LOS TRES MUNDOS
Manly P. Hall.
De acuerdo con
las Escuelas de Misterios el cuerpo humano está dividido en tres grandes
partes, y, en analogía con esto, el universo externo se dice que está compuesto
de tres mundos: cielo, tierra e infierno. El cielo es el mundo superior y por
alguna razón desconocida se supone que está arriba, aunque Ingersoll ha probado
concluyentemente que debido a la rotación de la tierra, arriba y abajo son
siempre lugares cambiables.
Casi todas las
religiones enseñan que Dios mora en el cielo. A sus componentes se les enseña
que Dios está sobre ellos, por eso levantan sus manos en la oración y elevan
sus ojos hacia el cielo al implorar o pedir algo. En algunos países se supone
que Dios mora en la cima de las montañas, que son los lugares más elevados del
mundo. Dondequiera que él esté y quienquiera que sea, el lugar de su morada
está arriba, desde donde protege al mundo de abajo.
Entre el cielo
de arriba y el infierno de abajo está la Tierra, llamada por los
escandinavos Midgard, o jardín del medio. Está suspendida en el
espacio y constituye la morada de los hombres y otros seres vivientes. Está
conectada con el cielo por un arco iris que hace de puente y por el cual los
dioses descienden. Sus cráteres volcánicos y fisuras, se dice que sirven de
conexión con el infierno, el lugar de la oscuridad y el olvido. Aquí, “entre
los dominios del cielo y de la tierra que maneja”, como dice Goethe, existe la
Naturaleza. La verde campiña, los corrientes ríos, el poderoso océano, existen
sólo en el mundo medio, el cual es una especie de campo neutral, en donde las
huestes del bien y del mal libran su eterna batalla de Armageddon.
Abajo, en
oscuridad y en llamas, tormentos y sufrimientos, está el mundo de Hel, el cual
nosotros hemos interpretado como infierno. Es lo más bajo; porque, seguramente,
así como pensamos del cielo como lo de arriba, lo hacemos del infierno como lo
de abajo, mientras que este lugar medio (Tierra) parece ser como la línea
divisoria entre ambos. En el infierno están las fuerzas del mal, las lágrimas,
los profundos dolores, los poderes destructivos, los cuales están siempre
produciendo aflicción a la Tierra y luchando, incansablemente, para derribar el
trono de los dioses en el cielo.
Este sistema en
su totalidad es un mito anatómico, pues el mundo celestial de los antiguos – el
templo de la justicia en la cima de la montaña – era el cráneo con su divino
contenido. Es el hogar de los dioses en el hombre. Se lo denomina con el
término de arriba porque ocupa el extremo norte de la columna
vertebral humana.
Se dice que el
templo de los dioses que gobiernan la Tierra está en el Polo Norte, el cual es,
mencionándolo de paso, el hogar de Santa Claus, porque el Polo Norte representa
el lado positivo de la columna vertebral del “Señor planetario”. Santa Claus,
saliendo de la chimenea, con su ramita de siempreviva (Árbol de Navidad), en la
estación del año cuando la Naturaleza está muerta, tiene una hermosa
interpretación masónica para aquéllos que quieran estudiarla.
Lo mismo es
cierto respecto al maná que descendía para alimentar a los Hijos de Israel en
el desierto, porque este maná es una sustancia que desciende por la médula
espinal desde el cerebro. Los hindúes simbolizan la espina dorsal como el tallo
del loto sagrado; por lo tanto, el cráneo y su contenido está simbolizado por
la flor. La columna vertebral es la escala de Jacob, conectado el cielo con la Tierra,
mientras que los treinta y tres escalones son los grados de la masonería y los
años de vida de Cristo. En lo alto de estos escalones, el candidato asciende en
el plano de la conciencia para alcanzar el templo de la iniciación, que se
halla colocado en la cima de la montaña. En este lugar majestuoso, con su
cúpula arriba de todo, con un agujero en su piso (foramen magnum), es
donde se dan las iniciaciones del gran misterio. Las montañas de los Himalayas
con sus picos, representan los hombros y la parte superior del cuerpo. Son las
montañas más elevadas de la Tierra. En alguna parte, sobre la cima más alta, se
levanta el templo, descansando (como en el cielo de los griegos) sobre los
hombros de Atlas.
