En busca de una tierra misteriosa (2)
Después de Alexander von Humboldt vinieron Stephens, Catherwood y Squier, mientras en Perú trabajaban D’Orbigny y el doctor Tschuddi. Desde entonces, numerosos viajeros afluyeron a estos sitios, dándonos detalles minuciosos acerca de las vastas antigüedades. Sin embargo, nadie sabe cuántas más se quedan inexploradas y aun desconocidas. En lo que concierne a los edificios prehistóricos, Perú y México son comparables con Egipto. Se asemejan a la tierra de los faraones en la inmensidad de sus estructuras ciclópeas. Perú la supera en cantidad y Cholula rebasa a la gran pirámide de Cheops en anchura, si no en altura. Las murallas, las fortificaciones, las terrazas, los canales, los acueductos, los puentes, los templos, los cementerios, ciudades enteras y las calles exquisitamente pavimentadas, serpentean por centenares de millas en una línea interrumpida, cubriendo la tierra como si fueran una red. En la costa, las construcciones son de tabiques y en las montañas de cal porfídica, granito y arenisca de sílice. La historia no sabe nada de las largas generaciones de los artífices de estas obras y aun la tradición guarda silencio. Obviamente, una exuberante vegetación ha cubierto la mayoría de estos restos líticos. Selvas enteras han surgido de los corazones rotos de las ciudades y, aparte de algunas excepciones, todo está en ruina. Sin embargo, lo que permanece nos da una idea de lo que fue en su tiempo.
Los historiadores españoles hacen remontar casi todas las ruinas a los Incas. Este es un gran error. Los jeroglíficos que, a veces, cubren íntegramente las murallas y los monolitos, siguen siendo siempre letra muerta para la ciencia moderna, así como lo eran para los Incas, cuya historia puede ser reconducida hasta el siglo XI. Los Incas ignoraban el significado de estas inscripciones, atribuyéndolas todas a sus antepasados desconocidos, desacreditando la suposición según la cual descendían de los primeros seres que civilizaron su país. Inca es el título quechua para el jefe o emperador y el nombre de la raza o, mejor dicho, la casta regente y más aristocrática de la tierra que gobernó durante un período desconocido antes de la conquista española. Según algunos, su primera aparición, procedentes de regiones desconocidas, se remonta al 1021, en Perú. Otras conjeturas los reconducen a cinco siglos después del “diluvio” bíblico, conforme a la teología cristiana. Sin embargo, esta última teoría se acerca a la verdad más que la otra. Los Incas, considerando sus privilegios exclusivos, su poder e “infalibilidad”, son la contraparte americana a la casta brahmánica de la India.
Análogamente a esta última, los Incas afirmaban descender directamente de la Deidad que, como en el caso de la dinastía Suryavansa inda, era el Sol. Según una única tradición general, en un tiempo la población completa del Nuevo Mundo estaba fragmentada en tribus independientes, beligerantes y bárbaras. Finalmente, la deidad “Superior“, el Sol, se enterneció, y a fin de rescatar a esta gente de la ignorancia, envió a la tierra a sus dos hijos: Manco Capac y su hermana y mujer, Mama Ocollo Huaco, con la misión de instruir a los terrícolas. Nuevamente, ellos eran la contraparte del Osiris egipcio y su hermana y mujer Isis y también de los innumerables dioses, semidioses hindúes y sus cónyuges. Estos dos aparecieron en una isla hermosa en el lago Titicaca y se dirigieron hacia el norte, a Cuzco, que enseguida se convirtió en la capital de los Incas, donde empezaron a diseminar su civilización. La pareja divina, reuniendo las varias razas peruanas, empezó a asignarles sus deberes. Manco Capac enseñó a los hombres la agricultura, la legislación, la arquitectura y las artes. Mama Ocollo instruyó a las mujeres a tejer, hilar, bordar y en los quehaceres domésticos. Hace tres años, en el segundo volumen de “Isis sin Velo” Helena Blavatsky escribió: “Un día se descubrirá que el nombre América está íntimamente relacionado con Meru, la montaña sagrada en el centro de los siete continentes“. Los primeros descubridores de América se percataron de que algunas tribus oriundas llamaban a dicho continente Atlanta. En los estados de América Central encontramos el nombreAmerih que significa, análogamente a Meru, una gran montaña. Se desconoce también el origen de los indios Kamas americanos.
Los Incas afirman que descienden de esta pareja celestial. Sin embargo, ignoraban por completo quiénes fueron los artífices de las magníficas ciudades, ahora en ruinas, esparcidas en el área de su imperio, que entonces se extendía desde el ecuador hasta a más de 37 grados de latitud, incluyendo no sólo la vertiente occidental de los Andes, sino la cadena montañosa completa con sus faldas orientales, hasta el río Amazonas y el Orinoco. Como directos descendientes del Sol, ellos tenían la exclusividad para ser los altos sacerdotes de la religión de estado, así como también los emperadores y los estadistas más importantes en la tierra. En virtud de esto, y análogamente a los brahmanes, se otorgaron una superioridad divina sobre los mortales ordinarios, instituyendo, como los “nacidos dos veces” una casta exclusiva y aristocrática: la raza Inca. Todo Inca reinante, al ser considerado un hijo del Sol, era un alto sacerdote, el oráculo, el caudillo en la guerra, un soberano absoluto, desempeñando el doble oficio de Papa y Rey, anticipando, mucho tiempo antes, el sueño de los pontífices romanos. Sus órdenes se ejecutaban sin vacilar, su persona era sagrada y era el objeto de honores divinos. Los oficiales superiores no podían presentarse ante él con zapatos.
