La investigación sobre la Atlántida
Un debate profundo y milenario
A lo largo del tiempo, parte significativa del debate sobre La Atlántida o Atlantis ha estado puesto en su propia existencia o inexistencia, discusión muy activa desde la misma época helénica clásica, extendiéndose también a la romana. Según nos señala hoy el escéptico escritor Richard Ellis, “La Atlántida no está en ningún mapa (…) Es sui generis, una isla en sí misma (…) puede ser una gran ciudad que se hundió en el mar, o un continente que fue destruido por un asteroide errante. Puede ser una ciudad en el Egeo, o un puerto avanzado en el Sahara. Puede ser una isla sumergida en el Atlántico Norte o una comunidad en lo alto de las laderas del monte Shasta en California. Ha aparecido en estudios históricos, proyecciones de futuro, monografías arqueológicas, discursos filosóficos, opúsculos de geología, tratados de astronomía, novelas de ciencia-ficción, relatos de aventura en el mar, estudios de jeroglíficos antiguos, libros de viaje, revelaciones psíquicas, poemas, películas y tebeos, y son incontables las explicaciones descabelladas sobre que era y dónde estaba en realidad.”
Pero pese a esta mirada culta, profunda y algo irónica, el mito se ha negado a morir y su estudio ha vivido una tendencia que nos acerca cada día más a descubrir la verdad profunda sobre este mito de los mitos y asumir que allí nació la civilización humana, tal como señalara Donnelly.
Justamente por este carácter extraordinario, las mejores mentes del mundo antiguo estuvieron puestas en comprobar la veracidad de la historia de la mítica isla perdida. Entre estos destacados intelectuales del pasado, vale la pena mencionar obviamente a Solón (427 a.e.c.), a Macrobio (400 a.e.c.), a Aristóteles (384 a.e.c.), a Theopompos de Quios, (380 a.e.c.), a Crantor de Soli, (340 a.e.c.), a Plutarco (50 a.e.c.), a Ammiano Marcellino, (350 e.c.), y a Chalcidius, quién, en el siglo IV, realizó la primera traducción conocida del Timeo de Platón al latín, muy usada durante la Edad Media. Desdichadamente , esta primera fase de la investigación, por hacer así decirlo, finalizó sin mayores conclusiones, ya que jamás apareció el mítico territorio y el mundo intelectual se dividió a partir de entonces entre los que creían en su existencia y los que lo consideraron una mera fantasía de filósofo heleno.
Pasada la Edad Media , en plena época de los descubrimientos, los iniciales escritos sobre el tema lo hace, en 1592, el Padre Juan de Mariana, quien según señala José Pellicer de Ossau i Tovar, fue el primero en vincular la isla Atlántida de Platón con la península de Iberia o España. Luego, en 1638 el inglés Francis Bacon, en su obra Nova Atlantis, plantea que el entonces recientemente descubierto continente americano era el territorio descrito por Platón. Desde ese período, una gran cantidad de intelectuales comenzaron a escribir sobre el mítico continente. En el año 1644, J. Swan, un erudito, siguiendo la tradición platónica, sitúa la isla mítica en el Atlántico. En el 1655, otro sabio, el jesuita alemán Athanasius Kircher, afirmaba que la Atlántida se habría tratado de una isla propiamente dicha, de un tamaño inmenso, situada entre Europa y América. En 1673, José Pellicer Ossau y Tovar, al igual que el Padre Mariana, relacionó la isla Atlántida con la península ibérica, siendo además el primero en realizar un estudio comparado entre los diálogos - Timeo y Critias- de Platón, y algunas tradiciones de la historia de España. Relacionó a los tartesios con los atlantes, ubicó la isla del templo de Cleitos en la desembocadura del Guadalquivir, en las Marismas de Hinojos, y afirmó que Ofir era la región de las costas occidentales de Iberia (Portugal). En los dos siglos siguientes, emergió una larga lista de investigadores que escribieron sobre el tema y la isla en el lugar definido por Platón, es decir el Atlántico, entre América y el Viejo Continente: Becman, geógrafo; Bircherodius, erudito; Pitton de Tournefort, botánico; De Brosses, etnólogo, Cellarius, geógrafo; Raynal, historiador; Cottin, teólogo; Buache, erudito y cartógrafo; Engel, erudito, Saint-Vincent, naturalista; De Carli, erudito; Blake, poeta, pintor y grabador, entre varios otros. Este nuevo periodo investigativo llegó a conclusiones algo más específicas, por cuanto si aparecieron algunos datos que indicaban su existencia y surgieron posibles territorios, que pudieron ser parte de la mítica isla continente: la recién descubierta América, algunas islas del Atlántico y trozos del Mediterráneo Occidental.
