ORGANIZACIONES
INICIÁTICAS Y SECTAS RELIGIOSAS
Rene Guenon
El
estudio de las organizaciones iniciáticas es, decíamos más atrás, algo
particularmente complejo, y es menester agregar que se complica aún más por los
errores que se cometen muy frecuentemente sobre este tema, y que implican
generalmente un desconocimiento más o menos completo de su verdadera
naturaleza; entre estos errores, conviene señalar en primer lugar el que hace
aplicar el término «sectas» a tales organizaciones, ya que en eso hay más que
una simple impropiedad del lenguaje. En efecto, en parecido caso, esta
expresión de «sectas» no solo hay que rechazarla porque es desagradable y, porque
al tomarla siempre por su parte mala, parece ser el hecho de adversarios,
aunque, por lo demás, algunos de aquellos que la emplean haya podido hacerlo
sin intención especialmente hostil, por una imitación o por hábito, como hay
quienes llaman «paganismo» a las doctrinas de la antigüedad, sin sospechar
siquiera que no se trata más que un término injurioso y de bastante baja
polémica[1].
En realidad, en eso hay una grave confusión entre dos cosas de orden
enteramente diferente, y esta confusión, en aquellos que la han creado o que la
mantienen, parece no ser siempre puramente involuntaria; esta confusión se debe
sobre todo, en el mundo cristiano e incluso a veces también en el mundo
islámico[2],
a enemigos o a negadores del esoterismo, que quieren así, por una falsa
asimilación, hacer recaer sobre éste algo del descrédito que se atribuye a las
«sectas» propiamente dichas, es decir, en suma a las «herejías», entendidas en
un sentido específicamente religioso[3].
Ahora bien, por eso mismo de que se trata
de esoterismo y de iniciación, no se trata de ninguna manera de religión, sino
más bien de conocimiento puro y de «ciencia sagrada», que, aunque tiene este
carácter sagrado (que no es ciertamente el monopolio de la religión como
algunos parecen creerlo equivocadamente)[4],
por eso no es menos esencialmente ciencia, aunque en un sentido notablemente
diferente del que dan a esta palabra los modernos, que no conocen más que la
ciencia profana, desprovista de todo valor bajo el punto de vista tradicional,
y que procede más o menos, como ya lo hemos explicado frecuentemente, de una
alteración de la idea misma de ciencia. Sin duda, y es eso lo que hace posible
la confusión de que se trata, este esoterismo tiene más relaciones, y de una
manera más directa, con la religión que con cualquier otra cosa exterior,
aunque no sea más que en razón del carácter propiamente tradicional que les es
común; en algunos casos, así como lo indicábamos más atrás, puede incluso tomar
su base y su punto de apoyo en una forma religiosa definida; pero por eso no se
refiere menos a un dominio completamente diferente del de la forma religiosa en
cuestión, con la que, por consiguiente, no puede entrar ni en oposición ni en
concurrencia. Por lo demás, eso resulta también del hecho de que ahí se trata,
por definición misma, de un orden de conocimiento reservado a una elite,
mientras que, por definición igualmente, la religión (así como la parte
exotérica de toda tradición, incluso si no reviste esa forma específicamente
religiosa), se dirige al contrario a todos indistintamente; puesto que la iniciación,
en el verdadero sentido de esta palabra, implica «cualificaciones»
particulares, no puede ser de orden religioso[5].
Por lo demás, sin examinar siquiera el fondo de las cosas, la suposición de que
una organización iniciática pudiera hacer concurrencia a una organización
religiosa es verdaderamente absurda, ya que, por el hecho mismo de su carácter
«cerrado» y de su reclutamiento restringido, estaría muy desaventajada a este
respecto[6];
pero ese no es ni su papel ni su cometido.
Haremos observar seguidamente que quien
dice «secta» dice necesariamente, por la etimología misma de la palabra,
excisión o división; y, efectivamente, las «sectas» son divisiones engendradas,
en el seno de una religión, por divergencias más o menos profundas entre sus
miembros. Por consiguiente, las «sectas» son forzosamente multiplicidad[7],
y su existencia implica un alejamiento del principio, principio del que el
esoterismo, por su naturaleza misma, está al contrario más próximo que la
religión y más generalmente que el exoterismo, incluso exentos de toda desviación.
