LOS HIJOS DE DIOS DESCENDIERON DEL CIELO.
Autor: Herbert Oré B.
Enoc y el propio Génesis mencionan que los hijos de Dios descendieron del
cielo para procrear con las hijas de los hombres (Gen.6:1-2), y Enoc llamó a
esos hijos de Dios "los vigilantes del cielo", porque la misión de
ellos es vigilar al ser humano y protegerlo, sin embargo, un grupo de esos
ángeles decidieron un día descender a la tierra para fornicar con las hijas de
los hombres y engendrar una nueva especie sobre la tierra, una nueva raza de
gigantes, incluso el libro de Enoc menciona el número de esos ángeles malvados
que descendieron a la tierra, sobre el monte Hermón: fueron 200, los cuales
tomaron para sí las mujeres más hermosas del planeta, y de esa unión sexual de
esos ángeles extraterrestres con las mujeres terrestres nació una nueva raza de
GIGANTES de una maldad y violencia indescriptible. Esos "vigilantes del cielo"
que descendieron a la tierra para procrear con las mujeres terrestres enseñaron
a los humanos todo tipo de conocimientos ocultos, hechicerías, y magia
satánica, así como a fabricar todo tipo de armas de guerra para luchar entre
ellos, y de esta manera el mundo de la época antediluviana se llenó de maldad y
de violencia, entonces es cuando el Creador supremo, decidió exterminar a todos
los seres humanos malvados, así como a los gigantes, con un diluvio de agua que
cubrió todo el planeta, y a esos ángeles rebeldes que se corrompieron con las
mujeres de la tierra los encadenó en prisiones abismales, hasta el día del
juicio.
La obra de Enoc desarrolla la historia
contada en Génesis 6 acerca de las impías medidas que tomaron los “hijos de
Dios” (los inmortales ángeles celestiales) para relacionarse físicamente con
las “hijas de los hombres“, las mortales mujeres terrestres, tomando esposas a
su antojo.
El problema realmente comenzó cuando, en
los días de Jared, doscientos Vigilantes descendieron sobre Ardis, la cima del
Monte Hermón. Su líder, Shem-Hazai (o Semyaza), temiendo descender solo a la
tierra de los hombres, logró convencer a 200 ángeles (los Vigilantes) para que
participaran en esta aventura ilícita. Según Enoc no había hembras, el grupo estaba
compuesto solo de individuos machos, y dice que había líderes, a quienes
también se llamaba jefes de decenas.
7 Estos son los nombres de sus jefes:
Shemihaza, quien era el principal y en orden con relación a él, Ar'taqof,
Rama'el, Kokab'el, -'el, Ra'ma'el, Dani'el, Zeq'el, Baraq'el, 'Asa'el, Harmoni,
Matra'el, 'Anan'el, Sato'el, Shamsi'el, Sahari'el, Tumi'el, Turi'el, Yomi'el, y
Yehadi'el. (Enoc 6:7)
Estos ángeles del cielo desarrollaron una
pasión morbosa hacia las hijas de los hombres y un deseo maligno de tener hijos
con ellas:
Los ángeles, hijos de los cielos, las
vieron y las desearon y se dijeron entre ellos: Vamos, escojamos mujeres entre
los hijos de los hombres y engendremos hijos. Entonces, Semyaza, su líder, les
dijo: Temo que quizá no queráis cumplir esa obra; y yo seré, yo solo,
responsable de un gran pecado’ ” (Enoc 6:2-4).
Sobre el Monte Hermón, los Vigilantes
hicieron juramentos y se comprometieron solemnemente a no renunciar hasta haber
culminado su fechoría. Al parecer, sabían muy bien las consecuencias que esta
decisión les traería tanto a ellos como a la humanidad (1º Enoc 6:4-5).8
Pero todos le respondieron: Hagamos todos
unos juramentos y prometámonos todos con un anatema no cambiar de destino, sino
ejecutar realmente ese destino. Entonces todos juntos juraron y se
comprometieron acerca de ello los unos y los otros con un anatema. Todos ellos
eran doscientos, y descendieron sobre Ardis, la cima del monte Hermón (Enoc
7:5-7).
Una vez sellado el pacto, la traición sería
castigada con increíbles horrores. Así lo hicieron. Descendieron y tomaron
esposas de entre las mujeres mortales. Ese fue un pacto que ahora se conmemora
en el nombre dado a ese lugar, escenario de su caída, pues en hebreo la palabra
Hermón, o herem, significa la maldición.
Enoc dice enseguida que ellas quedaron
embarazadas y dieron a luz grandes gigantes, cuya altura era de trescientos
cúbitos, que terminaron consumiendo todas las reservas de los hombres. Y cuando
los hombres no pudieron sustentarlos más, los gigantes se fijaron en ellos y comenzaron
a devorar a los mismos seres humanos.
También comenzaron a pecar contra las aves,
contra las bestias, los reptiles y los peces, y a devorar la carne los unos de
los otros, y a beber su propia sangre. Luego la tierra dirigió su acusación
contra los rebeldes” (1º Enoc 7:10-15).
La estatura de los Nefilim (En la tradición Judía y
Etíope, Nefilim quiere decir "Gente del Cielo"), calculada en
cúbitos, naturalmente es exagerada. Seguramente esta medida fue mencionada solo
para enfatizar que estos hombres poderosos fueron seres de considerable
estatura y enormes apetitos, al grado de volverse contra sus propios familiares
en agresivos actos caníbales.
La mención del pecado contra las aves,
contra las bestias, los reptiles y los peces podría hacer referencia al hecho
de que fueron usados como alimento (hay que recordar que la alimentación
carnívora no estaba permitida en tiempos prediluvianos), o bien que los
gigantes cometieron bárbaros actos sexuales con ellos, o bien ambas cosas.
Uno de los temas más interesantes del Libro
de Enoc en cuanto a la irrupción de los ángeles en la historia humana es el
hecho de que estos rebeldes revelaron a la humanidad una serie de conocimientos
prohibidos.
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