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martes, 9 de agosto de 2016

Mitos de Creacion pueblo Huichol o Wixarika


Mitos de Creación pueblo Huichol o Wixarika (Mexico) | Origen del Mundo a través de los Mitos | Scoop.it

MITOS DE CREACIÓN

La historia de la vida y del mundo wixarika se encuentra condensada, en gran medida, en los mitos que relatan los procesos de creación de lo que más valoramos: la vida, el sol, el fuego o la labranza.
De acuerdo con nuestra mitología, estos procesos de creación no fueron inventados por los hombres: a lo largo de los siglos, los dioses han contado historias, con lujo de detalles, a los mara'akate, y los mara'akate se han encargado de explicarlas a las comunidades y de realizar representaciones, escenificaciones y rituales que reaniman lo que los dioses les cuentan, para que la tradición se mantenga viva en la mente, el corazón, las danzas, los rezos y las palabras de nuestro pueblo. Los mara’akate (conocidos también como chamanes, curanderos o cantadores), a través de sus sueños, sus danzas, su música y sus cantos traspasan las barreras entre el mundo terrenal y el mundo divino, penetran en el mundo de los dioses y establecen vínculos entre lo profano y lo sagrado.

EL NACIMIENTO DEL FUEGO

Éste es un mito esencial, forma parte de la peregrinación ritual que se realiza a Wirikuta, el país del hí’kuri (peyote). Cuando ya todo está listo para la salida, cuando todos esperan a que amanezca para iniciar la peregrinación, el mara’akame relata la historia del fuego. Ésta historia siempre se relata alrededor de Tate’warí, el dios del Fuego, el Abuelo Fuego, en señal de ceremonia y de respeto a las costumbres ancestrales. Dice así:

En tinieblas

Antes, mucho antes, en el Medio Mundo, que se ubica bajo el cielo y por encima del inframundo, no había fuego, ni luna, ni sol, ni gente. Había animales pero eran todos nocturnos porque no había luz. Nadie conocía a nadie porque nadie podía ver nada. Todos chocaban entre sí, algunos se peleaban, otros se devoraban. Los animales vivían en las cavernas, en las grietas, bajo las piedras. Vivían todos: el murciélago, el león de agua, el búho, la lechuza, el tejón, la rata, el gato montés, el tlacuache, las serpientes y los escorpiones. Todos.

El nacimiento de Tai

Entonces, un buen día, en medio de las tinieblas, en su morada subterránea, se movió cinco veces Tate’ Yuliana’ka, la Madre Tierra, tratando de alzarse.

En el primer intento por levantarse, todos pudieron ver en el horizonte algo así como la lumbre de un cigarro a punto de apagarse. En el segundo intento, logró alzarse un poco más y todos vieron algo así como un sol oscuro, como un sol de eclipse. En el tercer intento ocurrió una fuerte sacudida y algo aclaró, como si fuera el principio de un amanecer. Los animales se miraban asombrados, sin saber qué cosa era aquello. Hubo un cuarto intento que trajo mayor claridad y mayor asombro.
Finalmente cuando la Madre Tierra se sacudió por quinta vez apareció, lujoso y cálido, Tatewari, el Dios del Fuego a quien también se da el nombre cariñoso de Tai. Apareció en el centro del mundo, en Teakata. Tai era una lumbre nunca antes vista. Los animales estaban extasiados.

El sacrificio de Masha

Pero había un animal que estaba particularmente cerca del fuego y particularmente asustado que, además, estaba encandilado: era Masha, el venado.

Tai saltó sobre él, lo mató con sus propias manos, lo limpió y colgó su cuerpo de un árbol. Entonces, como fuego que era, se puso debajo del venado, para calentarlo. La grasa del venado que caía sobre Tatewari, alimentaba la flama y, poco a poco, del fuego fue saliendo la figura de un hombre que llevaba una luz en el pecho. Todo esto lo veía allá en el este, desde Le’unar, en el Cerro Quemado, Tamatz Kallaumari, el Hermano Venado Mayor, que observaba.
Los animales salvajes, atraídos por la luz, comenzaron a acercarse. Tate’warí les ofreció la carne de Masha pero ellos la rechazaron, no les gustó cocida. Desde entonces, los animales salvajes sólo se alimentan de carne cruda. 
Una emboscada

Tai se levantó, se echó el venado a la espalda y se fue solo por los barrancos.

