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martes, 14 de agosto de 2018

NEITH DE SAIS NOS HABLA

NEITH DE SAIS NOS HABLA

Si volvemos la mirada hacia la literatura, la mitología y el folklore de la Antigüedad, la Atlántida se nos aparece al punto como una posibilidad histórica.

Timeo y Cridas, de Platón, contienen una crónica de la Atlántida. Se la atribuye a Solón, legislador de la antigua Hé-lade, que viajó a Egipto hacia el 560 a. de JC.

La asamblea de los sacerdotes de la diosa Neith de Sais, protectora de las ciencias, reveló a Solón que sus archivos se remontaban a millares de años y que se hablaba en ellos de un continente situado más allá de las Columnas de Hércules y engullido por las aguas hacia el 9560 a. de JC.

Platón no comete el error de confundir la Atlántida con América; dice claramente que existía otro continente al oeste de la Atlántida. Habla de un océano que se extiende más allá del estrecho de Gibraltar y dice que el Mediterráneo «no es más que un puerto». En este océano —el Atlántico—, sitúa una isla-continente más extensa que libia y Asia Menor reunidas.

Cuenta que en el centro del Atlántico existía una fértil llanura protegida de los vientos septentrionales por altas montañas. El clima era subtropical, y sus habitantes podían recoger dos cosechas al año. El país era rico en minerales, metales y productos agrícolas. 

En la Atlántida, florecían la industria, los oficios y las ciencias. El país se enorgullecía de sus numerosos puertos, canales y astilleros. Al mencionar sus relaciones comerciales con el mundo exterior. Platón sugiere el empleo de barcos capaces de atravesar el Océano.

Los habitantes de la Atlántida construían sus edificios con piedras rojas, blancas y negras. El templo de Cleito y de Poseidón estaba decorado con ornamentos de oro; los muros eran de plata; una muralla de oro lo rodeaba. Allí es donde los diez reyes de la Atlántida celebraron sus reuniones.

Según los datos de Platón, 1.210.000 hombres estaban alistados en el ejército y en la marina. Partiendo de esta cifra, había que admitir que la población entera se elevaba a un buen número de millones. Durante el último período de la historia de la Atlántida de que habla Platón, la nación se hallaba gobernada por los descendientes reales de Poseidón. Poco antes de su desaparición, el Imperio atlante se lanzó por los caminos del imperialismo, con la intención de extender sus colonias al Mediterráneo.

A juzgar por el relato de Platón, parecería, no obstante, que en una época anterior los atlantes se mostraban sabios y afables. Según él, «despreciaban todo, a excepción de la virtud». No daban gran importancia a «la posesión del oro y de otras propiedades, que les parecían una carga; no estaban intoxicados por el lujo, y la riqueza no les hacía perder el sentido». Los hombres de la Atlántida ponían la camaradería y la amistad por encima de los bienes terrestres. Teniendo en cuenta este desprecio a la propiedad privada y esta sociabilidad, ¿es lícito suponer que los atlantes aplicaban ya, en aquellos extinguidos tiempos, un sistema de socialismo? Si es así, ello explicaría la existencia de una economía sin dinero en el país de los incas, puesto que, según todos los indicios, el Perú era una porción del Estado atlante.

Según las Geórgicas, de Virgilio, y las Elegías, de Tíbulo, la tierra era en la Antigüedad propiedad común. El recuerdo de una democracia que habría existido antaño en la antigua Grecia y en la antigua Roma se perpetuó en las fiestas de las saturnales, en las que amos y esclavos bebían y danzaban juntos durante un día entero. En su Engidu, de cinco mil años de antigüedad, y en su poema de Uttu, los sumerios se lamentan de la desaparición de una estructura social en la que «no había mentira, ni enfermedad, ni vejez».

Platón evoca la decadencia moral de los atlantes, que se produjo cuando ganaron terreno la avaricia y el egoísmo. Fue entonces cuando Zeus, «viendo que una raza memorable había caído en un triste estado» y que «se alzaba contra toda Europa y Asia», resolvió infligirle un castigo terrible. Según el filósofo griego, «los hombres animados de un espíritu guerrero se hundieron en la tierra, y la isla de la Atlántida desapareció del mismo modo, engullida por las aguas».

Previendo la actitud escéptica de sus futuros lectores, Platón afirma que su historia «aun pareciendo extraña, es perfectamente verídica». En nuestros días, su relato se ve cada vez más firmemente confirmado por los datos de la Ciencia.

La exploración del lecho del Atlántico nos revela la existencia de una cresta que se extiende de Norte a Sur en medio del Océano. Las Azores podrían ser los picos de esas montañas sumergidas que, según el relato de Platón, protegían la llanura central de los vientos fríos del Norte. Cuando Critias nos habla de las casas atlantes construidas con piedras negras, blancas y rojas, su indicación está confirmada por el descubrimiento de terrenos calcáreos blancos y rocas volcánicas negras y rojas en las Azores, últimos restos de la Atlántida.

LOS SECRETOS DE LA ATLANTIDA: Andrew Thomas

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