Estudio Esotérico de la
Masonería
La Masonería
es el conjunto de las prácticas cuya puesta en obra, en relación a los
principios de la ciencia esotérica, permite al hombre evolucionar hacia la Luz
Consciente. El previo estudio de los elementos fundamentales relativos al
hombre y al Universo, objetos de las dos primeras partes del curso Esotérico ha
permitido adquirir el mínimo de conocimientos necesarios para abordar el
estudio de la Masonería. La Masonería comienza más allá de la zona de
exploración de la ciencia positiva académica; entre esas dos ramas del saber
existe un vacío, una zona de ilusión creada intencionalmente y que constituye
un obstáculo una autentica muralla.
Ese vacío no
puede ser franqueado más que al precio de esfuerzos considerables e incluso
súper-esfuerzos, y opera una selección iniciática. El carácter y la cantidad de
esfuerzos necesarios difieren y dependen de la naturaleza y el grado de
deformación del espíritu del hombre exterior, factores que son individuales. El
franqueamiento del vacío exige estudios teóricos acompañados de trabajos
prácticos incluidos en un programa determinado.
Ahora podemos
emprender el estudio de la Masonería. Eso puede hacerse bajo numerosos ángulos;
pero es más preciso exponer el sentido filosófico y esotérico del Camino
partiendo de las consideraciones expuestas en Logias
Allí en Logia
la mujer y el hombre es comparado con una célula de la vida orgánica sobre la
Tierra. Por el hecho de su pertenencia a ese organismo, el hombre está sometido
a la Ley General y es sólo cuando se escapa de ella que él la reemplaza por la
Ley de Excepción. No nos damos cuenta de cuánto estamos atados por la Ley
General que gobierna al mundo de los profanos.' Actuando sobre nosotros como
actúa sobre las células, esta ley nos inmoviliza o tiende constantemente a
conducirnos a nuestro lugar. Su fuerza sólo nos deja una limitada libertad de
acción, en su orientación y en su extensión. Ella actúa por diversos
procedimientos. Puede decirse que si la persona" vive como todo el
mundo", si él no se aventura fuera de las pequeñas parcelas delimitadas
por fronteras profanas, él no se da cuenta de la existencia de esta fuerza, o,
sobre todo, esta misma fuerza lo ignora. Pero si sus empresas salen de lo común
en no importa que dominio, y especialmente en el del esoterismo masónico, la
fuerza entre en acción y le suscita toda clase de obstáculos a fin de hacerlo
volver al punto donde, según la Ley General Profana, él debe permanecer.
En realidad
sin conocer esta fuerza, tenemos la intuición de su existencia y de las
múltiples formas que reviste. Las Santas Escrituras o “Libro de la Ley” hablan
de ella más de una vez, especialmente a propósito del trabajo esotérico
masónico. Sobre ese tema Jesús dice que el Hombre tendrá por enemigos las
gentes de su casa,' y, con más razón, que un profeta es despreciado en su
patria, entre sus parientes y en su casa.' Así, si esta fuerza conservadora,
sirviente de la Ley General Profana, no llega a "calmar" al hombre,
actuando directamente sobre él, busca de alcanzarlo indirectamente por las gentes
de su casa, sea por los sentimientos que ellos invocan, sea por la frialdad y
el desprecio que testimonian.
El ejemplo
clásico de esta acción indirecta es la seducción de Adán por Eva, su alter ego,
después que ella misma fue seducida por la Serpiente por medio del fruto del
Árbol del conocimiento del bien y del mal. Este mito está lleno de significado.
¿Por qué La Serpiente, el más astuto de los animales de los campos? La
serpiente personifica la ilusión o Maya Hindú, más exactamente la fuerza de la
ilusión implantada en el organismo humano y la potencia de la que
dispone.
Es remarcable
que esta fuerza, al lado de los riesgos que comporta, tiene efectos netamente
positivos; especialmente la imaginación creadora. La fuerza de la ilusión
puede, también, ser amaestrada y orientada Integralmente en sentido
constructivo; pero esa reinversión de sus efectos no puede obtenerse más que al
precio de un trabajo proseguido con tenacidad hacia y sobre el Camino esotérico
masónico. En el hombre Exterior, por las secuencias de ilusiones que ella
engendra, esa fuerza provoca consecuencias negativas.
