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domingo, 29 de enero de 2017

¿Como salir del laberinto?

¿Como salir del laberinto?
José María Villa.


Nuestro hermoso deber es imaginar que hay un laberinto y un hilo. Nunca daremos con el hilo; acaso lo encontraremos y lo perderemos en un acto de fe, en una cadencia, en el sueño, en las palabras que se llaman filosofía...
Jorge Luis Borges

Cuentan las antiguas leyendas que en todas las culturas han habido laberintos en los que los más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Los laberintos representan las dificultades de nuestra vida, con su búsqueda permanente, sus avances y retrocesos y las dificultades que debemos afrontar hasta llegar a lo que creemos es el objetivo.

Por eso, es una figura que está presente en todas las civilizaciones, aun en las mas antiguas, podemos encontrarlos en las espirales y laberintos megalíticos de la prehistoria, en el zigurat babilónico, en los laberintos de las catedrales góticas, en los diseños de nudos de Durero y Leonardo Da Vinci, en el hilo del rosario (sea este árabe, hindú o cristiano), en la Caverna de Platón, en la escalera de Jacob, en el Vía Crucis de los católicos.

En términos generales, "el laberinto" es símbolo de un sistema de defensa de algo precioso o sagrado, que se encuentra en el centro, a donde hay que llegar atravesando puertas, subiendo escaleras, recorriendo galerías, a través de pasillos con muros que impiden el paso. Son las dificultades de la vida.

La espiral, como estructura característica de los laberintos, simboliza tanto el camino evolutivo (en su sentido de desarrollo gradual), como un portal a otras dimensiones u otras vidas. Generalmente creemos que nuestro desarrollo es sólo evolutivo como en la escuela o las etapas de la vida desde niño hasta viejo y no creemos que podemos llegar a atravesar el portal del tiempo.

Todos los obstáculos que se encuentran en el recorrido son los avatares de la vida con sus ilusiones y callejones sin salida. El recorrido es la posibilidad de transformación. El laberinto conduce al interior de uno mismo, donde reside lo más oculto del ser humano. Ese sería nuestro primer objetivo. Como estaba escrito en el templo de Apolo en Delfos: "Conócete a ti mismo".

El premio está reservado al iniciado, aquel que ha realizado un crecimiento personal a través de un proceso de reflexión, de búsqueda interior, de esclarecimiento desarrollado metódicamente, mediante un itinerario de preguntas y respuestas, el desempeño de situaciones y roles, y las responsabilidades que ello implican.

Es necesario observarse en esa situación e ir aprendiendo sobre el comportamiento en diversas circunstancias, muchas veces es necesaria la mirada y el comentario de un tercero, preferentemente un terapeuta o alguien con experiencia.

El símbolo del laberinto está asociado a los rituales de iniciación.

La iniciación a diferencia de la educación que es un proceso evolutivo y racional, está dirigida a la intuición y al instinto, lo que permite tener acceso al conocimiento de uno mismo, que de otro modo es imposible, ya que no se puede acceder al inconsciente desde la razón.

Para ello es necesario aprender a pensar, a razonar por nosotros mismos y luego a creer en lo que nos ha parecido bien de lo que razonamos. El problema es que para hacer eso debemos cambiar la metodología que nos han enseñado desde pequeños, que consiste en primero creer en lo que nos enseñan... y luego... a razonar sobre lo que hemos creído. La escuela tradicional, no enseña el pensamiento crítico. Nos felicitan si aprendemos de memoria lo que nos dicen y somos capaces de repetirlo. 

Una vez que llegamos a conocernos realmente y superadas esas pruebas, llegamos al centro y allí nuestra naturaleza más elevada debe vencer al Minotauro, que es una metáfora de todos los miedos, y que simboliza nuestros instintos más primitivos, recién entonces estaremos en condiciones de obtener el tesoro que buscábamos.

Para las culturas respectivas aquel que ingresa al Laberinto es un héroe. Llamese Hércules, Teseo, Dante, Jasón, Eneas, Osiris, Jacob, Gilgamesh u Orfeo.