Entonces, apareció Tzaurishikame, el viento, y dijo a los animales:

— ¿Por qué lo dejaron ir? Debían haberlo matado aquí mismo, con sus flechas.

—Lo dejamos ir porque él es el Fuego —contestaron los animales— él es la señal de que pronto habrá lumbre para todos en el mundo. Pero si tu deseo es que muera, nosotros lo cazaremos con nuestras flechas.

Lo alcanzaron. El primero que disparó fue Maye, el león, le tiró con una flecha de popote que resbaló por el costado de Tate’warí, sin herirlo mayormente. Luego tocó su turno a Tatei Ipau, la serpiente brava, que lanzó una flecha de tzipurra, sin hacer daño alguno. Los siguientes dos intentos los hicieron con flechas de carrizo la serpiente chica de cascabel llamada Rainú y Jaiki, la boa negra del agua. Pero ninguna dio en el blanco.

Llenos de cólera, los animales se dirigieron a Rurave Temai, la Estrella Nueva, la que se asoma en lo alto del cerro:

—Remata a Tatewari —le dijeron— nuestras flechas de carrizo y popotes, son flechas de niños que nada pueden contra el poder del Fuego.

Desde lo alto de su peña, Rurave Temai disparó su flecha y alcanzó a Tate’warí que se vino al suelo lanzando un torbellino de chispas azules.

—Rurave Temai —exclamó Tate’warí— ¡has derribado al Fuego!, sólo por eso te quedarás para siempre cuidando el Medio Mundo.

Y es por esta decisión que todavía en nuestros días, la Estrella Nueva vigila al Medio Mundo y lo defiende de las grandes serpientes que, en el momento en el que les nacen alas, amenazan con salir a comerse a la gente. Pero la Estrella Nueva les lanza sus flechas y las extermina en el agua.

El rescate de Tate'warí

Tai había caído y estaba convertido en un viejo. Entonces, Tamatz Kallaumari, el Hermano Venado que observaba desde el Cerro Quemado, ordenó a los animales:

—Vayan por él, levántenlo y tráiganlo acá, conmigo.

La primera en obedecer fue Rarei Vivieri, una víbora rayada de blanco y negro, le siguió la víbora gris Murreka y, luego, Wikurrao, la que vive enroscada en el tronco de los árboles. Las tres hablaron con Tai, trataron de moverlo, pero nada lograron: Tate’warí permanecía inmóvil y mudo, como si estuviera muerto.

Viendo este fracaso, acudió en su auxilio Watemukame, el cuatezón, el venado de los cuernos chiquitos. Él sí pudo levantarlo con la cabeza. Entonces, Tatewari, como lo reconoció, le preguntó:

— ¿Tú eres Watemukame, el hermano de Tamatz? ¿Qué es lo que quieres?

—Sí, yo soy Watemukame, he venidoa buscarte. Mi hermano desea verte.

—Dile que hablaré con él si, antes, me hace un ririki (templo pequeño), una jícara negra con chaquiras rojas, una flecha negra y un jakaitsú (bastón) para poder levantarme. Dile que, cuando tenga todo listo, él mismo tiene que venir a buscarme.

Tamatz puso manos a la obra, levantó el ririki, dispuso las ofrendas y les pidió sus muvieris (flechas) a los animales. Pero carecían de valor porque estaban hechos con plumas de búho, de lechuza y de zopilote. Tamatz sacó de su petaca muvieris valiosos, con plumas de águila, y amarró las plumas de sus flechas al bastón.Entonces, en compañía de Ushikuikame y Watemukame, sus hermanos venados menores, salió en busca del Abuelo Tatewari.

—Aquí traemos las ofrendas y el bastón que pediste —dijo Tamatz—. Caíste en el Medio Mundo y nosotros venimos a levantarte y a pedirte que nos acompañes.

En seguida lo tomaron de los brazos. Tatewari, apoyado en su bastón y sostenido por los hermanos, dio cinco pasos y se detuvo frente a la puerta del ririki. Allí preguntó:

— ¿Cómo voy a encenderme si no han dispuesto lo necesario?
— Dinos lo que te haga falta y de inmediato te lo daremos.
— Hagan leña de este roble y de este pino y, además, labren dos horquetas.

Entonces, sobre dos troncos de roble que pusieron en el suelo, echaron rajas de pino. Encima de esto se sentó Tate’warí y, ahí sentado, les dio las dos horquetas a los Hermanos Venados Menores y les dijo:

—Ushikuikame, como tú me tomaste al ayudarme de la mano derecha, vas a cuidarme por siempre a la derecha. Watemukame, como tú me tomaste al ayudarme de la mano izquierda, vas a cuidarme por siempre a la izquierda. Y tú, padre mío, Venado Mayor, Tamatz Kallaumari, tú serás mi corazón, tú serás el corazón del Fuego.
—Sí —dijo con emoción Tamatz—, así será, tu serás Tate’warí Tamatz, estarás siempre con nosotros y siempre nos darás tu calor y tu vida. 
La plenitud del Fuego

Entonces Tai, sacó de su pecho una yesca y un pedernal y dijo a todos los presentes:

—Ha llegado la hora de que se pongan de acuerdo y digan conmigo: “la primera chispa de mi pedernal caerá en el sur; la segunda en el norte; la tercera en el oriente; la cuarta en el poniente y la quinta caerá en el centro, que soy yo mismo: Tate’warí Tamatz”.

Todos hablaron con él. Entonces, se encendió la yesca y el viejo se convirtió en una gran llamarada. Los animales se asustaron: era la primera vez que veían al fuego en plenitud y, con su luz completa, era la primera vez que se veían a sí mismos, que se veían unos a otros.

—No sabíamos cómo eran nuestras caras —decían asombrados— no sabíamos cómo eran las cosas del mundo. Estábamos ciegos.

Pero el fuerte calor que despedía Tate’warí los hizo alejarse y, desde entonces, los animales le temen al fuego.

El robo del Fuego

Ante el asombro de los Hermanos Venado, el fuego lucía en todo su esplendor.
—Ahora el fuego es nuestro —dijo Tamatz a sus hermanos— pero recuerden, Tate’warí los nombró sus guardianes y sus ayudantes y ustedes han de cuidarlo y de evitar que nos lo roben. Estén despiertos. No le quiten los ojos de encima.

La chuparrosa

Ushikuikame a la derecha y Watemukame a la izquierda vigilaban la hoguera. Entonces, pasó velozmente la chuparrosa y sin que los hermanos pudieran evitarlo, se llevó una brasa en el pico. Pero no llegó lejos: la brasa le quemó el pico y tuvo que soltar la brasa. Por eso, la chuparrosa tiene el pico de la mitad del tamaño que lo tenía antes porque, en el intento de robo, se le quemó una mitad completa.

El tlacuache

Al poco tiempo, se acercó el tlacuache y dijo pícaro:

— ¿Cómo apareció esta lumbre? ¡Vaya, vaya, hasta a mí que vivo bajo tierra me está gustando bastante el calorcito! - .

Y, mientras hablaba, estiraba disimuladamente la cola para apoderarse de un carbón encendido. Cuando lo tuvo atrapado echó a correr por el campo y tras él salieron los guardianes del Fuego. También a él el carbón le quemó la cola. Por eso el tlacuache tiene la cola pelada.
Pero, antes de que lo alcanzaran los venados, tuvo tiempo de meter el carbón en su bolsa marsupial. Ushikuikame y Watemukame buscaron en vano. Le dieron patadas, le retorcieron el pescuezo y lo dejaron tirado, pensando que estaba muerto.

Un regalo para los dioses

Cuando los hermanos se alejaron para regresar junto al fuego, el tlacuache sacó de su bolsa el carbón y corrió a ofrecerlo a los dioses que lo estaban ansiando. Lo ofreció a cada uno de los dioses de cada uno de los cinco puntos cardinales. En ese momento, en cada punto se levantó una inmensa hoguera. Surgieron, en total, cinco hogueras.
Los venados guardianes supieron de inmediato que el fuego había sido creado y que había sido robado.

EL NACIMIENTO DE LA LUNA

La anciana Erena

Ushikuikame y Watemukame estaban meditabundos al lado del Fuego cuando apareció una viejecita llamada Takutzi Me’kima Erena. Tenía tanto sueño que por todas partes se iba cayendo.

—Cuidado abuela —le advirtieron— no te vayas a caer al fuego.

Pero la viejecita no hacía mucho caso de los avisos y, en un traspié, sin que nadie pudiera evitarlo, se fue de cabeza a la hoguera y se convirtió en cenizas.

