LOS ASSESINOS II
HERBERT ORE BELSUZARRI.
Los assessinos organizaron los Taouq,
corporaciones de constructores que, después de una laboriosa iniciación, estaban
capacitados para levantar templos y castillos con técnicas precisas y que se
remontan, igual que el Templo de Salomón, al antiguo Egipto. En sus estatutos
secretos se recoge; "Allá donde construyáis grandes edificios, practicad
los signos de reconocimiento". Ello nos recuerda a los Templarios y sus
sucesores los francmasones, que actuaban del mismo modo.
Si los Templarios, como todo parece
indicar, aprendieron de los assessinos su organización piramidal, y sus reglas
secretas de la construcción, no sería extraño que también de ellos aprendieran
los conocimientos de la cábala, la gnosis y la alquimia, lo que les propició
alcanzar su peculiar posición en la
Europa medieval cristiana. El saber es poder, y el saber
oculto otorga a quienes lo practican un aura de dioses o demonios. Gran parte
del misterio que envuelve a assessinos y templarios, y más tarde a
francmasones, radica en el conocimiento de ciertos saberes inaccesibles a los
profanos.
Y es en este terreno del saber oculto donde
germinan las leyendas, la hermenéutica que rodea a estas sociedades secretas.
Los iniciados saben que los mensajes que les conducirán al Conocimiento han de
hallarlos entre el simbolismo de la sabiduría antigua, el hermetismo, la cábala
y la gnosis y el sendero que los conducirá hasta él ha sido marcado por los
assessinos, los templarios y la antigua francmasonería.
Para los assessinos la dualidad eran las dos caras de una misma cosa, cielo e infierno eran lo mismo, el bien y el mal no existiría fuera de la virtud de la obediencia ciega al imán.
La segunda mitad de siglo XIII vio el fin definitivo, tanto en Siria como en Persia, del poder político de los assesinos, cuyas fortalezas fueron tomadas por las tropas de los soberanos de esos dos países. Su historia sus secretos, sus escritos y rituales se perdieron en ese siglo XIII, cuando el último Viejo de
Otra rama salida de los
ismaelitas fue la religión de los drusos,
quienes, establecidos en el macizo
del mismo nombre, dieron mucho que
hacer a las tropas francesas de Siria. Los fundadores de la secta fueron
Hakem, sexto jalifa fatimita de Egipto, y su
consejero, el persa Hamza, que
convirtió a los drusos del Líbano a la doctrina (siglo XI). El Libro
sagrado de los drusos es el Kitab-al Híkmat ("Libro de la Sabiduría "). He
aquí, un resumen de sus creencias fundamentales: "Dios es uno; se ha manifestado a los hombres en varias oportunidades por su encarnación, visible por última vez en la persona de Hakem Biamr Alá; Hakem no murió; desapareció para atestiguar la fe de sus
fieles, pero reaparecerá en su gloria y extenderá su imperio sobre el mundo. Sostienen, además, que Dios creó
primero la Inteligencia
universal, y que ésta se reveló a la
tierra en cada una de las
manifestaciones divinas: cuando
Dios se encarnó en Hakem, ella tomó la forma de Hamza. Veamos ahora la
reencarnación: el número de
humanos es siempre
el mismo, y sus almas pasan sucesivamente por diferentes
cuerpos, subiendo o bajando en la escala de los seres, según hayan
observado o descuidado
los preceptos de la verdadera religión y la práctica de sus siete
mandamientos." Los drusos están divididos en
dos clases: los yákil
o "guerreros" y los ákil o "ancianos", únicos admitidos en los Misterios. Para llegar a ákil, el neófito debe salir victorioso de tres pruebas temibles: después de prolongado ayuno, resistir el hambre ante una mesa colmada de manjares apetitosos; luego de cabalgar tres días en el desierto, no tocar una jarra de agua fresca;
en fin, ha de ser capaz de no ceder a la voluptuosidad, durante toda una noche
a solas con una bella mujer.
