El Secreto del Socorro Masónico
Alcoseri
Cierto hombre de pronto sintió el
llamado iniciático y buscó a un masón reconocido de su ciudad, y le externó su
deseo de ingresar a la Noble Orden Masónica.
Al entrevistarse con él dijo: ¡Sé que
los masones son personas de conocimientos secretos! Le ruego poder ser parte de
su Orden, para que pueda así crecer y convertirme en una persona completa, pues
gran parte de mi vida la he malgastado; y ahora siento que nada soy.
El masón un hombre viejo llamado Confern
contestó: Puedo tramitar tu ingreso a la Orden iniciándote a cambio de algo que
los masones del mundo necesitamos. Ve y busca a un hijo de una viuda que vive
en la ciudad de Edimburgo, socórrenos así a todos, ayuda a su madre viuda y
claro socorre a su hijo llamado Sterling, pues él así podrá continuar nuestra
sagrado trabajo de mampostería.
El postulante a libre masón pensó para
sí, ¿Cómo que socorrerlos? No soy yo el que necesita socorro o ayuda de ellos.
El viejo masón leyó sus pensamientos y le dijo: Socorriendo a los demás te
socorres a ti, este es el lema de nuestro Taller de Albañilería. Fue así que el
postulante masón partió. Llegó a una pequeña casa de picapedreros en Edimburgo
y le dijo al encargado: Busco a Sterling el hijo de una Viuda, vengo a socorrerlo
a él y a su Madre Viuda. Necesito socorrerlo para que él nos socorra.
El picapedrero dijo: Estás describiendo
una situación, muy propia para eliminar tu egoísmo, y las necesidades de los
hombres que somos del gremio de albañiles libres, el de ayudarnos y socorrernos
unos a otros. Así que yo necesito que traigas hasta aquí grandes bloques de
piedra para que yo los pula y les de forma propia, para que encajen en la
Catedral de Edimburgo que estamos construyendo. Busca la manera de traerme esos
bloque de piedra y te diré cómo encontrar a ese hijo de la Viuda.
De manera que el postulante partió en
búsqueda de bloques de piedra para el picapedrero. Cuando llegó a una choza
junto a una cantera y le dijo al cantero: Cantero, vengo por Bloques de piedra.
Lo necesito para el picapedrero quien si así se los llevó me dará razón de cómo
encontrar al hijo de la Viuda. A cambio de todo esto, yo podré ingresar la
Orden de los Francmasones.
El cantero respondió inmediatamente:
Muchacho, tú necesitas bloques de piedra ¿Qué hay de mí? No me interesa tu plática
acerca de tus aspiraciones, ni las tuyas ni las de los demás que te han enviado
aquí. Yo necesito herramientas para escavar y extraer de la Madre Tierra esos
grandísimos bloques de piedra. Consígueme las herramientas propias y te daré
tus grandes bloques de piedra, y así podrán construir su nuevo
Stonehenge.
De modo que el postulante se puso en
marcha, hasta encontrar a un herrero, a quien contó sus necesidades. El herrero
a su vez dijo: ¿Qué hay de mi jovencito? Tú necesitas herramientas para
sobornar al cantero, yo necesito acero para fabricar las herramientas por
ustedes requeridas. Consígueme hierro y te ayudaré.
De manera que el aspirante a masón libre
se marchó en búsqueda de alguien que vendiera acero. Cuando encontró a tal
vendedor de acero le conto sus grandes dificultades y el Acerero dijo: ¿Qué se
yo de conocimientos extraños, sociedades secretas, canteros, mamposteros, o de
Catedrales? Todo lo que la vida me ha enseñado es que cada uno parece cuidar sus
propios intereses aquí en esta isla británica. Hablemos ahora, de mis grandes
necesidades, y si tú pequeño jovencito puedes satisfacerlas, entonces sí que
hablaremos de acero, y tu luego podrás pensar todo que quieras sobre esa nueva
Orden Masónica de que me hablas.
¿Cuáles son tus necesidades? Preguntó el
candidato a la iniciación. Yo necesito hierro y carbón para fabricarte el
acero, consígueme estos y luego pídeme acero. De modo que el aspirante partió
en la búsqueda de hierro a una mina, el minero que le dijo: Si, puedo darte
hierro para tus necesidades. En cuanto a todo lo demás, podrías haberme evitado
aburrirme al tener que escuchar tu historia, pues simplemente no tengo el menor
interés en tus asuntos filosóficos u otras cosas relacionadas con gente como
los masones, que se son personas que comienzan a tener mucho poder. Pero tengo
un deseo y te convendría socorrerme en el asunto, de lo contrario nunca te
ayudaré. ¿Y cuál es tu deseo? Le preguntó la minero. Yo quiero casarme y mi
amada es una bellísima doncella. Pero, no es de mi clase social, y su padre no
permite nuestro casamiento. Procúramela, y entonces hablaremos sobre tus
problemas. De modo que el candidato a masón se marchó, y después de hace
exhaustivas diligencias, habló con el padre de la bellísima doncella que dijo:
Tengo una hija, ella ama al minero y su único deseo es casarse con él. De
hecho, ha estado toda su vida pensando en él. Debe ser alguna suerte de milagro
para él y para ella que tú aparezcas, y que me cuentes tu historia sobre tu
deseo de ingresar a la Orden Masónica. Yo nunca consentí el casamiento de
ellos, pero gracias a ti he cambiado de parecer. Pero digo ¿Qué hay de mí? Cada
uno quiere lo que quiere, las personas necesitan cosas, o desean cosas,
imaginan que necesitan ser socorridas, otras realmente quieren ayuda verdadera,
pero no se ha dicho nada aún de mis necesidades, dijo el padre de la doncella.