Ya en siglo XIX, la lista de las locaciones de la Atlántida continúa, con algunas novedades. En 1801, Fabre d'Olivet, escritor, ubica la Atlántida en el Mediterráneo occidental, entre España y Marruecos, pero dentro del Mediterráneo, aunque más tarde también levantó la teoría del Cáucaso. Bory de Saint-Vincent (naturalista), dos años después, señala específicamente que las Canarias son parte de la isla desaparecida. J. Verdagués, poeta español, emplaza la Atlántida en parte de España y Marruecos. Lo mismo hace en 1874 E.F. Berlioux (geógrafo-arqueólogo), que identifica los Montes Atlas, en Marruecos, y Gibraltar, como la mítica isla. En 1896, los franceses Brasseur de Bourbourg y Le Plongeon se mostraban convencidos que algunos habitantes de la Atlántida habían conseguido llegar hasta Centroamérica tras el hundimiento de la isla, ejerciendo luego una influencia decisiva sobre las culturas olmeca, tolteca, maya y azteca, ya que los descendientes de los mayas han conservado una tradición acerca de una isla llamada Aztlán, supuestamente la patria original de todas las tribus indígenas centroamericanas. Schliemann, por su parte, la sitúa en el Atlántico, en el mismo centro del Atlántico, cercano a las Azores y Madeiras. Sin embargo, la gran mayoría de los autores se siguen inclinando por la posición clásica: el medio del Atlántico.
El gran cambio con respeto a su investigación durante el siglo XIX, ocurrió a partir de la publicación de la obra de Ignatius Donnelly, un miembro muy instruido del congreso de EE.UU. Este político publicó el libro "Atlantis: The Antediluvian World" (1883), en él que el político hace una síntesis de descubrimientos arqueológicos, encontrando nexos entre datos que parecían no tener nada en común, consiguiendo ofrecer una secuencia de argumentos que no sólo corroboraban la historia de Platón, sino que además ofrecían datos nuevos sobre el continente en su período de la Edad de Oro. Donnelly se basó en lo que hoy los antropólogos denominan “teoría difusionista”, que sostiene que si en lugares muy apartados surgen culturas parecidas, el hecho no puede ser casual, sino que se debe a contactos directos o indirectos. El investigador señaló en sus escritos que hay dos culturas con grandes similitudes: la egipcia y la americana. Establece asombrosas semejanzas entre sus templos, el hecho de que ambas culturas construyeran pirámides, la similitud entre sus aparejos, etc. semejanzas que los más recientes descubrimientos de arqueología, Caral en concreto, de paleoastronomía y de antropología, como los de William Sullivan, están confirmando. Tan importante fue su obra, que incluso llevó al gobierno inglés a desarrollar una exploración concreta en las Islas Azores en su búsqueda.
La fama de la teoría de Donnelly le abrió también la puerta al esoterismo, que comenzaron a levantar sus propias propuestas sobre el tema: Blavatsky, Scott-Elliot, Besant, Le Cour, Cayce, que la ubicaban en el Océano Atlántico. Mario Rosso de Luna (científico y esoterista español) defendió la presencia de Atlantes en Extremadura, región occidental de España, junto a Portugal, pero compartía la idea de sus antecesores teósofos y esoteristas de identificar la Atlántida con un gran continente en el Atlántico, entre Europa y América.
Hoy está claro que Donnelly cometió muchos errores, pero dio la primera mirada científica a la exploración del mito. Desde esa fecha hasta la actualidad, miles de libros se han escrito sobre el tema, pasando a ser el mito de los mitos del mundo moderno y en ellos Donnelly está tan presente como Platón. A veces el juicio sobre este investigador es extremadamente duro, incluso burlescos, sin tomar en consideración los reales niveles de las ciencias en aquella época, como por ejemplo la geología, que no tomaría un rango de tal hasta el desarrollo de la teoría de la placas tectónicas y la deriva continental o la arqueología que daría sus primeros pasos como ciencia recién con Evans y Woolley en las primeras décadas del siglo XX y no lograría su consolidación hasta mediados del siglo con el sistema de dataciones por intermedio de carbono 14 o la antropología, nacida recién a mediados del siglo, vinculada a muchas otras ciencias claves, como la genética. Para que vamos a mencionar a muchas otras ciencias dedicadas a estudiar el pasado, disciplinas que aún están en etapa de desarrollo, tales como la paleoastronomía, paleoclimatología o la paleooceanografía.
El debate del siglo XX
El debate en el nuevo siglo comienza en 1907, cuando el estudioso británico K. T. Frost plantea una hipótesis totalmente distinta a las tres ya clásicas. Señala que es posible que la Creta minoica, recientemente descubierta e investigada por Evans, fuese el verdadero asiento del imperio de la Atlántida y el volcán Thera fuese la causa de su declinación.