En la
Tradición se la llama la Serpiente Kundalini, la pequeña serpiente, la razón de
esta designación es que cuando se la despierta y se la orienta en el sentido
constructivo, su acción en el organismo da la sensación de un movimiento
ondulatorio. Esa es la razón de la elección de la serpiente como personaje en
el mito de la caída de Adán. El fruto del Árbol del conocimiento del bien y del
mal, conocimiento accesible a esa facultad intelectual: la razón (ratio) pura o
práctica, que no puede franquear los límites de las influencias "A",
que en último término se revela ilusoria. En efecto, ella no es otra cosa que
el conocimiento de los elementos del mundo fenomenal, es decir de los elementos
"A" cuya suma algebraica en su conjunto es igual a cero.
La serpiente
astuta se aproximó a Eva hipnotizándola por el juego centelleante de la
linterna.
Tomando lo
irreal por lo real, Eva arrastra a Adán en su caída. Desde entonces, esta
maniobra de seducción, enriquecida por numerosas variantes se ha vuelto
habitual en las relaciones humanas.
Es
comprometiéndose en el Camino esotérico que el hombre puede remontar la
corriente y redimir el pecado original, ese error de nuestro común ancestro,
error que repetimos a cada instante. En tanto que ella no sea amaestrada, la
fuerza de la ilusión retiene a cada uno en su lugar, obligándolo a tomar muy a
menudo lo falso por lo verdadero. Caído en lo irreal, en lugar de avanzar, el
hombre se tambalea; un paso adelante, dos pasos atrás y así sucesivamente. El
agotamiento que resulta de ello lo conduce a la muerte.
En esa vida
artificial profana, regida por la Ilusión, vida sembrada, sin embargo, de
influencias "B", nos es necesario casi cada día, proceder a una
reestimación de los valores a fin de no caer en una nueva trampa. Generalmente
se está de acuerdo en reconocer la existencia del peligro de la Ilusión, pero
sobre todo en teoría; lo más a menudo la vemos pasar sobre nuestro prójimo pero
no sobre nosotros mismos. Así continuamos viviendo hoy como ayer, y la fuerza
que en general se llama el Diablo triunfa. Pero sea cual sea el nombre que se
le dé, ella está siempre presente. Vivimos en un mundo artificial, ilusorio.
Desde ese punto de vista es interesante citar la sentencia de un monje budista.
Respondiendo a la pregunta: ¿Cómo se representaría usted la creación del mundo?
él dice: El mundo es creado de nuevo para cada recién nacido. Es exacto. Porque
la fuerza de la ilusión que nos encadena a todos, ejerce sin embargo una acción
individual sobre cada uno de nosotros, porque nuestro espíritu está falseado de
una forma que le es propio ¿Cuál puede ser la salida de esta situación? Si
permanecemos tranquilamente en nuestro lugar, las carreras humanas nos están
abiertas en la medida que ellas permanecen más acá del Vacío. Podemos tener una
vida feliz o desgraciada, una vida familiar, vivir amores, hacer
descubrimientos; viajar, escribir. Después llega el fin. Nuestro razonamiento
comienza a ser más realista si nuestra atención se concentra sobre el fin. Todo
puede ocurrirnos en la vida, o nada; nuestras aspiraciones pueden ser colmadas
o no, pero hay un fin cierto que es la muerte. En nuestros estudios debemos
partir de este hecho. La cuestión siguiente se plantea desde que la humanidad
existe: ¿es la Muerte absolutamente inevitable? ¿No existe ninguna salida?
¿Puede admitirse que nacemos, somos educados, instruidos, etc., para un
aniquilamiento puro y simple? ¿Nuestra cabeza y nuestro corazón, pueden
adaptarse a esta fatalidad sin rebelarse?