Como los
drusos y los asesinos, los ansaríes o nusairíes, herejes musulmanes que habitan
la cadena montañosa del mismo nombre (Líbano), proceden de los
ismaelitas. "Los ansaríes creen en un
solo Dios, existente en sí
y eterno: son, pues, unitarios. Afirman, sin embargo, que ese Dios se encarnó siete veces en la persona de Abel, Set, José, Josué, Asaf, Simón (Cefas) y Alí. En cada una de esas manifestaciones, Dios se sirvió de otras dos personas divinas, una de las cuales era emanación de su propia esencia, creada por él, y la segunda era creada por la primera." Fácilmente se adivina la influencia de las gnosis cristianas en toda una serie de especulaciones. En sus Misterios celebran una suerte de misa bajo las apariencias del vino, rito destinado a procurar la iluminación:la Divinidad
se oculta en la luz, pero se manifiesta en el vino, servidor de la
luz" (Abd-el-Nur). Creen en la
metempsicosis: después de cierto número de transmigraciones, las almas de los
creyentes se trasforman en estrellas en el "mundo de Luz". Vemos, pues, como las doctrinas gnósticas tuvieron gran influencia sobre los musulmanes heterodoxos.
y eterno: son, pues, unitarios. Afirman, sin embargo, que ese Dios se encarnó siete veces en la persona de Abel, Set, José, Josué, Asaf, Simón (Cefas) y Alí. En cada una de esas manifestaciones, Dios se sirvió de otras dos personas divinas, una de las cuales era emanación de su propia esencia, creada por él, y la segunda era creada por la primera." Fácilmente se adivina la influencia de las gnosis cristianas en toda una serie de especulaciones. En sus Misterios celebran una suerte de misa bajo las apariencias del vino, rito destinado a procurar la iluminación:
Grados de
iniciación de los ismailitas nazaríes.
Por
lo que sabemos, los ismailitas utilizaron grados de iniciación desde época muy
temprana, quizá desde el período en el que surgieron los qarmatianos o incluso
los Hermanos de la Sinceridad. Pero a finales del siglo XI tales grados fueron
reorganizados por Hasan- i Sabbah, que les dio nuevos nombres, cuando
estableció la secta conocida como los Asesinos.
Al
principio hubo siete grados de iniciación, el primero de los cuales, el de
imán, era hereditario en el sentido de que el imán debía ser necesariamente un
descendiente de AH y Nizar. Los restantes seis grados estaban divididos en
cuatro grupos, según el grado de iniciación al que se perteneciera. Así, la
jerarquía podía dividirse a su vez en los «completamente iniciados», los «parcialmente
iniciados» y los «no iniciados», como sigue:
Grupo
A: descendiente 1 Imán
de
Alí y Nizar
Grupo
B: completamente 2 Da'i 'd-Du'at (jefe da'i)
Iniciados 3
Da'i 'l-Kabir (superior da'i)
4 Da'i (da'i ordinario)
Grupo
C: parcialmente 5 Rafiq (camarada)
Iniciados
Grupo
D: no iniciados 6 Lasiq (partidario)
7 Fida'i (autosacrificado)
De
estos últimos grupos «no iniciados», los lasiq habían hecho juramento de
fidelidad al imán. Tanto los lasiq como los fida'i habían oído hablar de los
misterios de las doctrinas esotéricas y aspiraban ellos, pero los miembros de
estos dos grados no poseían conocimientos más allá de las doctrinas públicas y
exotéricas.
La
figura clave en estas fases de la iniciación es el da'i. Esta figura es en
muchos sentidos característica de Persia, similar en cierto modo a los
misioneros pero de un mayor carácter en cuanto a aprendizaje y conocimientos,
gracias a lo cual era capaz de impresionar a las gentes que conocía y estimular
su curiosidad y su deseo de saber más. Su intención consistía en proporcionar
la información suficiente para «enganchar» al prosélito potencial, para
explicar después que los misterios divinos sólo podían ser desvelados a quienes
hubieran prestado un juramento de fidelidad al imán o representante presente de
Dios sobre la tierra. Ya hemos visto cómo el da'i de Attash utilizó este
procedimiento para atraer a Hasan-i Sabbah hacia la naciente secta ismailita de
Persia.
