EL CREADOR DEL MUNDO: CON TICI VIRACOCHA 3.
Autor: Herbert Oré B.
Las pocas divergencias que resaltan de estas descripciones, concordantes en cuanto a lo esencial, podrían atribuirse a una tradición diversamente deformada, según la religión, por una larga trasmisión oral, o también a circunstancias de tiempo y de lugar. Nada, por cierto, prohíbe pensar que Tunupa haya podido cambiarse de ropa y dejarse crecer el pelo. Y es lógico que haya envejecido.
Una duda subsiste, no obstante: ¿Se trata de un personaje único, o de varios? Las crónicas nos dan la respuesta: "Fue de largo hacia el Norte... por el camino de la serranía, y nunca jamás lo volvieron a ver", escribe Cieza de León.
Los indios "dicen que, pasados algunos tiempos, volvieron a ver otro hombre semejable al que está dicho, el nombre del cual no cuentan".
Aquí, sin embargo, se plantea un nuevo problema. Betanzos, en efecto, se refiere al mito aymará de la creación del mundo por el Dios Blanco al que menciona con el nombre danés apenas deformado que le daban los quechuas.
Huirakocha —que los españoles escribían Viracocha—, de hvitr, blanco, y goth, dios. Vimos en El Gran Viaje del Dios-Sol que este mito descansaba en la tradición histórica de la llegada al Altiplano de un grupo de vikingos que civilizó la región, y que mito y tradición no siempre estaban bien separados en la mente de los indios. La misma confusión impera en lo que atañe a Tunupa. Pues no cabe duda de que es él a quien Betanzos nos describe con el nombre de Con Ticsi Viracocha, vale decir el del Dios Blanco:
"Era un hombre alto de cuerpo y que tenía una vestidura blanca que le daba hasta los pies, y questa vestidura traía ceñida é que traía el cabello corto y una corona hecha en la cabeza a manera de sacerdote y que andaba destocado y que traía en las manos cierta cosa que a ellos les paree el día de hoy como estos breviarios que los sacerdotes traían en las manos". Esta misma confusión, la señalamos en otro lugar en cuanto a Quetzalcóatl, el Dios Blanco de los Nahuas, que la tradición nos presenta a veces como un guerrero, otras veces como un sacerdote, mientras que los dos personajes están perfectamente diferenciados entre los mayas.
Las naves, balsas o barcos de los collas,
tienen la extraña características de ser balsas de juncos que tenían forma de
grandes barcas. Jamás pueblo alguno, diga lo que diga Thor Heyerdahí, empleó en el mar embarcaciones de este tipo,
pero si se utilizaron en el Nilo, milenios atrás, y en el Lago Titicaca donde
se las puede ver todavía hoy. Se trata realmente de balsas, pues están hechas
de haces de juncos atados unos a otros, sin calafatear. Pero tienen forma de
botes. Más aún: con su proa y su popa alargadas y con su vela cuadrada,- de
lejos se parecen a drakkares. Los indios sólo conocían las balsas chata de
troncos y los botes de totora del Titicaca. Los barcos de los gigantes tenían
la misma forma que estas últimas, por ello dedujeron que estaban hechos del
mismo material y construidos según la misma técnica. Parece que los gigantes en
cuestión no eran más que vikingos.
Pedro Cieza de León en su “Crónica del Perú El Señorío de los Incas” dice:
Diversos cronistas e historiadores dicen
que Wiracocha tenía el pelo ondulado; Ramos, citando el testimonio del
arzobispo Toribio Alfonso Mogrovejo, que su barba era pelirroja. Según
Betanzos, llevaba el pelo corto, con una corona al modo de los sacerdotes,
mientras que Salcamayhua le atribuye una larga cabellera gris y lo presenta
como un anciano. A veces llevaba puesta una "vestidura" o una túnica
con cinturón que "le daba hasta los pies", Betanzos precisa; otras
veces andaba vestido casi como los indios y que llevaba un báculo o bordón, con
un aspecto autoritario y venerable.
Las pocas divergencias que resaltan de estas descripciones, concordantes en cuanto a lo esencial, podrían atribuirse a una tradición diversamente deformada, según la religión, por una larga trasmisión oral, o también a circunstancias de tiempo y de lugar. Nada, por cierto, prohíbe pensar que Tunupa haya podido cambiarse de ropa y dejarse crecer el pelo. Y es lógico que haya envejecido.
Una duda subsiste, no obstante: ¿Se trata de un personaje único, o de varios? Las crónicas nos dan la respuesta: "Fue de largo hacia el Norte... por el camino de la serranía, y nunca jamás lo volvieron a ver", escribe Cieza de León.
Los indios "dicen que, pasados algunos tiempos, volvieron a ver otro hombre semejable al que está dicho, el nombre del cual no cuentan".