La señal de respeto nos reconduce, nuevamente, a un origen oriental. Mientras el ritual de perforar las orejas de la prole de sangre real, insertando anillos dorados: “cuyo tamaño se incrementaba a la par que adelantaban en el estado social, hasta que la extensión del cartílago se convertía en una deformación“, sugiere una semejanza extraña entre los retratos esculpidos de muchos de ellos y las imágenes de Buda y de algunas deidades y aun de los dandis del siglo XIX en Siam, Burma y la India meridional. Una vez más, haciéndonos eco de los días gloriosos del poder brahmánico en la India, nadie tenía el derecho de ser instruido o estudiar la religión, excepción hecha para la casta privilegiada Inca. Cuando el rey Inca fallecía o era víctima de un homicidio y “era llamado a casa, a la mansión de su padre“, durante la ceremonia de sus exequias se hacía morir con él un amplio número de sus servidores y consortes. Esto es similar a los antiguos anales de Rajasthán (Rajputana) y hasta a la costumbre teóricamente abolida del Sutti. En la sociedad india, la mujer era tratada en general como una sirvienta o esclava, sin poder de decisión o de valerse por sí sola. Debía seguir a su esposo en todos los asuntos. La mujer podía ser entregada como parte de pago de una deuda de juego. Como muestra de devoción, era obligada a quemarse viva en la fogata fúnebre de su marido como parte del ritual para honrar su muerte. Esta práctica, conocida como “sutti”, continuó hasta fines del siglo XVII cuando finalmente se derogó a pesar de la oposición de los líderes religiosos. A pesar de haber sido prohibida oficialmente, la práctica del sutti continuó hasta fines del siglo XIX y aún se realiza en algunas aldeas remotas de la India. En ciertas regiones, la mujer era ofrendada a los religiosos como concubinas o prostitutas para ser explotadas o se las sacrificaba para satisfacer a los dioses hindúes o para pedir que llueva.
Al tener presente todo esto, el arqueólogo no puede satisfacerse con la breve observación de ciertos historiadores según los cuales: “en esta tradición discernimos sólo otra versión de la historia de la civilización común a todas las naciones primitivas y el fraude de una relación celestial mediante la cual los gobernantes intrigantes y los sacerdotes astutos, han tratado de asegurarse su ascendencia entre los hombres“.Por lo tanto, no es una explicación decir que Manco Capac es casi la contraparte exacta del Fohi chino, el Buda hindú, el Osiris egipcio terrenal, el Quetzalcoatl mexicano y el Votan de América central, ya que todo esto es muy evidente. Lo que queremos aprender es cómo estas naciones, situadas en las antípodas: India, Egipto y América, llegaron a tener tan extraordinarios aspectos comunes, no sólo en sus prácticas religiosas generales y en sus ideas políticas y sociales; sino que, a veces, hasta en los detalles más diminutos. La tarea imperante consiste en descubrir quién vino primero y en explicar cómo esta gente llegó a sembrar, en los cuatro puntos cardinales de la tierra arquitectura y artes casi idénticas, a menos que, hubiera un tiempo durante el cual, según afirma Platón y más de un arqueólogo moderno cree, no se necesitaba ningún barco para tal viaje; pues los dos mundos formaban un sólo continente.
Según algunas investigaciones, sólo en los Andes existen cinco estilos arquitectónicos diferentes, de los cuales, el templo del Sol en Cuzco es el más moderno. Y ésta es, quizá, la única estructura relevante que, según los viajeros actuales, puede seguramente atribuirse a los Incas, cuyas glorias imperiales, según se estima, fueron el último brillo de una civilización remota. El Doctor Edwin. R. Heath, de Kansas, en los Estados Unidos, piensa que: “mucho antes de Manco Capac, los Andes habían sido la morada de razas cuyos orígenes deben haber correspondido con el de los salvajes de Europa occidental. La arquitectura gigantesca indica una relación con los fundadores de la torre de Babel y de las pirámides egipcias…. La manera de sepultar y preservar a sus fallecidos apunta también a Egipto“. Más tarde, este viajero erudito descubrió que los cráneos extraídos de los sitios de sepultura representan a tres razas distintas: los Chinchas, que se instalaron .en la parte occidental de Perú: de los Andes hasta el Pacífico; los Aymaras, los habitantes de las tierras altas de Perú y Bolivia, en la parte meridional de la orilla del lago Titicaca y los Huancas que “ocuparon la meseta entre las cadenas andinas, el lado norte del lago Titicaca, hasta el grado noveno de latitud sur“.
https://oldcivilizations.wordpress.com/2011/08/09/en-busca-de-una-tierra-misteriosa/
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