por maestroviejo
El Puerto de Cartago es una de las construcciones más espectaculares de la antigüedad y podría ser considerado como la octava maravilla del mundo antiguo sin que desentonara en absoluto con las otra siete. Sin embargo, incomprensiblemente, su existencia es apenas conocida por el gran público y su “popularidad” dista mucho de estar a la altura de Los Jardines Colgantes de Babilonia, El Coloso de Rodas o el Faro de Alejandría por poner algunos ejemplos.
Cartago, fundada por los Fenicios y situada en lo que es la actual Tunez, fue una de las más importantes ciudades de la antigüedad y prueba de ello es que los romanos mantuvieron hasta tres guerras con los cartaginenes(Guerras Púnicas), entre otras razones, para arrebatarles la aplastante hegemonía que mantenía la flota de Cartago en el Mediterráneo.
Los Fenicios fueron durante siglos los dueños absolutos del mar y tanto comercial como militarmente sus naves y marinos no tuvieron rival. En los momentos de mayor apogeo su armada llegó a disponer de más de 300 barcos la mayoría de ellos Quinquerremes, formidables barcos de guerra con cinco filas de remeros.
Interpretación (quizás poco viable) de un Quinquerreme.
Este inmenso poderío naval y comercial necesitaba un centro de operaciones a la altura de las circunstancias y como la ubicación de Cartago era perfecta y dinero no faltaba, los cartagineses construyeron el puerto más asombroso que haya visto el mundo antiguo.
Perfectamente fortificado y protegido, el puerto de Cartago podía albergar hasta 220 grandes barcos en donde podían realizar segura y cómodamente todas las operaciones de carga, descarga o reparaciones que fueran necesarias tanto para buques de guerra como mercantes.
Pero como ya saben algunos de ustedes prefiero, siempre que es posible, dejar que lo cuente alguien que fue testigo (casi) directo de la historia. En este caso se trata de Apiano, autor del siglo IIa.C. y que basó su descripción en un testigo directo de la caída de la ciudad.
Los puertos de Cartago estaban dispuestos de tal modo que los navíos podían pasar de uno a otro; accedían desde el mar por una entrada de unos 21 m de anchura, la cual se cerraba con una cadena de hierro.El primer puerto (zona rectangular), reservado a los mercantes, estaba provisto de numerosos y variados amarres. En medio del puerto interior había una isla. La isla y el puerto estaban bordeados por grandes muelles.A lo largo de estos muelles había hangares, que podían albergar 220 barcos de guerra, y sobre los hangares se levantaron almacenes para los aparejos. Delante de cada hangar se elevaban dos columnas jónicas, que daban a la circunferencia del puerto y de la isla el aspecto de pórtico.En la isla se construyó un pabellón para el almirante, y de dicha construcción partían las señales de las trompetas y las llamadas de los heraldos. Desde ahí, el almirante ejercía su vigilancia.La isla estaba situada enfrente de la entrada y se hallaba a mayor altura: así el almirante veía lo que ocurría en el mar, mientras que los que llegaban de más allá no podían distinguir con claridad el interior del puerto.Los arsenales eran invisibles incluso para los barcos mercantes: éstos estaban rodeados de un muro doble y dotados de puertas, las cuales permitían a los mercantes pasar del primer puerto a la ciudad sin que pudieran atravesar los arsenales.
Hay que decir que los hallazgos arqueológicos confirman casi en su totalidad el relato de Apiano.
A continuación, en este vídeo, pueden ustedes ver una reconstrucción virtual.
Finalmente en al 146 a.C. y tras tres guerras Púnicas, Cartago fue conquistada por Publio Cornelio Escipión Emiliano. La ciudad fue arrasada no dejando piedra sobre piedra (literalmente) y abandonada con la intención de que aquella ciudad, que se atrevió a desafiar hasta tres veces a Roma, desapareciera para siempre de la faz de la tierra y de la memoria de los hombres.
Aspecto actual del puerto de Cartago. Desde el aire aún se diferencia el puerto mercante y el militar, la parte redonda.
Sin embargo, su estratégica situación era demasiado valiosa como para que fuera desperdiciada y fue el propio Julio Cesar en persona quien ordenó que se levantará allí otra ciudad, fundándose al poco tiempo Julia Cartago y reconstruyendo, con algunas variantes, el puerto más formidable de toda la antigüedad.
Puerto romano de Cartago
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