, así como con un color emblemático de la casta situada en él.

En la India, los brahmanes ocupaban el norte, los kshátriya el este, los vaiçya el sur, y los çúdra el oeste; había, así, una división en “cuarteles” en el sentido propio de esta palabra, la cual, en su origen, designa evidentemente el cuarto de una ciudad, aunque en el uso moderno esta significación precisa parece haber sido olvidada más o menos completamente. Va de suyo que esta repartición está en relación estrecha con la cuestión de la orientación en general, que, para el conjunto de una ciudad como para cada edificio en particular, desempeñaba, según es sabido, un papel importante en todas las antiguas civilizaciones tradicionales.

Empero, A. M. Hocart se ve en dificultades para explicar la situación propia de cada casta; y esta perplejidad, en el fondo, proviene únicamente del error que comete al considerar la casta real, es decir, la de los kshátriya, como la primera; partiendo, entonces, del este, no puede encontrar ningún orden regular de sucesión, y especialmente la situación de los brahmanes en el norte se hace por completo ininteligible.

Al contrario, no hay dificultad ninguna si se observa el orden normal, es decir, si se comienza por la casta que es en realidad primera, la de los brahmanes; es menester, entonces, partir del norte y, girando en el sentido de la pradákshínâ se encuentran las cuatro castas en un orden sucesivo perfectamente regular; no resta, pues sino comprender de modo más completo las razones simbólicas de esa repartición según los puntos cardinales.

Tales razones se fundan esencialmente en el hecho de que el plano tradicional de la ciudad es una imagen del Zodiaco; y se encuentra inmediatamente así la correspondencia de los puntos cardinales con las estaciones; en efecto, el solsticio de invierno, corresponde al norte, el equinoccio de primavera al este, el solsticio de verano al sur, y el equinoccio de otoño al oeste.

En la división en “cuarteles” o “barrios”, cada uno de éstos deberá, naturalmente, corresponder al conjunto formado por tres de los doce signos zodiacales: uno de los signos solsticiales o equinocciales, que pueden llamarse signos “cardinales”, y los dos signos adyacentes a él. Habrá, pues, tres signos comprendidos en cada “cuadrante” si la forma del recinto es circular, o en cada lado si es cuadrangular; esta segunda forma es, por otra parte, más apropiada para una ciudad, porque expresa una idea de estabilidad que conviene a un establecimiento fijo y permanente, y también porque aquello de que se trata no es el Zodiaco celeste mismo, sino solo una imagen y como una suerte de proyección terrestre de él. A este respecto, recordaremos incidentalmente que, sin duda por razones análogas, los antiguos astrólogos trazaban sus horóscopos en forma cuadrada, en la cual cada lado estaba ocupado también por tres signos zodiacales; volveremos a encontrar esta disposición, además, en las consideraciones que siguen.

Según lo que acabamos de decir, se ve que la repartición de las castas en la ciudad sigue exactamente la marcha del ciclo anual, que normalmente comienza en el solsticio de invierno; cierto es que algunas tradiciones hacen principiar el año en otro punto solsticial o equinoccial, pero se trata entonces de formas tradicionales en relación más particular con ciertos períodos cíclicos secundarios; la cuestión no se plantea para la tradición hindú, que representa la continuación más directa de la tradición primordial y que además insiste muy especialmente en la división del ciclo anual en sus dos mitades, ascendente y descendente, las cuales se abren, respectivamente, en las dos “puertas” solsticiales de invierno y verano, punto de vista que puede llamarse propiamente fundamental a este respecto.

Por otra parte, el norte, considerado como el punto más elevado (úttara) y correspondiente también al punto de partida de la tradición, conviene naturalmente a los brahmanes; los kshátriya se sitúan en el punto inmediato siguiente de la correspondencia cíclica, es decir, en el este, lado del sol levante; de la comparación de ambas posiciones, podría inferirse legítimamente que, mientras que el carácter del sacerdocio es “polar” el de la realeza es “solar”, lo cual se vería confirmado también por muchas otras consideraciones simbólicas; y quizá, incluso, ese carácter “solar” no deje de estar en relación con el hecho de que los Avatára de los tiempos “históricos” procedan de la casta de los kshátriya. Los vaiçya, ubicados en el tercer lugar, se sitúan en el sur, y con ellos termina la sucesión de las castas de los “nacidos dos veces”; no queda para los çûdra sino el oeste, que en todas partes se considera como el lado de la oscuridad.