Su hipótesis es retrucada en 1911 por Juan Fernández Amador de los Ríos, quien vuelve a señalar que Atlantis es en realidad Tartesios y la península ibérica. Siguiendo la línea trazada por sus antecesores José Pellicer de Ossau y Tovar y el Padre Mariana, realizó un estudio extenso comparativo entre los diálogos del Timeo y el Critias de Platón y la geografía, arqueología e historia de Iberia, siendo además el primero en relacionar a los Pueblos del Mar con los Atlantes. Siguiendo esta misma línea, en 1920, A.L. Rutot (geólogo), postula a Marruecos. En 1922, Adolf Schülten, arqueólogo, postula a Andalucía y el reino de los Tartesios como la Atlántida, siguiendo las mismas ideas de los autores españoles anteriormente citados, aunque no los reconoce ni los menciona en su obra. En el mismo año de la aparición de su obra en España, se le interpuso una demanda por plagio. Seis años después lo hace Elena Wishaw, Directora de la Asociación para la Investigación del Antiguo Mediterráneo, quién ubica el corazón de Atlantis en Niebla, ciudad antigua de Huelva. Tampoco reconoce el trabajo de los autores españoles anteriores. La arqueóloga inglesa afirmó haber localizado los restos sumergidos de la capital Atlántida en las costas de Cádiz a unos 60 metros de la orilla, semienterrados por bancos de almejas, arenas movedizas y otros sedimentos acumulados durante los 10.000 años transcurridos. En 1944, presenta su hipótesis el historiador Richard Hennig, que repite mas o menos las mismas ideas de Schülten y otras tomadas de los autores españoles, a los que tampoco menciona ni reconoce.
Con la teoría clásica de Atlántida surgen algunos trabajos en la primera mitad del siglo, de calidades muy dispares: Paul Schliemann (1912); el científico Hans Hörbiger (1913); Rudolf Steiner (1922) y en 1925 lo hace Lewis Spence. Este periodista postula un grupo de islas desaparecidas en algún lugar del Océano Atlántico, aunque también dice que podría ser parte de América. Este profundo investigador señala, con sabiduría y con gran sentido común, que “Es obvio que nos encontramos ante una gran memoria del mundo, de la cual el relato de Platón no es más que uno de los fragmentos rotos y tergiversados”.
Una gran novedad la presenta en 1929 Hermann Wirth, quien postura el área continental del Atlántico del Norte, y en ella fundamenta la superioridad racial de los arios, que serían los descendientes de los atlantes. Este autor crea posteriormente la “Ahnenerbe ", una organización especialmente creada para impulsar el estudio de la "herencia del espíritu alemán" y asentar científicamente la doctrina racial del partido Nacional Socialista Alemán (Nazi). Esta institución de investigación fue fundada el 1 de Julio de 1935 por el profesor Hermann Wirth, Heinrich Himmler y Walter Darré, tenía una orientación abiertamente "racialista-cientifista", dependía de las SS y su nombre completo era Ahnenerbe Forschungs- und Lehrgemeinschaft, "Comunidad de Investigación y Enseñanza 'Herencia de los Ancestros'”. La Anhenerbe llegó a contar con 43 departamentos más o menos extensos, versando sobre temas como el folklore popular, canciones tradicionales, geografía sagrada, ocultismo, esoterismo. Se encargaba de estudiar desde lenguas indoeuropeas hasta materias científicas como botánica, astronomía, geofísica, biología, entomología, etc. También llevaron a cabo excavaciones arqueológicas y expediciones. El enigmático Friederich Hielscher, se dedicó en buena parte a la excavaciones de posibles emplazamientos de la Atlántida, Los Templarios, estudios de antiguos cultos paganos, comprobaciones sobre las teorías Horbiguerianas de la "Tierra hueca", enigmáticos viajes al Tibet y como no la búsqueda del Santo Grial y las Calaveras de Cristal.
En 1938, James Branwell, en su libro, Lost Atlantis, estudia la tradición del continente perdido, y analiza las evidencias de la verdad detrás de la leyenda. Él examina las escrituras y las conclusiones de Platón, pasando por Ignatius Donnelly hasta Lewis Spence, y presentó allí los resultados científicos más recientes y las principales teorías modernas. En su conclusión, a ese momento había varias teorías vigentes: Islas en el Atlántico, América, Tartesios, Irlanda-Bretaña, Nigeria, Norte de África e islas del Mediterráneo.
