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domingo, 1 de abril de 2018

Set y Enoc

Set y Enoc
Herbert Oré 

Cuando uno lee el Tanaj o la Biblia, encontramos dos personajes muy interesantes: Set y Enoc, de quienes haremos un comentario.

En Bereshit o Génesis 4:25 y Bereshit o Génesis 6:2, dice:

Ahdahm (Adán) conoció de nuevo a su mujer, y ella dio a luz a un hijo a quien llamó Shet [otorgado], y dijo: Porque Elohim me ha otorgado sera en lugar de Hevel (Abel), puesto que Kayin (Caín) lo mató.(Bereshit 4:25)

Y conoció de nuevo Adán a su mujer, la cual dio a luz un hijo, y llamó su nombre Set: Porque Dios (dijo ella) me ha sustituido otro hijo en lugar de Abel, a quien mató Caín (Génesis 4:25).

El nombre dado a este hijo, Set, significa "otorgado" o “sustituido” según la fuente.

En tanto que Adán había sido creado sin pecado, a la semejanza de Dios, Set, así como Caín, heredó la naturaleza caída de sus padres. Pero recibió también el conocimiento del Redentor, e instrucción acerca de la justicia.

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Set sirvió y honró a Dios; y trabajó, como Abel lo habría hecho, de haber vivido.

“Y a Set también le nació un hijo, al que puso por nombre Enós. Entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová.” (Bereshit o Génesis 4:26)

Los fieles habían adorado a Dios antes; pero a medida que aumentaba el número de los seres humanos, se hacía más visible la distinción entre dos clases en que se dividían. Había franca lealtad hacia Dios de parte de una clase (los hijos de Set), así como desobediencia de parte de la otra (los hijos de Caín).

Antes de la caída, nuestros primeros padres habían guardado el sábado que había sido instituido en el Edén; y después de su expulsión del paraíso continuaron observándolo.

El sábado fue honrado por todos los hijos de Adán que permanecieron leales a Dios. Pero Caín y sus descendientes no respetaron el día en el cual Dios había reposado. Eligieron su propio tiempo para el trabajo y el descanso, sin tomar en cuenta el mandamiento de Jehová.

La descendencia de Caín y Set.

Luego del asesinato de Abel, Caín se había retirado de la familia de sus padres. Había escogido primeramente el oficio de labrador, y luego fundó una ciudad, a la cual dio el nombre de su hijo mayor Enoc.

Sus descendientes se distinguieron en todo lo referente al progreso terrenal y material. Pero desobedecían a Dios, y se opusieron a sus propósitos hacia el ser humano.

Al homicidio, cuya comisión iniciara Caín, Lamec, su quinto descendiente, agregó la poligamia, y con cínica jactancia, reconoció a Dios tan solo para sacar de la venganza prometida a Caín una garantía de su propia salvaguardia.

Durante algún tiempo los descendientes de Caín y Set permanecieron separadas. Esparciéndose del lugar en que se establecieron primeramente, los descendientes de Caín hacia los llanos y valles donde habían habitado los hijos de Set; y estos, para escapar a la influencia contaminadora de aquellos, se retiraron a las montañas, y allí establecieron sus hogares.

Mientras duró esta separación, los hijos de Set mantuvieron el culto a Dios. Pero con el transcurso del tiempo, se aventuraron poco a poco a mezclarse con los habitantes de los valles. Esta asociación produjo resultados calamitosos.

Atraídos por la hermosura de las hijas de los descendientes de Caín, los hijos de Set desagradaron al Señor uniéndose con ellas en matrimonio. Muchos de los que adoraban a Dios fueron inducidos a pecar mediante los halagos que ahora estaban constantemente ante ellos, y perdieron su carácter peculiar y santo. Al mezclarse con los rebeldes, llegaron a ser semejantes a ellos en espíritu y en obras; menospreciaron las restricciones del séptimo mandamiento, y “tomáron para sí mujeres escogiendo entre todas.”