Todo esto es, pues, perfectamente lógico, a condición de no engañarse sobre el punto de partida que conviene tomar; y, para justificar más completamente el carácter “zodiacal” del plano tradicional de las ciudades, citaremos ahora algunos hechos aptos para demostrar que, si la división de éstas respondía principalmente a la división cuaternaria del ciclo, hay casos en que está netamente indicada una subdivisión duodenaria.

Tenemos un ejemplo en la fundación de ciudades según el rito recibido por los romanos de los etruscos: la orientación estaba señalada por dos vías ortogonales: el cardo, dirigido de sur a norte, y el decumanus, de oeste a este; en las extremidades de ambas vías estaban las puertas de la ciudad, que se encontraban así ubicadas exactamente en los cuatro puntos cardinales. La ciudad quedaba dividida de este modo en cuatro cuarteles o barrios, que empero, en este caso, no correspondían precisamente a los puntos cardinales, como en la India, sino más bien a los puntos intermedios; va de suyo que debe tenerse en cuenta la diferencia de las formas tradicionales, que exige adaptaciones diversas; pero el principio de la división no deja por ello de ser el mismo. Además, y éste es el punto que interesa destacar ahora, a esa división en cuarteles se superponía una división en “tribus”, es decir, según la etimología de esta palabra, una división ternaria; cada una de las tres “tribus” comprendía cuatro “curias”, repartidas en los cuatro cuarteles, de modo que, en definitiva, se tenía una división duodenaria.

Otro ejemplo es el de los hebreos, citado por el propio Hocart, aunque la importancia del duodenario parece escapársele:

“Los hebreos (dice) conocían la división social en cuatro sectores; sus doce tribus territoriales estaban repartidas en cuatro grupos de tres tribus, una de ellas principal: Judá acampaba al este, Rubén al sur, Efraím al oeste y Dan al norte. Los Levitas formaban un círculo interior en torno del Tabernáculo, y estaban también divididos en cuatro grupos situados en los cuatro puntos cardinales, con la rama principal al este”.

A decir verdad, aquí no se trata de la organización de una ciudad sino originariamente de un campamento y más tarde de la repartición territorial de todo un país; pero, evidentemente, ello es indiferente para el punto de vista en que aquí nos situamos. La dificultad para establecer una comparación exacta con lo que existe en otra parte proviene de que no parecen haberse asignado nunca funciones sociales definidas a cada tribu, lo que no permite asimilarlas a castas propiamente dichas; empero, al menos en un punto, puede notarse una similitud muy neta con la disposición adoptada en la India, pues la tribu real, la de Judá, se encontraba igualmente situada al este.

Por otra parte, hay también una diferencia notable: la tribu sacerdotal, la de Leví, que no se contaba en el número de las doce, no tenía lugar en los lados del cuadrilátero y, consecuentemente, no debía serle asignado luego ningún territorio propio; su situación en el interior del campamento puede explicarse por el hecho de que estaba expresamente destinada al servicio de un santuario único, el Tabernáculo primitivamente, cuya posición normal era el centro. Como quiera que fuere, lo que aquí importa es la comprobación de que las doce tribus estaban repartidas de a tres en los cuatro lados de un cuadrilátero, lados situados respectivamente hacia los cuatro puntos cardinales; y es bastante sabido que había, en efecto, una correspondencia simbólica entre las doce tribus de Israel y los doce signos del Zodíaco, lo que no deja dudas sobre el carácter y el significado de tal repartición; agregaremos solo que la tribu principal, en cada lado, corresponde manifiestamente a uno de los cuatro signos “cardinales” y las otras dos a los dos signos adyacentes.