En 1939, el profesor Spyridon Marinatos, jefe del Servicio Arqueológico Griego, inició sus investigaciones para vincular la erupción del Thera con el fin de la Atlántida. Otros científicos han colaborado en ese estudio, en especial los geólogos norteamericanos B. C. Heenen y el doctor Ninkovitch, quienes han retirado núcleos de sedimentos que contenían ceniza volcánica del fondo del Mediterráneo oriental, y también el profesor A. G. Galanopoulos, director del Instituto Sismológico de la Universidad de Atenas. Para los griegos Galanoupoulos y Marinatos, así como para el francés Cousteau, la Atlántida no sería otra que la isla de Santorín, situada a 110 Km. al norte de Creta. Platean que la antigüedad de 9 mil años antes de Platón es un error y la fecha correcta son 900 años. La isla es en efecto circular, y en el 1500 a.C., Creta estaba en el apogeo de su poderío. La civilización minoica era brillante y su comercio se extendía por todo el Mediterráneo. Además era enemiga de Atenas y practicaba el culto al toro, al igual que los Atlantes.
En la segunda mitad del siglo XX, cuando comienza a descartarse la posición de la isla en el centro del Atlántico producto de la investigación submarina, nacen una enorme cantidad de nuevas teorías proponiendo los más diversos lugares. En 1953, en un libro de 150 páginas, “Das enträtselte Atlantis”, el clérigo Jürgen Spanuth reiteró la teoría de Wirth, fijando el mítico continente en un área del Atlántico del Norte y Mar del Norte. Al igual que hiciera el historiador español Juan Fernández Amador de los Ríos antes, identifica a los Pueblos del Mar con los Atlantes y que a ellos hace referencia el mito, pero señala que eran vikingos. Sin embargo, como rezago del anterior período, en 1954, León Sprague de Camp, ingeniero y escritor de ciencia ficción de gran prestigio presenta su libro “Lost Continents: The Atlantis Theme in History, Science, and Literatura”, donde se inclina por ubicar el territorio mítico en el medio del Atlántico.
Otro que da un nuevo y curioso enfoque al tema en la segunda mitad del siglo XX es la teoría de Otto Muck, que si bien murió en 1953, su libro se publicó en 1976. Muck sostiene que en La Atlántida desapareció por efecto de un meteorito, al igual que los dinosaurios, estableciéndose de alguna manera que una catástrofe de esa magnitud estaba dentro de lo posible en el campo de la ciencia. En 1980 se desarrolla la teoría de Bahamas (Bimini) propuesta por varios escritores: Manson, Valentine, Berlitz, Carnac. En 1988, Edgar Evans Cayce publica su libros Los misterios de la Atlántida, en el que actualiza información sobre la mítica isla y su conexión evidente con Egipto, pero siguiendo las ideas de su padre, el autor se inclina por la hipótesis de Bimini.
También desde hace varias décadas existe una teoría que plantea que la Antártica fue La Atlántida, idea que estuvo de moda durante los años 60 y los años 70, basada en el aislamiento del continente, y también en el mapa de Piri Reis, que muestra una Antártica libre de hielo, sugiriendo un alto nivel de conocimiento humano durante ese período. Charles Berlitz, Erich Von Daniken y Peter Kolosimo han estado entre esos autores populares que hicieron esta propuesta. Más recientemente Rand y Rose Flem-Ath han propuesto esta misma idea en su libro, "Earth crust displacement", basado en una teoría geológica conocida como "dislocación de la corteza de tierra", idea que era compartida por Einstein antes de que se consolidara la teoría de la deriva continental.
Las últimas dos década y medias han sido muy proliferas en materia de teorías, tal vez como efecto de las facilidades que reportan al trabajo investigativo las nuevas tecnologías. En 1982, Helmut Tributsch; profesor en el instituto para la química física y teórica en la Universidad de Berlín, creó su propia teoría de Atlántida al estudiar las reflexiones de la luz del sol en la costa de mar de Bretaña. Su libro se llama “Las torres de cristal de Atlántida”. En 1985, Emilio Spedicato (científico), establece que la Atlántida era la Isla Española o de Santo Domingo.
En 1984 Jorge María Ribero-Meneses, filólogo y prehistoriador, vuelve a la carga con la teoría española, presentando una nueva teoría de la evolución del hombre, cuyo punto de origen es el norte de España, afirmando también que hay una relación entre Tartesios = Tártaros = Titanes y que los egipcios y fenicios procedían de Cantabria. En 1994 hace lo propio Jorge Díaz-Montexano, que identifica los símbolos ibéricos “Atlanteans de Concentric Rings an Channel” y un nuevo sistema de escritura desconocido en la región con Atlántida. Su teoría es que el centro de Atlantis fue el sur de España (tartesios) y Marruecos, señalando también este cubano-español que hay un error con respecto a la fecha definida por Platón, por efecto de una defectuosa traducción de un códice en el medioevo, y que la data correcta es mil nueve años antes de Platón y no nueve mil años. Asimismo, identifica a los Pueblos del Mar como originarios de la península ibérica, que invadieron el Mediterráneo oriental después de una catástrofe. En 1990 Jean Deruelle, plantea que la Atlántida estuvo en el Mar del Norte en el Dogger Bank. En 1991, Charles Pellegrino, reitera la teoría que a partir de los eventos de Creta se generó el mito de la Atlántida, suceso que según su libro habría ocurrido en el otoño del 1628 a.e.c.