En realidad
nosotros no pensamos en ello o lo hacemos muy poco, para gran satisfacción de
esa fuerza de ilusión, el diablo según la Tradición. Sin embargo, hoy en día el
hombre piensa más en la vanidad de las cosas de este mundo, sobre todo después
de los eventos del siglo: guerras mundiales, revoluciones, guerras contra el
narcotráfico, secuestros, sexo bajo, tensiones políticas y sociales, fanatismo
religioso, desintegración de los imperios, progresos aterrorizantes de la
demografía. Si atendemos sobre estos acontecimientos cuya razón de ser es de
naturaleza cósmica. Delante de ese espectáculo nace en nosotros el sentimiento
del absurdo. El progreso acelerado de la técnica en vez de dar seguridad, inspira
un terror y una incertidumbre que socava la fuerza, hasta ahora inquebrantable
de la ilusión. Y comenzamos a sentir un interés creciente por el problema de la
muerte. Todavía ayer disimulado en los recovecos de nuestra conciencia de
vigilia.
Ahora citado
el texto del Apóstol San Pablo: os digo un misterio, no moriremos todos
nosotros, sino que todos seremos transformados.' Volvamos a comentarlo bajo un
ángulo distinto. ¿Qué quiere decir: todos nosotros seremos transformados? Tarde
o temprano, cada cual abandonará su cuerpo físico y, en efecto, todos nosotros
seremos transformados. ¿Qué quiere decir entonces: no moriremos todos? Para el
hombre exterior, la destrucción del cuerpo físico que sirve de matriz a ese
feto astral que es la Personalidad, conduce obligatoriamente a la
descomposición de éste último. En el lenguaje de la Tradición, se llama a la
descomposición de la Personalidad y con ella la del Yo personal, la Muerte segunda.
Por la Iniciación Masónico o el segundo Nacimiento, cuando nace el cuerpo
astral —del cual se realiza la soldadura— y se integra al Yo real para formar
una Individualidad, accedemos a la vida planetaria y escapamos así a la Muerta
segunda. Sin embargo, ella se producirá, no más a los cuarenta días de la
muerte del cuerpo físico, sino sólo después de 80 años astrales, es decir
.400.000 años terrestres. Para el hombre o mujer iniciados, cuando haya
franqueado el umbral del círculo interior del esoterismo, la muerte del cuerpo
físico equivaldrá al abandono de un vestido usado o pasado de moda. Tomará otro
si tiene necesidad. Entonces eso no será más una catástrofe. Tal es el sentido
de la sentencia de San Pablo. Este texto esclarece los primeros datos del
problema. Se trata de las condiciones a cumplir para alcanzar, según el Apóstol,
el objetivo indicado que lleva en la ciencia esotérica el nombre de Camino. Son
ellas: la prosecución de ciertos estudios, la observancia de preceptos, el
respeto de ciertas reglas, la ejecución de trabajos prácticos; todo ello debe
realizarse con el espíritu de rigor que prevalece en la ciencia positiva
académica. Pero mucho más todavía que en esta, es necesario ejercer,
desarrollar, agudizar nuestro espíritu crítico. Esto se hace necesario porque
no existen límites precisos en nuestro mundo interno. Si sobre el plano
intelectual, la lógica tiende a formular definiciones claras; no es menos
cierto que el funcionamiento de la inteligencia está bajo el imperio de la
Ilusión, la que llega a falsear nuestros juicios en numerosas circunstancias.
En el plano emotivo, la situación es todavía más intrincada porque es muy
difícil orientarse y definir en forma neta lo que nace de nosotros mismos y lo
que resulta de impresiones exteriores, dicho de otra manera; lo que es o no es
yo. La distinción tan fácil del objeto y del sujeto en el mundo físico, es ya
menos fácil en el mundo intelectual y es especialmente difícil en el mundo
emotivo. Aunque es la vida emotiva el objeto principal del trabajo esotérico.
Es por eso que se concede tan grande importancia, en la enseñanza esotérica, al
desarrollo del espíritu crítico dirigido hacia nosotros mismos, es decir hacia
los fenómenos de nuestra vida interior.
El hombre, en
tanto que célula de la vida orgánica sobre la tierra, participa del desarrollo
del Rayo de la Evolución hacia la Gran Luz por medio de la Iniciación Masónica.
La vivificación de la Luna, el feto cósmico, es uno de los actuales aspectos de
ese desarrollo. Exige cantidades considerables de energía, que son producidas
en especial por el sector humano de la vida orgánica. La Ilusión, que juega un
rol tan importante en la conciencia de vigilia del hombre, ha sido introducida
allí para que éste acepte participar sin rebelarse en ese aspecto de la obra
cósmica.