Si ahora nos remitimos a la descripción apocalíptica de la “Jerusalén celeste”, es fácil ver que su plano reproduce exactamente el del campamento de los hebreos, del que acabamos de hablar; y, a la vez, ese plano es también idéntico a la figura horoscópica cuadrada que mencionábamos antes. La ciudad, que en efecto está construida en cuadrado, tiene doce puertas, sobre las cuales están escritos los nombres de las doce tribus de Israel; y esas puertas se reparten de la misma manera en los cuatro lados: “tres puertas a oriente, tres a septentrión, tres a mediodía y tres a occidente”.

Es evidente que las doce puertas corresponden igualmente a los doce signos del Zodiaco, y las cuatro puertas principales, o sea las situadas en el medio de los lados, a los signos solsticiales y equinocciales; y los doce aspectos del Sol referidos a cada uno de los signos, es decir, los doce Aditya de la tradición hindú, aparecen en la forma de los doce frutos del “Árbol de Vida”, que, situado en el centro de la ciudad, “da su fruto cada mes”, o sea precisamente según las posiciones sucesivas del Sol en el Zodiaco en el curso del ciclo anual.

Por último, esta ciudad, que “desciende del cielo a la tierra”, representa a las claras, en una de sus significaciones por lo menos, la proyección del “arquetipo” celeste en la constitución de la ciudad terrestre; y creemos que cuanto acabamos de exponer muestra suficientemente que dicho “arquetipo” está simbolizado esencialmente por el Zodíaco.

http://www.masoneriadelmundo.com/2018/02/el-zodiaco-y-los-puntos-cardinales.html

martes, 27 de marzo de 2018

LOS CARGOS DE LA LOGIA

LOS CARGOS DE LA LOGIA


Los tres cargos principales de la Logia están situados en el oriente, el occidente y el sur. Teniendo en cuenta que la Logia es un símbolo del mundo, o del universo, en seguida se deduce que estos tres cargos tienen relación con la salida, la puesta y el meridiano del sol.

Este es el primer desarrollo del símbolo. Un breve examen bastará para darnos otra prueba más amplia de su antigüedad y universalidad.

En las iniciaciones brahmínicas del Indostán, que son de las más antiguas conservadas por la tradición y que pueden considerarse como la cuna de todas las demás, las ceremonias se realizaban en grandes cavernas. Los restos de algunas de estas salas excavadas en la roca, existentes en Salsette, Elefanta y otros diversos lugares, no pueden dar más que una idea aproximada de la extensión y grandeza de estos antiguos templos indios.

Estos santuarios de roca, cuya formación supone Grose que representa un trabajo igual a la erección de las Pirámides de Egipto, tienen diversa altura, extensión y profundidad. Por medio del martillo y del cincel se han dividido en muchas cámaras separadas, y el techo, que es plano en la pagoda de Elefanta y abovedado en la de Salsette, se apoya en hileras de gruesas columnas, distribuidas con gran regularidad. Los muros están poblados de gigantescas figuras humanas que representan diversas acciones y gestos. Todos van adornados son símbolos de la religión que entonces primaba en la India. Arriba, en el techo, en otro tiempo adornado de oro y azul, de la misma forma que en los ruinosos restos de los templos egipcios, se ven flotando como en el cielo multitudes de engendros de la imaginación, genios y devas. A lo largo de la cornisa corre un alto relieve figurando elefantes, caballos y leones esculpidos con gran acierto. Dos de las figuras más importantes de Salsette tienen veintisiete pies de altura (8,25 metros); sólo el busto de la divinidad de tres cabezas existente en la gran pagoda de Elefanta mide quince pies (4,27 metros), mientras que el rostro de otra tiene, según Grose, que la midió, cinco pies de longitud (1,52 metros) y una anchura proporcionada.

En todo el Indostán y en Cachemira se encuentran numerosas ruinas más imperfectas que las anteriormente citadas.

