viii. ¿TOLERANCIA MASÓNICA?
Uno de los principios fundamentales que más propagan los masones es la tolerancia con todos los que tienen diferentes ideas, opiniones políticas o religión. Pero la verdad es que la experiencia a lo largo de la historia demuestra que eso es sólo propaganda para los incautos, pues siempre han estado involucrados en revoluciones para imponer sus ideales y, al llegar al poder, no han gobernado para todos los ciudadanos, sino de modo especial, para quienes piensan como ellos.
Al ser un grupo de élite en el que siempre han procurado acoger a los nobles y personas importantes de la sociedad y de las fuerzas armadas, han tenido una influencia decisiva en grandes acontecimientos históricos. Concretamente, influyeron poderosamente en el desencadenamiento de la Revolución francesa, cuyos ideales de libertad, igualdad y fraternidad fueron los mismos que los de la masonería. Curiosamente, al desatarse la Revolución, los masones aparecieron ocupando los más altos cargos del Estado.
Pedían libertad contra toda tiranía del rey, del Papa o de cualquier poderoso explotador, pero impusieron un régimen de Terror que, hasta ahora, estremece sólo el pensarlo. Su tolerancia teórica se convirtió en la máxima intolerancia. La guillotina fue inventada por un masón, el doctor Guillotin.
Ningún monarca europeo había cometido jamás semejantes excesos ni tampoco realizado tantas ejecuciones ni encarcelado a tantas personas que, en no pocas ocasiones, eran sólo inocentes que no simpatizaban con la Revolución.
Al fin y a la postre, la Revolución tampoco concluyó con el establecimiento de un sistema político concebido en términos de libertad. Su consumación fue, también, una dictadura militar encarnada en un oscuro militar corso llamado Napoleón. Unas décadas antes, los masones, entre otras cuestiones, habían insistido en su respeto a las autoridades establecidas y en su aprecio por la libertad y tolerancia. Sin embargo, la Revolución, en la que su papel había resultado decisivo y a la que habían identificado con sus ideales, no podía haber tenido consecuencias más diferentes. Desgraciadamente no sería la primera vez[34].
Los que se proclamaban defensores de los derechos humanos quisieron borrar toda huella de cristianismo y destruyeron por puro vandalismo tesoros culturales y artísticos de muchas bibliotecas eclesiásticas y los monasterios de Cluny, Longchamp, la abadía de Lys, los conventos de Saint Germain-des-Prés, Montmartre, Marmoutiers, la catedral de Macon, la de Boulogne-sur-Mer, la Sainte Chapelle de Arras, el castillo de los templarios de Montmorency, los claustros de Conques y otras innumerables obras de arte y de cultura antigua.
En la región de La Vendée cometieron el más grande genocidio de la historia moderna. El historiador Reynald Secher habla de genocidio de todo un pueblo en un territorio de 10.000 kilómetros cuadrados, donde masacraron unas 120.000 personas. Incluso, destruyeron sistemáticamente casas, cultivos y ganado para matar de hambre a los supervivientes. El general masón Westermann (1751-1794) que fue quien venció a losrebeldes, que no aceptaban las nuevas ideas, escribió al gobierno de Paris: La Vendéeya no existe, ha muerto bajo nuestra libre espada, con sus mujeres y niños. Acabo de enterrar a un pueblo entero en las ciénagas y los bosques de Savenay. Ejecutando sus ordenes, he aplastado a los niños bajo los cascos de los caballos y masacrado a las mujeres que así no parirán más bandoleros. No tengo que lamentar ningún prisionero. Los he exterminado a todos[35].
El 10 de junio de 1794 se instituyó el Terror. En París el tribunal revolucionario funcionó ininterrumpidamente. La guillotina trabajaba seis horas al día, despachando 900 muertos al mes. En el transcurso de seis meses de la dictadura de Robespierre fueron encarceladas 500.000 personas, 300.000 confinadas y 16.594 guillotinadas. ¡Qué ironía, los defensores de la libertad, matando sin piedad! Por eso, hay una frase significativa, atribuida a Madame Roland, cuando iba a subir a la guillotina: ¡Libertad, cuántos crímenes se han cometido en tu nombre!
