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domingo, 23 de junio de 2013

EL CREADOR DEL MUNDO: CON TICI VIRACOCHA 2-3

EL CREADOR DEL MUNDO:  CON TICI VIRACOCHA 2.
Autor: Herbert Oré B.

Antes que los Incas reinasen, cuentan que en el principio, Wiraccocha creó un mundo oscuro y luego de ordenar el cielo y la tierra creó una raza de gigantes. A estos les mandó que viniesen en paz para que lo sirviesen, mas como no fueron recíprocos con él, los convirtió en piedras, enviándoles a la vez un diluvio general al cual llaman Unu Pachacuti, que quiere decir "el agua que transformó el mundo".(Esta es la versión inca del Diluvio Universal).

Pasado el diluvio y seca la tierra, Wiraccocha determinó poblarla por segunda vez y para hacerlo con más perfección determinó criar luminarias que diesen claridad, para esto fue al gran lago Titicaca y mandó allí que salieran el Sol, la Luna y las estrellas y subiesen al cielo para dar su luz al mundo. Y dicen que la Luna tenía más claridad que el Sol, por lo que este al tiempo que subían le echó un puñado de ceniza en la cara y que desde esa vez quedó la Luna con el color que ahora tiene.



Luego se dirigió a Tiahuanaco y en este lugar dibujó y esculpió en una losa grande todas las naciones que pensaba criar; después de esto, inició su peregrinaje obrando maravillas por el camino de la serranía, mandando salir a los pueblos de sus Pacarinas diciendo: "Gente y naciones oigan y obedezcan que yo les mando salir, multiplicar y henchir la tierra". Y a su vez todos los lugares obedecieron y así unos pueblos salieron de los suelos, otros de los lagos, fuentes, valles, cuevas, árboles, peñas y montes. A la vez que esto sucedía, pintaba a cada pueblo el traje y vestido que habrían de llevar y así mismo dio a cada nación la lengua que habría de hablar, sus cantares y las semillas. Y así en este camino de los Andes y montañas de la tierra fue dando y poniendo nombres a todos los árboles grandes y pequeños, tanto como a sus flores y frutos, mostrando a la gente los que eran buenos para comer y los que no y los que eran buenos para medicina y, asimismo, puso nombre a todas las yerbas e indicó el tiempo en el que habrían de florecer y fructificar. También dio orden a los hombres sobre cómo vivir, hablándoles amorosamente con mucha mansedumbre, amonestándole para que fuesen buenos, y los otros no se hiciesen daño ni se injuriasen; luego les enseñó cómo cultivar; para esto rompía la tierra con la punta de su báculo quedando esta dispuesta para sembrarse, y así con su sola palabra hacía nacer el maíz y los demás alimentos.

Y luego que todo esto pasó, en la dirección Sur, apareció el enviado de Wiraccocha, que era un hombre de crecido cuerpo, el cual en su aspecto y en su persona mostraba gran autoridad, llamándolo Wiraccochan o Tunupa. Vestía una túnica andrajosa que le daba hasta los pies: traía el cabello corto, una corona en la cabeza y un báculo como los que llevaban los sacerdotes y astrónomos antiguos. Dicen también que llevaba a cuestas un bulto en el que transportaba los dones con los que premiaba a los pueblos que lo escuchaban. Y dicen que este hombre tenía gran poder, que de los cerros hacia llanuras y de las llanuras cerros grandes. Hacía también cosas mayores por que dio ser a los hombres y animales, y que, en fin, por su mano vino notable beneficio.

En ese largo peregrinar, dicen que también halló algunas naciones rebeldes que no habían cumplido con su mandato, por lo que los convirtió en piedras, en figuras de hombres y mujeres con el mismo traje que traían. Estas conversiones fueron hechas en Tiahuanaco, Pucara y Jauja. En dichos lugares se encuentran unos bultos de piedras grandes y en algunas otras partes dicen que tienen tamaños casi gigantes.

Y es así como llegó a la provincia de Cacha habitada por los Canas, y éstos, como no lo conocían, salieron armados y dispuestos a matarlo. Entonces Wiraccochan, al observar esta actitud, hizo que cayese fuego volcánico sobre ellos. Y los canas, por el temor de verse quemados, arrojaron sus armas y lo veneraron. Viendo esto, Wiraccochan tomó su báculo y paró el fuego; luego, puso orden entre ellos. En memoria de este hecho le edificaron un suntuoso adoratorio y hoy en día, aún se puede ver el cerro de Cacha con su enorme quemadura que consumió las piedras de tal manera que ellas mismas se hacen testigos de este hecho, por que quedaron tan quemadas que se las pueden levantar como si fuesen madera liviana.

