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jueves, 4 de abril de 2013

LOS DOCE TRABAJOS DE HERCULES 4


Herbert Oré Belsuzarri.

Trabajo 3
Apoderarse de las Manzanas de Oro de las Hespérides
Géminis (21 Mayo - 20 junio)

Este tercer trabajo se da en el signo de Géminis. Y trata del trabajo en el plano físico mientras el aspirante empieza a comprenderse a sí mismo. Antes de poder trabajar en este signo, como siempre, debe haber un proceso mental, a veces muy lento y muy largo, para poder unificar, en el plano físico, el cuerpo y el espíritu.

 

En este trabajo se prueba la sinceridad del aspirante. Porque en él, para lograr las manzanas de la sabiduría, hay que sentir antes un verdadero deseo de ser bueno y de investigar los aspectos de la vida espiritual y practicar la autodisciplina, la meditación y la oración.

De ese modo, el devoto se transforma en un hombre activo porque el deseo hay que bajarlo al mundo de la realización. En el mundo físico es donde adquirimos experiencia. Y ésta es la prueba de Géminis. Porque las causas puestas en el mundo del pensamiento han de manifestarse aquí como realidades. También es aquí donde, mediante los sentidos, el espíritu descubre nuevos campos de conocimiento y nuevas zonas de la existencia a investigar. Es aquí donde se logra el conocimiento que, finalmente se ha de transmutar en sabiduría. Porque el conocimiento es la búsqueda del significado, mientras que la sabiduría es el conocimiento del espíritu.

Sin la comprensión de la forma en que debe aplicarse el conocimiento, fracasamos, porque la comprensión es la aplicación del conocimiento a la luz de la sabiduría, a los problemas de la vida y a la consecución de la meta.

Hércules se enfrenta, pues, al desafío de juntar los dos polos de su ser y coordinar espíritu y cuerpo logrando así la unidad en que se funden los pares de opuestos.

A Hércules se le indica el trabajo a realizar: buscar las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides.
  
La manzana figura mucho en la mitología. En el Edén, Lucifer ofreció una a Eva que, al aceptarla, obtuvo el conocimiento del bien y del mal, es decir, la sabiduría. Es una manera simbólica de exponer la aparición de la mente y de cómo ese nuevo vehículo empezó a funcionar en aquel ser que ni era animal ni era humano.

Pero, con la adquisición de la mente llegó también la conciencia de la propia dualidad, el pensador y lo pensado, la atracción de los pares de opuestos, del espíritu, que es bueno, y la materia que es mala si no se deja dominar por aquél para expresarse a través de ella.

Sólo se le dijeron a Hércules tres datos del problema a resolver: que había un jardín con un árbol en el que crecían las manzanas de oro; que el árbol estaba custodiado por la serpiente de cien cabezas; y que, cuando lo encontrara, encontraría allí a tres hermosas doncellas.

Y, con esos datos, Hércules empezó a explorar el planeta. Primero fue al norte, luego al sur y al este y al oeste, hasta que encontró a Nereo. Hércules le preguntó, pero Nereo nunca daba una respuesta clara y concreta y directa, sino vagas sugerencias o insinuaciones. Por fin, le dijo la dirección en que debía buscar, lo que le hizo volver hacia el sur, es decir, retroceder en el camino ya andado.

En ese camino hacia el sur, Hércules encontró a la serpiente llamada Anteo, con la que hubo de luchar. Anteo era hijo de Poseidón, el dios de las aguas, y de Gea, la Tierra. Por eso, cuando Anteo estaba en contacto con la tierra, su madre, se hacía invencible. Y Hércules, como todos los discípulos, en esa lucha, tuvo que usar su mente y descubrir por qué si Anteo perdía contacto con la tierra se debilitaba.

Y, cuando lo hubo descubierto, le fue fácil mantener a Anteo en el aire y vencerlo. Recordemos que también Moisés tuvo que levantar en el aire la serpiente para defender a su pueblo, atacado por serpientes venenosas.

Pero el aspirante a la vida superior ha de defenderse de otro peligro muy común y que hace caer a muchos candidatos por lo atractivo que resulta y que es el astralismo.

Géminis es un signo común, es decir, variable, y es un signo de aire, es decir, mental. Y, en su búsqueda, tras vencer a Anteo, se tuvo que enfrentar al astralismo, que se ocupa de la apariencia y no de la realidad. Y por eso, su próximo encuentro fue con Busiris.

Busiris era hijo de Poseidón, el dios de las aguas, y de una mortal. Y presumía de ser un gran maestro, de poder indicar a Hércules el camino para llegar a las manzanas de las Hespérides y de ser el depositario de la verdad. Hércules lo creyó y permaneció mucho tiempo con él, admirándolo y olvidando el trabajo pendiente. Lo aceptó como su maestro y guía. Y, cuando Busiris lo tuvo completamente dominado, lo ató al altar del sacrificio y le hizo olvidar a Nereo. Hércules, finalmente despertó de aquella sugestión, se dio cuenta de lo que sucedía y del engaño de que estaba siendo objeto, se liberó, ató en su lugar a Busiris en el altar y siguió su camino en busca de las manzanas. Esta parte de la prueba nos muestra los engaños, retrasos, desalientos y rodeos que contiene el Sendero.

Siguiendo su búsqueda, encontró a Prometeo, atado a una roca y con los buitres devorándole el hígado, que cada día se renovaba, así que Hércules, se desvió de su camino para ahuyentar a los buitres y liberarlo, cosa que hizo.

Y llegó al momento cumbre de la prueba, en el que encontró a Atlas cargando sobre sus hombros el peso del mundo. Tan impresionado quedó Hércules con el enorme esfuerzo que Atlas tenía que hacer para sostener el peso de la tierra que, conmovido, lo sustituyó en tal tarea. Y entonces se produjo el milagro: Atlas fue al Jardín de las Hespérides y, sin impedimento por parte de la serpiente de cien cabezas que las custodiaba y con la colaboración de las tres doncellas, cogió las manzanas de oro y se las entregó a Hércules que, instantáneamente, se vio liberado del peso del mundo y libre de la tarea que se había impuesto por ayudar a aquél.

El problema con el que había que luchar en el signo de Géminis era que el hombre es espíritu y es cuerpo y hay que compensar el yo inferior con el Yo Superior.

Esa dualidad de Géminis está representada en muchas escrituras sagradas. Recordemos sino a Rómulo y Remo (matando el primero al segundo), a Caín y Abel (haciendo lo mismo), a Cástor y Pólux (uno mortal y otro inmortal) y a Ismael e Isaac (uno hijo de la carne y el otro hijo de Dios). Y recordemos las dos columnas a la entrada del templo masónico.

Esta historia del tercer trabajo contiene, pues, la primera lección que todo aspirante debe asimilar: que no se puede aprender nada si no se ha pasado antes por los signos de Aries y de Tauro.

Porque, de otro modo, se caerá en el deseo de poderes y de presumir y, por tanto, en las garras de los Busiris que prometen la verdad sin poseerla y hacen perder el tiempo y el dinero a todos. O sea, que a la realización mística hay que añadir el conocimiento oculto de la realidad.

El encuentro de Hércules con Nereo resulta muy instructivo. Nereo es el símbolo del Yo Superior, el verdadero Iniciado, el Maestro. Una vez puestos en contacto, el Yo Superior se expresará como con un destello fugaz, tan huidizo que el aspirante no será capaz de asirlo.

El Maestro, por serlo, no puede hacer el trabajo por el aspirante y es éste el que ha de encontrar el camino. A lo sumo, le dará alguna vaga insinuación, que él deberá juzgar si es sabia o no, y desaparecerá.

Pero nunca le dará una instrucción directa y definitiva. Hay dos razones para que los verdaderos Maestros o Hermanos Mayores sólo proporcionen un destello de pensamiento o de atención momentánea, que el aspirante ha de tener muy en cuenta:

Primera: El aspirante individual no es de interés personal para el Maestro hasta que haya llegado al punto de haber unido suficientemente su cuerpo y su espíritu, y sea capaz de poder ser utilizado como canal para, a su través, dirigirle pensamientos y sugerencias. A medida que esas sugerencias sean seguidas, le dará más, pero sólo en cuanto se refieran al trabajo que el discípulo ha de realizar en servicio del mundo. Hemos de tener presente esto y recordar que sólo llegaremos a maestros dominando nuestra parte mortal mediante los esfuerzos de nuestro propio espíritu, que es un hijo de Dios y ha de saber sobreponerse, poco a poco, a su hermano mortal..