Los hijos de Set siguieron “el camino de Caín”, fijaron su atención en la prosperidad y el gozo terrenales y descuidaron los mandamientos del Señor.

Los hombres “habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias.” Al contrario, “se envanecieron en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido”.

El mundo antediluviano

Adán vivió casi mil años entre los hombres, como testigo de los resultados del pecado. Con toda fidelidad trató de poner coto a la corriente del mal. Se le había ordenado instruir a su descendencia en el camino del Señor; y cuidadosamente atesoró lo que Dios le había revelado, y lo repetía a las generaciones que se sucedían.

A sus hijos y a sus nietos hasta la novena generación, pudo describir Adán el estado santo y feliz del hombre en el paraíso, y repitiéndoles la historia de su caída, les refirió los sufrimientos mediante los cuales Dios le había enseñado la necesidad de adherirse estrictamente a su ley y les explicó las misericordiosas medidas tomadas para su salvación.

Pero solamente unos pocos prestaron atención a sus palabras. A menudo le hacían amargos reproches por el pecado que había traído tanto dolor a sus descendientes. La vida de Adán estuvo llena de tristeza, humildad y contrición.

Cuando salió del Edén, la idea de que tendría que morir lo hacía estremecerse de terror. Conoció por primera vez la realidad de la muerte en la familia humana cuando Caín, su primogénito, asesinó a su hermano. Lleno del más agudo remordimiento por su propio pecado, y doblemente acongojado por la muerte de Abel y el rechazamiento de Caín, Adán quedó abrumado por la angustia.

Veía cómo por todas partes se extendía la corrupción que iba a causar finalmente la destrucción del mundo mediante un diluvio; y a pesar de que la sentencia de muerte pronunciada sobre él por su Creador le había parecido terrible al principio, después de presenciar durante casi mil años los resultados del pecado, Adán llegó a considerar como una misericordia el que Dios pusiera fin a su vida de sufrimiento y dolor.

No obstante la iniquidad del mundo antediluviano, esa época no fue, como a menudo se ha supuesto, una era de ignorancia y barbarie. Los hombres tuvieron oportunidad de alcanzar un alto desarrollo moral e intelectual. Poseían gran fuerza física y mental, y sus ventajas para adquirir conocimientos religiosos y científicos eran incomparables.

Es un error suponer que porque vivían muchos años, sus mentes alcanzaban tarde su madurez: sus facultades mentales se desarrollaban temprano y los que abrigaban el temor de Dios y vivían en armonía con su voluntad, continuaban aumentando en conocimiento y en sabiduría.

Adán había aprendido del Creador la historia de la creación; él mismo había presenciado los acontecimientos de nueve siglos; y comunicó sus conocimientos a sus descendientes, que aún no tenían libros ni anales escritos; pero disponían de su memoria, que les permitía comprender y retener lo que se les comunicaba, para transmitirlo después a sus descendientes.

Durante varios siglos hubo siete generaciones que vivieron contemporáneamente, y tuvieron la oportunidad de consultarse para aprovechar cada una los conocimientos y la experiencia de las demás. El mundo tuvo la oportunidad de recibir instrucción de Adán y testimonio de la verdad en el huerto de Dios, que durante siglos permaneció entre los hombres.

A la puerta del paraíso, guardada por querubines, se manifestaba la gloria de Dios, y allí iban los primeros adoradores a levantar sus altares y a presentar sus ofrendas. Allí fue donde Caín y Abel llevaron sus sacrificios y en su momento lo hizo también Set.

El escepticismo no podía negar la existencia del Edén mientras estaba a la vista, con su entrada vedada por los ángeles custodios. El orden de la creación, el objeto del huerto, la historia de sus dos árboles tan estrechamente ligados al destino del hombre, eran hechos indiscutibles; y la existencia y suprema autoridad de Dios, la vigencia de su ley, eran verdades que nadie pudo poner en tela de juicio mientras Adán vivió.

El descenso de los hijos de Dios.