Las cavernas tenían a veces forma de cruz, emblema de los cuatro elementos de que está formada la tierra: fuego, agua, aire y tierra; pero, generalmente eran ovales, representando entonces el huevo del mundo, símbolo del universo en los antiguos sistemas (Según Faber, el huevo era un símbolo del universo o megacosmos y también del arca, o microcosmos. El creciente de luna simbolizaba al Gran Padre. El huevo y el creciente -símbolo del dios Lunus en Heliópolis- era el emblema del mundo surgido del Gran Padre. "Pagan Idolatry", vol. 1, libr. I, cap. IV).

Numerosas lámparas iluminaban el interior de las cavernas iniciáticas. Los principales hierofantes, o explicadores de los Misterios, se sentaban en oriente, occidente y sur, y representaban a Brahmá, Vishnu y Shiva. Brahmá era la suprema divinidad inda, tomada del Dios-Sol de los sabeos; Vishnu y Shiva, representaban sus atributos. El Panteón Indio dice que "el sol es Brahmá cuando asoma por oriente; Shiva, cuando llega al meridiano por el sur, y Vishnu, cuando se pone por occidente".

Los templos persas de los misterios zoroastrianos tenían también forma circular, la cual representaba el universo. El sol en el oriente, circundado por el zodíaco, era indispensable en la ceremonia de recepción.

Zoroastro enseñaba que el sol es el más perfecto fuego de Dios, el trono de su gloria y la residencia de su divina presencia, por eso aconsejaba a sus discípulos que "para rendir culto a Dios, lo rindieran primero al Sol (a quien llamaban Mitra) y, luego, a los fuegos sagrados, por ser las cosas en que él preferentemente moraba". La forma corriente de adoración consistía en hacer ambas cosas, pues cuando se aproximaban al fuego para adorar, lo hacían siempre viniendo desde poniente y mirando siempre hacia el sol levante, con objeto de rendir culto al fuego y al astro del día al mismo tiempo. Todos los actos de su culto, los verificaban en esta postura.

En los misterios egipcios de Osiris, se rendía el mismo culto al sol. Heródoto, iniciado en estos misterios, dice que las ceremonias consistían en representar al Dios-Sol encarnado en la tierra, el cual moría a manos de Tifón, símbolo de las tinieblas y representación del sol poniente.

San Crisóstomo y otros sabios padres de la Iglesia, afirman que el templo iniciático perteneciente a los grandes misterios de Eleusis (Los misterios de Ceres o Eleusis, se distinguían de los demás por ser depositarios de ciertas tradiciones contemporáneas con el mundo, Ouvaroff, “Essay on the Mysteries of Eleusis, página 6) celebrados en Atenas, simbolizaba el universo, y que uno de los hierofantes representaba el papel de Sol (El Daduco, o portador de la antorcha, llevaba un símbolo del Sol).

El templo iniciático perteneciente a los misterios célticos de los druidas tenía forma oval, para representar el huevo del mundo, símbolo del mundo; o circular, porque el círculo era el símbolo del universo; o cruciforme, aludiendo a los cuatro elementos que constituyen el universo.

En la isla escocesa de Lewis existe un templo en que la forma circular se combina con la cruciforme. Hay un círculo formado por doce piedras. Tres más están en el oriente; muchas en poniente y sur, y treinta y ocho en el norte en dos líneas paralelas, formando una avenida que da acceso al templo circular. En el centro del círculo se encuentra la imagen del Dios.

La divinidad solar representaba un papel importantísimo en las iniciaciones de estos ritos. Las ceremonias comenzaban al romper el día, momentos en que se saludaba al sol aparecido en el horizonte llamándole "dios de la victoria, rey que asciende en la luz del cielo.

Pero no es necesario multiplicar los ejemplos del culto solar, que se encuentran en todas las religiones del mundo antiguo (Maurice opina que "el culto al sol, como señor del cielo y gobernador del universo, ha sido la superstición más antigua en todas las naciones, particularmente en Fenicia, Caldea, Egipto, Perú y México, en cuyos pueblos recibía este astro diversos nombres. La gran luminaria de los cielos ha sido adorada de generación en generación a través de todas las convulsiones del tiempo". "Indian Antiquitie” vol. II, pág.91).