También se han levantado teorías que ubican a La Atlántida en Asia. El investigador brasileño Arisio Núñez señaló que el mítico continente estaría en algún lugar del Océano Indico, como Indonesia. En la India del sur y Sri Lanka existe el mito de "Kumari Kandam" (kandam significa el "continente" en tamil), que se cree que está sumergido debajo del mar. Este continente esta rodeado por historias legendarias similares a las de la Atlántida. Se le ha llamado "Cradle Dravidians", la “cuna de los dravidianos”, puesto que es la primera civilización de la India, coetánea con todas las primeras civilizaciones. En el golfo de Cambay, hay un sitio submarino arqueológico de una isla anterior nombrada Dwaraka, que se asocia principalmente a localizaciones en la mitología india (especialmente en el Mahabharata), pero también ha aparecido en discusiones sobre Atlantis. Pero su fecha (cerca de 1.500 A.C.) es demasiado reciente para corresponder al sitio verdadero de Atlantis, según la fecha de Platón de 9.600 a.e.c. Por otra parte, en Japón se descubrieron estructuras de piedra gigantescas que rodean la isla japonesa de Yonaguni. Algunos arqueólogos creen que éstos pertenecieron a una civilización antigua anterior a los egipcios por unos 5.000 años, fecha muy cercana a la de La Atlántida.
En 1992, Eberhaard Zangger, geoarqueólogo, postula a Anatolia como el lugar del mito. Más concretamente señala que en realidad el mito de la Atlántida se refiere a la guerra de Troya, que fue reescrita por Platón, basada en datos obtenidos por Solón. En 1995, Peter James, arqueólogo, vuelve a postular Anatolia como el lugar del mito, señalando que en realidad Solón obtuvo la información supuestamente del rey de Lidia, el mítico Creso, en un viaje no confirmado del político heleno. En 1995 Viatcheslav Koudriavtsev sostiene que estuvo en el Mar Céltico: Sole Bank. En 1999, J. M. Allen levanta la última teoría americanista y postula en su libro -"Atlantis: The Andes Solution"- apuntando que el mítico continente era América y que su capital estaba en la zona de Pampa Aullagas, Bolivia.
En el año 2000 lo hace Maxine K. Asher, que sigue la misma línea de Juan de Mariana, Pellicer de Ossau i Tovar, Elena Whishaw, Schülten, Díaz Montexano y otros, y señala que la Atlántida se hallaba en Cádiz. Esta autora, a finales de la década de los años 80 reporta unas supuestas ruinas arqueológicas sumergidas frente a Cádiz que los científicos españoles conocían desde hacía mucho tiempo y que pertenecen a los fenicios. Ella sostiene que su teoría fue expuesta en 1974, en una publicación particular sin número de registro de ISBN. Sin embargo, no fue hasta después del año 1997 que publicó su primer libro con número de ISBN, que se trata de una novela y no un trabajo de investigación. En el mes de agosto del 2000, Asher publicó por primera vez en la prensa escrita sobre esta teoría como una investigación.
En el siglo XXI el debate aumenta y se concentra en el Mediterráneo
Con el cambio de milenio, irrumpen varias nuevas hipótesis, pero ya la de Atlántico como opción válida va desapareciendo. El debate se concentra en el Mediterráneo, en especial en el Mediterráneo occidental y en el oriental.
En el año 2000, Axel Hausmann, físico de la Universidad de Aquisgrán publico su libro "Atlantis",en el cual señala que la Atlántida estaba en el fondo del mar, entre Sicilia y Malta en una profundidad de 100 metros. En el año 2001, Jacques Collina-Girard afirma que existió como un puente entre Iberia y África, delante de la boca de Gibraltar, y que consideraba la posibilidad de buscar la Atlántida delante de la boca del estrecho de Gibraltar. El francés Collina-Girard, secundado por Marc-André Gutscher, propone a la Isla de Spartel, que es el nuevo nombre que él le da a la Isla de Majuan. También el investigador Johan Van de Velde, postula que la Atlántida corresponde a la Isla de Spartel, actualmente sumergida 60 metros bajo el mar, en el Estrecho de Gibraltar. Sin embargo, la expedición organizada en el 2004 finaliza sin resultados efectivos. Al parecer, hay nuevas exploraciones en marcha para el 2006, según señaló el diario ABC del 12 de noviembre del 2005.