En el "Libro de Enoc" se narra como los hijos de Dios descendieron para procrear hijos con las hijas de los hombres.

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Capitulo 6
1 Así sucedió, que cuando en aquellos días se multiplicaron los hijos de los hombres, les nacieron hijas hermosas y bonitas;
2 y los Vigilantes, hijos del cielo las vieron y las desearon, y se dijeron unos a otros: "Vayamos y escojamos mujeres de entre las hijas de los hombres y engendremos hijos". (Esto también se narra en el Tanaj y la Biblia. Bereshit o Génesis 6:1-4)
3 Entonces Shemihaza que era su jefe, les dijo: "Temo que no queráis cumplir con esta acción y sea yo el único responsable de un gran pecado".
4 Pero ellos le respondieron: "Hagamos todos un juramento y comprometámonos todos bajo un anatema a no retroceder en este proyecto hasta ejecutarlo realmente".
5 Entonces todos juraron unidos y se comprometieron al respecto los unos con los otros, bajo anatema.
6 Y eran en total doscientos los que descendieron sobre la cima del monte que llamaron "Hermon", porque sobre él habían jurado y se habían comprometido mutuamente bajo anatema.
7 Estos son los nombres de sus jefes: Shemihaza, quien era el principal y en orden con relación a él, Ar'taqof, Rama'el, Kokab'el, -'el, Ra'ma'el, Dani'el, Zeq'el, Baraq'el, 'Asa'el, Harmoni, Matra'el, 'Anan'el, Sato'el, Shamsi'el, Sahari'el, Tumi'el, Turi'el, Yomi'el, y Yehadi'el.
8 Estos son los jefes de decena.

Capítulo 7
1 Todos y sus jefes tomaron para sí mujeres y cada uno escogió entre todas y comenzaron a entrar en ellas y a contaminarse con ellas, a enseñarles la brujería, la magia y el corte de raíces y a enseñarles sobre las plantas.
2 Quedaron embarazadas de ellos y parieron gigantes de unos tres mil codos de altura que nacieron sobre la tierra y conforme a su niñez crecieron;
3 y devoraban el trabajo de todos los hijos de los hombres hasta que los humanos ya no lograban abastecerles.
4 Entonces, los gigantes se volvieron contra los humanos para matarlos y devorarlos;(Esto tambien esta en el Tanaj y la Biblia Salmos 14:4; Miqueas 3:3)
5 y empezaron a pecar contra todos los pájaros del cielo y contra todas las bestias de la tierra, contra los reptiles y contra los peces del mar y se devoraban los unos la carne de los otros y bebían sangre. 
(También en Jeremías 12:4)
6 Entonces la tierra acusó a los impíos por todo lo que se había hecho en ella. (también en Génesis 6: 5-11,13; Apocalipsis 12: 16)

Capítulo 8
1 Y 'Asa'el enseñó a los hombres a fabricar espadas de hierro y corazas de cobre y les mostró cómo se extrae y se trabaja el oro hasta dejarlo listo y en lo que respecta a la plata a repujarla para brazaletes y otros adornos. A las mujeres les enseñó sobre el antimonio, el maquillaje de los ojos, las piedras preciosas y las tinturas 
2 Y entonces creció la mucho impiedad y ellos tomaron los caminos equivocados y llegaron a corromperse en todas las formas.
3 Shemihaza enseñó encantamientos y a cortar raíces ; Hermoni a romper hechizos , brujería, magia y habilidades afines; Baraq'el los signos de los rayos; Kokab'el los presagios de las estrellas; Zeq'el los de los relámpagos; -'el enseñó los significados; Ar'taqof enseñó las señales de la tierra; Shamsi'el los presagios del sol; y Sahari'el los de la luna, y todos comenzaron a revelar secretos a sus esposas. 
4 Como parte de los hombres estaban siendo aniquilados, su grito subía hasta el cielo.(también en Éxodo 3: 7-9)

Enoc

A pesar de la iniquidad que prevalecía, había un grupo de hombres ennoblecidos y elevados por la comunión con Dios. Eran hombres de gran capacidad intelectual, que habían realizado obras admirables. Tenían una santa y gran misión; desarrollar un carácter justo y enseñar una lección de piedad, no a los hombres de su tiempo, sino también a las generaciones futuras.


