AMIGOS DEL BLOG

sábado, 2 de marzo de 2013

HERBERT ORE: ABRAHAM ( II )


ABRAHAM Y LAS TABLILLAS SUMERIAS.

Abrahán dio evidencias de que no estaba libre de la imperfección y la debilidad humana. Al ocultar el hecho de que Sara era su esposa, reveló desconfianza en el amparo divino, una falta de esa fe y ese valor elevadísimos tan noble y frecuentemente manifestados en su vida. Sara era una "mujer hermosa a la vista," y Abrahán no dudó de que los egipcios de piel obscura codiciaran a la hermosa extranjera, y que para conseguirla, no tendrían escrúpulos en matar a su esposo, y por ese temor mintió.

Los vínculos que unen Génesis del 1 al 11 a las tradiciones mitológicas, épicas e historiográficas de Egipto, del Orienté Bíblico, de Asia Menor y de Grecia Antigua han sido muy estudiadas desde la mitad del siglo XIX, como consecuencia de desciframiento de las escrituras cuneiformes y jeroglíficas. La atención se concentraba en la Epopeya de Gilgamesh en su versión larga de 12 tablillas, descubierta en los archivos de Ninive, y en el poema cosmogónico Enumi elis (“Cuando en lo alto…”). (Thomas Rome y Otros, Introducción al Antiguo Testamento, Pág. 126).

Pues efectivamente los sumerios habían relatado el diluvio universal con su Ziusudra que es el equivalente al Noé bíblico, pero no solo ello, también se encontró narraciones de que el hombre es una creación de “los que del cielo bajaron” a través de Enki, que por manejo del ADN creó al hombre en siete parejas (siete hombres y siete mujeres) con Istar, para realizar trabajos de explotación minera.

Según estas fuentes, Enlil es quién decide eliminar al hombre a través del diluvio, mientras que Enki/Ea, instruye a Ziusudra en secreto para que pueda sobrevivir, mientras Mami/Istar se rebela contra Enlil al ver como perecen sus criaturas. En cambio en la biblia es Yhavhe quién salva al hombre a través de Noé, pero este es conocido por los sumerios como Enlil ó Marduk.

En el tema materia del presente, podemos apreciar que la historia de Abraham es el relato de una elección y una trasmigración, y de las consecuencias que se derivan de ellas, en el seno de la humanidad nacida de Noe, Dios elige un pequeño clan. Abraham obedece a la orden de partida que se le dirige y cree en la promesa que se le hace. Lo que esta en juego en este relato a partir de este momento es saber si Abraham va lograr establecerse en el país de Canaán y si –en que condiciones- va obtener en él una descendencia. También se plantea la cuestión de saber cuál de los dos hijos, Ismael o Isaac, esta destinado a obtener la herencia paterna. (Thomas Rome y Otros, Introducción al Antiguo Testamento, Pág. 136).

Las evidencias bíblicas y mesopotámicas nos dicen que Abraham salió de Ur pero no dice donde nació. Solo nos dicen que salió de Ur, que se encuentra en sumeria, pero ¿Nació en Ur?

 

El Antiguo Testamento nos proporciona, de hecho (Génesis 17:1-16), el modo y el momento en que Abraham se transformó, de noble sumerio, en un potentado semita occidental, tras la  alianza establecida con su Dios. En un ritual de circuncisión, su nombre sumerio AB.RAM («Amado del Padre») se cambió por el acadio/semita Abraham («Padre de una Multitud de Naciones») y el de su esposa SARAI («Princesa») se adaptó al semita Sarah.

Fue, a los 99 años de edad, cuando Abraham se convirtió en “Semita”.

Para descifrar el antiquísimo enigma de la identidad de Abraham y de su misión en Canaán, tendremos que buscar las respuestas en la historia, las costumbres y la lengua sumerias. ¿No resulta ingenuo pensar que, para su misión en Canaán, para el nacimiento de una nación, y para el gobierno de todas las tierras desde la frontera de Egipto hasta la frontera de Mesopotamia, el Señor eligiera a alguien al azar, designara a cualquiera que circulara por las calles de Ur? La joven con la que se casó Abraham llevaba el nombre-epíteto de Princesa; dado que era hermanastra de Abraham («En verdad, es mi hermana, la hija de mi padre, pero no la hija de mi madre»), podemos dar por seguro que, o bien el padre de Abraham, o bien la madre de Sara, eran de ascendencia real. Del hecho de que la hija de Harán, el hermano de Abraham, llevara también un nombre real (Milkha -«Regia»), se deduce que los antepasados reales provenían del padre de Abraham. Así pues, la familia de Abraham debía pertenecer a uno de los más altos escalafones de las familias de Sumer; gente de noble proceder y elegante porte, como se puede observar en las distintas estatuas sumerias. (Zecharia Sitchin, La Guerra de los Dioses y Los Hombres, Pág. 129).

