AMIGOS DEL BLOG

miércoles, 12 de abril de 2017

De sol a sol

De sol a sol


La extensión de la jornada laboral está permanentemente en debate. En Francia desde el 1 de enero es legal ignorar un correo electrónico, un Whatsapp o una llamada de la empresa fuera del horario de trabajo. Con esta normativa, la legislación francesa trata de garantizar el derecho de desconectar, constantemente en entredicho. ¿Hasta dónde ha de llegar la dedicación de los trabajadores a su tarea?

Los intentos de regulación de la jornada de trabajo existe desde que existe el trabajo. Por ejemplo, el libro de los oficios de Étienne Boileau definió los límites de la jornada laboral de los artesanos medievales: al salir el sol se iniciaba la tarea hasta que el ocaso se tragaba la luz, que entonces se paraba porque con la candela estaba prohibido trabajar.


Pero cuando se inventa la norma se proyecta la excepción, así que algunos oficios reclamaban exenciones a las autoridades, como el gremio de los guanteros, que en pleno invierno de 1467 pidió al rey que se les eximiera de la prohibición del trabajo nocturno para poder atender la fuerte demanda de guantes.

La jornada de trabajo duraba, en general, tanto como las horas de sol y por eso en verano se extendía hasta las 16 ó 17 horas en los meses de más luz, unas cinco más que en los meses invernales. Si bien, hay que descontar algunas pausas para la comida y el descanso. 


Los talleres bullían con la luz solar. Aprendices, compañeros y maestros compartían espacio y conocimiento. Aunque parezca contradictorio, los aprendices eran los menos beneficiados de esta alianza artesanal, según el historiador Jean Verdon, porque recibían castigos de los maestros y, aunque trabajaban muchas horas realizando las tareas más ingratas, tenían que pagar por su aprendizaje.

No era sencillo convertirse en maestro. Los llamados “valets”, los compañeros y segundos en la jerarquía del taller, apenas conseguían reunir el dinero necesario para ascender de categoría, porque adquirir la maestría, además de mucho conocimiento y pericia, requería una “mordida” que convenciera cuanto antes al maestro de tal merecimiento. Los maestros, como los monarcas, preferían reservar a sus propios hijos el título y el taller.


¿Había festivos en la Edad Media? Este dato probablemente les interesará a los trabajadores autónomos. Sí. Había unas 40 festividades anuales y domingos feriados en los que no se trabajaba y los sábados y vísperas de algunas fiestas se laboraba únicamente media jornada. Un paso más: el estatuto de los trefiladores del latón estipulaba que tenían derecho a un mes de vacaciones en agosto. Que nadie se emocione. No se iban a la playa sino a cumplir con las tareas agrícolas.


Para algunos gremios las condiciones laborales, aunque mejorables, no eran terribles. Por ejemplo, los libros de cuentas del Hospicio de Saint Jacques revelan que los operarios trabajaban unos 20 días al mes, o lo que es lo mismo, cuatro o cinco a la semana. En peores condiciones trabajaban los pañeros y empleados textiles, sobre todo si se les compara con los mineros, que estaban exentos de algunos impuestos gracias a la organización de derechos que impulsó Ricardo Corazón de León a finales del siglo XII.

Sin embargo, aunque la jornada de trabajo medieval era extensa, no estaba aún impregnada de la ferocidad del capitalismo. La sociedad era agraria y modesta. El trabajo se ajustaba a la necesidad y no a la acumulación. Los conceptos de productividad y eficiencia todavía no se habían inventado. El tiempo pasaba a la velocidad del sol en el cielo. La prisa, y con ella, los cambios sustanciales para los trabajadores, tardarían en llegar algunos siglos.


El trabajador medieval no entendería los ritmos laborales del siglo XXI, ni siquiera los del XVIII. La revolución industrial y el trabajo como eje de todo –impulsado primero por la ética protestante y luego por el dogma del consumismo- moldearon la parsimonia medieval para el trabajo, entendido como un medio de satisfacer las necesidades inmediatas. Una vez satisfechas, el trabajo perdía el sentido.


Leo en un artículo de la Agencia Tigris (Grupo de investigación y comunicación sobre economía, política, ciencia y cultura): “De hecho, al comienzo de la Revolución industrial, cuando las gentes del campo emigraron a las ciudades para trabajar en las fábricas, los empleadores constataron rápidamente y para su desgracia que esta ética medieval del trabajo estaba muy arraigada entre sus nuevos empleados. La pereza, la impuntualidad o el absentismo laboral crecían cuando los trabajadores recibían su salario, que por lo general se pagaba a diario. No tardaría en llegar el salario semanal o mensual para poner freno a estas indisciplinas que lastraban el ritmo y la calidad de la producción”.

Nos domesticaron con el dinero. Todo con prisa y bajo el prisma de la productividad, sin importar todo lo demás, que es lo importante.

https://iconosmedievales.blogspot.pe/2017/02/de-sol-sol.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario