ii. LA MASONERIA
Algunos dicen que la masonería es la más noble y grande de todas las Instituciones humanas, que se dedica a inculcar los principios de moral y virtud entre sus miembros. Según un Manual de rito York: La masonería es una escuela, cuyo programa se resume en obedecer las leyes del país y vivir con honor, practicar la justicia, amar a sus semejantes y trabajar sin descanso en bien de la humanidad y por su emancipación progresiva y pacífica[1]. Y sigue diciendo: Su antigüedad se pierde en la noche de los tiempos, es indestructible porque es fuerte… Su misión es exclusivamente humanitaria[2].
Por eso, si se pregunta a los masones cuál es el fin de la masonería, la mayoría de ellos responderá que hacer obras de beneficencia. Otros quizás digan que es tener, de vez en cuando, momentos de reunión con un grupo de amigos, incluso con fiestas incluidas. Otros dirán que es un grupo de estudio filosófico para la superación personal. Hasta aquí todo es bello y maravilloso. Y les hablan a los candidatos, escogidos entre personas pudientes y profesionales, de que el masón es un ciudadano del universo, un caballero consagrado a la defensa de la humanidad. Les hablan de defender la tolerancia y la libertad absoluta de pensamiento o de conciencia, diciéndoles que es una Sociedad abierta a todos los hombres de todas las razas y de todas las nacionalidades, sin importar sus opiniones, creencias o religión. También les hablan de luchar por el progreso de la humanidad contra todo oscurantismo, ignorancia, tiranía, superstición o dogmatismo.
Para ellos, la norma suprema es la razón, aceptar sólo lo que se puede conocer por la razón, de aquí nace un relativismo a ultranza, ya que con la razón, dicen, no se pueden conocer verdades absolutas y definitivas. Todo es relativo para ellos. Por lo cual, nadie puede imponer algo a alguien como verdad definitiva. Es por esto que luchan a brazo partido contra el “dogmatismo” de la Iglesia que cree en verdades sobrenaturales. Hablan mucho de progreso y de construir un Estado y un país moderno, pero entendiendo por modernidad la libertad total de acción, de pensamiento y de conciencia. Recalcan mucho los derechos humanos, basados, no en Dios, sino en la naturaleza, siguiendo un naturalismo radical.
A la vez, dicen ser muy tolerantes con todos, aunque en la práctica, lo desmientan, atacando sin piedad a la Iglesia católica y rechazando la moral cristiana.
Para ellos, decir que es malo el aborto o el adulterio o la eutanasia o las relaciones homosexuales no tiene sentido y, por ello, es comprensible que, al llegar al poder, impongan leyes que favorezcan la libertad total, evitando toda “imposición” de la religión o de la monarquía, pues el pueblo es el único soberano que tiene el poder. Es curioso que, cuando los masones pudieron controlar el poder de Francia después de la Revolución francesa, hicieron la guerra al Papa y a la Iglesia, porque no es una sociedad democrática sino jerárquica; y el Papa no es elegido por voto popular. Por ello, en 1790, en la Constitución civil del clero, se daban normas para que las elecciones de obispos o párrocos fueran hechas por voto popular, incluso de no católicos o ateos. De esta manera, se quería quitar el aspecto sagrado de los sacerdotes y obispos, considerándolos como simples laicos, elegidos por votación popular.
Y, siguiendo este camino, consideran que las verdades que hay que creer deben ser aceptadas por la mayoría. Y así lo hacen ahora en cuestiones como el aborto o la eutanasia, aprobadas democráticamente por votación popular, como si con ello pudiera hacerse bueno lo que es sustancialmente malo. Como si lo legal, fuera automáticamente bueno. Como si la mayoría de votos, pudiera hacer bueno lo que es malo o convertir la mentira en verdad.
Sin embargo, hay que reconocer que muchos católicos sinceros, guiados por el afán de pertenecer a una Institución que suponen de prestigio y en la cual pueden tener amigos que los ayudarán en sus necesidades, entran a formar parte de esta Sociedad sin saber a dónde van. Se les hace jurar, guardar secreto de todo lo que aprendan bajo graves penas, y se les obliga a obedecer sin discusión las decisiones tomadas por mayoría en su logia o a las directrices emanadas de los altos cargos. Por otra parte, si son sinceros, deben reconocer que no conocen la masonería, perteneciendo a los primeros grados, pues cada grado tiene sus secretos y sus reuniones secretas a las que no pueden asistir los de grados inferiores.
¿Cómo puede inscribirse un católico en una Sociedad que atacará a su Iglesia, que le hará creer que todo lo que dice es mentira, que no existen los milagros ni las verdades sobrenaturales y que Cristo no es Dios sino un simple filósofo y maestro de la humanidad? Poco a poco, irán minando su fe, y quizás imponiéndole obligaciones que pueden ir contra su conciencia.
Por esto es muy interesante conocer, como veremos, los testimonios de algunos altos cargos de la masonería, que reconocieron sus errores y se convirtieron después en fervorosos católicos.
Título: ¿Católico y Masón?
Autor: R. Padre Ángel Peña, O. A. R.
Autor: R. Padre Ángel Peña, O. A. R.
Nihil Obstat P. Ignacio Reinares Vicario Provincial del Perú Agustino Recoleto. Imprimatur Mons. José Carmelo Martínez Obispo de Cajamarca (Perú) Lima, Perú
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