En el año 2002 Sergio Frau, periodista italiano, publicó el libro, "d'Ercole de Le colonne", en el cual indica que antes de Eratostenes, los helenos antiguos localizaban los pilares de Hércules en el estrecho de Sicilia, y que solamente la gran conquista de Alejandro obligó a Eratostenes a mover los pilares a Gibraltar. Según su tesis, la Atlántida descrita por Platón se podía identificar con Cerdeña. De hecho, una catástrofe con tsunami suprimió la antigua y aún enigmática civilización de Nuragic de Cerdeña. Según este autor, los pocos sobrevivientes emigraron a la península italiana próxima, fundando la civilización Etrusca , la base de la futura civilización romana, mientras que otros sobrevivientes fueron parte de los Pueblos del Mar que atacaron Egipto. En abril de 2005, la teoría del periodista italiano fue discutida en una conferencia de alto nivel organizada por la UNESCO en París. Conjuntamente, una exposición con los resultados principales de la teoría y sus evidencias estaban en la exhibición en la UNESCO para confirmar que los expertos de la organización tomaron la hipótesis absolutamente en serio, y que eso que ésta parece ser apenas otra teoría de la Atlántida.
En el año 2002, en Chile, yo publiqué mi libro “La Atlántida: el mito descifrado”, en el cual hago muy importantes reenfoques a la teoría, señalando en primer lugar que esta fue una cultura semítica y no indoeuropea, como generalmente se piensa por la influencia de Platón. Establezco que el territorio de la isla es la zona que hoy son Israel y el Sinaí, que es una placa geológica independiente y que fue efectivamente una isla hasta hace 7600 años (Ryan y Pitman). Señalo que Platón se equivocó al interpretar geográficamente las coordenadas dadas por los egipcios, confundiendo el Mediterráneo con el mar Rojo y el Mediterráneo con el Atlántico, el Punt con Tirrenia, y Arabia con Europa, Gibraltar con Bab-el Mandeb, girando en la práctica la geografía regional en 90º. Asimismo, especifico que esta isla fue la cuna del primer pueblo productor de alimentos, los naturitas o natufienses (K. Kenyon). Expongo que allí está el primer puerto de la humanidad, Jericó, y que de esta región nació la primera cadena de puertos y civilizaciones marítimas conocidas (K. Kenyon). También, asiento que la forma y características morfológicas de la zona coinciden totalmente con la descripción platónica: montes, llanura, costas altas en la región del Mar Muerto, forma oblonga, gran cantidad de canales y varios estrechos. De igual forma, basado en los más recientes estudios de los paleoclimas, señalo que las características atmosféricas de la región fueron templadas y que debido a eso contó en el pasado con un gran diversidad de flora y fauna, todas condiciones óptimas para el desarrollo de la primera civilización humana. También puntualizo que esta cultura con base en esta isla, se expandió en todas las direcciones -Egipto, Anatolia, Alta Mesopotamia, Arabia, Creta, Chipre- expandiendo con ello los procesos de producción de alimentos (J. Hawkes; J. Mellaart), toda su tecnología y sus aspectos antropológico, tales como su organización social, los sacrificios rituales del toro y su monoteísmo. De igual manera, señalo que esta cultura choca en su proceso expansión con los pueblos indoeuropeos, los antepasados de los griegos, asentados al norte, lo que da origen a la leyenda de la guerra entre atlántidos y griegos, con la victoria final de los indoeuropeos que efectivamente conquistan el sur oriente de Europa (M. Gimbutas). Esta primera civilización llega a su fin con el gran desastre geológico en todo el Mediterráneo oriental fechado por la geología en el 5600 a.e.c. (Ryan y Pitman) Como este desastre geológico conlleva un brusco descenso del mar, comienza el fin del mar Muerto y se aísla la región por grandes pantanos por un largo tiempo. Luego, las colonias esparcidas hacia los cuatro puntos cardinales, darán inicio a las primeras civilizaciones reconocidas.