Surge la luna

En ese mismo momento, los hermanos venado sintieron que algo se movía por el oriente y voltearon para contemplar admirados cómo aparecía por primera vez en la historia, sobre los montes, delgada como una hoz brillante y ligera, Shewi, la Luna.
Luego, la hoz tuvo una sacudida, aumentó su tamaño y su claridad y alcanzó la fase que se conoce como “jota”. Tras otra sacudida, subió otro poco y se redondeó otro poco, para convertirse en Jarika, el cuarto creciente. Tuvo una cuarta sacudida que la elevó en lo alto y la dejó en forma de Nauriaka, casi redonda. Hasta que, finalmente, con una quinta sacudida, apareció con toda su redondez convertida en Aushiviriaka, la luna llena.

EL NACIMIENTO DEL SOL

Con todo y la presencia del Fuego, la luz no era fuerte, no existía la luz que el mundonecesitaba, con trabajo se distinguían las cosas. Era necesario un nuevo proyecto de creación. Tamatz tenía un plan que explicó a todos. .

Cinco intentos fallidos

Teiwari Yukauna, el ayudante de Tokipa, siguiendo el plan de Tamatz, sacrificó a un niñode cinco años con ayuda de sus muvieris (flechas) de plumas de águila y lo arrojó al Fuego. Sin embargo, para el asombro de todos, de las llamas salió el pájaro itayame, con sus hermosas plumas negras, rojas y blancas.

Cinco días después (que en aquellos tiempos equivalían a cincoaños) quemaron a otro niño y de las llamas salió shaukita, el pájaro de pecho rojo y alas azules.

Del tercer niño que arrojaron a los cinco días, nació tzukuai el pájaro rojo y negro. Del cuarto niño nació tuamushawi el de las alas rojas y el copete gris. Finalmente, del quintoniño nació taukukuy, el cardenal de plumas bermejas.

on tanto fracaso, Tamatz estaba triste y silencioso. Sus miradas vagaban por los montes y los llanos, iluminados solamente por las hogueras y por la pálida luz de la viejecita Erena.

Un niño especial

Cerca de ahí jugaban todos los seres que, por aquellos días eran mitad hombres y mitad animales: el hombre/serpiente, el hombre/codorniz, el hombre/guajolote, el hombre/guacamaya y muchos seres más. Corrían detrás de una rueda de pochota, con las figuras de los dioses, que giraba. Trataban de atinarle con sus flechas. Pero no lo lograban.

Sólo alguien le atinaba a la rueda en cada intento, sin fallar nunca: un niño muy feo, con los ojos hinchados, con el cuerpo lleno de pústulas y granos. Le decían el Niño Buboso.

A Tamatz Kallaumari le gustó la buena puntería del Niño Buboso. Mandó a dos kakaullaris a buscarlo: primero fue uno y luego fue el otro. (Los kakaullaris son seres mutantes que, más tarde, se convertirían en rocas y plantas.) Pero el niño se negaba a venir. Seguía flechando con tino la rueda de pochota.

Entonces, Tamatz mandó a sus dos hermanos, Ushikuikame y Watemukame, los Hermanos Venado Menores. Al verlos venir, el niño se metió en su casa y los venados lo siguieron para decirle:

—Te llama Tamatz, quiere hablar contigo. Es urgente. Es el Hermano Venado Mayor, nadie puede hacerlo esperar. —El niño no contestaba.

Entonces, desesperados, lo cogieron de los brazos para arrastrarlo, pero el niño, transformado en Jaiku (en culebra), se les escapó y se metió en un agujero.

—Se convirtió en culebra —le dijeron a Tamatz.

—Vuelvan por él. No importa que sea una culebra.

Pero, cuandovolvieron por él, el niño los esperaba convertido en tigre. Los asustó mucho.

—Ya no nos mandes Tamatz, se convirtió en tigre y quiere devorarnos. Tenemos miedo.

—Como tigre o como culebra, tienen que ir por él y traerlo a la fuerza.

Afortunadamente, cuando llegaron por él, el tigre había desaparecido y el niño había recuperado su forma.

— ¡Esta vez no te escapas! —le dijeron los hermanos, mientras lo tomaban por un brazo y una pierna, pero el brazo y la pierna se desprendieron del cuerpo del niño, como si estuvieran pegados con cera.
Esta nueva magia asustó más a los venados que la magia del tigre y la culebra. No sabían que hacer. Tenían agarrados el brazo y la pierna y el niño se reía de ellos mirándolos con sus ojos hinchados. 
Preparativos rituales

Cuando dejó de reír, el Niño Buboso se acercó a los venados y dijo:

—No tengan miedo, mi madre, Tatei y mi padre Tatewari, me dieron permiso de acompañarlos. Pero antes, Tamatz Kallaumari tiene que hacer un ririki (un templo), un bastón, un nierika (un ojo de dios), una flecha y una jícara. Cuando estén listos, voy con ustedes.