Si se es
consciente de esta situación y si se desea escapar de ella se debe concebir y
crear una pantalla que proteja contra esa influencia devorante de la Luna. Sin
embargo, en tal caso es necesario tener cuidado de caer de una ilusión 'a otra,
erigiendo una falsa pantalla; porque en lugar de una economía de fuerzas, se
produce a continuación una pérdida agravada de estas. Aunque la cantidad de
fuerzas necesarias para oponerse válidamente a la influencia de la Luna, es
considerable. El primer imperativo es entonces, detener sus derroches y cerrar
los grifos que dejan a la energía escapar inútilmente emociones estériles,
especialmente las emociones negativas; fantasías surgidas de una imaginación
descontrolada; descoordinada gimnasia mental, charlatanería, etc. Es necesario
actuar entonces como un sabio ministro de finanzas, economizar severamente
nuestras fuerzas, sin esterilizar, de todas formas, ni nuestra actividad ni
nuestra inteligencia. Muy por el contrario, es necesario almacenar, acrecentar
lo más posible estas fuerzas para constituir reservas. Tal es el doble aspecto
del primer objetivo a alcanzar.
El vacío del
cual hemos hablado, lleva, en el lenguaje imaginado de la Tradición, sea el
nombre de fosa, sea el de umbral, Así, emplearemos sobre todo este último
término, pero aquí utilizaremos el primero a propósito de un fragmento
simbólico. Desde siempre la enseñanza esotérica masónica ha propuesto a sus
discípulos, a la vez que esquemas, fragmentos literarios presentados bajo forma
simbólica.
Estos deben
ser aprendidos de memoria, después representados por un
esquema. También se practica el ejercicio inverso: partiendo de un
esquema, debe entonces escribirse un fragmento literario. He aquí uno de esos
fragmentos: Perdido en una selva llena de bestias feroces, enmudecido por un
confuso sentimiento, pero profundo; el hombre busca desvariadamente una salida.
Extenuado, después de haber corrido mil riesgos, helo aquí ante la orilla.
Delante suyo se presenta un espectáculo que lo hace caer en una admiración
mezclada de espanto: un castillo de gran belleza salvaje se levanta más allá de
una gran fosa llena de viva agua clara. Detrás del castillo se abre un
venturoso valle iluminado por los últimos rayos del sol. A la izquierda, el
horizonte se oscurece, enrojeciendo; anuncia una tormenta. Maravillado, preso
de un deseo apasionado por alcanzar el castillo, el hombre olvida los riesgos y
las fatigas a las que estuvo expuesto.
¿Cómo
alcanzarlo? Se pregunta. De repente escucha una voz que le habla desde el fondo
de su corazón
La fosa, le
dice, sólo puede ser franqueada nadando... Pero la corriente es fuerte, el agua
glacial. Sin embargo, el hombre siente como en él surge un flujo de nuevas
fuerzas. Decidido, se arroja en la fosa. El frío paraliza su aliento. Pero, por
una extrema tensión de voluntad, de algunas brazadas alcanza la otra orilla,
salta sobre el primer escalón de la escalera donde hace pie. Lo dominan otros
tres inmensos escalones de granito. Conducen a una gran escalinata en hemiciclo
defendida por dos torres. Dos puertas cerradas dan acceso a ellas. Un aullido
llega a sus oídos. El hombre se da vuelta. En el lugar donde estaba hace
algunos instantes, se encuentra una manada de lobos. Cae el día. En la penumbra
puede distinguir todavía el fulgor de los ojos de las bestias hambrientas. De
nuevo escucha la Voz que le dice:
Después de
todo, el riesgo no era tan grande porque, si te hubieras negado a correrlo,
habrías sido destrozado por los lobos. Aterrorizado de pronto por el peligro
del que había escapado, el hombre mide las dificultades que presenta la
escalada. Apenas intenta trepar sobre un segundo escalón se desata una lluvia
diluviana, haciendo resbaladizas las piedras y trabando sus movimientos.
De todas
formas consigue hacer pie. Pasa la tormenta, la lluvia disminuye. Sus pocas
vestimentas chorrean sobre la losa.
Poco importa,
dice la Voz, ya te habías mojado atravesando la fosa. El hombre recobra el
aliento y recomienza la ascensión. Cae la noche, aparece dorado y pálido el
creciente de la luna nueva; sobre la derecha, del lado del ocaso.