Es interesante
notar que la vértebra superior de la columna vertebral del hombre es llamada
atlas y sobre ella descansa la base del cráneo. En el cerebro hay un número de
cavidades y circunvalaciones, y en ellas (según las leyendas orientales) viven
los sabios – los yoguis y hermitaños -. Las cavernas de los yoguis, se dice,
están ubicadas en los lugares cercanos al nacimiento del río Ganges. Toda
religión tiene su río sagrado. Para los cristianos es el Jordán; para los
egipcios, el Nilo; y para los hindúes, el Ganges. El río sagrado es el canal
espinal que corre entre los picos de las montañas. Los santos, en su retiro,
representan los centros sensorios del ojo espiritual ubicado en el cerebro
humano y son los siete durmientes, del Corán, quienes deben permanecer en la
oscuridad de sus cavernas hasta tanto el fuego espiritual los vitalice.
El cerebro es la
habitación de arriba a que se refieren los Evangelios, en donde Jesús se
encontraba con sus discípulos, y se ha dicho que los discípulos representan las
doce sinuosidades del cerebro. Son estos doce senos del cerebro los que más
tarde envían sus mensajes por medio de los nervios, al cuerpo que está abajo,
para convertir a los Gentiles, o predicar el Evangelio a campo abierto. Estas
doce sinuosidades se reúnen alrededor de la abertura central del cerebro (el
tercer ventrículo), el cual es la santidad de santidades – el asiento de la
misericordia -, en donde, entre las extendidas alas de los Ángeles, Jehováh
habla con el sumo Sacerdote, y donde permanentemente, día y noche, se
manifiesta la gloria de Shekinah.
Desde este punto
asciende, finalmente, el espíritu; lugar del cráneo que representa al Gólgota.
Es un hecho clarividente de que el espíritu no sólo deja el cuerpo sino que
también entra en él, por la coronilla, lo cual probablemente ha dado origen al
relato de Santa Claus y su chimenea.
La Trinidad en
el hombre mora en las tres grandes cámaras del cuerpo humano, desde las cuales
irradian su poder a través de los tres mundos. Estos centros son: el cerebro,
el corazón y el sistema de reproducción. Estas son las tres cámaras principales
de la pirámide y, también, los lugares en donde se dan las iniciaciones de
Aprendiz, Compañero y Maestro masón, todos éstos, grados de la Logia Masónica
Azul. En estas tres cámaras moran el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, los
cuales son simbolizados por la palabra de tres letras: AUM.
La
transmutación, regeneración y desarrollo de estos tres grandes centros se
produce por la repetición de la Palabra Pérdida la cual es el
gran secreto de la Orden Masónica. De los nervios espinales vienen impulsos y
fuerzas vitales que hacen eso posible. Por lo tanto, al masón se le advierte
que debe considerar con todo cuidado su palabra substituta, que significa “la
médula de los huesos.”
En el cerebelo,
o cerebro posterior – el cual tiene a su cargo el sistema motriz del cuerpo
humano y es el único cerebro desarrollado en el animal -, se encuentra el
desarrollo de un pequeño árbol, el cual, por su forma arborescente, ha sido
simbolizado como una rama de acacia y como tal se refiere a una alegoría
masónica.
Los dos
hemisferios del cerebro fueron llamados por los antiguos Caín y Abel, y tiene
mucho que hacer con la leyenda del castigo de Caín, que es, literalmente, el
castigo por el desequilibrio. Porque Caín, matando el espíritu de equilibrio,
es enviado a vagar por la faz de la tierra. Yo tengo en mi poder un cráneo muy
notable que, originalmente, descansaba sobre los hombros de un homicida. Es de
una cualidad orgánica elevada, pero lleva la maldición de Caín. Este individuo
tenía odio por alguien, y lo alimentaba muy cuidadosamente.
El alimentar un
rencor, algunas veces, deviene una de las cosas más peligrosas. Este individuo
juró que cuando encontrara a cierta persona, le arrancaría el corazón y se lo
echaría a la cara. Pasaron varios años; su odio aumentaba. Al final, encontró a
su enemigo, lo atacó y cumplió la amenaza. Fue ahorcado por el crimen, pero el
cráneo, llevando el testimonio de su cerebro, revela un hecho muy interesante.