Insistimos, ¿En verdad Abraham nació en Ur?, la biblia no lo precisa como tal.

El sufijo bíblico “i”, cuando se aplica a una persona, significa “nativo de”; por ejemplo: Gileadi significaba nativo de Gilead, etc. Del mismo modo, Ibri significaba nativo de un lugar llamado “Cruce”; y ese, precisamente, era el nombre sumerio de Nippur: NI.IB.RU el Lugar del Cruce, el lugar donde la rejilla antediluviana se cruzaba, el Ombligo de la Tierra original, el antiguo Centro de Control de Misiones.

La caída de la n al pasar del sumerio al acadio/hebreo era algo frecuente. Al decir que Abraham era un Ibri, la Biblia simplemente quiere decir que Abraham era un Ni-ib-ri, ¡Un hombre de origen nippuriano!

Los diversos estudiosos han interpretado el hecho de que la familia de Abraham emigrara de Ur a Jarán, como que Ur era también el lugar de nacimiento de Abraham; pero eso no lo dice la Biblia en ninguna parte. Al contrario, cuando se le ordena a Abraham que vaya a Canaán y deje por las buenas sus pasadas moradas, se hace una relación de tres cosas separadas: la casa de su padre (que estaba entonces en Jarán); su país (la ciudad-estado de Ur); y su lugar de nacimiento (que en la Biblia no se identifica). La hipótesis de que Ibri identifica a un nativo de Nippur resuelve el problema del verdadero lugar de nacimiento de Abraham.

Nippur no fue nunca una capital real; más bien, fue una ciudad consagrada, el centro religioso de Sumer, que es como los expertos la calificarían. También fue donde se confiaron los conocimientos astronómicos a los sumos sacerdotes, y de ahí el lugar donde tuvo su origen el calendario, la relación entre el Sol, la Tierra y la Luna en sus órbitas.

Actualmente todos los expertos reconocen que los calendarios se derivan del calendario original nippuriano. Las evidencias demuestran que el calendario nippuriano tuvo sus inicios 4000 a.C., en la era de Tauro. Y aquí nos encontramos con otra confirmación del cordón umbilical que conectaba a los hebreos con Nippur: el calendario judío sigue contando los años a partir de un enigmático comienzo en el 3760 a.C. (de manera que, para los judíos, el año 1983 era el 5743). Se supone que esta cuenta se establece “desde el principio del mundo”; pero lo que realmente querían decir con ello los sabios judíos es que éste es el número de años que han pasado “desde que comenzó la cuenta (de los años)”. Suponemos que se refieren a la introducción del calendario en Nippur.

En los ancestros de Abraham nos encontramos así con una familia sacerdotal de sangre real, una familia encabezada por un sumo sacerdote nippuriano que era el único al que se le permitía entrar en la cámara más profunda del templo, para recibir allí las órdenes de la deidad y trasmitírselas al rey y al pueblo.

A este respecto, el nombre del padre de Abraham, Téraj, resulta muy significativo. Los eruditos bíblicos, buscando pistas tan sólo en el entorno semita, consideran que los nombres, como los de Harán y Na-jor, son meros topónimos (nombres que personifican lugares), y sostienen que tuvo que haber ciudades con estos nombres en el centro y norte de Mesopotamia. Los asiriólogos, investigando en la terminología acadia (por ser la primera lengua semita), sólo pudieron descubrir que Tirhu significaba «un objeto o vasija para propósitos mágicos». Pero si recurrimos a la lengua sumeria, nos encontraremos con que el signo cuneiforme de Tirhu procedía directamente del de un objeto que recibía el nombre sumerio de DUG.NAMTAR -literalmente, «El Que Dice el Destino»- ¡el que anunciaba los oráculos!