Las Escrituras dicen que Enoc tuvo un hijo a los sesenta y cinco años. Después anduvo con Dios durante trescientos años.

En la primera parte de su vida, Enoc había amado y temido a Dios y guardado sus mandamientos. Pertenecía al santo linaje, a los depositarios de la fe, a los progenitores de la simiente prometida. De labios de Adán había aprendido la triste historia de la caída y las gozosas nuevas de la gracia de Dios contenidas en la promesa; y confiaba en el Redentor que vendría.

Pero después del nacimiento de su primer hijo, Enoc alcanzó una experiencia más elevada, una relación más íntima con Dios. Comprendió completamente sus propias obligaciones y responsabilidades como hijo de Dios.

Cuando conoció el amor de su hijo hacia él, y la sencilla confianza del niño en su protección; cuando sintió la profunda y anhelante ternura de su corazón hacia su primogénito, aprendió la preciosa lección del maravilloso amor de Dios hacia el hombre manifestado en la dádiva de su Hijo, y la confianza que los hijos de Dios podían tener.

El andar de Enoc con Dios no era en arrobamiento o en visión, sino en el cumplimiento de los deberes de su vida diaria. No se aisló de la gente convirtiéndose en ermitaño, pues tenía una obra que hacer para Dios en el mundo. En el seno de la familia y en sus relaciones con los hombres, como esposo o padre, como amigo o ciudadano, fue firme y constante siervo de Dios. Y este santo andar continuó durante trescientos años.

Enoc poseía una mente poderosa, bien cultivada, y profundos conocimientos. Dios lo había honrado con revelaciones especiales; sin embargo, por el hecho de que estaba en continua comunión con el cielo, y reconocía constantemente la grandeza y perfección divinas, fue uno de los hombres más humildes. Cuanto más íntima era su unión con Dios, más profundo era el sentido de su propia debilidad e imperfección.

Afligido por la maldad creciente de los impíos, y temiendo que la infidelidad de esos hombres pudiera aminorar su veneración hacia Dios, Enoc eludía el asociarse continuamente con ellos, y pasaba mucho tiempo en la soledad, dedicándose a la meditación y a la oración. Así esperaba ante el Señor, buscando un conocimiento más claro de su voluntad a fin de cumplirla.

Por medio de ángeles, Dios reveló a Enoc su propósito de destruir al mundo mediante un diluvio, y también le manifestó detalles adicionales del plan de la redención.

Enoc había estado preocupado acerca de los muertos. Le había parecido que los justos y los impíos se convertirían igualmente en polvo, y que ese sería su fin. No podía concebir que los justos vivieran más allá de la tumba. 

También vio la corrupción que habría en el mundo. Vio a los justos coronados de gloria y honor, y a los impíos desechados de la presencia del Señor, y destruidos por el fuego. Enoc se convirtió en el predicador de la justicia y dio a conocer al pueblo lo que Dios le había revelado. Los que temían al Señor buscaban a este hombre santo, para compartir su instrucción y sus oraciones.Trabajó públicamente, dando los mensajes de Dios a todos los que querían oír las palabras de advertencia. Su trabajo no se limitó a los descendientes de Set. En la tierra adonde Caín había tratado de huir de la divina presencia, el profeta de Dios dio a conocer las maravillosas escenas que había presenciado en visión.

Enoc condenaba intrépidamente el pecado. Mientras predicaba el amor de Dios a la gente de aquel entonces, y les rogaba que abandonaran sus malos caminos, reprobaba la prevaleciente iniquidad, y amonestaba a los hombres de su generación manifestándoles que vendría el juicio sobre los transgresores.

