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sábado, 28 de diciembre de 2013

Civilizaciones antiguas. Dudas y Misterios

Civilizaciones antiguas. Dudas y Misterios

Chullpa, casa por sobre las nubes, de los antiguos pobladores de la meseta sagrada de Marcahuasi
Por Lysandro Z. D. Galtier

De acuerdo con determinadas hipótesis, los primeros hombres que poblaron la Tierra fueron de una fuerza y talla superiores a las que el género humano tiene en la actualidad. "Había gigantes sobre la tierra en aquellos tiempos", registra el GENESIS (VI, 4), y luego, cuando los hijos de Dios, los hijos de la Luz (¿acaso los hijos del Sol?) se unieron a las hijas de los hombres y les engendraron hijos, éstos se volvieron hombres poderosos, varones de nombre y héroes célebres de la antigüedad. Se los llamaba: Giborim.

La Biblia nos ofrece numerosas referencias y noticias sobre estos gigantes. Leemos en EL LIBRO DE LOS NUMEROS (XIII, 33): "Y allí vimos a los gigantes, los hijos de Anak, que descienden de los gigantes y a nuestros ojos éramos ante ellos como langostas, y a los ojos de ellos éramos como langostas"; en el DEUTERONOMIO (III, 3-11), al referirse a la destrucción de los gigantes por los hombres, se dice que "el Señor entregó a nuestras manos a Og, el rey de Basham, y a todo su pueblo; y nosotros tomamos sus ciudades; el lecho de Og era de hierro y estaba en Rabbath, en casa de los hijos de Ammón, y eran de nueve codos de largo (4,14 metros) por cuatro de ancho (1,84 metros), en codos de los hombres".

EL LIBRO DE JOSUE (XII, 4) nos informa a su vez, que cuando los hijos de José se lamentaban de su exigua tierra, de Palestina, Josué les dijo (XVII, 15): "Si sois un gran pueblo, marchad al país de los bosques y cread para vosotros un reino en las tierras de los gigantes, puesto que el monte Efraim es demasiado pequeño para vosotros". Fue así que la tribu de Manasé (JOSUE, XVII) se estableció hasta los límites del territorio de los gigantes ...

Recordemos a los Titanes, que se rebelaron contra Zeus en Grecia y trataron de apoderarse del Olimpo; a Calímaco, el poeta griego del siglo IV antes de Cristo, cuando, en un enigmático pasaje de su "Himno a Delos", la isla consagrada al Sol, presagiaba que: "Un día vendrá para nosotros de una lucha común,/ un día que del extremo Occidente los últimos Titanes,/levantando contra la Hélade la bárbara espada y el arés celta,/ se precipitarán, tal como los copos de la nieve,/ tan numerosos como las constelaciones esparcidas por la celeste pradera". A los Rakshas o gigantes, que al mando de Rávana, el príncipe demoníaco, combatieron contra el pueblo de los Monos que habitaban la India primitiva y fueron vencidos por Rama, según refiere el RAMAYANA, el poema de Valmiki.

Preguntémonos, finalmente, con el Coronel Braghine (el autor de EL ENIGMA DE LA ATLANTIDA, si todos estos gigantes, "de quienes se dice que estaban familiarizados con los métodos de la magia y bastante orgullosos de su ciencia para atreverse a desafiar al mismo poder supremo, no serían, sencillamente los descendientes de los Atlantes, los habitantes del continente sumergido de que hablaron Platón y Teopompo..."

"Mira que los gigantes están debajo de las aguas y los antiguos habitantes de la Tierra están con ellos" -nos advierte EL LIBRO DE JOB, en el capítulo XXV versículo 5, el que alude sin duda a la legendaria civilización de los Atlantes.

Todas las antiguas Mitologías, desde Egipto a México, nos hablan de que los hombres fueron civilizados por gigantes y dioses, y señalan la existencia de un Diluvio universal. Dos mil años antes de nuestra era y seiscientos antes que Moisés escribiese su relato (GENESIS, VII-VIII), la famosa tablilla de arcilla redactada en caracteres cuneiformes hallada en Nínive, y descifrada por G. Smith, lo relata con una incuestionable similitud.