Buen signo,
escucha desde el fondo de sí mismo. El hombre sonríe. Por el momento se aferra
a las mínimas salientes para ganar el tercer escalón. Lo alcanza con las manos
y piernas manchadas de sangre. Tan pronto como hace píe, una ráfaga de viento
glacial casi lo hace caer. Aplastándose en el suelo, trepa hasta el pie del
muro que forma el cuarto escalón y allí encuentra abrigo. Esto no es todo
todavía, dice en ese momento la Voz. No te retrases en tu refugio. Porque el escalón
puede quebrarse; entonces te tragará la tierra... La resistencia a la tormenta,
en lugar de extenuarlo, decuplica las fuerzas del hombre. Trepa ahora sin
demasiada dificultad sobre el cuarto escalón que no obstante tiene la misma
altura que los anteriores. Erguido escucha entonces, como si fuera un trueno,
la trompeta de alarma. Bruscamente, un aliento ardiente alcanza su rostro.
Levanta los ojos. En la oscuridad de la noche, delante suyo, se yergue una
figura luminosa: es el Guardián. Vestido con armadura y casco deslumbrantes, el
brazo extendido, tiene en la mano una espada llameante dirigida hacia el
hombre.
¿Quién eres
tú, peregrino?, le pregunta. ¿Con qué objetivo y en el nombre de quién has
superado esos obstáculos y trepado la escalera del paraíso? Transportado por un
impulso de alegría inefable, el hombre repite en voz alta las palabras que
acaba de escuchar en el fondo de su corazón. En ese instante las siente como
suyas y responde con coraje al Guardián:
¡Yo soy el
Alma que busca la felicidad divina; una partícula que aspira a unirse al
Principio Creador!
Tu respuesta
es válida, replica el Guardián. La puerta de la torre de la derecha se abre. La
espada vuelve a su vaina.
El Guardián
toma al hombre de la mano y le hace atravesar el umbral de la puerta abierta...
La aurora va dorando el Levante. Precursora del Sol, la Estrella de la mañana
brilla, más allá del Valle venturoso.
Veo un
edificio, mole enorme. En el muro frontal una estrecha puerta, abiertas las
hojas; detrás, vapores sombríos. Frente al elevado umbral, una jovencita... Una
linda jovencita. Un aliento surge de esos vapores opacos y glaciales, trayendo
de las profundidades del edificio, dentro de una corriente de aire glacial, el
sonido de una voz sorda y pausada.
Oh tú, que aspiras
a franquear este umbral, sabes lo que te espera?
Lo sé,
responde la jovencita.
¿Estás
dispuesta a ser rechazada por todos? ¿Estás dispuesta a la completa soledad?
Estoy
preparada para ello. Lo sé. Soportaré todos los sufrimientos y todos los golpes.
¿Aunque no
vengan de los enemigos sino de los parientes y amigos?
Sí... aún de
ellos. —Bien. ¿Aceptas el sacrificio?
Sí
¿El
sacrificio anónimo? Perecerás y nadie... nadie sabrá mismo que memoria honrar.
No tengo por
qué tener reconocimiento ni piedad. Ni porqué tener un nombre.
¿Estás
preparada para el crimen? La jovencita baja la cabeza.
También para
el crimen. La voz que la interroga no continúa inmediatamente. Finalmente
recomienza:
¿Sabes que un
día podrías no creer más en lo que crees ahora y llegar a pensar que te has
engañado y que fue por nada que perdiste tu joven vida?
Eso también
lo sé. Aun sabiéndolo, quiero entrar. La jovencita atraviesa el umbral, cae una
pesada cortina. Rechinando los dientes, alguien profiere detrás de ella:
¡Una tonta! A
lo que responde una voz, llegada de alguna parte:
¡Una
inteligente guerrera! *
Estos dos
fragmentos, ambos de origen esotérico, dan una idea del acceso al Camino. A
medida que nuestros estudios avancen en profundidad, descifraremos el sentido
del uno y del otro, porque allí todo es significativo. Por el momento
llamaremos la atención del lector sobre la primera indicación, la más
importante para él: el Camino Masónico tiene un sentido único. Es decir que
para aquel que se compromete en él, el camino de retorno está prohibido. No en
virtud de cualquier imperativo externo, sino por el hecho de que cada paso en
el Camino modifica irrevocablemente el contenido interior de quien se ha
comprometido en él. A consecuencia de ello deviene, de más en más, extraño a su
entorno; pierde de más en más su interés por la vida exterior, en la que ayer
todavía participaba plenamente. El aspecto de las cosas y sobre todo de los
seres, sufren a sus ojos un profundo cambio. Un día se sorprenderá de constatar
que ciertos rostros en los cuales todavía ayer, encontraba una gran belleza,
dejan ahora transparentar marcas de bestialidad. No todos, pero muchos.