Segunda: Los cuerpos físicos de los aspirantes no están en condición de soportar la elevada vibración de quienes ya se han realizado. El cuerpo sería destrozado y el cerebro sería sometido a demasiado esfuerzo, si uno de los Maestros hiciera constante contacto con un discípulo, antes de que éste hubiera aprendido a conocer a Nereo como el símbolo de su propio yo superior. Cuando, por nuestros propios esfuerzos, estemos empezando a vivir como espíritus y, cuando, por nuestro propio auto iniciado empeño, estemos aprendiendo a servir y a ser canales de energía espiritual, entonces conoceremos a Nereo más íntimamente; y, casi inevitablemente, nuestro conocimiento del trabajo que los Grandes tienen que hacer, será tan vital y tan real, que renunciaremos a nuestro propio deseo por el contacto y buscaremos sólo levantar la carga que ellos llevan.

Cuando los aspirantes hayan aprendido a olvidarse de ellos mismos para servir, y a perder de vista su egoísmo espiritual ayudando a la humanidad, podrán pasar, como iniciados, a través del Portal del Sendero que conduce de la oscuridad hacia la Luz y de lo ilusorio a lo Real.

Hércules, el discípulo, había sentido el toque del Yo Superior, pero no lo suficiente para permanecer con Nereo. Por eso hubo de regresar hacia el sur, es decir, al mundo. Tuvo que luchar con Anteo, la serpiente (o gigante). Pero, esta vez, no era la serpiente del deseo, sino la de los hechizos del psiquismo inferior, que aparecen en las primeras etapas y atraen, inevitablemente, el interés de los aspirantes.

El aspirante se interesa en la escritura automática, o aprende a sentarse y escuchar "voces", se vuelve astralmente clarividente y clariaudiente, se une a la confusión del plano psíquico, y así cae dentro de las trampas y peligros latentes del astralismo. Y se vuelve negativo, porque está todo el tiempo tratando de oír o ver lo que no es físico.

De un modo u otro, pues, el aspirante que ha dejado a Nereo, se ha de encontrar con la serpiente y tendrá que luchar con ella. Como el mito lo relata, durante largo tiempo Hércules no pudo vencer pero, cuando levantó a la serpiente en el aire, triunfó.

Los aspirantes deberían renunciar a todo interés en los fenómenos psíquicos, y a excluir, tan firmemente como puedan, el plano eterio, hasta que hayan desarrollado el poder de ser intuitivos, y de interpretar sus intuiciones por medio de una mente bien desarrollada, bien provista y bien entrenada.

La próxima etapa de la búsqueda de Hércules es igualmente aplicable a la humanidad en su conjunto. El cayó en las garras de Busiris, que pretendía ser un gran maestro. Y, durante un largo período de tiempo Hércules estuvo cautivo de Busiris sin saberlo. El mundo hoy en día está lleno de maestros; de Busiris que afirman que son iniciados, que son los custodios de la verdad, y que
tienen un camino seguro y cierto de desarrollo que debe, inevitablemente, capacitar al aspirante para realizarse. Pero el verdadero iniciado es conocido por su vida y sus actos; está demasiado ocupado sirviendo a la raza, para perder el tiempo en interesar a la gente sobre sí mismo; y no puede hacer promesas más allá de decir a cada aspirante: "Éstas son las reglas; éste es el camino que todos los santos y Maestros de Sabiduría han recorrido; ésta es la disciplina a la cual has de someterte; y, sólo si tratas de resistir y tener paciencia, alcanzarás la meta." Y esto es, precisamente, lo que ofrece la Filosofía Rosacruz que, desde al principio, anuncia al estudiante que, en su seno, no hay Busiris y que cada cual ha de ser sus propio Maestro.

Hércules se liberó, como lo hacen todos los buscadores sinceros; y habiendo escapado del mundo psíquico y seudo espiritual empezó a servir.

Primero, se liberó a sí mismo bajo el símbolo de Prometeo, el que significa Dios encarnado, liberándolo de la tortura de los buitres de lo antiguo. Hércules se liberó a sí mismo de los buitres del deseo, que por largo tiempo lo habían torturado. Dejó de ser egoísta, y de buscar su propia satisfacción. Prometeo, el Dios interior, podría adelantarse al servicio del mundo y levantar la carga de Atlas.

Después del sacrificio viene la recompensa, y Hércules recibió su gran sorpresa después de liberar a Prometeo. Habiendo abandonado su búsqueda para ayudar al mundo, Atlas fue en su lugar al jardín y le trajo las manzanas de oro, poniéndole en contacto con las tres hermosas doncellas, los tres aspectos del espíritu.

No debemos, pues, olvidar que el camino hacia nosotros mismos discurre, siempre y exclusivamente, a través de actos de amor a los demás.

Tomado de: 

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