Cuando el ririki fue construido y las ofrendas estuvieron listas, el mismo Tamatz Kallaumari, acompañado de sus dos hermanos, salió en busca del Niño Buboso.

—Aquí traemos el bastón y las ofrendas que pediste. El ririki está allá, en el Medio Mundo donde vive tu padre Tate’warí.

Watemukame y Ushikuikame lo tomaron con reverencia de los brazos y dieron juntos cinco pasos. Así llegaron al ririki. Atrás venían los compañeros del niño, los hombres/animal que jugaban con la rueda de pochota en el cerro y todos los kakaullaris, los que pertenecían a una antigua generación y que, más tarde, se transformarían en rocas y en plantas.

— ¿Están de acuerdo los dioses y los kakaullaris? —preguntó el Niño Buboso.
—Estamos todos de acuerdo.

Nombramiento de cargos

El Niño Buboso con toda solemnidad dijo entonces:

—Tú, Tamatz Kallaumari, ocuparás el oriente; Ushikuikame el sur; Watemukame el norte; Tatei Nariwame el poniente y tú, padre mío Tate’warí, te quedarás en el centro del mundo.

Y le entregó un bastón a Itzú diciéndole:

—Tú permanecerás con Tatewari en el Medio Mundo y serás gobernador.

Después tomó una vara, la vara del capitán, y se la dio a otro hombre de los que allí estaban. Y dijo:

—Tú serás el capitán y siempre andarás a la derecha del gobernador. Y tú —dijo a otro de los asistentes dándole una nueva vara— tú serás alcalde y siempre andarás a la izquierda del gobernador.

Tomó luego una tercera vara, se la dio a un tercer hombre que eligió y le dijo:
—Tú serás comisario y siempre andarás detrás del gobernador.

El destino de un niño

El Niño Buboso sabía que había llegado la hora de que naciera el Sol. Una vez terminada la ceremonia para nombrar los cargos, pidió a los presentes que encendieran velas. Les explicó que las velas encendidas le ayudarían a subir en el cielo (es por esto que se encienden velas durante las fiestas, al amanecer, cuando aparece el sol en el oriente: para ayudarlo a subir).

Entonces dijo a sus compañeros de juego:

—Ahora que todos ocupan sus lugares, quiero ponerme de acuerdo con ustedes, compañeros míos, hombre/guajolote, hombre/codorniz, hombre/guacamaya, hombre/perico: les pido que se queden en el centro del mundo para que, cuando yo inicie el largo viaje que emprenderé, ustedes me digan si oyen o si no oyen mi paso.

Y se despidió de todos diciendo:

—Ha llegado el momento del sacrificio, ha llegado el momento de morir. Tamatz, bisabuelo mío, Cola de Venado, Hermano Mayor, no me quites la vista de encima. Mírame siempre, padre mío.
Brincó sobre la lumbre de sur a norte, de norte a sur, de oriente a poniente y de poniente a oriente. Entonces se metió en medio del fuego. 
El viento y las enfermedades

En ese momento se produjo un gran remolino. Nunca se había sentido jamás un viento más fuerte. El remolino arrastró las enfermedades del cuerpo del Niño Buboso y salpicó con ellas a las autoridades que contemplaban los hechos con asombro: les arrojó las enfermedades en las caras y en los cuerpos. A Itzú le pegó catarro, al capitán mal de ojo, pulmonía al alcalde, viruela al comisario. Fue entonces cuando aparecieron las enfermedades en el mundo, por primera vez.

El paso del Sol

En su andar y pasado el tiempo, el Niño Buboso cruzó Shewitemaká, el primer mar; cruzó Jutariakamaká, el segundo mar;cruzó Jairakamaká, el tercer mar: Pero ninguno de sus amigos hombres/animal escucharon su paso. Entonces, todos se fueron a Le’unar, en el Cerro Quemado y cuando el Niño Buboso cruzó Nauriakamaká, el cuarto mar, todos oyeron con claridad su paso. Feliz cantó el gallo, felices cantaron los pájaros y todos dijeron lo que estaban oyendo.
A las cinco de la mañana el Niño Buboso cruzó Aushiviriamaká, el quinto mar, un mar hirviente de espumas, y esta vez todos lo oyeron y todos respondieron hablando a su manera: hubo bandadas de verdes pericos, de guacamayas, de codornices y de aves marinas que se alzaban de las espumas del mar y volaban hacia el Sol naciente tratando de ayudarlo a subir, con su canto.