En el 2003, Robert Sarmast, señaló que restos arqueológicos en una franja sumergida a mil metros de profundidad de la costa sur de Chipre, son parte de la Atlántida. El mismo año, los autores Flying Eagle (Águila Voladora) y Whispering Wind (Viento Susurrante), publicaron “Atlantis Motherland” donde se localiza la isla de Atlántida en el fondo del mar de Azov y en los llanos fértiles adyacentes al oeste en Ucrania y al este en Krasnodar Kray, Rusia. Su investigación se basa en evidencia tectónica de un terremoto masivo centrado en Kerch, en el final del pleistoceno y de la evidencia de una gran inundación en el final de la edad de hielo (Younger Dryas), en el 11.600 bp o el 9600 a.e.c. Estos investigadores señalan que un terremoto masivo hizo hundirse la isla, creando un mar nuevo, que según Eagle/Wind es el mar de Azov, que fue bloqueado por los bajíos de fango en aquella época, y todavía lo estaría hoy sin el dragado regular. La dupla Eagle / Wind planea una nueva teoría con respecto a la destrucción de Atlántida, que ellos llaman "la gran inundación de Atlantis". Su teoría dice que en aquella época sobre un tercio de Europa drenaba en el Mar Negro, con lo que su nivel se levantó sobre los 20 metros de su nivel actual. El agua fluía por un canal subterráneo por debajo del puente de tierra del Bósforo, desembocando al mar de Mármara y al norte del Mar Egeo. Según Eagle / Wind, un terremoto devastador y un tsunami aumentaron la presión hidráulica haciendo que este canal subterráneo se rompiera de manera catastrófica, generando una "inundación extraordinaria" del Ática antigua. La isla de La Atlántida, Ática y las tierras del Hélade antigua fueron destruidas por la catástrofe. Los sobrevivientes huyeron y fundaron nuevos asentamientos. Ese mismo año, Jonas Berghman ubica la región principal de Atlantis y su acrópolis en el Marruecos occidental, siguiendo la teoría de autores como Berlioux (1883) y Rutot (1920), que postularon también que la Atlántida estaba en Marruecos y en el Atlas. En la actualidad, Jonas Berghman es el único autor que defiende esta teoría. Asimismo, en el curso del ese año, Rainer Kühne (científico), sostuvo que la acrópolis de Atlantis se hallaba en la desembocadura actual del río Guadalquivir, en las Marismas de Hinojos, teoría ya presentada por otros varios autores, pero al igual que Schulten, los omite a todos. También Werner Wickboldt, profesor, siguiendo a Schülten, Whishaw, Hennig, y también, al parecer sin conocer tampoco a los autores españoles anteriores, defiende que la acrópolis de Atlantis se hallaba en la desembocadura actual del río Guadalquivir, en las Marismas de Hinojos. Se basa en la supuesta identificación de unas posibles ruinas de templos observadas en fotos de satélite. El lugar es el mismo que ya había sido antes propuesto por el historiador español José Pellicer de Ossau i Tovar en 1673.
En el año 2004, una nueva teoría fue presentada en el libro “La Atlántida en la perspectiva de un geógrafo”, del Dr. Ulf Erlingsson. Señala que el imperio de Atlántida se refiere a una cultura neolítica y deduce que la isla de Atlántida era Irlanda. Según este autor, la capital de Atlantis estaba conectada con Newgrange, Knowth, y Tara, Irlanda. Irlanda no se ha hundido debajo del mar, pero el bajío del banco de Dogger era una isla que se hundió en el Mar del Norte cerca de 6100 a.e.c. Esta hipótesis primero fue desarrollada seriamente por Lewis Spence y ha sido restablecida recientemente por algunos oceanógrafos, tales como Jean Deruelle. Igualmente en el año 2004, los investigadores alemanes Siegfried y Cristhian Schoppe localizan la Atlántida en el Mar Negro (“La Atlántida y el diluvio”), siguiendo los planteamientos de Ryan y Pitman, que señalan que antes de 5500 A.C., este mar era un gran lago interior de agua dulce. y que en el 5510 A.C., el mar destruyó la barrera en Bósforo de hoy, inundando la región. Ellos identifican los pilares de Hércules con el estrecho de Bósforo plantean que este acontecimiento catastrófico coincidiría con una diáspora neolítica por Europa, iniciada hacia el 5500 a.e.c. Según Ryan y Pitman, esta inundación pudo haber inspirado la historia bíblica de la arca de Noah; pero el área no necesariamente era la Atlántida. Otro candidato que postuló el Mar Negro fue Hasan Umur en los años 40. También en el año 2004, Paulino Zamarro publica su libro titulado "Del estrecho de Gibraltar a La Atlántida”. Este español señala que la mítica civilización desapareció bajo las aguas hace aproximadamente 7.500 años. Plantea que las Cicladas, por efecto de niveles más bajo del Mediterráneo producto de un bloqueo del Estrecho de Gibraltar, eran una gran isla de unos 5.300 km2 que conformaba el centro de esta civilización. Luego, según Zamarro, se rompió el bloqueo, provocando la elevación repentina del nivel del mar Mediterráneo y acto seguido el del mar Negro, con lo cual la gran isla desapareció bajo las aguas en tan sólo dos o tres días. Basado en las pruebas del carbono radioactivo 14 realizadas en los sedimentos del mar Negro, establece que esto debió ocurrir hace aproximadamente 7.500 años, fecha establecida por Ryan y Pitman para la catástrofe del Mediterráneo oriental. En cuanto a las posibles relaciones con las culturas que le sucedieron, señala que la cultura de los atlantes no desapareció por completo, ya que quedaron emergidas las cumbres de las montañas (las actuales islas Cícladas), donde se desarrolló la cultura cicládica o geométrica y la de Creta , que también pertenecería al ámbito cultural de la Atlántida, donde se desarrolló la cultura minoica. El autor dice que este es el único hecho real y que “A partir de aquí, casi todo lo que se dice o se escribe son puras elucubraciones, la mayor parte de ellas sin ningún tipo de fundamento, aunque algunas sobradas de ingenio e imaginación, las cuales no resisten el más mínimo análisis crítico.” También hay un investigador griego, Diamantis Pastras, que tuve la oportunidad de conocer en la Conferencia de Milos, Grecia, que plantea desde hace varios años una similar teoría, señalando que la Atlántida son la Islas Cicladas. Pastras sostiene que el sitio son hoy los restos de las Cícladas y Astipalea, que era una isla hermana a la que hoy llamamos Creta, que tenía un nombre distinto hace 3500 años. Señala que los egipcios antiguos creían que esa antigua Creta se había hundido en el mar, y que hay un mapa egipcio antiguo en el Libro de los Muertos, que está en el Museo Británico, que muestra que hace mas de 3 500 años estas dos islas estaba divididas por un río o canal.