Betanzos, por su parte, encargado por el
Virrey don Antonio de Mendoza de estudiar la cuestión, habla, ya en 1551, vale
decir menos de veinte años después del inicio de la Conquista, de los
viracochas, en plural, y relata que su jefe, Con Ticsi Viracocha, había enviado
a dos de ellos al interior del país, uno hacia el Norte y el otro hacia el Sur,
mientras que él mismo iba al Cuzco.
Aquí, sin embargo, se plantea un nuevo problema. Betanzos, en efecto, se refiere al mito aymará de la creación del mundo por el Dios Blanco al que menciona con el nombre danés apenas deformado que le daban los quechuas.
Huirakocha —que los españoles escribían Viracocha—, de hvitr, blanco, y goth, dios. Vimos en El Gran Viaje del Dios-Sol que este mito descansaba en la tradición histórica de la llegada al Altiplano de un grupo de vikingos que civilizó la región, y que mito y tradición no siempre estaban bien separados en la mente de los indios. La misma confusión impera en lo que atañe a Tunupa. Pues no cabe duda de que es él a quien Betanzos nos describe con el nombre de Con Ticsi Viracocha, vale decir el del Dios Blanco:
"Era un hombre alto de cuerpo y que tenía una vestidura blanca que le daba hasta los pies, y questa vestidura traía ceñida é que traía el cabello corto y una corona hecha en la cabeza a manera de sacerdote y que andaba destocado y que traía en las manos cierta cosa que a ellos les paree el día de hoy como estos breviarios que los sacerdotes traían en las manos". Esta misma confusión, la señalamos en otro lugar en cuanto a Quetzalcóatl, el Dios Blanco de los Nahuas, que la tradición nos presenta a veces como un guerrero, otras veces como un sacerdote, mientras que los dos personajes están perfectamente diferenciados entre los mayas.
Confirma esta interpretación una breve
frase del P. Ventura de Salinas y Córdova, secretario del Virrey del Perú en el
siglo XVII , que menciona "las abominaciones de ciertos Gigantes que por
la costa viniera estrecho". Ya en el siglo XVI el P. Miguel Cabello de Balboa
había recogido entre los indios de Chile una narración que contenía la misma
referencia geográfica. Pero no se trataba de gigantes, sino de hombres blancos
de aspecto sacerdotal llegados "de
hacia el estrecho a quien llamamos de Magallanes".
Pedro Cieza de León en su “Crónica del Perú El Señorío de los Incas” dice:
Otras cosas hay más que decir de este Tiaguanaco, que
paso por no detenerme, concluyendo que yo para mí tengo esta antigualla por la
más antigua de todo el Perú. Y así se tiene, que antes que los Ingas reinasen
con muchos tiempos, estaban hechos algunos edificios de éstos, porque yo he
oído afirmar a indios, que los Ingas hicieron los edificios grandes del Cuzco
por la forma que vieron tener la muralla o pared que se ve en este pueblo. Y
aun dicen más, que los primeros Ingas practicaron de hacer su corte y asiento
de ella en este Tiaguanaco. También se nota otra cosa grande y es, que en muy
gran parte de esta comarca no hay ni se ven rocas, canteras, ni piedras donde
pudiesen haber sacado las muchas que vemos. Y para traerlas no debía de
juntarse poca gente. Yo pregunté a los naturales en presencia de Juan de Vargas
(que es el que sobre ellos tiene encomienda) si estos edificios se habían hecho
en tiempo de los Ingas, y riéronse de esta pregunta, afirmando ya lo dicho, que
antes que ellos reinasen estaban hechos, mas que ellos no podían decir ni
afirmar quién los hizo, mas de que oyeron a sus pasados que en una noche
remaneció hecho lo que allí se veía. Por esto, y por lo que también dicen haber
visto en la isla de Titicaca hombres barbados y haber hecho el edificio de
Vinaque semejante gente, digo que por ventura pudo ser que antes que los Ingas
mandasen, debió de haber alguna gente de entendimiento en estos reinos, venida
por alguna parte que no se sabe, los cuales harían estas cosas, y siendo pocos
y los naturales tantos, serían muertos en las guerras.
Por lo menos hasta
aquí, se puede colegir que al Collao a Taipikala (Ombligo del Mundo según
algunos y piedra parada según otros) donde se desarrollo la cultura Tiahuanaco,
llegaron hombres blancos de gran entendimiento después del diluvio, al que
llamaron Con Tici Viracocha y sus emisarios Wiracochaman y Tunupa se encargaron
de organizar el Sur del continente para la posterior llegada de Manco Capac,
que fundaría el Cuzco capital del Imperio Incaico. Asi mismo Wiracocha se
embarco y dejo la promesa de volver.
En suma Wiracocha pudo ser como dicen un vikingo,
un egipcio, un Atlante, un antiguo habitante de Mu, un anunnaki sumerio como
deja entrever Secharia Zetchin, un extraterrestres u otro que trajo sus
conocimientos y tecnología cuya mejor expresión fueron los Incas en esta parte
del continente.
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