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domingo, 15 de enero de 2017

La Torre de Babel

La Torre de Babel
José María Villa.

PROLOGO 

Nuestra civilización, como toda civilización, es un complot.

Muchas de nuestras creencias provienen de nuestro consentimiento en no discutirlas y desviar nuestra mirada de la realidad. Hay cosas que no queremos ver, ni siquiera que otros la nombren. El complot tiende a ocultarnos que hay otro mundo en el mundo en que vivimos, y otro hombre es el hombre que somos. 

Para crecer tenemos que romper el pacto. Nacer de nuevo, mirar con otros ojos, iniciarnos en una nueva vida, pero de nada vale si no somos realistas. Es decir, partir del principio de que no conocemos la realidad. Si empleásemos libremente los conocimientos de que disponemos; si estableciésemos entre éstos relaciones inesperadas; si mirásemos los hechos sin prejuicios, veríamos una realidad diferente. Para romper ese pacto están los otros, los hermanos que tienen una mirada diferente, aquellos que nos plantean la duda de lo que nos dicen nuestros sentidos.

Los integrantes de esta civilización hemos crecido con la idea de que hubo un tiempo dorado en el que toda la humanidad hablaba el mismo idioma y había alcanzado un nivel de conocimientos que le permitió construir una torre muy alta. Pero, según la Biblia, Dios preocupado por el progreso de la humanidad, castigó a los hombres creando diversos idiomas para confundirlos. Al no entenderse, no pudieron continuar la obra y se dispersaron. A partir de ese momento los hombres debían cumplir el mandato de llenar la tierra en lugar de concentrarse en las ciudades y embrutecieron.

Dicha construcción fue realizada en Babel o Babilonia después del Diluvio Universal, para poder refugiarse en un lugar elevado en caso de que el fenómeno se repita. Esto ocurrió cuando se unieron varias tribus para fundar un imperio y designar al primer rey que conoció la humanidad que fue Nimrod.


La torre, cuyos restos fueron descubiertos a principios del Siglo XX, tenía una altura de aproximadamente 90 m y era un edificio piramidal de siete pisos. El último piso tenía instalaciones para el culto, adornadas con ladrillos esmaltados azules, imitando el color del cielo. Para su construcción se utilizaron ladrillos de barro cocido en lugar de piedras, lo que implicaba un elevado conocimiento en el arte de la construcción. 

Vamos a analizar tres aspectos de los muchos que tiene esta leyenda.

1. El nombre de las cosas

La idea de que hubo un tiempo en que todos los hombres hablaban la misma lengua, no es exclusiva del Génesis. La encontramos también, en los viejos escritos hindúes y budistas. Todas las tradiciones dicen que cada cosa y cada criatura tienen su propio nombre verdadero, que expresa su esencia y su papel en el universo.


Para el hombre llamado «primitivo», no hay diferencia entre la cosa y la palabra que expresa la cosa. Hay palabras secretas, demasiado poderosas para ser manejadas por los no iniciados; existen palabras prohibidas; hay palabras que sirven para hacer un hechizo. En su célebre libro, “La rama dorada”, Frazer observa que, en muchas tribus, «el nombre puede servir -igual que los cabellos, o las uñas- para hacer actuar la magia sobre esta persona».

La palabra es más importante de lo que parece, tiene un gran poder para cambiar las cosas. Pero recordemos que nuestras palabras y acciones quedan grabadas y debemos tener cuidado con lo que hagamos y digamos. En otras palabras, ...debemos ser discretos

Es en la importancia de la palabra y en la búsqueda de la palabra perdida donde encontramos una relación con la Masonería. Nuestra historia mítica refiere que hubo un tiempo en que existió una palabra de valor inestimable y con el tiempo acabo por perderse, siendo sustituida por otra. Pero como para la Masonería no hay muerte sin resurrección, la perdida de la palabra implica su recuperación posterior. No importa cual sea esa palabra, pues en realidad es una alegoría al verdadero objeto de la masonería, que es la búsqueda de la verdad. Buscando la verdad es cuando comprendemos que se nos escapa, y entonces aprendemos a tener tolerancia con los errores de los demás y, al hablar, procuremos más bien provocar la reflexión en lugar de querer convencer a toda costa.