Puede parecer que el mayor desafío en el laberinto sea el de encontrar el centro. Pero quizás lo mas difícil sea salir del laberinto para aplicar lo logrado en la vida cotidiana. Esa es la prueba donde fracasan muchos. Generalmente porque están cómodos y no quieren salir de esa zona de confort para enfrentarse al mundo. La fascinación de querer permanecer en la espiral es un riesgo siempre latente.

En el mito Griego, el ejemplo arquetípico es el de Teseo, quien promete a Ariadna (Hija del Rey Minos) que, si logra vencer al Minotauro, la llevará a Atenas y se casará con ella. Ilusionada ante esta promesa, la princesa entrega a Teseo un ovillo mágico que permitía transitar por su interior sin perderse y ella se queda a la entrada del laberinto sujetando el otro extremo; él se interna en el laberinto, mata al monstruo y siguiendo el hilo lo mantenía unido a Ariadna sale para reencontrarse con su amada a quien poco después abandona mientras ella duerme, en un acto de cobardía.

El mismo hilo que permite al héroe entrar y salir del laberinto lo ata después a su salvadora; él rompe esa atadura cuando abandona a Ariadna y huye en silencio rumbo hacia el futuro que le depara su destino de héroe trágico pues, no podía saber que del otro lado del laberinto estaba el otro laberinto, el del tiempo, del que no pudo escapar. El héroe ha fracasado. 

Una vez que se tiene el conocimiento. El conocimiento es exigencia. No es para disfrutar. Es para compartir con otros aquí en la tierra, la tarea que uno aprendió como útil para la humanidad. Ese es el sendero.

Lo extraño es que algunos siguen tomando a Teseo como a modelo seguir, y se vanaglorian de lograr sus objetivos solos, a cualquier precio, perjudicando a otros y no cumpliendo los acuerdos.

La que si tuvo éxito en escapar de los laberintos fue Ariadna, pero sólo después de conocerse a sí misma, y lograr construir y desplegar su identidad.

Pocos hacen hincapié en esta parte de la historia, para ellos el que entró y salió del laberinto fue Teseo, y si bien fracasa allí termina la historia. Pero la historia continúa con una mujer Ariadna, que no es una heroina y sin embargo logra el objetivo y tiene un final feliz.

Ariadna se transmuta a partir del encuentro con Dionisos1, el dios del vino y del éxtasis místico. Después de ser abandonada por Teseo, Ariadna es cortejada por Dionisos y se convierte en su esposa.

Dionisos es el dios transgresor que da paso a lo inesperado, rompe la monotonía y posibilita el surgimiento de lo que había permanecido oculto y reprimido. Por medio de la fiesta y la embriaguez Dionisos nos separa de la línea recta que conduce inexorablemente hacia la muerte, rompe el tiempo lineal y le da al ser humano un nuevo hilo cuya longitud no está sometida a la vara de medir de las Moiras, sino que es el ovillo mágico de su esposa Ariadna, ese hilo interminable que permite desviarse del destino preestablecido y transitar infinitas veces por el laberinto de lo incierto, lo desconocido y lo inconsciente.

Dionisos es la divinidad que reúne y conecta, que lleva a cabo la síntesis de lo heterogéneo.

En la unión de Dionisos y Ariadna hay un intercambio mutuo, él toma el hilo que ella le tiende y llega hasta el centro del laberinto, y ella, que creía conocer el laberinto, se interna otra vez en él con una nueva mirada, propiciada por la conexión entre distintos mundos que Dionisos le muestra y comparte con ella. Ambos se enriquecen con la mirada del otro. Ambos crecen.

Junto a Dionisos, «Ariadna ya no es el alma que aguarda fuera del laberinto mientras otro entra». Es ella misma quien transita todos los laberintos, intenta descifrarlos, darle sentido y vencer a todos los monstruos, que son metáfora de todos los miedos. Ariadna nos recuerda, que el conocimiento profundo de las cosas siempre implica una cierta audacia, pues requiere ir más allá de lo establecido. Y también nos recuerda que es bueno aprender de la mirada del otro, que la necesitamos para comparar y aprender. Allí esta el camino. Primero desaprender, apartarse del camino tradicional, escuchar al otro, al vecino, al amigo, a los mas cercanos, a los seres queridos.