Y la deshumanización de estos revolucionados de ideas masónicas llegó hasta el punto de que con las pieles curtidas de los vencidos hicieron botas para los oficiales. Y hervían los cadáveres para extraer grasa y jabón. Algo sólo superado por las cámaras de gas de los nazis.
Mientras que la revolución soviética respetó las tumbas de los zares, la francesa de 1789 quiso hacer desaparecer toda huella de los reyes. Veinticinco reyes, diecisiete reinas y setenta y un príncipes y princesas fueron sacados de sus tumbas y arrojados a una fosa común, rociados con cal. Los mausoleos de los reyes fueron destruidos. Las 54 cajas de plomo de los féretros de los Borbones fueron fundidas y transformadas en munición. Igual suerte corrieron las esculturas. Las cabezas de las estatuas de los reyes de Francia de Notre Dame de Paris fueron decapitadas y han sido recuperadas hace poco tiempo[36].
Al final de la Revolución, que fue incapaz de crear un nuevo orden social con paz y progreso, llegó la dictadura de Napoleón, al cual se sometieron todos los masones, a pesar de que en sus ideales estaba la lucha contra los tiranos, porque consideran que el poder lo tiene el pueblo y no un rey o dictador. Pero Napoleón los respetó y se sirvió de ellos para sus propósitos políticos. Con la invasión napoleónica se abrieron logias en los distintos países ocupados. Concretamente en España, los masones antipatriotas se pusieron a favor del invasor y se sometieron al nuevo rey José Bonaparte, hermano de Napoleón. El 27 de noviembre de 1809, la Gran Logia de España manifestó públicamente su deseo de servir al nuevo rey francés, diciendo: Hacemos voto por la prosperidad de su reinado y por la conservación de su augusta persona. ¡Viva José Napoleón![37].
Se sabe que algunos de los principales promotores de la independencia de los países latinoamericanos contra España eran masones. El general san Martín dirigió la logiaLautaro creada en Buenos Aires con filiales en Mendoza, Santiago de Chile y Lima para organizar el Ejército de los Andes y expulsar a los españoles. Y al independizarse estos países, los dirigentes masones impusieron leyes anticatólicas en contra del pueblo, masivamente católico. Se apropiaron de muchos bienes de las Congregaciones religiosas, expulsaron a muchos religiosos de sus conventos e impusieron una educación laica.
Simón Bolívar acabó aborreciendo a la masonería y sus ideas, pues el 8 de noviembre de 1828 promulgó un decreto en el que se proscribían todas las sociedades o confraternidades secretas, sea cual fuere la denominación de cada una. La razón que daba era que había acreditado la experiencia tanto en Colombia como en otras naciones, que las sociedades secretas sirven especialmente para preparar trastornos políticos, turbando la tranquilidad pública y el orden establecido y que, ocultando ellas todas sus operaciones con el velo del misterio, hacen presumir fundadamente que no son buenas ni útiles a la sociedad[38].
Un caso muy especial es el de México. Masón fue el emperador Agustín de Itúrbide y también todos los presidentes de la República federal (1824-1835). El dictador Benito Juárez había sido iniciado como masón en 1827 y lo mismo el dictador Porfirio Díaz. En el siglo XX también fueron masones los presidentes Álvaro Obregón (1910-1924), Plutarco Elías Calles (1924-1928), Abelardo Rodríguez (1932-1934) y Lázaro Cárdenas. El episodio más terrible de estos años de dictadura masónica fue la guerra cristera, en la que los católicos se rebelaron contra tantos atropellos a su fe y mantuvieron en jaque al gobierno.
Hubo conversaciones de paz con las altas autoridades eclesiásticas y se llegó a un acuerdo pacífico con la condición de que los rebeldes católicos entregaran las armas. Lo hicieron, confiando en la palabra del presidente y en el acuerdo firmado, pero entonces aprovecharon para asesinar a todos los dirigentes católicos, mancillando así los masones su honor y su palabra. Esta situación intolerante en la vida diaria de los mexicanos, con muchas restricciones para la vida de los católicos, ha durado hasta fines del siglo XX. Un caso más de intolerancia real en contra de sus ideales.