Con esto finaliza, hasta ahora, la historia de las teorías sobre el mítico continente, aunque yo dejé fuera de este artículo todas las que a mi juicios carecen de algún valor científico y algunas, muy pocas en realidad, que a mi entender, si bien tienen alguna base científica, son meras repeticiones de otras y no aportan nada nuevo a investigación, ni siquiera un punto de vista interesante. Mis excusa a aquellos investigadores que se sientan ofendidos por esta omisión.
Milos 2005: un nuevo comienzo
La conferencia realizada en la isla de Milos en Grecia, durante julio de año 2005, es quizás un nuevo comienzo en el estudio del mito. Allí se reunieron académicos e investigadores “escépticos” y “creyentes” para ver cual era el estado actual del debate y conocer los planteamientos de los diversos investigadores, que hicieron sus presentaciones basados en antecedentes científicos. Esta percepción de que nos estamos acercando a desentrañar el mito prevaleció en la mayoría de los investigadores y en el público asistente, más allá de alguna mirada algo escéptica, como la de Christos Doumas. De hecho, allí se establecieron los 24 criterios para la investigación, a la cual deberemos someternos todos los que dedicamos esfuerzos intelectuales al tema. Lo negativo de la Conferencia es que los organizadores no han cumplido hasta hoy con las promesas hechas al comienzo: publicar un libro y un video con las ponencias presentadas, a lo cual se suma hoy la desaparición del sitio Web, espero que temporalmente, con los trabajos presentados, lo que dificulta enormemente la difusión del debate. Asimismo, la difusión mediática de la Conferencia como tal fue bastante escasa y limitada.
Allí mi teoría fue reconocida por los organizadores como un aporte al debate, tal vez más por la novedad del enfoque inicialmente, pero sin duda, dejó reflexionado a mas de algunos de los investigadores y científicos, por su enfoque global y específico. De hecho, no hubo ningún cuestionamiento de fondo o de contradicción a los antecedentes presentados.
Sin duda que este debate seguirá y ya está propuesta una nueva conferencia para el 2007. A mi juicio, con esta nueva etapa que se inicia, ha finalizado el estudio del mito de la Atlántida y comienza el estudio de la historia de la Atlántida, enmarcándola en una nueva especialidad histórica. Quizás el gran desafío en los próximos años, es crear un centro de investigación dedicado el tema con apoyo académico o de universidades, que ponga el foco en la investigación general, que vaya analizando las diversas teorías, despejando opciones y haga reales avances en el tema. Hoy la tendencia es a dar respaldo académico a algunas iniciativas específicas, como el proyecto español Kritias, iniciativas que han generados más de un conflicto entre los mismo investigadores y especialistas.
Para finalizar, quiero contradecir las palabras del escéptico Richard Ellis, que señala que “En la Atlántida, que nosotros sepamos, hay mitología, pero ni un ápice de historia a menos que pensemos que las experiencias y los recuerdos personales de Platón pueden considerarse ‘historia’. Es el relato de Platón, y sólo de Platón, y por más que se recurra al misticismo, la reinterpretación, el submarinismo o la arqueología, eso no cambiara nunca”. Y la razón de por qué está equivocado rotundamente es porque sigue existiendo un profundo misterio sobre el inicio real de la civilización, así como un conjunto de fenómenos y datos no explicados con claridad de la historia humana, que siguen retando al ingenio humano; y porque hay mentes agudas que están dispuestos a asumir este gigantesco desafío de llevar un paso más allá la historia humana. Si no fuese así, no mereceríamos haber salido de las cavernas.
por Jaime Manuschevich
Fuente: Nueva Tartessos
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