LOS ANFIBIOS TRAEN LA CIENCIA
Andrew Thomas.
Resulta difícil explicar el espectacular acceso de los súmenos, tras milenios de vida bárbara, a una época brillante si se rechaza el mito que nos habla de misteriosos seres llegados para implantar la civilización.
La tradición de Babilonia evoca visitas regulares efectuadas por los dioses para enseñar a los hombres las ciencias y las artes. Uno de esos misteriosos seres era Oanes, el dios-pez.
Beroso, sacerdote caldeo que vivió en la época de Alejandro el Magno, nos ha legado un excelente relato de las actividades de Oanes y sus compañeros. Este hombre sabio cuenta que en la antigua Babilonia las gentes vivían como animales salvajes. Pero de las aguas del golfo Pérsico surgió una extraña criatura con cuerpo de pez y cabeza humana; sus pies, juntos, formaban algo parecido a una cola de pez. Este curioso ser poseía el don de la palabra, aunque los antiguos babilonios lo hayan descrito a veces como «un animal carente de razón».
Oanes salía todos los días de las aguas para dar a los primitivos indígenas de Mesopotamia «una noción de las letras, las ciencias y las artes de toda especie». Enseñó a los primeros habitantes de Babilonia a «construir ciudades, erigir templos, redactar leyes, y les explicó los principios de los conocimientos geométricos». Les enseñó también la agricultura. En resumen, como dice Beroso, «les enseñó todo lo que contribuía a suavizar sus costumbres y a humanizar su vida».
Según este cronista, «nada esencial se añadió después dé la aparición de Oanes y de otros anfibios que mejorara sus enseñanzas».
Evidentemente, esta historia de «anfibios» o «animales carentes de razón» llamados a enseñar la ciencia es insostenible. Oanes no era un dios, puesto que el mismo Beroso nos dice que su voz y su lenguaje eran articulados y humanos. No podemos resolver el problema de los orígenes de este civilizador si no es admitiendo la existencia de culturas superiores en épocas precedentes o en otros planetas.
Beroso nos cuenta que la cabeza de Oanes estaba alojada en una cabeza de pez. ¿No nos da con ello una buena descripción de un casco espacial a través del cual se podía ver una cabeza humana? En cuanto a los pies uniéndose en cola de pez, ello podría representar una descripción aproximada de la parte inferior de una escafandra.
Quienesquiera que fuesen esas criaturas, el hecho es que, a renglón seguido de su visita, los hombres se pusieron a construir ciudades y canales y a entregarse a experiencias en el terreno del pensamiento abstracto. Fue entonces cuando nacieron en Babilonia el arte, la música, la religión y la ciencia.
Antes de la aparición de Oanes, los ribereños del Eufrates eran salvajes. Después de su llegada, se convirtieron en seres civilizados y alcanzaron un alto nivel intelectual. Hacia el II milenio antes de nuestra Era, los matemáticos de Babilonia estaban ya muy avanzados en álgebra y geometría. Los astrónomos disponían de tablas exactas y podían determinar la posición de los cuerpos celestes en cualquier momento. \Y todo esto había comenzado con la aparición de aquel «dios-pez» surgido de las aguas del golfo Pérsico!
Oanes de Eridu era reconocido como padre de la metalurgia. Un himno en su honor proclama: «Tú eres quien purificas el oro y la plata y mezclas el cobre y el estaño.»
El bronce es una aleación de cobre con una décima parte de estaño. Hubieron de pasar siglos antes de que el hombre descubriera la posibilidad de obtener un metal fuerte mezclando estaño con cobre, a menos que el secreto le fuera transmitido como un regalo de una civilización superior en conocimientos tecnológicos. Europa vivió una dilatada Edad del Bronce, pero apenas si conoció la Edad del Cobre. Los objetos de bronce parecen haber hecho irrupción súbitamente y haberse extendido con rapidez. Los artesanos prehistóricos del bronce en Europa dan pruebas de una gran habilidad artística.
Esta vasta distribución de objetos de bronce a través de Europa nos permite extraer una conclusión sorprendente. En aquella época remota, el tráfico a través de las diferentes partes del continente estaba más desarrollado que en época posterior, en el alba de la civilización romana. Debieron de existir en la época prehistórica facilidades de fabricación y de transporte. Este secreto de la Edad del Bronce no se limita solamente a Europa: en América Central, el bronce llega también completamente fabricado desde una fuente desconocida.
K. K. Doberer sostiene que las naves atlantes navegaron en torno a África y llegaron a Asia. En Fabricantes de oro, escribe que entre los años 8000 y 10000 a. de JC. un grupo de personas desembarcó en el delta del Indo y en el fondo del golfo Pérsico. Esos hombres, que no eran arios ni semitas, crearon allí una civilización fundada en el dominio de los metales. Aquellos extranjeros, de elevada estatura y cabellos negros, sabían trabajar el oro y la plata, el cobre y el plomo, el estaño y el antimonio, el hierro y el níquel. Los conocimientos acerca de los metales que poseían en el año 8000 a. de JC, no fueron adquiridos por los europeos sino hasta varios milenios más tarde (32).
Nuestro autor alemán emite también la hipótesis de que la alquimia, o transmutación de los metales, nació en la Atlán-tida. Oro producido artificialmente fue enviado a la Atlántida para uso exclusivo de los cultos religiosos. Los sacerdotes de Sumer, de la India y de Egipto guardaban el secreto de esta ciencia oculta.
Luego, cuando mensajeros procedentes de un país extranjero enseñaron la técnica de la aleación, se produjo una revolución técnica que estableció, a continuación del gran Diluvio, los fundamentos de una nueva civilización.
Se han descubierto objetos metálicos de origen sumerio en Rusia meridional, en Troya y en Europa Central. Hacia el año 3000 a. de JC, la civilización sumeria del bronce-estaño desapareció en Sumer a causa del cese de los suministros de estaño. La metalurgia prehistórica entró en una era de decadencia y quedó completamente olvidada hasta el día en que, al cabo de largos siglos, fue de nuevo descubierta.
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