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sábado, 29 de abril de 2017

EL TAOÍSMO DE LAO-TSÉ

EL TAOÍSMO DE LAO-TSÉ

A menudo se confunde el taoísmo; los occidentales no precisamos si es una filosofía o más bien una religión. Tiene algo de los dos ingredientes, pero, siendo más exactos, podemos decir que el taoísmo tuvo un inicio filosófico y desembocó en una fe. El iniciador de este movimiento fue Lao-Tsé, nombre aproximado en español, un chino que al parecer vivió en el siglo VI a.n.e., y el cual, deseoso de no participar del caos, la anomia y los descontentos humanos, se retiró lo más posible de estos problemas que acaecían en su sociedad. Su nombre quería decir algo así como Viejo maestro y una leyenda cuenta que cuando su madre le dio a luz, su cabello ya estaba convertido en canas. Se sabe también que fue un archivero en la corte china de Chou o Chu, donde residió gran parte de su vida. Al parecer cuando el gobierno de turno entró en decadencia, Lao Tsé abandonó su cargo como funcionario público y marchó hasta las fronteras de China. Antes de su desaparición, pues nadie nunca supo su paradero inicialmente, según la tradición, un aduanero llamado Yin Hsi le solicitó que por favor escriba un libro. Lao lo hizo en dos partes, y lo llamó Tao-Te-King, o Libro de la fuerza de la vida o sobre la virtud del Tao. Después efectivamente desapareció y nadie sabe dónde, cuándo, ni como murió…

EL TAOÍSMO DE LAO-TSÉ

Obviamente todo lo que hemos dicho hasta ahora es demasiado vago y hasta confuso. Tampoco se explica cuál fue la razón que le decidió escribirlo. Respecto al texto, considerado el principal libro del taoísmo, como es notorio, su antigüedad, ha generado controversias, primero en cuanto a su autenticidad, sus partes y su integridad, pues ha estado expuesto a múltiples interpretaciones. Pero veamos que decía, pues de este modo, podremos entender un poco más acerca del taoísmo. Para los seguidores, esta filosofía-religión, es decir creer en ella, implica a su vez creer en la existencia del “tao”, algo así como una gran fuerza mística responsable de todo lo que nos rodea en el universo y el mundo material. Buscar aquel “tao” implicaba vivir en unión y paz con la misma naturaleza, es decir todo lo creado. No es tan desacertado explicar la razón por la que los chinos de aquella época se fijaron tanto en esta filosofía, pues su país atravesó en la antigüedad muchas crisis sociales y económicas. Pero el taoísmo tuvo un gran empuje con la llegada de un segundo maestro, llamado Chuang-tsé, el cual vivió entre los siglos IV y III a.n.e.. Este personaje escribió otro libro, en el cual se ahondaba más en el asunto del Tao y se explicaron ideas como las del ying-yang, es decir ambas caras de la moneda, “todo es y no es”, en la naturaleza. Es decir todo en ella tiene dos lados opuestos. Esta filosofía continúa diciéndonos que todo muere que nada es eterno, sólo el Tao es aquel que dura para siempre. Así entonces lo que un día puede ser bueno, al día siguiente, sencillamente puede ser malo, y viceversa; por tanto había que respetar esos designios de la naturaleza, alejándonos de la vida mundana común y corriente.


Los taoístas de la época creyeron que si uno vivía en comunión con la naturaleza, podría con el tiempo conocer sus secretos y resolver el dolor, las enfermedades, las penas, las fallas y hasta la muerte. Si Lao Tsé no tuvo suficiente tiempo o no fue lo bastante claro, entonces allí estaba Chuang-tsé, quien ayudó bastante a que el movimiento cobre fuerza. Entonces los taoístas seguidores empezaron a diseñar todo un sistema de prácticas, ritos y enseñanzas, los cuales se creía, ayudarían para que la persona alcance un estado de comunión con la naturaleza. Como es común en este tipo de casos, existieron algunos afortunados, los cuales, se rumoreaba, había encontrado los secretos de lo natural, pudiendo llegar a desafiarla, viviendo varios siglos, volando por los cielos, o alcanzando una sapiencia más allá de toda comprensión. También empezaron a crecer las historias de supuestos lugares donde existían brebajes o elixires de la vida eterna, algo en lo cual los nobles se interesaron muy pronto. Esto le dio cierto apoyo estatal al taoísmo, como en efecto sucedió durante la dinastía Han, siglo III a.n.e., al siglo III d.n.e.. Por entonces el confucianismo también había surgido, y a pesar de todo convivió en paz con el taoísmo. A propósito, los seguidores de esta última fe, habían llegado muy lejos en sus creencias, generando los primeros alquimistas destacados en China, los cuales trataban de buscar…pues justamente aquella fórmula sagrada que dé la vida eterna, en este caso fundiendo plomo y mercurio, oscuro y brillante, fuerzas opuestas, ying-yang, pensando que esta combinación daría el mentado brebaje. Pronto, el taoísmo se había convertido en toda una amalgama de costumbres; ya sea desde el comportamiento en la vida sexual, con ejercicios y determinadas posiciones, hasta las prácticas yoga, el modo en como respirar, etc. Los símbolos no se hicieron esperar, y estos se hallaban en armas, edificios y collares que protegían un lugar o una persona de lo malo. Obviamente con el tiempo, el taoísmo combinó algunas de sus creencias con elementos místicos tomados de las costumbres chinas más antiguas. No sería sino hasta el siglo II d.n.e. cuando Chang Ling o también conocido como Chang tao-ling, creó una sociedad taoísta en China occidental, la cual parecía usar la alquimia y otros métodos para poco ortodoxas curaciones contra los males terrenales y otras enfermedades. Lo curioso es que a cada uno de los miembros le cobraban una cantidad considerable de arroz, y por ello, este movimiento nacido dentro del taoísmo se conoció como el de los “cinco celemines de arroz”, el celemín es una medida.