En efecto, es por el esoterismo por donde se unifican todas las doctrinas
tradicionales, más allá de las diferencias, por lo demás necesarias en su orden
propio, de sus formas exteriores; y, desde este punto de vista, las
organizaciones iniciáticas no solo no son «sectas», sino que son incluso exactamente
lo contrario.
Además, las «sectas», cismas o herejías,
aparecen siempre como derivadas de una religión dada, en la que han tomado
nacimiento, y de la que son por así decir como ramas irregulares. Por el
contrario, el esoterismo no puede derivarse de la religión; allí mismo donde la
toma como soporte, en tanto que medio de expresión y de realización, no hace
otra cosa que ligarla efectivamente a su principio, y representa en realidad,
en relación a ella, la tradición anterior a todas las formas exteriores
particulares, religiosas u otras. Lo interior no puede ser producido por lo exterior,
como tampoco el centro puede ser producido por la circunferencia, ni lo
superior por lo inferior, como tampoco el espíritu por el cuerpo; las
influencias que presiden en las organizaciones tradicionales van siempre
descendiendo y no remontan jamás, como tampoco un río remonta hacia su fuente.
Pretender que la iniciación podría haber salido de la religión, y con mayor
razón de una «secta», es invertir todas las relaciones normales que resultan de
la naturaleza misma de las cosas[8];
el esoterismo es verdaderamente, en relación al exoterismo religioso, lo que el
espíritu es en relación al cuerpo, de suerte que, cuando una religión ha
perdido todo punto de contacto con el esoterismo[9],
ya no queda en ella más que «letra muerta» y formalismo incomprendido, ya que
lo que la vivificaba, era la comunicación efectiva con el centro espiritual del
mundo, y ésta no puede ser establecida y mantenida conscientemente más que por
el esoterismo y por la presencia de una organización iniciática verdadera y
regular.
Ahora bien, para explicar cómo la
confusión que nos dedicamos a disipar ha podido presentarse con suficiente
apariencia de razón como para hacerse aceptar por un gran número de aquellos
que no consideran las cosas más que desde afuera, es menester decir esto: en
algunos casos, parece que ciertas «sectas» religiosas hayan podido tomar
nacimiento por el hecho de la difusión negligente de fragmentos de doctrina
esotérica más o menos incomprendida; pero el esoterismo en sí mismo no podría
ser hecho responsable de esta suerte de «vulgarización», o de «profanación» en
el sentido etimológico de la palabra, que es contraria a su esencia misma, y
que jamás ha podido producirse más que a expensas de la pureza doctrinal. Para
que semejante cosa tenga lugar, ha sido menester que aquellos que recibían
tales enseñanzas las comprendieran bastante mal, a falta de preparación o
quizás incluso de «cualificación», para atribuirles así un carácter religioso
que las desnaturalizaba enteramente. ¿Y no viene siempre el error, en
definitiva, de una incomprehensión o de una deformación de la verdad? Tal fue
probablemente, para tomar un ejemplo en la historia de la edad media, el caso
de los albigenses; pero, si éstos fueron «heréticos», Dante y los «Fieles de
Amor», que estaban en el terreno estrictamente iniciático, no lo eran[10];
y este ejemplo puede ayudar también a hacer comprender la diferencia capital
que existe entre las «sectas» y las organizaciones iniciáticas. Agregamos que,
si algunas «sectas» han podido nacer así de una desviación de la enseñanza
iniciática, eso mismo supone evidentemente la preexistencia de ésta y su
independencia al respecto de las «sectas» en cuestión; y tanto histórica como
lógicamente, la opinión contraria aparece como perfectamente insostenible.
Quedaría por examinar una cuestión: ¿cómo
y por qué han podido producirse a veces tales desviaciones? Eso se arriesgaría
a llevarnos muy lejos, ya que no hay que decir que sería menester, para
responder a eso completamente, examinar de cerca cada caso particular; lo que
se puede decir de una manera general, es que, primeramente, desde el punto de
vista más exterior, parece casi imposible, cualesquiera que sean las
precauciones que se tomen, impedir completamente toda divulgación; y, si las
divulgaciones no son en todo caso más que parciales y fragmentarias (ya que, en
suma, no pueden recaer más que sobre lo que es relativamente más accesible),
las deformaciones que siguen de ellas son mucho más acentuadas. Desde otro
punto de vista más profundo, se podría decir quizás que es menester que tales
cosas tengan lugar en algunas circunstancias, como medio de una acción que se
debe ejercer sobre la marcha de los acontecimientos; las «sectas» también
tienen que jugar su papel en la historia de la humanidad, incluso si no es más
que un papel inferior, y es menester no olvidar que todo desorden aparente no
es en realidad más que un elemento del orden total del mundo. Por lo demás, las
querellas del mundo exterior pierden ciertamente mucha de su importancia cuando
se consideran desde un punto de vista donde se concilian todas las oposiciones
que las suscitan, lo que es el caso desde que uno se coloca en el punto de
vista estrictamente esotérico e iniciático; pero, precisamente por eso, no
podría ser de ninguna manera el papel de las organizaciones iniciáticas
mezclarse a esas querellas, o, como se dice comúnmente, «tomar partido» en
ellas, mientras que las «sectas», al contrario, están comprometidas en eso
inevitablemente por su propia naturaleza, ya que es eso quizás, en el fondo, lo
que constituye toda su razón de ser.