El Espíritu de Dios hablo por medio de Enoc, y se manifestaba no solo en expresiones de amor, compasión y súplica; pues los santos hombres no hablan únicamente palabras halagadoras. Dios pone en el corazón y en los labios de sus mensajeros las verdades que han de expresar a la gente, verdades agudas y cortantes como una espada de dos filos. El mundo antediluviano rechazó las palabras de amonestación del que anduvo con Dios.

En medio de una vida de activa labor, Enoc mantenía fielmente su comunión con Dios. Cuanto más intensas y urgentes eran sus labores, más constantes y fervorosas eran sus oraciones.

Seguía apartándose, durante ciertos lapsos, de todo trato humano. Después de permanecer algún tiempo entre la gente, trabajando para beneficiarla mediante la instrucción y el ejemplo, se retiraba con el fin de estar solo, para satisfacer su sed y hambre de aquella divina sabiduría que únicamente Dios puede dar.

La iniquidad de los hombres había llegado a tal grado que su destrucción quedó decretada. A medida que los años pasaban, crecía más la ola de la culpabilidad humana, y se volvían más oscuras las nubes del juicio divino. Con todo, Enoc, el testigo de la fe, perseveró en su camino, amonestando, suplicando, implorando, tratando de rechazar la ola de culpabilidad y detener los dardos de la venganza.

Aunque sus amonestaciones eran menospreciadas por el pueblo pecaminoso y amante del placer, tenía el testimonio de la aprobación de Dios, y continuó fielmente la lucha contra la iniquidad reinante, hasta que Dios lo trasladó de un mundo de pecado al gozo puro del cielo.

Había contemplado la ciudad celestial. Había visto al Rey en su gloria en medio de Sión. Su mente, su corazón y su conversación se concentraban en el cielo. Cuanto mayor era la iniquidad, tanto más intenso era su deseo de morar en el hogar de Dios. Mientras permaneció en la tierra, vivió por la fe en el reino de luz.

Durante trescientos años Enoc buscó la pureza del alma, para estar en armonía con el cielo. Durante tres siglos anduvo con Dios. Día tras día anheló una unión más íntima; esa comunión se hizo más y más estrecha, hasta que Dios lo llevó consigo.

Había llegado al umbral del mundo eterno, a un paso de la tierra de los bienaventurados; se le abrieron los portales, y continuando su andar con Dios, tanto tiempo proseguido en la tierra, entró por las puertas de la santa ciudad. Fue el primero de los hombres que llegó allí.

La desaparición de Enoc se sintió en la tierra. La voz de instrucción y amonestación que se había escuchado día tras día se echó de menos.

Hubo algunos, entre los justos y los impíos, que presenciaron su partida; y con la esperanza de que se le hubiese llevado a uno de sus lugares de retiro, los que lo amaban hicieron una diligente búsqueda, así como más tarde los hijos de los profetas buscaron a Elías; pero fue sin resultado. Informaron que no estaba en ninguna parte, porque Dios lo había llevado consigo.

Pero las instrucciones que Dios dio a Adán, repetidas por Set y practicadas por Enoc, despejaron las tinieblas y la tristeza e infundieron en el hombre la esperanza de que, como por Adán vino la muerte, por el Redentor prometido vendría la vida y la inmortalidad.

Por otra parte Enoc narra como los hijos de dios que bajaron del cielo y procrearon con las hijas de los hombres, fueron castigados.

Capítulo 19
1 Después Sariel me dijo: "Aquí estarán los Vigilantes que se han conectado por su propia cuenta con mujeres. Sus espíritus asumiendo muy diversas apariencias se han corrompido y han descarriado a los humanos para que sacrifiquen a demonios y dioses, hasta el día del gran juicio, en que serán juzgados y encontrarán su final".
2 "En cuanto a sus mujeres, las que fueron seducidas por los Vigilantes, se volverán sosegadas".

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Los descendientes de Set y Enoc luego verán la llegada de Noé y serán destruidos junto a los descendientes de Caín, por el diluvio.

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