Se trata de un prisma de arcilla que contiene la cronología escrita cerca de Ur por los caldeos, en tiempos de Abraham. Dicha tablilla, hoy en el Asdmolean Museum de Oxford, declara que la raza anterior al Diluvio reinó 241.200 años sobre la Tierra: El Diluvio se extendió (sobre la Tierra) / después que se produjo / la Autoridad descendió del cielo. / En Kis estaba la Autoridad. / El Kis Gaur se convirtió en rey.

MARCAHUASI: RECINTO SAGRADO

Etnógrafos y arqueólogos, sabios y testigos bien informados están de acuerdo en afirmar la imposibilidad de que ciertas similitudes entre la civilización egipcia y las culturas precolombinas se hayan producido aislada y espontáneamente.

Lo cierto es que en la cordillera de los Andes, desde el Ecuador, Perú, Bolivia, y aun en las fronteras de Chile y del Brasil, se encuentran esparcidas ruinas y vestigios de antiguas culturas prehistóricas que presentan el mayor enigma arqueológico del mundo. Entre ellas, la cultura Masma, en la altiplanicie de Marcahuasi.

Marcahuasi, cuyo nombre en quechua quiere decir, según Stiglich, "casa de dos pisos" y, según el R. P. Jorge A. Lira, "el sobradillo", "el altillo" o bien "el segundo piso de un edificio", lleva esa denominación desde que una construcción militar Incaica del tipo fortaleza se levantó en las laderas de la misma. Se encuentra en el Perú, en la provincia de Huarochiri -distrito de Casta-, a una distancia de 90 kilómetros de la ciudad de Lima y a cuatro mil metros sobre el nivel del mar, entre los valles de Santa Eulalia (cuyo nombre en quechua es Mamay) y el valle del Rimac (cuyo nombre, Apu-Rimac -en ese idioma- quiere decir: "El Señor que habla"), en pleno corazón del macizo andino. Tiene una superficie de tres kilómetros de longitud por uno de anchura. Su ubicación es, pues, muy significativa. El hecho de estar más cerca del cielo que la planicie la inviste de doble sacralidad: participa, por un lado, del simbolismo espacial de la trascendencia y, por el otro, constituye el dominio por excelencia de las hierofanías atmosféricas, centro ideal para la morada de los dioses.

Arqueólogos trashumantes, de paso por la región de Marcahuasi de la que sólo visitaron quizá las ruinas de los cuarteles de la fortaleza Incaica, las clasificaron genéricamente como "civilización inca", sin advertir que dicha fortaleza estaba rodeada por un cerco de construcción prehistórica que nada tiene que ver con las construcciones Incaicas y que recuerda notablemente, las construcciones hititas del Asia Menor. No escalaron tampoco la montaña ni sospecharon lo que la misma encerraba a cuatro mil metros. También los vestigios gigantes de Tiahuanaco están levantados a cuatro mil metros de altitud sobre el nivel del mar, como las de la altiplanicie de Marcahuasi, y evocan extrañamente las construcciones egipcias y etruscas.

LA CULTURA MASMA

Pedro Astete (1871-1940), escritor peruano e investigador tenaz, que estudió en Nueva York, Madrid y Lima, pasó once años en Buenos Aires asistiendo regularmente a la Biblioteca Nacional en afanosa búsqueda del conocimiento oculto sobre los Números, los Signos y las Letras. Astete tuvo la clara intuición de la existencia de una Cultura Masma, sin haber logrado, en vida, descubrir su asiento, tarea ésta que debía tocarle en suerte a su amigo y compatriota el doctor Daniel Ruzo de los Heros, escritor como aquél, poeta, investigador pertinaz y "buscador de piedras".

Un día del año 1952, en que recorría la comarca en una pormenorizada búsqueda, tropezó con un indio que le sugirió visitar en lo alto de la altiplanicie, para él embrujada, una cabeza del Inca.

