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viernes, 12 de junio de 2015

La (verdadera) conquista del Polo Norte en catorce expediciones


Publicado por Kiko Llaneras


The Sea of Ice por Caspar David Friedrich (1824), inspirado por el relato de la expedición de Parry en 1819–1820.

En 1845, dos navíos rompehielos de la Marina Británica, el Erebus y el Terror, parten de Inglaterra con el encargo real de alcanzar el Polo Norte. Van tirados por poderosos motores de vapor y acumulan provisiones para siete años. Sir John Franklin capitanea la expedición de más de cien hombres. Ni él, si sus barcos, ni su tripulación volverán a ser vistos jamás. 

* * *

A mediados del XIX, nuestro planeta estaba aún por explorar, pero entre todos los lugares ignotos destacaba el Polo Norte. El punto más septentrional del planeta atraía a los hombres más que a las agujas magnetizadas. Una región helada, inaccesible, despoblada, sin vegetación, sin caza, sin refugios, un lugar vacío de todo. Un lugar donde la vida se antojaba imposible. Un lugar desconocido, misterioso, oculto siempre a los ojos de los hombres. Ser el primero en alcanzarlo garantizaba la fama y la eternidad, y por eso la conquista del polo se convirtió en una obsesión.

Además, viajar al ártico tenía otro atractivo: ofrecía la posibilidad de encontrar lo extraordinario. En las mente de los exploradores estaban los relatos de Julio Verne sobre un volcán islandés que daba acceso al mesozoico centro de la Tierra; o las charlatanerías de Symmes, decoradas por Edgar Allan Poe, que demostraba con sus sofisticados cálculos cómo en el polo se abrían siete mundos interiores, de aire enrarecido, pero habitables. Hasta Charles Derennes acabó escribiendo sobre El pueblo del Polo, una próspera civilización de reptiles inteligentes que vivían ocultos en el ártico. Todas estas historias se sabían fantásticas, pero mientras nadie fuese hasta allí, había una posibilidad no nula de que el polo estuviese, efectivamente, habitado por reptiles educados.

Así las cosas, fue una doble búsqueda de la celebridad y lo extraordinario lo que nos llevó al Polo Norte. Una carrera enloquecida e infernal, que provocó naufragios, fraudes, asesinatos, suicidios y hasta episodios de canibalismo. Este texto es un breve relato de aquella carrera, que como todas las empresas de su clase, contiene trazas de lo mejor y lo peor de los hombres.

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1. Atisbos de un mar polar abierto (1852). El comandante E. Inglefield acude al rescate de Franklin. Descubre el estrecho de Smith: una paso navegable en dirección al norte; su incursión induce a otros a pensar que es posible navegar hasta un teórico mar polar abierto, y desde ahí al mismo polo. 

2. La burbuja del mar polar (1853-1854). Al año siguiente, E. Kane comanda una expedición estadounidense que remonta el estrecho con el propósito de alcanzar el polo. Las cosas se tuercen. Kane sobrevive a un motín, a la pérdida de su barco y a un peligroso viaje de vuelta en bote. Regresa a Nueva York y es recibido con honores. Recorre el país dando conferencias, populariza el mito ártico y anuncia que ha encontrado una extensión de agua libre de hielo.

Aquella promesa de un polo norte navegable impulsa la exploración ártica. Un polo navegable implica una ruta comercial entre Europa y los Estados Unidos, algo que garantiza réditos económicos y estratégicos. Aquella vaga promesa podía financiar un sinfín de expediciones árticas, de ahí que los exploradores obsesionados con alcanzar el polo tuviesen todos los incentivos para hinchar la burbuja del mar polar. Pero aquel mar no existe. El ártico es una región de hielos perpetuos, flotando siempre a la deriva. Para confirmarlo fueron necesarios muchos años, muchos barcos y muchas vidas humanas.


El Advance atrapado por el hielo, aún muy lejos del polo. Expedición de E. Kane (1856). (DP)

3. Mil kilómetros a la deriva (1869-1870). En 1869, dos embarcaciones alemanas se dirigen hacia el polo. Unos pocos tripulantes del Germania, provistos de trineos, exploran la costa y llegan a los 77° 01′ norte. Mientras tanto, el Hansa es aplastado y su tripulación navega a la deriva en un témpano de hielo hacia el sur. Recorre novecientos kilómetros antes de que las corrientes les devuelvan a un lugar seguro.

4. Un Asesinato y un naufragio (1871-1873). La expedición de Hall, a bordo del Polaris, llega a través del estrecho de Smith hasta un nuevo punto más septentrional, 82° 11′. Tras su muerte —quizá su asesinato— la expedición se desintegra. El Polaris naufraga. La mitad de la tripulación navega a la deriva hacia el sur, sobreviviendo sobre un témpano de hielo. Son rescatados seis meses más tarde.

5. Barco hundido: doce hombres perecen (1879-1882). La conquista del Polo Norte es ya una causa popular y vende muchos periódicos. Un magnate de la prensa estadounidense, Gordon Bennert, patrocina una nueva expedición, capitaneada por el teniente George W. De Long, en busca de una «entrada termométrica». El barco se hunde. Doce hombres, entre ellos el teniente, perecen.