La mitad derecha
del cerebro está bajo el control de Mercurio – el planeta de la inteligencia –
y como resultado de que lo cruzan nervios en la base del cráneo, domina el lado
izquierdo del cuerpo. El lado izquierdo del cerebro, bajo el control de Marte –
el espíritu de la ira y del impulso – gobierna el lado derecho del cuerpo y del
mismo modo el fuerte brazo derecho. Como resultado de su odio y el gobierno de
Marte, que crecía por ese odio, la parte posterior del lado, izquierdo del
cerebro llegó a ser justamente el doble en volumen que la del lado derecho. El
individuo permitió que Marte controlara su naturaleza. La impetuosidad de Marte
lo gobernaba, y pagó con su vida la maldición de Caín.
La ciencia sabe
que hay una línea muy fina que separa la genialidad de la insanidad; porque,
cualquier vicio o virtud dominante, el hombre la debe pagar con el
desequilibrio. La falta de armonía siempre altera nuestro punto de vista, y un
punto de vista erróneo siempre produce sufrimiento.
En el cráneo se
halla “el tablero de los conmutadores” que controla las actividades del cuerpo.
Toda función del hombre que tenga lugar debajo del cuello, tiene su control
desde un centro de conciencia del cerebro. La prueba de esto es que cualquier
lesión producida en determinados centros del cerebro, produce la paralización de
varias partes del cuerpo. La ciencia médica sabe ahora que la médula espinal es
una prolongación del cerebro, y algunos hombres con autoridad científica
afirman que la médula es capaz de tener inteligencia, a lo largo de todo su
recorrido. Esta médula es la espada flamígera que se supone está colocada
verticalmente en los portales que cierran el Jardín del Edén. El Jardín del
Edén es el cráneo, dentro del cual hay un árbol que tiene doce clases de
frutos.
El cerebro está
lleno de cámaras abovedadas y galerías, las cuales tienen su correspondencia en
las bóvedas y arcos de los templos, siendo, indudablemente, el tercer
ventrículo la Cámara del Rey de la Gran Pirámide. La médula espinal es la
serpiente de los antiguos. En algunos lugares de la América Central y Sud
América el Dios Salvador es llamado Quetzalcoatl. Su nombre significa: serpiente
emplumada, y éste ha sido siempre su símbolo. Esta es la serpiente
bronceada levantada por Moisés en el desierto. Los nueve anillos de la cola de
la serpiente son llamados el número del hombre, y ellos representan las
vértebras sacras y coxígeas, en cuyos centros se encuentra el secreto de la
evolución humana.
Cada órgano del
cuerpo físico esta reproducido en el cerebro, en donde está copiado por la ley
de analogía. Hay dos formas humanas embriónicas, una masculina y otra femenina,
entrelazadas en el cerebro. Éstas son el Yin y Yang de
la China, los dragones blanco y negro mordiéndose entre si. Una de estas
figuras tiene como órgano de expresión la glándula pineal, y la otra, el cuerpo
pituitario. Estas glándulas de secreción interna, son dignas de consideración,
pues ellas son factores de suma importancia en el desarrollo de la conciencia
humana. Aunque aparecen como no teniendo ninguna función, no están atrofiadas, y
como la Naturaleza no preserva ningún órgano innecesario, ellas deben tener un
rol muy importante.
Es conocido que
estas glándulas son mayores y más activas en las mentalidades con un alto grado
de desarrollo y lo contrario ocurre en las de desarrollo inferior; y, en
ciertos idiotas congénitos, ellas son muy pequeñas. Estas dos glándulas son
llamadas la cabeza y la cola del dragón de la sabiduría. Ellas son los polos de
cobre y de zinc de un circuito eléctrico, que tienen al cuerpo entero como una
batería.
El cuerpo
pituitario (que descansa en la “silla turca” del hueso esfenoide, directamente
detrás y un poco debajo del puente de la nariz y conectado con el tercer
ventrículo por un fino canal llamado: infundibulum) es el polo femenino, o
centro negativo, que tiene a su cargo la expresión de la energía física. Su
actividad regula en alto grado el tamaño y peso del cuerpo. Es también un
termómetro que revela los desórdenes que hubieren en cualquiera de las cadenas
de las glándulas internas.