Organizó Ruzo una expedición, instaló en lo alto de la meseta su tienda, y de asombro en asombro fue descubriendo aquella cultura ignorada, que reveló al mundo en una comunicación detallada que hizo en 1953 a la Academia de Ciencias de México y luego a la Sociedad de Etnografía de París.

La figura que el indio peruano llamaba "La cabeza del Inca", roca fantástica de 25 metros de altitud en la que está tallada, no estaba sola. Había catorce representaciones humanas más, no todas concluidas, y, diseminadas en la amplia meseta, un millar de representaciones zoomorfas o antropomorfas talladas directamente en la piedra entre las que se destacan el sapo, la tortuga, el mono, el león, el búho y pájaros extraños, animales fabulosos y prehistóricos como el huacamalco y el stegosaurio, que simbolizaban cada uno de los clanes a que los pobladores de la meseta pertenecían.

Se encuentran allí, también, piedras para los sacrificios o rituales funerarios y altares de evidente sentido mágico. Masma, nos advierte el doctor Ruzo, es un nombre que llega hasta hoy, en el Perú, desde el fondo de los tiempos. La leyenda refiere que se trata de una raza blanca de hombres altos barbados, fuertes y valientes, a los que sólo pudo vencer el tiempo y la realidad histórica del pueblo huanca, que, siglos después de su última derrota, conservaba virtudes guerreras y grandes tradiciones religiosas. Ricardo Palma, por su parte, ha emplazado a la antigua San Pedro de Mama o de Mamay en la confluencia con el río Rimac, frente al cerro Cono. Pero este antiguo nombre corrobora a su vez el nombre de Mamay que se ha dado al valle de Santa Eulalia, donde se halla la meseta de Marcahuasi.

¿Qué ritos de iniciación y qué sacrificios se habrán desarrollado en esa plataforma andina, cuyas aras (altares) de piedra tanto se asemejan a las de Machu Pichu? ¿Y cuál no sería la sorpresa del doctor Ruzo cuando encontró, fuera de aquella figura del inca, una colosal estatua de ocho metros de altura (luego habría de encontrar cinco más de la misma representación) que se asemeja extrañamente a la diosa Thoueris, la divinidad egipcia representada: por un hipopótamo hembra erguido sobre sus patas posteriores, símbolo de la fecundidad, que puede verse actualmente en el Museo de El Cairo?.

Lo asombroso es que no sólo el origen de la referida diosa es netamente egipcio, sino que, incluso, el hipopótamo que la representa es un animal originario del Alto Egipto que jamás vivió en América.


¿SEMITAS EN AMERICA?

El francés Emile R. Wagner (que con su hermano Duncan rastrearon concienzudamente el norte de la Argentina estudiando la civilización Chaco-Santiagueña y la llamada cultura Diaguita-Calchaquí), en un enjundioso estudio realizado con su colaboradora Olimpia Riguetti titulado ARCHEOLOGIE COMPAREE (Resumé de Préhistoire), publicado en 1946, señala el hallazgo, en los túmulos precolombinos de la tierra santiagueña de estatuillas de la divinidad protiforme primordial, que configuran verdaderos terafims: pequeños ídolos o talismanes portátiles que constituían accesorios del culto, símbolos de los dioses lares entre los antiguos hebreos, como los que, según la Biblia, Jacob enterró bajo un rollo en Siqués (GENESIS, 35-2,4) similares por otra parte y confundibles plenamente con los que se han descubierto bajo el limo diluviano de Ur, en Caldea (Babilonia), y que hoy se conservan en el British Museum de Londres, así como torteros con caracteres alfabetiformes neolíticos con dibujos totalmente idénticos a los de los torteros hebreos.

Así también, entre las miles de figuras que pueblan la altiplanicie de Marcahuasi, se destaca una de veinte metros de altura, que ostenta claramente la estilización de una barba faraónica y otra de perfil netamente semítico.