6. Muertos y sospechas de canibalismo (1881-1884). Adolphus Greely, del ejército estadounidense, instala un puesto semipermanente en la isla de Ellesmere. Uno de su tenientes llega a un nuevo punto más septentrional en los 83º 23′. Al no recibir suministros, Greely evacua a sus hombres por tierra. Cuando son rescatados, solo siguen vivos seis, de un total de veinticuatro, y se especula sobre si algunos han recurrido al canibalismo.

7. Nuevas tecnologías: esquíes (1893-1896). El científico noruego, Fridtjof Nansen, se adentra en el norte a bordo del Fram, una embarcación proyectada para resistir la presión que ejerce el hielo cuando el invierno congela sus aguas. Durante el viaje, Nansen y un tripulante, Hjalmar Johanssen, abandonan la nave para esquiar hasta el Polo Norte. No lo logran, pero alcanzan un nuevo punto más septentrional, en los 86º 10’.

8. En globo al Polo Norte (1897). Salamon Andrée y otros dos compañeros intentan alcanzar el polo volando en el globo Eagle. No lo logran. El mal tiempo los obliga a aterrizar y tienen que dirigirse a pie a un lugar seguro. Están a punto de conseguirlo. En 1930 se descubren sus restos en una pequeña isla situada al este de Spitsbergen. En la última anotación en su diario, Andrée escribe: «La moral permanece alta».


El globo accidentado de Andrée. Tras el accidente, intentan regresar a pie, pero no lo consigue. La imagen se recuperó treinta y tres años después de su muerte (Grenna Museum, Sweden/The Swedish Society of Anthropology and Geography, DP).

9. Las primeras sospechas de fraude (1905-1906). En 1906, Robert E. Peary atraviesa la banquisa ártica en trineo y alcanza los 87° 06′ norte, el punto más septentrional jamás alcanzado por un hombre. Sin embargo, sus observaciones resultan dudosas.

10. El primer fraude (1907-1909). Frederick Cook, antiguo compañero de Peary, atraviesa el Ártico desde el oeste de la isla de Ellesmere y afirma que, además, ha llegado al polo. Al principio es recibido como un héroe, pero pronto se le considera un impostor.

11. ¿El primer hombre en el Polo Norte? (1908-1909). En 1909, Peary declara que ha alcanzado el Polo Norte. Lo expresa así: «¡El polo por fin! El premio de tres siglos, mi sueño y mi ambición durante veintitrés años. Mío por fin». En aquel momento se da crédito a su afirmación. Sin embargo, un siglo después, son muchos quienes creen que sus observaciones eran falsas. Hoy la mayoría de estudiosos creen que Peary jamás alcanzó realmente el polo.


Robert E. Peary camino del Polo Norte. Todavía se discute si lo alcanzó; lo probable es que no lo hiciese. (DP)

La maldición de la exploración ártica es que su héroe, el hombre que dijo haber conquistado el Polo Norte en 1909, fue un farsante o estaba equivocado. Nunca estuvo allí. En realidad el polo permanecía negado a los hombres, pero el mundo no lo sabía y el ártico dejó de ser una atracción. Se había repartido la gloria y sin ella se perdía el motivo de aquellas expediciones. Nadie volvió en mucho tiempo y el Polo Norte se mantuvo indómito aún por varias décadas, riéndose de los hombres.

Como dice Fleming Fergus, «llegar al polo fue un sueño durante siglos; pero los que llegaron no fueron los que habían soñado con ello».

Esa es la paradoja de la conquista del Polo Norte, que quienes soñaron con el polo jamás lo alcanzaron, aunque lo creyesen o lo fingiesen, y quienes por fin lo alcanzaron lo hicieron sin saber que eran los primeros. El resultado de este engaño fue que la verdadera conquista del polo es una historia sin clímax y casi decepcionante. Ni siquiera podemos otorgar el mérito a un hombre en particular, ya que tres expediciones se reparten el privilegio de ser los primeros en ver el Polo Norte, poner los pies sobre él, y alcanzarlo por medios terrestres. La conquista concluye como sigue, parsimoniosa y sin que apenas nadie estuviese ya prestando atención.

12. Divisar el Polo Norte (1926). Amundsen, Ellsworth y Nobile vuelan de Spitsbergen hasta Alaska en el dirigible Norge. No lo saben, o no están seguros, pero son las primeras personas en ver el Polo Norte. No observan reptiles inteligentes; no hay nada allí más que hielo.

13. Pisar el Polo Norte (1948). Siguiendo instrucciones de Josif Stalin, un equipo de hombres de ciencia viaja en avión al norte con fines científicos y estratégicos. Son, seguramente, los primeros en poner los pies sobre el Polo.

14. Alcanzar el Polo Norte (1968-1969). El explorador británico Wally Herbert se convierte en el primer hombre en atravesar la banquisa polar y llegar al polo por su propio pie. Es 1969. Un hombre conquista el Polo Norte, mientras otro conquista la Luna.

Nota: mucho de lo que cuento aquí lo he tomado de La conquista del Polo Norte, de Fleming Fergus (Tusquets, 2007). Es un libro perfecto, leedlo.

http://www.jotdown.es/2014/06/la-verdadera-conquista-del-polo-norte-en-catorce-expediciones/

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