En España, en 1835, el ministro masón Mendizábal fue el que consiguió los decretos de desamortización, declarando bienes nacionales las propiedades de las Comunidades religiosas, suprimiendo los conventos de frailes y reduciendo muchos de religiosas. Esta situación ocurrió también en Portugal con el ministro masón Pombal (+ 1782). En 1917, la Virgen se apareció en Fátima, cuando Portugal estaba dominado por un gobierno masón que había expulsado a las Órdenes religiosas y había confiscado todos sus bienes. Era el año en que la masonería mundial celebraba el bicentenario de su fundación y la Virgen vino a traer esperanza, no sólo a Portugal, sino al mundo entero, contra las fuerzas del mal.
En Italia la lucha contra la Iglesia la protagonizó Garibaldi y sus revolucionarios. Estos revolucionarios italianos, dirigidos por los carbonarios (una sociedad secreta masónica), hicieron más daño al patrimonio artístico italiano en pocos años que en quinientos años de guerra. En las plazas de Italia los ambulantes se calentaban con los libros de las bibliotecas de los conventos o los usaban para envolver la carne o la verdura en los mercados. Muchas iglesias convertidas en depósitos de sal, perdieron así sus magníficos frescos pintados. Aquella burguesía masónica y atea que se decía portadora de la luz y del progreso causó la deforestación de los bosques y destruyó gran parte del patrimonio cultural italiano…
En cambio, la Iglesia ha sido la mayor productora de arte en el mundo y la fuente de la más extraordinaria belleza. En la actualidad, los museos vaticanos son los más visitados de Italia y de los más visitados del mundo.
El gran periodista italiano Vittorio Messori dice: De hecho, si hoy Roma es una gran ciudad y quizás la más hermosa artísticamente hablando, es debido a los Papas católicos que invirtieron mucho dinero para fomentar la cultura y el arte durante siglos. Y cuántas veces intervinieron directamente para salvarla de la destrucción desde los tiempos de Atila hasta los de la segunda guerra mundial[39].
Cuando en España se instaló la segunda República en 1931, los dirigentes de la masonería de otros países les expresaron sus felicitaciones a los masones españoles por su gran victoria, aunque este gobierno fue desastroso por la gran cantidad de injusticias cometidas especialmente contra la Iglesia. Se conservan los telegramas y cartas de felicitación de Chile, República dominicana, Paraguay, Kentucky (USA), México, Panamá, Luxemburgo, Cuba, Checoslovaquia, Ecuador, Francia, Guatemala, Bélgica, Grecia, El Salvador y Puerto Rico[40].
En la Segunda República la comisión para hacer la nueva Constitución estaba formada por 12 no masones y 9 masones[41] y quisieron imponer la disolución de la Compañía de Jesús y la prohibición de que las Órdenes religiosas se dedicaran a la enseñanza. No les importaba la opinión de la mayoría de los españoles católicos, sino de imponer sus ideas de libre enseñanza laica, prohibiendo la enseñanza religiosa y especialmente la supresión de los jesuitas, a quienes siempre han tenido especial enemistad. Además, colocaron a los masones en los puestos claves de gobierno. Había durante el período republicano de 1931, 17 ministros, 17 directores generales, 7 subsecretarios, 5 embajadores y 20 generales[42].
Por todo esto, dice el investigador César Vidal: Del pasado de la masonería sabemos sobradamente que, a pesar de la leyenda rosada (de ser una sociedad benéfica y discreta) ha demostrado una inmensa capacidad para derribar gobiernos y alcanzar el poder. Y que, una vez con los resortes del dominio en sus manos, no pocas veces ha demostrado también una pasmosa incompetencia para solucionar los problemas reales y crear un orden estable, a la vez que una repetitiva corrupción. Sus mensajes han podido ser atrayentes y sugestivos; sus resultados, por regla general, han sido deplorables, cuando no cruentos. En este sentido, la masonería se asemeja a otras utopías de la Historia como el socialismo y el comunismo[43].
Título: ¿Católico y Masón?
Autor: R. Padre Ángel Peña, O. A. R.
Autor: R. Padre Ángel Peña, O. A. R.
Nihil Obstat P. Ignacio Reinares Vicario Provincial del Perú Agustino Recoleto. Imprimatur Mons. José Carmelo Martínez Obispo de Cajamarca (Perú) Lima, Perú
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