El nombre del Sol

Todos se dirigían al Sol, los venados, los jaguares, la ardilla, el conejo, las serpientes. Pero, como no tenía nombre todavía, no sabían cómo dirigirse a él, no sabían cómo nombrarlo.
Fue entonces cuando se escuchó el graznido del guajolote que decía: “¡Weshicoa, tao, tao!". “¡Nuestro padre, el Sol”! Y desde ese día, Tao es el nombre del sol y Tao se le sigue llamando.

El calor del Sol

Más de pronto, todos se dieron cuenta de un peligro: el calor del Sol era insoportable, nopodía subir más en el cielo. Los kakaullaris se fundieron, se aplastaron y quedaron convertidos en lo que ahora conocemos como piedras kakaullaris; las lagartijas, las iguanas y los escorpiones se metieron despavoridos abajo de las rocas; la víbora prieta se echó al agua para salvarse; los jaguares corrieron a ocultarse en las cavernas. Entonces, Tamatz Kallaumari dijo:

—Nuestro Padre Solestá muy bajo. Yo trataré de subirlo con mis cuernos. —Y lo empujó un poco preguntando — ¿Así está bien?

— ¡No, no!, nos estamos ahogando de calor, súbelo otro poco.

Tamatz subió a Tao, cuatro veces más y, a la quinta, disminuyó por fin la fuerza del Sol.
Así fue como, después de tantos ensayos, después de tantos intentos, después de tantos fracasos, los formadores vieron por fin realizado su proyecto: el mundo tenía ahora Fuego, Luna y un Sol resplandeciente que todo lo alumbraba. 

EL ORIGEN DEL HOMBRE Y DE LA MUJER WIXARITARI

Con el paso de miles y miles de años y cuando ya había sido creada la luz, cuando el Sol ya lucía alto en el cielo y la Luna brillaba cambiando de forma y de tamaño de manera habitual, hubo en el mundo una persona/animal que logró conservar la figura humana: era Watakame.

El diluvio se anuncia

Watakame era unhombre joven, un labrador que salía diariamente al campo, a preparar su coamil (su milpa). Para esto, tenía que tumbar muchos árboles, para hacer un claro, porque en aquellos tiempos, la región estaba poblada por espesos bosques.

Pero algo extraño sucedía: tiraba y tiraba árboles y, a la mañana siguiente ¡los árboles estaban nuevamente en pie! Tenía que averiguar lo que sucedía.

Al quinto día, se escondió entre la maleza y se puso a ver qué pasaba en su coamil. Al poco tiempo, apareció una anciana con una vara en la mano. No venía de ningún lado, se levantó del suelo, en medio del claro. Entonces, la viejecita

* Señaló con su vara hacia Tate’ Rapawiye’ma (el sur)
* Señaló hacia Tama’ts O’to Ta’wi y hacia Tāte’Hau’tse Kupu’ri (el norte)
* Señaló hacia Tāte’ Kyewimo’ka y Sakaimo’ka (el oeste)
* Señaló hacia Uwio’tali (el este)
* Señaló hacia Tāte’ Vê’lika Uima’li (arriba) y hacia Tāte’vali (abajo)

¡Y todos los árboles que Watakame había tumbado de inmediato se levantaron! Eljoven entendió por qué su claro siempre se cubría de árboles. Ella era la diosa Nakawe.

Watakame, molesto exclamó:

* ¿Has sido tú quien ha estado deshaciendo mi trabajo todo el tiempo?
* Sí —respondió ella— porque quiero hablar contigo. Estás trabajando en vano. Viene una gran inundación, ya no faltan ni cinco días. Vendrá un viento muy amargo y picante, como el chile. El viento te hará toser. Haz una caja con árbol de salate tan larga como tú y ponle una buena tapa. Lleva contigo cinco granos de maíz de cada color, cinco frijoles de cada color. Lleva fuego contigo y cinco tallos de calabaza para alimentar al fuego. Ah, y lleva también una perra negra.

