LOS PORTADORES DE LA ANTORCHA DE LA CIVILIZACIÓN
Andrew Thomas
Existe en el Libro de tos Muertos una evocación de Thot, dios de las Letras y las Ciencias. Había nacido en un lejano país del Oeste, en una ciudad situada a orillas del mar, con dos volcanes activos en sus proximidades. Un día, algo extraordinario tuvo lugar en el país de Thot. El sol se oscureció, y los propios dioses se sintieron aterrorizados; pero el sabio Thot les ayudó a escapar de los lugares amenazados en dirección a un país oriental, al que llegaron atravesando las aguas. Al leer estos pasajes de un antiguo libro egipcio, uno no puede por menos de pensar en la Atlántida.
L. Filipoff, astrónomo del Observatorio de Argel, ha descubierto nuevos datos en un viejo texto conservado hasta nuestros días en una pirámide de las dinastías V y VI. Como el dios Thot estaba ligado al signo zodiacal de Cáncer, el sabio concluye que la llegada a Egipto de este portador de la civilización debió de producirse cuando el equinoccio vernal estaba en Cáncer, o sea, hacia 7256 a. de JC.
Se cuenta que el dios Hermes, a menudo identificado con Thot, sintió tanta compasión hacia una raza que vivía sin conocer las leyes que le enseñó la ciencia y la religión, las artes y la música, y, después, subió al cielo. Hermes enseñó a los hombres a escribir sus pensamientos, observar las estrellas, tocar la lira, curar el cuerpo y fundir los metales. Hermes, 5 Mercurio, hijo de Zeus y de Maya, era el mensajero celeste de los dioses; él inculcó a los hombres la noción de los seres divinos. De hecho, el nombre de Hermes significa en griego «el intérprete». Nieto de Atlas, era de ascendencia atlante.
Se representaba habitualmente a Mercurio, o Hermes, calzado con sandalias aladas, un pequeño casco alado en la cabeza y en la mano un caduceo, bastón con alas y serpientes, emblema de su misión de emisario de las potencias celestes-Antes de abandonar la Tierra para subir de nuevo a las estrellas, Hermes legó a la Humanidad sus Tablas de Esmeralda, en las que puede leerse:.
«Lo que está arriba es idéntico a lo que está abajo, y lo que está abajo es idéntico a lo que está arriba, para realizar las maravillas del Ünico.»
Los descubrimientos de la ciencia moderna en los campos de la biología, la astronomía y la física nuclear nos han demostrado la similitud entre lo infinitamente pequeño y lo infinitamente grande; nos demuestran, así, la verdad de la ley de Hermes. Las Tablas de Esmeralda contienen también el pasaje siguiente:.
«Puesto que todas las cosas deben su existencia a la Voluntad del Ünico, todas las cosas tienen su origen en la Cosa Ünica.»
Esta sentencia resume perfectamente la doctrina de la ciencia moderna concerniente a la unidad de la materia. En este antiguo documento pueden advertirse también dos alusiones a los rayos cósmicos, a la energía atómica y a sus peligros.
Jámblico (siglo iv d. de JC.) y Clemente de Alejandría (siglo n) hablan en sus escritos de los cuarenta y dos libros sagrados de los sacerdotes egipcios. Al mostrar estos rollos a Jámblico, se le explicó que su autor era Thot (Hermes). Treinta y seis de ellos contenían la historia de todos los conocimientos humanos, mientras que seis trataban de medicina y de cirugía. Algunos egiptólogos sustentan la opinión de que el papiro llamado de Ebers podría ser un fragmento de esas obras perdidas de Hermes.
Orfeo, hijo de Apolo, fue otro ser divino que llevó a los antiguos griegos la antorcha de la cultura. Era un gran vidente, músico, mago y filósofo. Enseñaba que la materia existía desde toda la eternidad y contenía el principio de todo lo existente. Sorprende encontrar en el alba de la Historia concepciones tan profundas. Pero el asombro es aún mayor cuando se oye a Orfeo hablar de otros mundos. Se dice, de hecho, que fue el primero en considerar la probabilidad de vida en las estrellas (31). No se puede comprender cómo habría podido concebir Orfeo esta inmensa idea de planetas habitados, a menos que se admita la realidad de una herencia cultural transmitida por la Atlántida.
Es muy probable que los antiguos misterios sirvieran de guardianes a esta ciencia secreta. Los misterios aseguraban tener el conocimiento de «seres celestes». En su cuarta égloga, Virgilio evoca una profecía relativa a su regreso del reino de los cielos.
En la India existe el recuerdo de una Edad en que los hombres podían hablar con los dioses. Tal vez fuera en esa época cuando unos visitantes divinos mencionaron ante los brahmanes la vida en el cosmos. Si no, ¿cómo habrían podido escribir los sabios, que escribieron los Vedas, que «existe vida en otros cuerpos celestes muy distantes de la Tierra»?
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