Quiero solamente una cosa, dijo el padre de la novia. Y la he querido toda la
vida. Socórreme tu ahora, ayúdame a conseguirla, y serán tuyas mis posesiones
terrenales. Lo que yo quiero, ya que he experimentado todo lo demás de este
mundo, es el gran conocimiento. Pero ni tu ni yo, amigo obtendremos el
conocimiento superior sin encontrar a Sterling el hijo de la Viuda, ese que
dará nuevo impulso a la Orden de los Ahora Libres Aceptados Masones. No sé bien
lo que es el conocimiento superior, pero de algo estoy seguro nada tiene que
ver con Sterling el hijo de la Viuda. No, contestó el candidato a masón,
dándose cuenta de que debía ser paciente ante todo, pero con el hierro, para el
acerero, el acero para el herrero, las herramientas para el cantero, y las
piedras colosales para el picapedrero, no se podría conseguir sin todo esto
encontrar al Hijo de la Viuda. Me suena absurdo ese hijo de la viuda, y en lo
que a mí respecta, no iré a esos extremos, respondió el padre de la doncella. A
pesar de las súplicas el candidato a masón, el padre de la doncella lo obligó a
retirarse.
Tantas dificultades y grandes
confusiones que estas tareas le produjeron, le hicieron dudar de la humanidad.
Se llegó a preguntar si podría usar el gran conocimiento, cuando lo
consiguiera, y pensaba por qué todas esas personas solamente pensaban en sus
propios intereses mundanos. Y poco a poco comenzó a pensar solamente en
encontrar al Hijo de la Viuda. Un día el candidato a masón caminaba sin rumbo
por las calles de Londres, conversando con otro buscador de la verdad, sobre su
suerte. Cierto mercader lo oyó, y se acercó para oír sus palabras. El candidato
a masón decía: Se necesita encontrar a un hijo de la viuda, que ya ni su nombre
recuerdo, de modo que él pueda hacer un sagrado trabajo para nosotros.
El mercader se dio cuenta de que había
algo excepcional en este ahora errante candidato a masón, y se dirigió a él:
Amigo errante, no entiendo bien tus palabras, pero tengo un profundo respeto
por una persona como tú, que se ha decidido en el Sendero Iniciático. Socórreme
por favor, si quieres, pues yo sé que las personas en el camino de la Gran Luz
Masónica cumplen una misión de gran poder en este mundo. El candidato a masón
levantó su mirada, y vio la angustia en la cara del mercader y le dijo: Amigo,
estoy sufriendo y he sufrido. Tú, sin lugar a dudas, estás en apuros, pero yo
aún ni soy masón. Ni siquiera puedo encontrar a ese hijo de la Viuda. Pero
pídeme y haré por ti lo que pueda. Sabrás, lo oportuno que eres, dijo el
mercader, tengo una única y hermosa hija. Ella está ahora sufriendo una extraña
enfermedad que la ha hecho casi morir. Ven a verla y quizá puedas tú hacer algo
por ella. Era tal la angustia reflejada en el mercader y tan grandes sus
esperanzas, que el candidato a masón lo siguió hasta el lecho del dolor de la
joven. En cuanto ella lo vio, dijo: No sé quién eres, pero siento que quizá
puedas ayudarme. De todos modos, no hay otra persona. Estoy enamorada de tal y
tal minero. Y nombró al minero a quien el candidato a masón había pedido hierro
para procesarlo al acero.
El candidato a masón se dio cuenta que
la chica era idéntica a la doncella, luego recordó que era podría ser la gemela
perdida de la bella doncella que antes había conocido y cuyo padre no había
accedido a las pruebas iniciáticas por considerarlas absurdas. El candidato a
masón fue con el mercader y le dijo que su hija quería casarse con cierto
minero, y le contó del increíble parecido de su hija con la bella doncella, el
mercader confesó luego que efectivamente ambas eran gemelas, y que su hermano y
él habían acordado criar por separado a las dos; pero que constantemente
estaban en contacto. Antes, el Mercader estaba alborozado, pues había pensado
que la plática con el candidato a masón sobre el minero había sido inapropiada,
pero con esto se dio cuenta de la solución de la enfermedad de su hija. El
candidato a masón fue a ver al minero, quien le proporcionó grandes cantidades
de hierro, el acerero así le dio las herramientas; las llevo al cantero, que le
dio las colosales piedras, que llevó al picapedrero de Edimburgo, y él le dijo
como encontrar al Hijo de la Viuda llamado Sterling. Lo llevo al hijo de la
Viuda con Confren el viejo masón este dijo: Ahora podremos Iniciarte en los
Augustos Misterios de la Orden Masónica; pues no hubieras podido traer con
nosotros a un hijo de la Viuda a menos que hubieras trabajado para nosotros y no
para ti mismo.
La dimensión Oculta de este cuento es
sólo conocida por los que han vivido la experiencia masónica, y saben de las
circunstancias especiales que les hicieron llegar a tocar las puertas de un
Templo Masónico, y más que todo el seguir en el camino hacia la perfección;
dentro de lo que se entiende en el mundo iniciático masónico. Al fin de cuentas
Sterling “El hijo de la Viuda” no era otro que el mismo candidato a masón, al
cual se le requirió que se buscase a sí mismo antes de iniciarse como
masón.
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