"¿Por qué -se pregunta el doctor Ruzo- en una ciudad y en un valle de inmediata vecindad con Jauja se ha conservado desde la época inmemorial el nombre de Masma? ¿Que tiene que ver con huancas del Perú el decimoséptimo patriarca de la Biblia después de Noé, según su descendencia por Ismael?. Y finalmente, ¿qué relaciones unen a la América con Egipto, la Mesopotamia, Tiahuanaco y la Isla de Pascua?".

El nombre de Masma (oído, en hebreo) responde, precisamente, al quinto hijo de Ismael y también a su posteridad, una tribu al nordeste de Medina, la Bene-Misma o Bene-Masma, como está registrado en el GENESIS (XXI,14), en el Libro primero de LAS CRONICAS (I,30) y en el Libro segundo de las mismas (IV,25-26).

Pedro Cueza de León, cronista español del siglo XVI, nos informa que habiendo interrogado a las tribus chaucas, que habitaron entre ruinas de la meseta de Marcahuasi en esa época, le revelaron que habían sido levantadas por extranjeros "blancos, rubios y barbudos" mucho antes de la llegada de los Incas. Otros cronistas dicen que entre los Incas subsistía una casta de hombres venerados, más fuertes que los otros, que hablaban un lenguaje distinto y a quienes llamaban los Hijos del Sol. El conquistador Pizarro, por su parte escribe que "los cabellos de esos hombres y mujeres eran rubios como el trigo y algunos mostraban una piel más blanca que la de los españoles". Se decía que vinieron de Oriente a través de las montañas. Hoy día, entre las viejas familias indias del Perú, como lo señala el mismo doctor Ruzo, encuéntrase frecuentemente el nombre de Corisapra, esto es: Barba de Oro. Y los indios huancas saben decir que sus antepasados habían conocido gigantes que llegaron al Perú hace infinidad de años y que eran blancos, rubios y barbudos.

ESCULTURAS MAGICAS

La talla de las piedras de Marcahuasi son de una técnica original que sorprendió y llenó de estupor a los especialistas en culturas americanas, como el arqueólogo austríaco Hans S. Bellamy, el inglés Peter Allan, el alemán Albert Glesecke y el francés Marcel F. Hormet, a quienes el doctor Ruzo invitó para mostrar su hallazgo in situ.

Dichas esculturas se vuelven mágicamente visibles cuando la luz del sol incide sobre ellas en determinada dirección e inclinación y desde un punto de vista señalado por lo general en el suelo, o bien en cierto momento del año únicamente, desapareciendo de la visión humana en otras circunstancias y desde otros puntos de mira.

"El hecho de que esas representaciones puedan ser solamente vistas desde un determinado ángulo y que sean aparentes sólo a determinada hora del día -señala Peter Allan- implica una técnica poco común".

"Estos monumentos son únicos en el mundo por su concepción, su tallado y su ejecución", escribe a su vez el doctor Hans Shindler Bellamy, el más conocido de los discípulos de Hoerbiger.

¿Y qué opinaría el lector el agrego que en la fotografía de un mausoleo, en la que se advierte la pulcra talla de un anciano yacente, esta representación aparece, como por arte de mutación mágica, trastrocada en el negativo de esa misma fotografía -como me lo ha mostrado mi amigo el doctor Ruzo- en el rostro de un hombre joven, de expresión altanera, cuyos cabellos caen sobre su frente y cuyo puño derecho se alza amenazante?...

Las miles de figuras y monumentos megalíticos que pueblan los tres kilómetros cuadrados de la meseta de Marcahuasi expresan un arte de considerable elevación. Tienen, además, una forma bidimensional y fueron realizadas en relieve sobre un solo plano, habiendo sido aprovechados sus costados para otras representaciones. Difícil resultaría precisar la época en que esa fascinante cultura floreció. Hablar de diez mil, de veinte mil, de treinta mil años, y esto en América, produciría cierto escozor a los arqueólogos apegados a teorías y técnicas y académicas.

Fuente: Revista 2001 Periodismo de Anticipación, Octubre 1969

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