Con lo citado basta para demostrar la completa coincidencia, existente respecto al sol entre el simbolismo de la Francmasonería y el de los antiguos ritos y Misterios, y para sugerir también su origen común. En la Francmasonería el sol es la manifestación de la Sabiduría, Fuerza y Belleza del Gran Arquitecto, lo cual se representa visiblemente por la posición de los tres jefes principales de la Logia; mientras que los prosélitos de los Misterios, adoptaron el sol como objeto especial de adoración, corrompiendo y degenerando la primitiva doctrina de los noaquitas.

http://www.masoneriadelmundo.com/2017/11/los-cargos-de-la-logia.html

lunes, 26 de marzo de 2018

ALGUNOS PRINCIPIOS DE LA MASONERIA.

ALGUNOS PRINCIPIOS DE LA MASONERIA.
Herbert Oré B.

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La Masonería impone a todos sus miembros el respeto a las opiniones y creencias ajenas y prohíbe toda discusión política o religiosa a fin de constituir un centro permanente de unión fraternal, donde reina una comprensión tolerante y una fructífera armonía entre los hombres. 

Los masones nos reconocemos entre nosotros como hermanos y consideramos nuestra asociación, libremente consentida a titulo individual, como una Alianza de hombres libres que desean progresar y desarrollarse interiormente. 

Los masones tenemos unos principios, que creemos justos y razonables, y capaces de imprimir una dirección favorable a nuestro desarrollo individual, así como a nuestro comportamiento social. 

Primer principio. 

Es la convicción de que todos los hombres sin distinción de raza, cultura, religión o posición social, nacen con los mismos derechos y obligaciones. Esta verdad es a menudo olvidada en la sociedad y es por ello que es nuestro deber mantener y fortalecer, en el seno de nuestra Institución en primer lugar y en la sociedad en general, los sentimientos de fraternidad y de igualdad. 

Segundo principio. 

Es la vuelta a si mismo: conocerse mejor es el objetivo que persigue cada manos. Hacerlo cada uno esta muy bien, pero es mucho mas fácil con la ayuda de otros hombres. Cuando se trata de hermanos, la claridad y el rigor de sus opiniones no es solo deseable sino de gran ayuda en el desarrollo moral de cada uno. El masón es un hombre social que quiere ponerse al servicio de la sociedad mediante el conocimiento que adquiere de si mismo. 

Tercer principio. 

Es que el trabajo personal se realiza sobre la base del simbolismo de los constructores. Las herramientas, su significado, sus ideas, pueden ser aplicadas en nuestra vida diaria y en nuestra conducta.

domingo, 25 de marzo de 2018

LA POLITICA Y LA MASONERIA.


LA POLITICA Y LA MASONERIA.
Herbert Oré B.
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Opiniones encontradas de siempre argumentan sobre política y masonería desde dos posiciones extremas: participación nula o total influencia de la Orden en los entramados cauces decisorios de la política.

En la masonería abundan declaraciones, principios y estatutos, negando que quienes se cobijan en las logias formen una religión positiva, escuela filosófica y partido político al rechazar todo exclusivismo: “El masón no se adscribe a política alguna; no tiene límite en sus ideales de progreso moral, social y político. No le asustan los más avanzados programas en política, porque en el límite de todo, está la meta del ideal francmasónico: la Fraternidad Universal”. Esta “apolitización” de la masonería, no queda patente en casos particulares de logias o masones. Inclusive hay graves tensiones entre teoría y práctica.

Tropezamos con las paradojas, antinomias y contradicciones de toda sociedad que alcanza un cierto desarrollo. Además la base metodológica que practica, permite acotar conceptos tales como política, hacer política o política partidista, para no trasmutar campos semánticos en los que la Orden ha luchado efectivamente: “abolición de la esclavitud, pena de muerte, derechos humanos, defensa de libertades, pacifismo, enseñanza laica, emancipación, fanatismos y opresión política”, logros y actitudes que hoy son naturales, pero que en otras épocas eran considerados el equivalente a hacer política.