Pero el citado Chang no dejaba de ser importante, pues era considerado una especie de “gran maestro revelador”, al cual se le había dado gran cantidad de información y sabiduría, según cuenta la tradición, a través del mismo Lao-Tsé, obviamente mediante apariciones, pues como acabamos de analizar, ambos no coinciden en cuanto a fechas respecto de su existencia. El impulso de Chang no debe ser subestimado, pues se le dio un gran empuje al movimiento, uno nuevo en su historia, y los rumores acerca de que por fin se había encontrado el gran remedio de la inmortalidad, se hicieron cotidianos. Además se dijo también que había conseguido llegar al cielo subido en un tigre y partiendo desde el monte Lung-hu. A partir de aquí entonces se inició una tradición en el taoísmo, acerca de estos maestros celestes, los cuales, tienen revelaciones, un poder superior, son expertos en el área, y por si fuera poco reencarnaciones de Chang. Todo parecía ir bien para la religión, hasta que en el siglo VII, cuando gobernaba la dinastía Tang en China, el budismo empezó a filtrarse, llegado recientemente desde la India. Esto generó gran recelo en los taoístas, y pronto se declaró a la religión que defendían, como exclusiva de los chinos. En efecto, si la resistencia al budismo, la cual parecía también ganar muchos adeptos, debía ser efectiva, entonces habría que abarcar aspectos hasta el momento no tocados por el taoísmo. Lao-tsé prácticamente fue ascendido al grado de una deidad, los escritos taoístas fueron calificados como sagrados, se erigieron gran cantidad de templos y monasterios, se creó una jerarquía de monjes, sacerdotes y sabios mucho más especializada, entre otras medidas de defensa.


Además, por si fuera poco, pronto los taoístas encontraron un buen medio para así poder agregar dioses de la tradición china como el dios del hogar, el de las ciudades, los guardianes de la puerta y los llamados Ocho Inmortales; si bien hay que reconocer, esta fe no tienen ningún dios máximo. Pero como era de esperarse y con el pasar de las décadas, las enseñanzas budistas no parecían ir tan en contra del taoísmo, y sutilmente se generó un acercamiento tácito, en el cual se intercambiaron ideas. De todas maneras, resaltamos que esto no fue total ni una fusión en todo el sentido de la palabra. Así entonces, el taoísmo se había ido transformando en China, o mejor dicho, adaptando a las circunstancias y momentos que padeció el país donde el movimiento nació y creció, y lo que había sido engendrado como un movimiento filosófico que buscaba librarse de lo mundano, terminó mezclándose con varios elementos, como la religión, la política, la alquimia, el misticismo, otras fes extranjeras, otorgándole una variopinta y llamativa nueva forma que se aleja ciertamente de lo iniciado por Lao-tse…[1]

[1]Elorduy, Carmelo (1983). El libro de los cambios (I Ching). Primera versión directa del chino al español. Madrid: Editora Nacional. ISBN 978-84-276-0643-2; Lao Tse (2006 (2ª edición 2010)). Tao Te Ching: Los libros del Tao. Traducción directa del chino a cargo de Iñaki Preciado Idoeta. Madrid: Editorial Trotta. ISBN 84-8164-835-3; — (2009). Tao Te King. Edición de Richard Wilhelm. Barcelona: Editorial Sirio. ISBN 978-84-7808-625-2; – (1998). Tao te king. Libro del curso y de la virtud. Traducción del chino y notas de Anne-Hélène Suárez. Madrid: Ediciones Siruela. ISBN 84-7844-427-0; Lie Yukou (1987 (4ª edición 2008)). Lie Zi. El libro de la perfecta vacuidad. Traducción directa del chino, introducción y notas a cargo de Iñaki Preciado Idoeta. Barcelona: Editorial Kairós. ISBN 978-84-7245-336-4; Maspero, Henry (2000). El taoísmo y las religiones chinas. Madrid: Editorial Trotta. ISBN 84-8164-308-4; Sun Tzu (2001 [7ª edición 2010]). El arte de la guerra. Traducción directa del chino antiguo a cargo de Albert Galvany, coautor de la segunda traducción directa y completa del Yijing del chino al castellano. Madrid: Editorial Trotta. ISBN 978-84-8164-492-0; Vila, Jordi & Galvany, Albert (2006 [2ª edición]). Yijing. El libro de los cambios. Con el comentario de Wang Bi. Segunda versión directa del chino al español. Girona: Ediciones Atalanta. ISBN 84-934625-9-4; Watts, Alan (2006 (9ª edición)). El camino del Tao. Barcelona: Editorial Kairós. ISBN 978-84-7245-082-0; Wilhelm, R. (1960/2007 [32ª edición]). I Ching. El Libro de las Mutaciones. Prólogo de C. G. Jung. Barcelona: Edhasa. ISBN 978-84-350-1902-6; Zhuang Zi (1996 (3ª edición 2007)). Zhuang Zi. «Maestro Chuang Tsé». Traducción del chino a cargo de Iñaki Preciado Idoeta. Barcelona: Editorial Kairós. ISBN 978-84-7245-335-7; — (1998 [2ª edición 2005]). Los capítulos interiores de Zhuang Zi. Tercera versión en castellano de los siete capítulos iniciales y presumiblemente los únicos auténticos. Traducción directa del chino a cargo de Pilar González España y Jean Claude Pastor-Ferrer. Madrid: Editorial Trotta. ISBN 84-8164-239-8.

https://factoriahistorica.wordpress.com/2011/09/08/el-taoismo-de-lao-tse/

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