por maestroviejo
En la lengua persa antigua, el sánscrito, parece que existió la denominación «uma soona», que se acerca a la noción de «Hijo de Uma», donde «Uma» es el nombre de una diosa lunar .En algunas vasijas griegas, se dibuja a las Amazonas con unos escudos en forma de luna e incluso los griegos las ponían bajo la protección de Artemisa, diosa de la caza y de la Luna. Por similitud fonética, pudieron copiar de este extraño pueblo la denominación «uma soona» como «amazona».
La primera indicación la encontramos en Lisias, que atestigua:«En tiempos antiguos, las Amazonas, hijas de Ares, habitaban cerca del río Termodonte, que corre hacia el Ponto Euxino (Mar Negro). Eran el único de todos los pueblos de su alrededor que portaban armaduras de hierro y fueron las primeras en montar a lomos de los caballos, por lo que tomaban a sus ignorantes enemigos por sorpresa y apresaban a los fugitivos o escapaban de sus perseguidores. Por su valor se les consideraba más bien varones que de sexo femenino. Tanto parecían superar a los hombres en su espíritu de lucha que su naturaleza no les causó desventaja alguna».
Metrodoro el escéptico e Hipsícrates, a quien tampoco falta experiencia en las mencionadas regiones, dicen que las Amazonas vivían cerca de las fronteras de los gargarios en las cumbres septentrionales del Cáucaso, llamadas “Montañas Ceraunias”».
«Las Amazonas pasaban el tiempo aisladas y ocupadas arando, sembrando, plantando, pastoreando sus rebaños y, sobre todo, criando caballos. Las más valientes de entre ellas se dedicaban a cazar a caballo y a ejercitarse en las artes de la guerra». «A todas les era amputado el pecho derecho de niñas, para que pudieran usar su brazo derecho con más facilidad en todo, especialmente para lanzar la jabalina. También empleaban el arco, la espada y un escudo ligero, y preparaban cascos, ropas y cinturones de piel de animal. En primavera, celebraban dos meses, cuando ascendían las montañas vecinas que las separaban de los gargarios. Siguiendo una costumbre antigua, los gargarios también se reunían allí, hacían sacrificios juntamente con las Amazonas y se unían con ellas para procrear. Lo hacían con gran cautela y a oscuras, con discreción, un gargario un Amazona. Cuando se quedaban embarazadas, volvían. Las Amazonas se quedaban con las hembras, pero los niños eran entregados a los gargarios para que los criasen; todo el que recibía un niño se lo quedaba como si fuera suyo a pesar de la incertidumbre de su origen». Alrededor de un milenio es el espacio que podemos suponer con una cierta seguridad para la existencia de las Amazonas. Al menos, éste es el tiempo en que aparecen en los relatos antiguos. Se supone que la guerra de Troya tuvo lugar sobre el 1200 a. C. Homero nos informa en su Ilíada sobre Pentesilea, la princesa de las Amazonas, que encontró la muerte en la guerra. El siguiente encuentro de los griegos con las Amazonas se sitúa en torno al año 700 a. C. En esta ocasión las guerreras avanzaron hasta Atenas y combatieron con Teseo, que había secuestrado a Antíope en mitad de su propia ciudad. Alejandro Magno sometió Asia Menor en la batalla de Isos (333 a. C.), donde conoció a Talestris, la reina de las Amazonas. El río Amazonas de Sudamérica recibió tal nombre cuando los conquistadores se encontraron en la orilla con tribus indias cuyas mujeres colaboraban activamente junto a los hombres en la defensa del territorio.
Metrodoro el escéptico e Hipsícrates, a quien tampoco falta experiencia en las mencionadas regiones, dicen que las Amazonas vivían cerca de las fronteras de los gargarios en las cumbres septentrionales del Cáucaso, llamadas “Montañas Ceraunias”».
«Las Amazonas pasaban el tiempo aisladas y ocupadas arando, sembrando, plantando, pastoreando sus rebaños y, sobre todo, criando caballos. Las más valientes de entre ellas se dedicaban a cazar a caballo y a ejercitarse en las artes de la guerra». «A todas les era amputado el pecho derecho de niñas, para que pudieran usar su brazo derecho con más facilidad en todo, especialmente para lanzar la jabalina. También empleaban el arco, la espada y un escudo ligero, y preparaban cascos, ropas y cinturones de piel de animal. En primavera, celebraban dos meses, cuando ascendían las montañas vecinas que las separaban de los gargarios. Siguiendo una costumbre antigua, los gargarios también se reunían allí, hacían sacrificios juntamente con las Amazonas y se unían con ellas para procrear. Lo hacían con gran cautela y a oscuras, con discreción, un gargario un Amazona. Cuando se quedaban embarazadas, volvían. Las Amazonas se quedaban con las hembras, pero los niños eran entregados a los gargarios para que los criasen; todo el que recibía un niño se lo quedaba como si fuera suyo a pesar de la incertidumbre de su origen». Alrededor de un milenio es el espacio que podemos suponer con una cierta seguridad para la existencia de las Amazonas. Al menos, éste es el tiempo en que aparecen en los relatos antiguos. Se supone que la guerra de Troya tuvo lugar sobre el 1200 a. C. Homero nos informa en su Ilíada sobre Pentesilea, la princesa de las Amazonas, que encontró la muerte en la guerra. El siguiente encuentro de los griegos con las Amazonas se sitúa en torno al año 700 a. C. En esta ocasión las guerreras avanzaron hasta Atenas y combatieron con Teseo, que había secuestrado a Antíope en mitad de su propia ciudad. Alejandro Magno sometió Asia Menor en la batalla de Isos (333 a. C.), donde conoció a Talestris, la reina de las Amazonas. El río Amazonas de Sudamérica recibió tal nombre cuando los conquistadores se encontraron en la orilla con tribus indias cuyas mujeres colaboraban activamente junto a los hombres en la defensa del territorio.
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