Según el relato mitológico Ariadna muere poco después de su boda con Dionisos, pero el desconsuelo de éste es tan grande que su padre, Zeus, intercede para que Dionisos descienda al mundo subterráneo y rescate a su esposa, que de este modo recibe la inmortalidad. De nuevo el ovillo de Ariadna funciona como un talismán que conecta los dos mundos y le permite adentrarse en la región de Hades y regresar después al mundo de los vivos, saliendo así de un laberinto, el de la muerte, del que muy pocos regresan. Allí donde fracasó Teseo (porque sólo resolvió el tema de está existencia), triunfa Ariana, gracias a que con sus excesos fue más allá de los límites establecidos.
¿Pero cuál es en realidad ese Hilo de Ariadna?

Usaré una metáfora, si bien alejada de la realidad nos será útil. Imaginemos que retrocedemos en el tiempo y que en pocos segundos pasamos de la vejez a la madurez, de la juventud a la niñez, del parto al feto y de éste al embrión. Cada una de estas etapas de vida son distintas modalidades existenciales o manifestaciones de un mismo ser ("espíritu") y todas ellas están unidas por un hilo invisible, a través del tiempo y del espacio, que nos permite conservar nuestra identidad.

Ese hilo somos nosotros mismos. Ahora bien, si nos pudiéramos remontar a otras modalidades o estados, de ese mismo espíritu, pero anteriores al embrión, tendremos entonces la trama genealógica. Si seguimos hasta el final nos encontraremos lógicamente con el espíritu (Ser) propiamente dicho, origen de las modalidades recorridas.

Genealógicas sí, pero ontogenéticas y no filogenéticas. Es decir que no son antepasados (padres, abuelos, etc) sino el mismo Ser ("espíritu") en anteriores manifestaciones existenciales (no se debe confundir a esto con la "reencarnación").

Hemos reunido lo disperso, lo manifestado, de nuestro ser. Nos hemos reintegrado a la fuente de nuestras múltiples existencias. Recorriendo este sendero en sentido inverso, o sea desde el espíritu hacia nuestro actual estado humano.


Bibliografía 
Los Mitos Griegos - Robert Graves
La Ciencia Secreta de los Mapuches - Aukanaw

Notas

1) Dionisos representa la promesa de reunificación de lo disperso porque, según el relato mitológico, cuando era niño fue despedazado por los Titanes y Rea, su abuela, reunió los fragmentos y consiguió hacer revivir a Dionisos y devolverle a su figura primitiva.
2) En el antiguo Egipto, el laberinto era el camino sinuoso que tomaban los muertos en su viaje de la muerte a la resurrección, guiados por Isis. Se tallaron laberintos sobre rocas españolas, inglesas y rusas, se dispusieron como mosaicos en el pavimento de las catedrales francesas (generalmente cerca del baptisterio) y se utilizaron en la decoración de templos indios y de las mezquitas paquistaníes.

Algunos autores interpretan los laberintos como un emblema del camino hacia Jerusalén; otros creen que servían para efectuar peregrinaciones, recorriendo los fieles descalzos o de rodillas, las líneas marcadas en el suelo en compensación de alguna ofrenda de peregrinación que por cualquier causa no pudieran realizar.

Un buen ejemplo de esto lo encontramos en el laberinto de Chartres, cuya longitud es de 260 metros, al igual que el camino que realizó Jesucristo desde la corte hasta el Gólgota, y cuyo centro simboliza a Jerusalén.

Pero una de las más importantes significaciones del símbolo del laberinto está asociado a los rituales de iniciación. Por lo tanto, el laberinto es el símbolo que representa la búsqueda del centro personal, del sí mismo del ser humano. Para el encuentro de tan preciado hallazgo, se requiere de un ritual iniciático que implica la superación, en distintas etapas, de una prueba.

Durante la Edad Media, el laberinto está fuertemente relacionado con el duro camino de los creyentes hacia Dios, el recorrido tortuoso de los caminos enredados y difíciles hasta hallar el centro simbolizaban la participación en los sufrimientos de Cristo en la cruz. El camino del laberinto es el peregrinaje, es la muerte al hombre antiguo, pecador. El hallazgo del centro representa el "Renacer".

En el Renacimiento el ser humano se convierte en el centro del laberinto, como reflejo de las enseñanzas humanistas antropocéntricas.

http://josemariavilla.blogspot.pe/2016/06/como-salir-del-laberinto.html

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