[1] Fabre d’Olivet, en sus Examens des Vers Dorés de Pythagore, dice muy justamente sobre este punto: «El nombre de «pagano» es
un término injurioso e innoble, derivado del latín paganus, que significa un
rústico, un campesino. Cuando el cristianismo hubo triunfado enteramente del
politeísmo griego y romano y cuando, por orden del emperador Teodosio, fueron
abatidos en las ciudades los últimos templos dedicados a los Dioses de las
Naciones, se encontró que los pueblos de los campos persistieron todavía
bastante tiempo en el antiguo culto, lo que hizo llamar por irrisión pagani a
aquellos que les imitaron. Esta denominación que podía convenir, en el siglo V,
a los griegos y a los romanos que se negaban a someterse a la religión
dominante del Imperio, es falsa y ridícula, cuando se extiende a otros tiempos
y a otros pueblos».
[2] El término árabe que
corresponde a la palabra «secta» es firqah, que, como ella, expresa propiamente
una idea de «división».
[3] Se ve que, aunque se trate
siempre de una confusión de los dos dominios esotérico y exotérico, no obstante
hay en eso una considerable diferencia con la falsa asimilación del esoterismo
al misticismo de la que hemos hablado en primer lugar, ya que ésta, que, por lo
demás, parece ser de fecha más reciente tiende, más bien a «anexarse» el
esoterismo que a desacreditarle, lo que es ciertamente más hábil y puede dar a
pensar que algunos han acabado por darse cuenta de la insuficiencia de una
actitud de desprecio grosero y de negación pura y simple.
[4] ¡Hay quienes llegan tan
lejos en ese sentido que pretenden que no hay más «ciencia sagrada» que la
teología!
[5] Se podría objetar a eso
que, como lo decíamos más atrás, también se requieren «cualificaciones» para la
ordenación sacerdotal; pero, en ese caso, no se trata sino de una aptitud para
el ejercicio de algunas funciones particulares, mientras que, en el otro, las
«cualificaciones» son necesarias no solo para ejercer una función en una
organización iniciática, sino para recibir la iniciación misma, lo que es
completamente diferente.
[6] Para la organización
iniciática como tal, por el contrario, no hay más que ventajas en el hecho de
mantener su reclutamiento tan restringido como sea posible, ya que, en este
orden, una extensión demasiado grande es, bastante generalmente, una de las
primeras causas de una cierta degeneración, así como lo explicaremos más adelante.
[7] Esto muestra la falsedad
radical de las concepciones de aquellos que, como eso se encuentra frecuentemente
sobre todo entre los escritores «antimasónicos», hablan de «la Secta », en singular y con mayúscula,
como de una suerte de «entidad» en la que su imaginación encarna todo aquello
hacia lo cual han sentido algún odio; por lo demás, el hecho de que las
palabras lleguen a perder así completamente su sentido legítimo es, lo
repetimos todavía a este propósito, una de las características del desorden
mental de nuestra época.
[8] Un error similar, pero
todavía agravado, es cometido por aquellos que querrían hacer salir la iniciación
de algo más exterior todavía, como de una filosofía por ejemplo; el mundo
iniciático ejerce su influencia «invisible» sobre el mundo profano, directa o
indirectamente, pero por el contrario, aparte del caso anormal de una grave
degeneración de algunas organizaciones, no podría ser influenciado por éste.
[9] Es menester observar bien
que cuando decimos «puntos de contacto», eso implica la existencia de un límite
común a los dos dominios, por el que se establece su comunicación, pero eso no
entraña ninguna confusión entre ellos.
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