2. El autoritarismo

Esta leyenda es muy ilustrativa del enfrentamiento entre los imperios y la resistencia de los pueblos. Los imperios y regímenes autoritarios acompañan su conquista con el lenguaje, la cultura, la religión y la ideología. Hay lenguajes de los imperios y lenguajes de la resistencia. Y los papeles cambian a medida que la historia avanza, llegándose a trastocar los papeles. 

Babilonia fue el primer gran imperio. Sus reyes dominaron a muchos pueblos, les cobraban tributo, les imponían su lenguaje y religión. Eran depredadores de las culturas como lo han sido todos los imperios. Como estrategia de conquista, desterraban a su capital Babilonia a los líderes de la resistencia para separarlos de los sectores populares y debilitar la protesta de la gente. Los imperios, como todo gobierno autoritario, han tratado siempre de establecer como eternas y universales sus verdades. Los reyes babilónicos pretendían que el mundo entero hablara su misma lengua, con las mismas palabras. Este es el sueño de todos los arbitrarios, destruir la diversidad popular. Establecer el más férreo control de lo que se piensa y de lo que se dice. Aspiran a un discurso único, el suyo, el de los poderosos. Nada ha cambiado. Hoy significaría el control de los medios de comunicación. El pensamiento único es el objetivo de los gobiernos autoritarios para imponer la cultura económicamente dominante. 

Las grandes torres, como después las grandes iglesias, y luego los grandes estadios deportivos, eran construcciones orientadas a provocar el temor y encantamiento de la gente. Los babilonios construyeron una torre escalonada con la función de acercar a los sacerdotes o soberanos a los dioses celestiales, para reclamar en nombre de ellos sus deseos y conveniencias apelando a la culpa por los pecados cometidos. Nada ha cambiado. Hoy los cortesanos reclaman en nombre de los desposeídos, apelando a la culpa de los que algo tienen.

El pueblo Hebreo sufrió la conquista, el cautiverio en babilonia de sus dirigentes y la segunda destrucción del templo de Salomón, que era el lugar en la tierra que habían creado para cobijar al Arca de la Alianza. Es natural que cuando escriben en la Biblia su visión de la historia, se revelen contra los babilonios, su idioma y su cultura, al igual que contra la torre de babel, símbolo de la arrogancia y la religión de sus opresores. 

Es por ello, que su Dios castiga el pecado de arrogancia de los opresores quitándole el monopolio de la lengua y del discurso. Por otra parte, pone el progreso de la Humanidad en la separación y diferenciación de los pueblos. Lo cual es lógico, quiere la separación e independencia del pueblo hebreo respecto del babilonio. Eso es el lenguaje de la resistencia.

Los pueblos que han perdurado han sabido defender su cultura, enfrentando el pensamiento único de los grupos dominantes del momento, cuestionando sus certezas. Para hacer eso debemos mirar en nuestro interior, pues allí donde encontramos las dudas, van a aparecer las respuestas. 

3. Humanismo y la Globalización

Esta leyenda nos hace creer que si hay un único lenguaje, seremos más eficientes y viviremos mejor. En la actualidad, el auge de las comunicaciones nos permite tomar conciencia de la unidad de la humanidad y asistimos a un modelo de producción unificado en todo mundo, que está llevando a cabo la integración económica de diferentes países y regiones, haciendo cada vez más estrechos los márgenes de maniobra nacionales. Este modelo produce simultáneamente la integración transnacional y la desintegración nacional y regional.

Los movimientos civilizadores han homogeneizado las diversidades culturales con el argumento falaz del progreso; Creo que debemos respetar lo diferente y comenzar nuestro camino en el punto en que la Globalización lo abandona: el Hombre. Por eso debemos retomar el Humanismo ya que la Globalización es solo un sistema económico que se opone a todo humanismo, en beneficio de la dupla producción-consumo.

Por eso hablamos de una fraternidad universal por encima de toda diferencia racial, religiosa o política. El camino es el de unirnos para participar dentro de las líneas de progreso de la Humanidad, pero sin renunciar por ello, o a cambio de ello, a la originalidad de nuestras convicciones.

Por eso debemos tratar de aprender a vivir juntos, no a pesar de las diferencias, sino gracias a que somos diferentes, intentando otorgar a todos los hombres esparcidos por la faz de la tierra, lo esencial de nuestro lenguaje, claramente expresado en los principios: de tolerancia, libertad, igualdad y fraternidad. Recordando que unidad no significa uniformidad y que puede y debe haber unidad en la diversidad.

http://josemariavilla.blogspot.pe/2011/08/la-torre-de-babel.html

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