La endocrinología
(estudio de las glándulas internas y sus secreciones) está todavía en un estado
embrionario, pero algún día, se revelará como lo más importante de la ciencia
médica.
En el mundo
antiguo se conocía al cuerpo pituitario por los siguientes símbolos: la retorta
de los alquimistas; la boca del dragón; la Virgen María; el Santo Grial; el
cuarto creciente lunar; el baño purificador; uno de los querubines del Arca; la
Isis de Egipto; Radha de la India; y la boca del pez. Puede ser muy bien
llamado: la esperanza de gloria del hombre físico. En el extremo opuesto del
tercer ventrículo y un poco más arriba, está la glándula pineal, la cual no
deja de semejarse a una piña (de la cual toma su nombre).
Sir Ernest
Alfred Wallis Budge (2), cuidador de las antigüedades egipcias en el Museo
Británico, menciona, en una de sus obras, la costumbre egipcia de atarse conos
de piñas sobre la cabeza. Declara que, en los rollos de papiros, esos conos
están atados en lo alto de la cabeza de los muertos, cuando tienen que hacerse
presente ante Osiris, señor del mundo inferior. Indudablemente que este símbolo
se refiere a la glándula pineal.
Había, también,
costumbre en ciertas tribus de África de atar pedazos de grasa sobre sus
cabezas, y dejarlos que se derritieran al sol y les corriera sobre el cuerpo,
como parte de normas religiosas. Es interesante observar que los Indios
Americanos solían llevar su pluma – que originalmente era símbolo de su Cristo
– en el mismo lugar en donde los monjes cristianos afeitan su cabeza. Los hindúes,
enseñan que la glándula pineal es el tercer ojo, llamado el ojo de
Dangma. Es Llamado por los buddhistas el ojo que todo
lo ve, y en la cristiandad se habla de él como del ojo único.
Se nos dice que
en épocas remotas la glándula pineal era un órgano de orientación, por el cual
el hombre conocía el mundo espiritual, pero que, con la aparición de los
sentidos materiales y los dos ojos objetivos, dejó de usarse, y, durante el
tiempo de la raza lemur, se retiró al lugar que, actualmente, ocupa en el cerebro.
Se dice que los niños, recapitulando sus períodos previos de evolución, tienen,
alrededor de los siete años un uso limitado del tercer ojo, en cuyo tiempo los
huesos del cerebro se desarrollan en conjunto.
Esto se
relaciona con la condición semiclarividente de los niños, los cuales son, en el
campo psíquico, mucho más sensitivo que los adultos. Se supone que la glándula
pineal secreta un aceite, el cual es llamado resina, la vida del
pino. Esta palabra parece estar relacionada con el origen de los Rosacruces,
quienes trabajaban sobre las secreciones de la glándula pineal buscando la
apertura del ojo único; porque en la Escritura se dice: “La luz del cuerpo es
el ojo; por lo tanto, si tu ojo se hace único, el cuerpo todo será llenado con
luz.”
La glándula
pineal es la cola del dragón y en un extremo tiene una pequeña protuberancia
parecida a un dedo. Esta glándula es llamada Joseph (José),
porque es el padre del hombre Divino. La protuberancia semejante a un dedo,
es llamada la vara de Dios; algunas veces, la lanza
sagrada. Su contorno se asemeja a esas retortas que utilizaban los
alquimistas para evaporar líquidos. Es un órgano espiritual, destinado, más
tarde, a ser lo que fue al comienzo, esto es, el eslabón de enlace entre lo
humano y lo divino.
El vibrante dedo
en el extremo de esta glándula es la vara de Jesse y
el cetro del alto Sacerdote. Algunos ejercicios, como se dan en las
escuelas de Misterios del occidente y oriente, hacen vibrar este pequeño dedo,
produciendo un sonido zumbante sordo, en el cerebro. Esto es, algunas veces,
muy penoso, especialmente cuando el individuo que experimenta el fenómeno, lo
que ocurre en la mayoría de los casos, no sabe nada de la experiencia a través
de la cual está pasando.