Dicen que después de este suceso llegó al pueblo de Urcos, y subió a un cerro alto desde donde mandó saliesen de él los naturales de Urcos, por lo que con el tiempo le erigieron en este lugar un rico adoratorio, edificando en este un escaño de oro fino y una imagen a semejanza suya.

Luego Wiraccochan prosiguió su camino y llegando a cierto sitio crió a un señor al cual puso el nombre de Alcaviza y al lugar por nombre Cusco; dejando el mensaje que después de este señor vendrían los Incas Orejones a quienes todos respetarían.

Este Wiraccochan a quién los pueblos llamaban también Tunupa, Tarapaca, Wiraccochan pachayachicachan, Bichaycamayoc, Cunacuycamayoc Pachacan; que quiere decir el enviado de Wiraccocha, su fuente, el predicador, el encargado del presente o el conocedor del tiempo, dicen que se dirigió al pueblo del curaca Apotambo (Señor de Tanpu, Tambo u Ollantaytambo), a donde llegó cuando se celebraban unas bodas. Fue en esas circunstancias que el Curaca escuchó sus razonamientos y predicamentos con mucho amor, mas su pueblo no lo hizo así, por lo que Wiraccochan los reprendió con amor afable. Y, luego de esto, en un gesto de reciprocidad, entregó el báculo que portaba y en el que se encontraban grabados todos sus conocimientos, al curaca Apotambo. Pasado esto, en memoria de Wiraccochan labraron una montaña a imagen y semejanza suya, a la cual veneraron muchísimo.

Luego, este Wiraccochan prosiguió su camino haciendo sus obras hasta que llegó a la línea equinoccial cerca al Ecuador, donde queriendo dejar esta tierra, informó a la gente sobre las muchas cosas que habrían de suceder. Les dijo que con el tiempo habrían de venir gente diciendo ser Wiraccochas y a los cuales no les deberían de creer. Y dicho esto se metió al mar caminando por sobre el agua como si fuese su espuma...

Dicen que pasado el tiempo y luego de que el pueblo de Tambo u Ollantaytambo floreció gracias a los conocimientos dejados por Wiraccochan, el báculo dejado por él, se transformó en oro fino en el momento en que nació uno de los descendientes de Apotambo llamado Manco Capac quién vino a ser el primer Inca, y con este báculo de oro pasado los años se dirigió a las partes altas de una serranía para fundar la que con el tiempo sería la capital del Imperio de los Incas: el Cusco.

Viracocha fue siempre recordado por los incas como un dios benevolente, portador de cultura y muy poderoso. En una de las muchas leyendas que aluden a él se menciona un arma en forma de cayado, cuyo poder es ostensible. Al parecer, los acontecimientos habrían tenido lugar en la actual localidad de Caxha, cuando sus habitantes decidieron matar a Viracocha, molestos por su “vestimenta y su porte tan extraño”. Este relato lo realiza el historiador Pedro Sarmiento de Gamboa:

“Ya habían empuñado las armas contra él, cuando, enterado Viracocha de sus perversas intenciones, se arrodilló en un lugar llano, y elevó las manos plegadas y la mirada al cielo; y de lo alto llovió fuego sobre quienes estaban sobre la montaña y quemó todo el paraje; tierra y piedras ardieron como paja. El terror se apoderó de los malvados perseguidores ante aquel espantoso fuego, y corriendo se abalanzaron a donde estaba Viracocha, arrojándose a sus pies en demanda de gracia.”

“Viracocha —continúa narrando Sarmiento de Gamboa—, ganado por la compasión, fue al fuego y lo apagó con su cayado. Pero el monte quedó calcinado y las mismas piedras se habían quedado tan ligeras como consecuencia del enorme calor del fuego, que un hombre podía llevar ahora fácilmente alguna que habitualmente no podría haber transportado un carro, lo cual se puede hoy constatar. Y es cosa prodigiosa de este paraje y monte, que todo haya quedado arrasado en un cuarto de legua; se encuentra en la provincia de Collao.”

Es evidente que el cayado utilizado por Viracocha era de un altísimo poder con el cual pudo desencadenar de inmediato un pavoroso infierno así como sofocarlo.

No es por tanto, antojadizo el motivo que bellamente adorna el friso de la magnífica Puerta del Sol, en la enigmática ciudad de Tiwanaku —“que construyeron en una noche”—, con sus raros seres provistos de alas y con cabeza de gavilán, presididos por el gran dios que sostiene dos cetros que simbolizan su supremacía y cualidad celestial.

Desafortunadamente, es seguro que jamás encontraremos un solo instrumento de ese tipo dejado en alguna parte por dioses olvidadizos. Sin embargo es por todos conocido que Manco Capac tubo una vara de oro puro con el cual busco la tierra donde afincar lo que después sería la capital del Imperio Incaico. La pregunta es ¿Era esta vara el cayado del dios Viracocha?


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