En 1891 Lorenzo Frau Abrines en el “Diccionario Enciclopédico de Masonería”, definía la política como “la ciencia del gobierno. Abraza todos los límites de la asociación civil y sus causas y efectos. Su conocimiento es difícil y vastísimo, pudiéndose decir con razón: que la Política es la primera de las ciencias.

El fundamento, la esencia de la Política, es el conocimiento del hombre. Pero este conocimiento dimanan en efecto lógicamente, las instituciones civiles y políticas. Desde la más remota antigüedad hasta nuestros días, en todas las épocas, y en todas las sociedades civilizadas o bárbaras se distingue la relación íntima que liga la organización de la sociedad a la opinión metafísica generalmente aceptada sobre la naturaleza del hombre”.

Sin embargo en la realidad “una cosa es tener el Poder y otra estar en el Poder”. El Poder no lo debe tener un grupo reducido o una élite; el Poder lo debe tener un bloque de clases dentro del cual hay una fuerza hegemónica o dirigente.

Tener el poder es un hecho histórico, sociológico e ideológico. El poder se tiene a través de una élite o partido, con un personal que ocupa-controla los centros operativos. Las élites ideológicas, pueden influir en aquel o servirlo, pero no decidir.

En ese orden de ideas, la masonería que lucha por derechos igualitarios no está de acuerdo con los absolutismos del s. XIX. Era para algunas élites, más peligrosa que otras reuniones con programas más concretos. Además se declara apolítica pero con un proselitismo moral para la redención de los derechos. Este apoliticismo no significa despreocupación de los problemas de gobierno que pudiera afectar al país, por lo que las logias pueden pasar de los principios a la puesta en práctica de los medios que los hacen realizables, sobreponiéndose a la tradición apolítica de la Orden.

También resulta complejo negar siempre un apoliticismo a pasar de lo particular a lo general. Muchos postulados a defender están por encima de partidismos, mientras que otras veces la política partidista de algunos masones es un hecho.

Todas las ramas de la ciencia política tienen el común objetivo del estudio del Poder en la sociedad. Practicar la política seria el arte de llevar un asunto o empleo de medios para alcanzar un fin determinado, que conllevaría la reflexión crítica de la sociedad y del sistema político, para encauzar la acción hacia objetivos de respeto a los derechos del hombre.

La masonería a través de hermanos que ocupan posiciones de relieve en el poder, influye en la vida pública. Solo esto es lo que hacen los masones. No hace política como institución, pero influye como colectivo, tiene un peso específico en la sociedad. Como grupo humano pretende defender una escala de valores que pueden coincidir con ciertos programas políticos partidistas.

La Orden no tiene como objetivo alcanzar el Poder, ni estuvo en el Poder. Tampoco cerró filas detrás de una opción política concreta. Tiene un programa universal en el que muchos aspectos son políticos, netamente políticos, que intentamos imponer no desde la praxis política, sino desde la opinión pública, desde el ejercicio de derechos individuales públicos, porque los miembros de la orden masónica tienen diferentes trayectorias políticas y la masonería se inclina más a identificarse como un grupo universal con conciencia propia que a luchas partidistas nacionales. Los masones que hacen política se circunscriben a ámbitos locales y raras veces nacionales.

Sin embargo: “Nada que afecte a la humanidad puede serle extraño a la masonería”. No se renuncia a llevar la construcción de la nación con “elevada” influencia de la espiritualidad o ideario masónicos. Todo masón, para servir a los ideales de la Orden, puede hacerlo de la forma que estime más conveniente, formando parte de entidades no masónicas y opciones políticas que mejor se acomoden a su posición, ideología o circunstancias; aunque con los límites que establece los principios masónicos y sus códigos penales: “No ir contra los deberes impuestos por la moral”.