En su
explicación general sobre los procedimientos utilizados por el da'i, basada en
los escritos del historiador an-Nuwayri, Silvestre de Sacy mostró como el da'i despertaba
el interés en su oyen mediante el planteamiento de preguntas simples, del
estilo de:
¿Por
qué empleó Dios siete días para crear el universo?», o «¿Por qué los Cielos
fueron creados de acuerdo con el número siete, así como las Tierras?». A
continuación preguntaba:
¿No
quieres reflexionar sobre tu propio estado? ¿No deseas meditar ahora atentamente
sobre ello y reconocer que quien te ha creado es sabio, que no actúa por
casualidad, que siempre ha actuado con sabiduría, y que ha sido por razones
secretas y misteriosas por las que ha unido lo que ha unido, y separado lo que
ha separado? ¿Cómo puedes pensar que sea permisible no dirigir tu atención
hacia todas estas cosas, después de haber escuchado las siguientes palabras de
Dios (Qur'an, li, 20-21): «Hay en la tierra
señales para aquellos que creen con una fe firme; y por vuestro propio bien,
¿no estaréis dispuestos a considerarlas?».
Así,
continuaba dando más ejemplos extraídos del Corán, indicando cómo de las
ambigüedades y las preguntas no contestadas de esa obra se podía derivar una
interpretación esotérica.
La
siguiente fase de la tarea del da'i consistía en obtener el juramento de
fidelidad, cuya parte clave adquiría la siguiente forma:
Entonces,
comprométete colocando tu mano derecha sobre la mía y prométeme, con toda clase
de seguridades y con el más inviolable de los juramentos, que nunca divulgarás
nuestro secreto, que no prestarás ayuda a nadie que actúe en contra nuestra,
sea quien fuere, que no nos engañarás, que nos dirás siempre la verdad, y que nunca te aliarás con ninguno de nuestros enemigos
en contra nuestra.
La
naturaleza secreta, herética y política de la secta se ve enfatizada por la
repetida insistencia sobre el hecho de que el neófito no debía actuar nunca
contra la secta en ningún sentido.
Aunque
los detalles de las fases de la iniciación de la que se derivan estos pasajes
proceden de un historiador que escribió hacia el año 1332 sobre los drusos,
podemos suponer que tales procedimientos no diferían mucho de los adoptados por
los Asesinos aproximadamente por el mismo período. La mayor diferencia consiste
en que aquí los grados se habían aumentado de siete a nueve, qui zá para
concordar con las nueve esferas celestiales, es decir, las siete esferas
planetarias, más la esfera de las estrellas fijas y la del Empíreo. Vale la
pena citar todo el pasaje, que tomamos de la narración de E. G. Browne:
Segundo
grado: Al neófito se le enseña a creer que la aprobación de Dios no puede
obtenerse simplemente observando las prescripción del islam, a menos que reciba
del imán, a quien se ha confiado su custodia, la doctrina interna de la que
tales prescripciones no son mas que meros símbolos.
Tercer
grado: Se instruye al neófito en cuanto a la naturaleza y número de los imanes,
y se le enseña a reconocer el significado del número Siete en los mundos
espiritual y material que ellos represetan. De ese modo, el neófito es
definitivamente separado de la Imamiyya de la secta de los Doce, y se le enseña
a considerar a los seis ultimos de sus imanes como personas desprovistas de
conocimieto espiritual e indignas de respeto.
Cuarto
grado: Ahora se le enseña al neófito la doctrina de los Siete Períodos
Proféticos, la naturaleza del Natiq, el Sus o Asas restantes seis Samits (imanes
«silenciosos») que sucedieron al último así como la abrogación que hizo cada Natiq
de la religión de su predecesor. Esta enseñanza implica admitir que Mahoma no
fue el timo de los profetas y que el Quran no es la última revelación hecha por
Dios al hombre (lo que sitúa definitivamente al prosélito al margen de la
órbita del islam). Con Mahoma b. Isma'il, el séptimo y ultimo Natiq, el Qu'im (<<El
que se elevó»), el Sahibu'i-Amr (<<Maeestro de la materia»), se pone fin
a las «Ciencias de los antiguos» (Ulum´l awwalin), y se inaugura la doctrina
esotérica (Batini), la ciencia de la interpretación alegórica (Ta'wil).
