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viernes, 5 de octubre de 2012

HERBERT ORE: LOS CATAROS


LOS CATAROS.
Herbert Oré Belsuzarri

Los cataros son un movimiento cristiano que a lo largo del siglo XII se expandió por toda Europa. En Francia, fueron conocidos como albigenses y en Bulgaria como Bogomilos. Surge como un fenómeno profundamente religioso, como un movimiento que busco organizarse hasta constituirse en una Iglesia Cristiana diferente a la de su tiempo. Se inspiraban en la idea de retornar a la pureza y los ideales de la Iglesia primitiva.

Existen diferencies versiones respecto al origen del catarismo. En una carta datada en 1143, de Everin, preboste de Steinfeld, a San Bernardo, se decía “Quienes fueron quemados nos dijeron, en su defensa, que esta herejía había permanecido oculta hasta nuestros días desde el tiempo de los mártires y que se había mantenido en Grecia y otras tierras”.

El cátaro es célibe y rechazaban los sacramentos. Tampoco aceptaban los textos del Antiguo Testamento, así el culto a las imágenes y reliquias. Se oponían a la Iglesia Romana por considerarla fastuosa. Juzgaban inadecuada la vida de obispos y sacerdotes.

Sostenían cierto dualismo al considerar que el bien y el mal eran esferas separadas. Creían en la transmigración de las almas. Negaban la transustanciación de la Eucaristía (el pan que se convierte en el Cuerpo de Cristo). Negaban la naturaleza humana de Cristo en beneficio de una única naturaleza divina. La Pasión de Cristo y su muerte, no tenían significado alguno. Despreciaban el simbolismo de la cruz.

Los cataros practica el ritual de imposición de manos o “consolament”, que podía ser realizado no solo por los “Buenos Hombres” sino también por mujeres. La imposición de manos se aplicaba a los enfermos.

Dentro del catarismo, las mujeres tuvieron un importante papel dentro de la religión y es muy probable que su presencia en los rituales, convirtieron a los cataros en los protagonistas de una herejía muy significativa para la Iglesia Romana, ya que en tiempos medievales la presencia femenina no era aceptada dentro de lo sagrado.

En efecto, las mujeres cátaras compartían con los hombres la función sacerdotal, e incluso predicaban ante el público femenino. Hombres y mujeres practicaban el rito de la bendición del pan de la santa Oración, lo que sustituía sacramento de la Eucaristía.

Muchas mujeres se unían a los cataros luego de enviudar o incluso, habiendo abandonado a los cónyuges para consagrar su vida a la fe.

Los cataros es decir: los "puros", llamados también albigenses, por­que eran particularmente numerosos en la re­gión de Albi, son célebres sobre todo por la encarnizada lucha que la Iglesia y la Realeza emprendieron contra ellos, exterminándolos por todos los medios. Sus doctrinas, que se dis­tinguen por su pesimismo, son bien conocidas: llevando al extremo la doctrina de los dos prin­cipios del Bien y del Mal, declaraban que el universo entero había sido creado por el Prín­cipe de las Tinieblas, y de ahí concluían en una moral ascética, que condenaba el casa­miento, la generación, y la vida misma, mala en sí, puesto que aprisiona el alma luminosa en la materia tenebrosa. A decir verdad, únicamente los Perfectos estaban sujetos a estricto ascetismo; en cuanto a los simples Auditores, gozaban de una moral más suave. Pa­radójicamente, por lo demás, esos herejes eran, en cierto sentido, mucho más "optimistas" que la Iglesia: al hacer de la Tierra el "Reino de Satanás", los cataros excluían el infierno del más allá, del mundo suprasensible y espiritual;   al   cabo   de   los   tiempos,   todos   los espíritus, luego de pasar por gran número de reencarnacio­nes, quedarían salvados, toda la Luz librada de las Tinieblas. La literatura ocultista atri­buyó a los cataros toda clase de creencias eso­téricas que les eran extrañas. No por eso deja­ban de tener ceremonias y ritos iniciáticos, prácticas diversas que tenían por finalidad se­parar el espíritu de este mundo y librar el al­ma, cautiva de su cuerpo; algunos hasta que­rían conseguirlo bruscamente por la Endura, acto que consistía en dejarse morir de hambre; pero la mayoría se limitaba a los ritos iniciá­ticos propiamente dichos, para lograr alcan­zar la iluminación espiritual por el ascetismo y diversas técnicas que permitían separar mo­mentáneamente el alma del cuerpo. "Los ca­taros tenían ya en el si­glo XII signos de reconocimiento, santo y seña, y una doctrina astrológica."

Debe señalarse que las doctrinas cátaras sobrevivieron a la degolli­na de sus sacerdotes. Los Trovadores, que ha­bían demostrado ser auxiliares fervientes y devotos de la herejía albigense, siguieron pro­pagando en su "gaya ciencia" las ideas pros­critas por la Inquisición.

Durante la Edad Media el esoterismo no dejó de caminar más o menos subterráneamente, a pesar de la lucha encar­nizada emprendida por el Papado contra to­das las herejías. Durante ese dilatado período, hubo gran número de organizaciones iniciáticas, algunas de las cuales trataban de mante­nerse apartadas de las controversias teológicas, como el Compañonaje, otras eran francamen­te anticatólicas y depositarías de doctrinas he­terodoxas. Doctrinas teosóficas de todas cla­ses que se abrevaban en las más diversas fuen­tes, desempeñaron un gran papel: la Cabala o tradición hebraica; las doctrinas iluministas, en que reaparecen las antiguas tradiciones gnósticas; la alquimia y las especulaciones propia­mente herméticas. Las corrientes ocultas de aquel período son aún muy mal conocidas, particularmente sus relaciones con las doctri­nas orientales: es conocido el papel desempe­ñado por las Cruzadas sobre el particular. (Sería interesante, en particular, estudiar los vínculos de la tradición hermética con el sim­bolismo utilizado por las órdenes de Caballe­ría que se constituyeron en el momento de aquellas expediciones: los blasones usan abun­dantemente los colores simbólicos).

TOMADO DE: LAS INICIACIONES A TRAVEZ DE LA HISTORIA.

Herbert Ore - Las Iniciaciones Atravez de La Historia

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