NICOLÁS QUILES PÉREZ
Aun cuando, de todos es sabida la versión de que, el ajedrez es un juego de origen hindú; obsérvese con curiosidad como, la tradición Hermética, lo ubica a través de Platón y Sócrates, como de origen egipcio, inventado por el Dios Thot, según indica EL FEDRO o del Amor.
Es una cosmogonía donde dos jugadores se enfrentan con ejércitos que, según observaremos más adelante, son mas interiores que exteriores, pues su conformación es de castas, según el oficio de cada cual y representan algún aspecto humano que usamos para bien o para mal.
Comencemos por el tablero, cuadrado representación de lo humano de lo manifestado, de lo terrenal, no por casualidad, pues cada lado representa uno de los elementos. Sin olvidar que para las tradiciones, el cuadrado tiene connotaciones mágicas. Tiene el terreno de juego o tablero ocho columnas de base o por lado, número que inspira un simbolismo intermediario o de transición entre la tierra, cuadrado y el cielo, circulo; formando así 64 casillas 8x8 que corresponden al cuadrado mágico de Mercurio-Hermes, por tanto de intermediación entre Dioses y hombres.
Observemos como Hod es la octava sefirat del árbol de la vida, que a su vez es la iniciadora del ascenso hacia keter. No extraña que 64 sea concordante con las tradiciones chinas a través de los hexagramas que también son 64 y configuran el texto del I Ching o de las transmutaciones y son 8 los trigramas iniciales. También es posible observar la ciclisidad dado que 64 es submúltiplo de 25.920 que es el periodo de precesión de la tierra y que además es considerado por los hindúes como el ciclo completo del aliento de Brahma (inspiración y exhalación divina) o Manvantara y más modernamente un ciclo equinoccial completo según han podido calcular los astrónomos.
Veamos como el carácter cíclico del tablero, también lo observamos al notar que 64 es 6+4=10 que se asocia con la vuelta al origen y la carta No. 10 del Tarot que es la rueda de la fortuna, equivalente a la rueda del Sansara para los budistas. Este arcano anuncia un nuevo ciclo. En él se observan dos animales, uno que asciende y otro que desciende, tal como los ejércitos en conflicto del ajedrez. En la parte superior de la rueda hay otro ser, que está por encima y que representa al iniciado que trasciende el ciclo y se convierte en un observador de los acontecimientos (verbi gracia la postura de los propios jugadores en sí).
64 casillas, 32 blancas y 32 negras y además 32 figuras en conflicto; la relación con la Cábala judía se hace evidente. En el Sefer Yetsira se señala: “Con 32 senderos míticos de sabiduría gravo Dios, el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel”. Las 32 veces que aparece el nombre de Dios en el primer capítulo de la Torah, las 22 letras del alefato y las 10 sefirot que configuran toda la sabiduría. Caminos estos que debe recorrer y abrir cada individuo en su peregrinar hacia la libertad.
En el ajedrez aprendemos que luz y tinieblas, día y noche, bien y mal se oponen, pero se complementan, porque uno no existe sin el otro. René Güenon nos señala como el blanco simboliza lo manifestado y el negro lo no manifestado. El blanco que realmente es incoloro, es la fuente original de toda la gama cromática, dado que los colores no son más que una refracción de ese haz de luz blanca, mientras que la total ausencia de luz, viene a ser el negro, así el blanco se refiere a la tierra, lo manifestado y el negro al cielo o no manifestado.
Vemos también en el ajedrez como las piezas se distribuyen en castas, en concordancia con la jerarquización tradicional de los pueblos, quedando la quinta raza como el jugador mismo.
El Rey representa el estado sacerdotal o brahmánico, el corazón de cada ejército, al que hay que proteger, la esencia del juego, sin el no habría sentido en la batalla.
En su cabeza lleva una corona, que reproduce con la forma circular, el cielo al que simboliza, y que confirma la autoridad para gobernar en orden, sobre todo lo demás. La raíz simbólica de corona es “k-r-n”, proviene de Cronos, cráneo, cuernos, y de la palabra griega Karn, que es la cúspide de la montaña sagrada Hiperbórea. Keter, la unidad, la sefira más elevada del árbol de la vida es la corona que porta el Adán Kadmon, o el hombre primordial, de la tradición judía.
https://explorandosenderos.blogspot.pe/2016/12/algo-sobre-ajedrez-1.html
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