 Téraj, por tanto, era un Sacerdote de Oráculos, designado para acercarse a la «Piedra que Susurra», para escuchar las palabras de la deidad y comunicarlas (con o sin una interpretación) a la jerarquía laica. Era ésta una función que asumiría posteriormente el Sumo Sacerdote israelita, que era el único al que se le permitía entrar al Santo de los Santos, aproximarse al Dvir («Hablador»), y «escuchar la voz [del Señor] que le habla desde fuera del revestimiento que hay sobre el Arca de la Alianza, de entre los dos Querubines». Durante el Éxodo israelita, en el Monte Sinaí, el Señor proclamó que su alianza con los descendientes de Abraham significaba que «seréis para mí un reino de sacerdotes». Era una afirmación que reflejaba el estatus de los propios ascendientes de Abraham: el sacerdocio real. (Zecharia Sitchin, La Guerra de los Dioses y Los Hombres, Pág. 130).

Para muchos aún son inverosímiles estas conclusiones, pero están completamente de acuerdo con las prácticas sumerias según las cuales los reyes nombraban a sus hijas e hijos, y a menudo a sí mismos, para posiciones de sumo sacerdote, con la consiguiente mezcolanza de linajes reales y sacerdotales.

Por ejemplo las expediciones arqueológicas de la Universidad de Pennsylvania, confirmarían que los reyes de Ur tenían en mucha estima el título de “Piadoso Pastor de Nippur”, y que realizaban allí funciones sacerdotales; y el gobernador de Nippur (PA.TE.SI NI.IB.RU) era también el Principal UR.ENLIL (“Principal Servidor de Enlil”).

Algunos de los nombres que llevaban estas autoridades-sacerdotales se parecían al nombre sumerio de Abraham (AB.RAM), comenzando también con el componente AB (“Padre” o “Progenitor”); como ocurre con AB.BA.MU, que fue el nombre de un gobernador de Nippur durante el reinado de Shulgi.

No es pues ninguna exageración suponer que una familia tan estrechamente relacionada con Nippur como para que se les llamase “nippurianos” (es decir, “hebreos”), sostuviera sin embargo una elevada posición en Ur, pues esto concuerda completamente con las circunstancias reales que imperaban en Sumer en la época que hemos indicado; pues fue por entonces, por los tiempos de la III Dinastía de Ur, cuando, por vez primera en los asuntos divinos y en la historia de Sumer, se les confió a Nannar y al rey de Ur la administración de Nippur, combinando así las funciones religiosas y seculares. Así, pudo suceder que, cuando Ur-Nammu subió al trono de Ur, Téraj se trasladara con su familia desde Nippur a Ur, quizás para servir de enlace entre el templo de Nippur y el palacio real de Ur. Su estancia en Ur se prolongó hasta el fin del reinado de Ur-Nammu, y fue a su muerte cuando, como ya hemos visto, la familia dejó Ur para ir a Jarán.

No se dice en ninguna parte qué es lo que la familia hizo en Jarán; pero, si tenemos en consideración su linaje real y su estatus sacerdotal, debieron pertenecer a la jerarquía de Jarán. La familiaridad con la que, más tarde, trataría Abraham a algunos reyes, nos sugiere que debió tener algo que ver con las relaciones exteriores de Jarán; y su amistad con los hititas que vivían en Canaán, renombrados por su experiencia militar, puede arrojar luz sobre la cuestión de dónde adquirió Abraham esa competencia militar que con tanto éxito empleó en la Guerra de los Reyes.

Las tradiciones antiguas nos pintan también a Abraham como a una persona sumamente versada en astronomía -entonces un valioso conocimiento, cuando en los largos viajes había que orientarse por las estrellas. Según Flavio Josefo, Beroso se refirió a Abraham, sin nombrarlo, cuando habló del ascenso «entre los caldeos, de cierto hombre grande y justo que estaba muy versado en astronomía». (Si Beroso, el historiador babilonio, se refería realmente a Abraham, la importancia de la inclusión del patriarca hebreo en las crónicas babilónicas excede con mucho la indicación de sus conocimientos en astronomía). (Zecharia Sitchin, La Guerra de los Dioses y Los Hombres, Pág. 131).

Durante el reinado de Shulgi, la familia de Téraj (Padre de Abram), permaneció en Jarán. Después, a la muerte de Shulgi, llegó la orden divina de partir hacia Canaán. Téraj era ya bastante viejo, y Najor, su hijo, se quedaría con él en Jarán.

PUEDE LEER TODO EL TRABAJO EN:

No hay comentarios:

Publicar un comentario