Quinto
grado: Aquí se sigue instruyendo al prosélito en la ciencia de los números y en
la aplicación del ta'wil, de tal modo que rechaza buena parte de las
tradiciones, aprende a hablar desdeñosamente del estado de Religión, presta
cada vez una menor atención a la letra de la Escrirura, y procura la abolición
de todas las observancias externas del islam. También se le enseña el
significado del número Doce y el reconocimiento de las doce Hujjas o «Pruebas»
que gobiernan primariamente la propaganda de cada imán. Éstas se hallan
tipificadas en el cuerpo humano por las doce vértebras dorsales, mientras que las
siete vértebras cervicales representan los siete profetas y los siete imanes de
cada uno.
Sexto
grado: Aquí se enseña al prosélito el significado alegórico de los ritos y
obligaciones del islam, tales como la oración, las limosnas, el peregrinaje, el
ayuno y otras similares, convenciéndole de que su observancia externa no es una
cuestión importante y de que pueden ser abandonadas, ya que sólo fueron
instituidas por legisladores sabios y filosóficos como un medio de moderar al
rebaño vulgar y no iluminado.
Séptimo
grado: En éste y en los siguientes grados sólo pueden ser iniciados los da'is dirigentes
que ya han comprendido plenamente la verdadera naturaleza y objetivo de su
doctrina. En este punto se introduce la doctrina dualista de lo preexistente y
de lo subsecuente, destinada en último término a minar la creencia del
prosélito en la doctrina de la unidad divina.
Octavo
grado: Aquí se desarrolla y se aplica la doctrina mencionada últimamente y al
prosélito se le enseña que por encima de lo preexistente y de lo subsecuente
hay un Ser que no tiene nombre, ni atributo, de quien no puede decirse nada y
al que no se puede rendir culto. Este Ser sin nombre parece representar el Zerwan
Akarana (<<el tiempo ilimitado») del sistema zoroastriano, pero... hay
aquí cierta confusión y en el seno del ismailismo fue corriente la existencia
de diversas enseñanzas al respecto, todas las cuales, sin embargo, estaban de
acuerdo en que, según palabras de Nuwayri, «quienes lo adoptaban ya no podían
ser reconocidos más que como dualistas y materialistas». Al prosélito también
se le enseña que un profeta es conocido como tal no por sus milagros, sino por
su capacidad para construir e imponer una especie de sistema que es a la vez
político, social, religioso y filosófico ... Se le enseña además a comprender
alegóricamente el fin del mundo, la resurrección, las futuras recompensas y
castigos y otras doctrinas escatológicas.
Noveno
grado: En éste, el último grado de la iniciación, se ha eliminado prácticamente
todo vestigio de religión dogmática, y el iniciado se ha convertido en un
filósofo puro y simple, libre para adoptar el sistema o la mezcla que sea más
de su gusto.
Este pasaje ilustra claramente hasta qué punto
los ismailit eran heréticos al negar los principios esenciales del islam. Tambien
ilustra los grados de iniciación por los que, según podemos asumir razonablemente,
se obligaba a pasar a un adepto Asesino.
El jefe da'i o
«jefe propagandista» era el Gran Maestre, que llegó a ser conocido como el
«Jefe de la montaña» a través de su título más común de Shayku'l-jabal. De este
título procede la forma incorrecta de «el Viejo de las Montañas», adoptada en
la Europa occidental después de su frecuente uso por parte de los cruzados y de
escritores como Marco Polo. Para proporcionar un cierto marco referencia,
Browne comparó al Da'i Kabir con los obispos, cada una de los cuales era
responsable de un «mar» particular. La mayor parte de los miembros iniciados
eran los da'is, pero en su conjunto la mayoría de los ismailitas pertenecía al
séptimo grupo según los grados de los Asesinos, los fida'is, concepto que se
traduce de modo diverso como «autosacrificados», «los autodevotos» o «los
ángeles destructores», y cuya legendaria lealtad y brutalidad inspiraron leyendas.
Los fida'is fueron los verdaderos «asesinos». (Edward Burman, Los Asesinos, La
Secta de los Guerreros Santos del Islam, Ediciones martinez Roca SA, Barcelona –
España 2002, Pág. 59 al 64).
TOMADO DE: LAS INICIACIONES A TRAVEZ DE LA HISTORIA.
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