¿Qué ves?
Exclama para sí mismo Nicolás Gogol en un acceso de clarividencia.
Niebla... y
los gruñidos de los puercos...
Más progresa
el hombre sobre el Camino, más se acentúa en él un sentimiento de ser
extranjero. Pronto se volverá fastidioso; un poco más tarde, insoportable;
finalmente odioso. Es por eso de que el profeta es despreciado en su patria,
entre sus parientes y en su casa." La indicación es precisa, no deja lugar
a dudas. Aquel que quiere comprometerse en los estudios esotéricos es invitado
a reflexionar dos veces y a sopesar todo antes de lanzarse a decidido a la
fosa-umbral. Porque, repitámoslo, no le será más posible volver a la vida
exterior y encontrar allí, como en el pasado, satisfacción y placeres. De todas
formas, al lado de las dificultades que son los primeros resultados de su
evolución, el hombre recibirá impresiones reconfortantes sobre todo en sus
relaciones humanas. Se sorprenderá de percibir un día que ciertas caras que
todavía ayer le parecían ordinarias, resplandecen hoy a sus ojos de una belleza
deslumbrante. Es porque su mirada, agudizada por el trabajo esotérico masónico,
adquiere la facultad de penetrar más allá de la corteza. Es entre esos seres
más límpidos que encontrará sus nuevos amigos. Su sociedad lo recibirá como uno
de los suyos. Allí será comprendido, y la comunidad de intereses y objetivos
será para todos una ayuda y un estímulo.
A
continuación damos el esquema del Abad Doroteo, esquema que es presentado en la
Tradición ortodoxa cuando se aborda el problema del Camino. Significa que
aquellos que marchan hacia la Verdad se aproximan progresiva-mente unos a
otros.
Hemos hablado
del Camino como si él ya nos estuviese abierto y se encontrase a nuestra
puerta, de suerte que nos sería suficiente dar un paso para entrar en él. De
hecho, no hay nada de eso. Es necesario, en consecuencia, hacerse la idea de
que la vida exterior es una verdadera jungla donde reinan las influencias
"A"; pero que existe, en efecto, un 8. Mateo XIII, 57; Marcos VI,
4.
Camino
trazado por las influencias "B". Es necesario comprender también que
el Camino es único y que no hay camino fuera del Camino. Enseguida es necesario
darse cuenta de que, tal como somos, no nos encontramos y no podemos
encontrarnos sobre el Camino. Para alcanzarlo, es necesario entonces encontrar
y seguir después un camino de Acceso. Una reflexión seria y objetiva nos
conducirá a esa conclusión lógica de que no sólo nos encontramos fuera del
Camino, sino igualmente fuera de los caminos de Acceso. Nosotros nos
encontramos de hecho en plena jungla con un solo triunfo en las manos: el deseo
de ganar el Camino.
Si ese deseo
es sincero y lo suficientemente fuerte, encontraremos sin gran dificultad un
sendero conduciendo a un camino de Acceso, por el cual finalmente alcanzaremos
el Camino..
Se ve que la
dirección a tomar para alcanzar el camino de Acceso depende del lugar donde se
encuentre aquel que quiere alcanzarlo. Ninguna indicación general puede ser
dada. Simbólicamente puede decirse que si una persona debe ir, para alcanzar el
camino de Acceso en dirección norte, otra, que se encuentra del otro lado del camino
buscado, marchará necesariamente hacia el sur. Lo mismo es para el Camino.
La prudencia
y la circunspección son necesarias tanto frente a las decisiones a tomar como
en la apreciación de los movimientos propios y los de los demás
Fraternalmente
Vicente Alcoseri
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