En el medio del
cerebro y rodeado por las circunvoluciones, está el tercer ventrículo, una
cámara abovedada de iniciación. Alrededor de ella se sientan los tres reyes,
tres grandes centros de vida y fuerza – el cuerpo pituitario, la glándula
pineal y el thalamus óptico. En esta cámara hay, también una
pequeña simiente como arenisca, la cual está indudablemente, conectada con el
arca del rey que se halla en la Gran Pirámide. Se supone que el tercer
ventrículo es el sitial del alma, y se dice que el aura que rodea la cabeza de
los santos y sabios, representa el resplandor dorado que irradia este tercer
ventrículo.
Entre los ojos y
justo arriba de la raíz de la nariz, hay una dilatación en el hueso frontal del
cráneo que es llamado el seno frontal. La ligera comba producida por la
dilatación de este hueso, es conocida en frenología como el asiento de la
individualidad. Es este lugar donde se colocan las joyas en la frente de los
Buddhas, y es, también, desde este punto que la serpiente se levanta de la
corona de los antiguos egipcios.
Varias de las Escuelas
de Misterios enseñan que este es el sitial de Jehová en el cuerpo humano.
Aunque su función se realiza por medio del sistema generativo, su centro de
conciencia, como una parte del espíritu del hombre, esta localizado en un mar
de éter azul, en el centro del seno frontal, llamado el velo de Isis.
Cuando se estudia el cuerpo humano, clarividentemente, ese pequeño punto
aparece, siempre, como un centro o punto negro y no puede ser analizado.
El monte
Palatino de los antiguos, sobre el cual fueron construidos los templos de
Júpiter y Juno, tiene, también, su lugar en el cuerpo humano. La estructura del
hueso del paladar es una especie de colina, y arriba del mismo, en línea recta,
están las dos órbitas de los ojos, las cuales son el Júpiter y Juno del mundo
antiguo.
La cruz, desde
luego, representa el cuerpo humano. Su parte superior es la cabeza del hombre,
irguiéndose sobre la línea horizontal de los dos brazos abiertos. Como ya lo
dijéramos, las grandes iglesias y catedrales del mundo han sido construidas en
forma de cruz, y contienen (donde estaría la cabeza) el altar con sus velas
encendidas. Estas velas simbolizan los centros espirituales que se hallan en el
cerebro, y la costumbre de colocar una ventana sobre el altar, sugiere el
delicado lugar que se halla en la parte superior del cráneo. El cráneo – la
habitación superior – es el sanctum sanctorum del Templo
Masónico, y a él sólo pueden aspirar los puros.
El hueso en
forma de ala, que la ciencia médica conoce como esfenoide, es el escarabajo
egipcio, llevando en sus garras el cuerpo pituitario y teniendo, también, en lo
alto, las centelleantes chispas de la inmortalidad localizada en el seno
frontal.
Se nos dice, en
las mitologías antiguas, que los dioses bajaban del cielo y andaban entre los
hombres, instruyéndoles en las artes y ciencias. De manera similar, los poderes
divinos del hombre, descienden del mundo celestial de su cerebro para llevar a
cabo la obra de construir y reconstruir las sustancias naturales. Se nos dice
que al final de la evolución del cuerpo humano, éste se irá disolviendo
lentamente retornando al cerebro (que fue su origen) hasta que no quede nada
más que siete centros globulares irradiando siete sentidos de percepción
perfectos, que son los espíritus ante el trono y los salvadores que son
enviados al mundo para redimirlo por medio de los siete períodos de su
desarrollo.
El hombre es una
planta invertida; se nutre del sol como la planta lo hace de la tierra. Así
como la vida de la planta asciende por su tronco para nutrir sus ramas y hojas,
la vida del hombre (arraigada en el cerebro) desciende para producir el mismo
resultado.
Esta vida
descendente se simboliza por el mundo de los salvadores, que bajan al mundo
para morir por los hombres. Más tarde, estas vidas retornan al cerebro, en
donde ellas glorifican al hombre ante todos los mundos de la creación. Es
suficiente ya, como relato sobre el cerebro.
Ahora,
consideraremos la otra parte maravillosa del hombre, es decir, la espina
dorsal.
Tomado de la Revista: Dialogo Entre masones Enero 2015
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