La navegación

El joven hizo lo queNakawe le había dicho. Al quinto día tenía la caja lista. Adentro, había colocado todo lo que la anciana le había indicado, hasta la perra.

Entonces, se metió en la caja* y la anciana le puso la tapa. Luego calafateó todas las grietas con el pegamento de la planta kwe’tsaka pidiéndole al joven que, desde dentro, le indicara dónde había aberturas. Entonces la anciana se sentó encima de la caja con una guacamaya posada en el hombro. Y empezó el diluvio.

La caja flotó sobre el agua hacia el sur durante un año, hacia el norte durante otro año, hacia el oeste durante otro año y hacia el este durante otro año. Durante el quinto año navegó hacia arriba y fue entonces cuando el mundo entero se llenó de agua.
Por fin, durante el sexto año el agua empezó a bajar. Un día, la caja se detuvo en una montaña, cerca de Toapu’li (Santa Catarina). Hasta nuestros días, la caja todavía está ahí, detenida, todavía los caminantes la pueden ver ahí, en ese sitio.

* Nuestros hermanos wixaritari de Nayarit y Durango cuentan que no hubo una caja, que toda la travesía la hizo el primer hombre montado en un leño con dos ramas que servían como timón. El resto de la leyenda es la misma en Nayarit, en Jalisco y en Durango.

El rescate de la tierra

Watakame quitó la tapa para asomarse y vio que todo el territorio aún estaba lleno de agua. También vio cómo las guacamayas y los pericos hacían valles con sus picos para separar las aguas. Y las aguas comenzaron a correr. Las aves las separaron en cinco mares. Entonces, comenzó a secarse todo y nacieron los árboles y los pastos, ayudados por Tate’ Yuliana’ka (la Madre Tierra).

Nakawe’ se convirtió en viento.
Entonces, cuando todo se puso en orden, el joven hombre siguió con su trabajo de limpiar los campos para coamilar. Vivía con su perra en una cueva y durante el día ella se quedaba en el hogar mientras él iba al campo.

La mujer

Pero algo extraño sucedía, algo inexplicable: cada tarde, cuando regresaba del coamil, encontraba tortillas preparadas para él. Tenía mucha curiosidad por saber quién las hacía y decidió espiar la casa y sus alrededores. En lugar de irse a trabajar, se quedó observando.

Al quinto día, vio cómo la perra se sacaba la piel y la colgaba. Al quitarse la piel, se convertía en mujer. Así, convertida en mujer, se iba al ojo de agua con su guaje o se ponía a moler maíz, en el metate, para preparar las tortillas. ¡Era ella la que las preparaba!

Watakame avanzó con gran cuidado, tomó la piel que estaba colgada y, rápidamente, la tiró al fuego.

* ¡Has quemado mi túnica! —gritó la mujer— y se puso a aullar como un perro. Mientras se quemaba la piel, a ella le ardía el cuerpo.

El hombre, tomó el maíz molido que ella había preparado. Con el maíz cubrió a la mujer y con el agua del nixtamal roció su cuerpo, para refrescarla. El ardor se calmó con el maíz, la túnica de piel se hizo innecesaria y, desde entonces, apareció la mujer sobre la tierra.

El poblamiento de la tierra

Los dos, la mujer y el hombre joven se casaron y tuvieron una familia muy grande. Sus hijos y sus hijas se casaron y el mundo se pobló con personas que, por aquellos tiempos, vivían en cuevas. Son los antepasados.

Como se dispersaron, cada quien hablaba por su parte y así fue como surgieron los diferentes dialectos y, con el tiempo, los diversos idiomas.

Pero Watakame no podía sembrar su maíz, clavaba un palo afilado, hacía un hoyo, depositaba granos y no brotaba nada. Es que estaba usando técnicas de los pueblos vecinos, los mexicaneros. Entonces Watakame le pidió a la Madre de Arriba un palo especial para hacer los hoyos y así sí pudo salir bien el maíz y creció. También sembró frijol y calabaza.

El primer año sembró en el sur y el segundo en el norte; el tercero en el oeste y el cuarto en el este, y al quinto año sembró el maíz en el centro.

Y así, con la presencia del primer hombre y de la primera mujer, con la ayuda de Nakawe, la Madre agua y con la participación de Tate’ Yuliana’ka, la Madre Tierra, los wixaritari, desde el mismísimo centro, poblaron la tierra.

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