LOS LIMITES DE LA TOLERANCIA
Carlos Morales
La RAE define la tolerancia como: “Capacidad de aceptar ideas y opiniones distintas de las propias; respeto por las ideas de los demás”. Por su parte el Diccionario Etimológico General de la Lengua Castellana dice que la palabra Tolerar viene del latín tolerare, que quiere decir soportar, sufrir, aguantar, padecer.
Aquí se nos dan los dos conceptos básicos, que se refiere SOLO a las ideas y opiniones (no a las acciones), y al respeto. La tolerancia puede ser definida como un valor moral que implica el respeto íntegro hacia otro, sus ideas, prácticas o creencias, independientemente de si éstas son contrarias a las nuestras, siendo también el reconocimiento de las diferencias a la naturaleza humana, la diversidad cultural, las religiones o las maneras de ser o de actuar durante diferentes situaciones a lo largo de la vida de cada individuo
Dicho esto, me atrevo a abordar un tema que puede ser polémico, y más aún en estos tiempos en los que parece ser se ha puesto de moda, como antes fueron la ecología, la solidaridad o tantos otros, por los que después de pasar someramente por encima, los guardamos en el cajón de los recuerdos, para dedicarnos a otras cuestiones de más viva actualidad.
Decía Mahatma Gandhi,”Puesto que yo soy imperfecto, y necesito la tolerancia y la bondad de los demás, también he de tolerar los defectos del mundo hasta que pueda encontrar el secreto que me permita ponerles remedio”
Vivimos en una época en la qué se habla de tolerancia cero sobre esto o aquello, solo recordar que la tolerancia no quiere decir tener que tragar con carros y carretas, así es que no desprestigiemos una virtud poniéndole un valor que no necesita.
Recuerdo una conversación mantenida poco después de mi iniciación, en la que se manejaba el tema de la tolerancia. Oí algo así como que “la tolerancia no significa que tengamos que renunciar a ser beligerantes…”. Una frase que me llenó de incertidumbre. ¿Cómo mantener en equilibrio ambas actitudes? No obstante me hizo atisbar esos principios, que siempre desde mi profana ignorancia había atribuido a la Masonería.
Aún así (quizás por deformación profesional), me gusta más el sentido que adquiere en escultura la tolerancia: es ese pequeño margen en exceso que el discípulo ha de dejar cuando el maestro le encarga copiar una obra, de forma que nunca se quite más material del preciso y que los posibles errores sean fácilmente reparables. Los márgenes de la tolerancia son tan amplios difusos y poco definidos, que hay ocasiones en las que no sabemos muy bien dónde nos encontramos. Es como los colores del arco iris: ¿dónde termina el azul y empieza el verde o el violeta? Es francamente difícil el decirlo ya que es una apreciación puramente subjetiva. Volviendo a la definición de tolerancia e incidiendo en el hecho de que se trata de ideas y opiniones, me pregunto; ¿cuándo esas ideas y opiniones se traducen en acciones que nos son lesivas?, ¿también debemos seguir siendo tolerantes?, ¿hasta qué punto?
Creo que pasar de ese punto crítico es caer en el conformismo, y lo que debería haber sido y es una gran virtud, fácilmente se puede transformar en un gran defecto. Como nos recuerda el saber popular, no hay que ser más papista que el papa. Es saludable desarrollar la capacidad de diálogo para que de él salga la Luz que ilumine los caminos de la verdad. En ningún momento la tolerancia significa aceptar los errores del otro. San Agustín decía:“perdonad a los que yerran, combatid, dadle muerte a los errores”.
Todo tiene límites, también la tolerancia, pues no todo vale en este mundo. Los profetas de ayer y de hoy sacrificaron y sacrifican sus vidas alzando su voz y tuvieron el valor de decir: «no te está permitido hacer lo que haces». Hay situaciones en que la tolerancia significa complicidad con el crimen, omisión culposa, insensibilidad ética o “comodismo”.
No debemos ser tolerantes con quienes esclavizan a menores para producir más barato y lucrarse en el mercado mundial
No debemos ser tolerantes con los que asesinan inocentes, abusan sexualmente de los niños, trafican con órganos humanos.
No debemos ser tolerantes con los terroristas que en nombre de su religión o de sus ideas políticas cometen crímenes y matanzas.
La tolerancia ilimitada acaba con la tolerancia, así como la libertad sin límites conduce a la tiranía del más fuerte. Tanto la libertad como la tolerancia necesitan la protección de la ley. Si no, estaremos en la dictadura de una única visión de mundo, que niega todas las otras. El resultado es rabia y deseo de venganza, caldo de cultivo del terrorismo.
Y… ¿hay que ser tolerantes con los intolerantes? La historia ha comprobado que combatir la intolerancia con otra intolerancia conduce a la espiral de la intolerancia. La actitud pragmática busca establecer límites. Si la intolerancia implica crimen y perjuicio evidente a otros, prima el rigor de la ley y la intolerancia debe ser limitada. Fuera de esta restricción legal, vale la libertad. Se debe confrontar al intolerante con la realidad que todos comparten, llevarlo al diálogo incansable y hacerle pensar en las contradicciones de su posición. El mejor camino es la democracia sin fin que se propone incluir a todos y respetar un pacto social común.
Voltaire, en el Tratado sobre la Tolerancia “La Tolerancia es un sentimiento que surge con motivo de las diferencias morales de los individuos, pero además es uno de los más nobles sentimientos, ya que significa procurar comprender, en la medida que nos sea posible, las ideas, los sentimientos y los actos ajenos; respetando aún aquellos actos, sentimientos e ideas que no podamos comprender o compartir, siempre que no tengamos motivos para que ellos nos parezcan francamente malos y no tiendan a imponernos indebidamente ni en los juicios ni en los sentimientos ni en la acción”.
La Tolerancia en la Masonería, es garantía de convivencia entre humanos libres iguales y de distintas formas de pensar, sentir y actuar en lo político, lo religioso, lo social, etc. Se exige como obligación para quien escucha las posiciones del otro, a fin de comprender sus conceptos y entablar -por ejemplo- un debate razonado, de altura, exponiendo al mismo tiempo los propios, de todo lo cual todos extraemos, como individuos siempre conclusiones positivas. La Tolerancia en Masonería ha de ser un medio de equilibrio natural, de modo que el “tolerado” sea responsable de sus actos, sin abusar de la tolerancia de la que es objeto. La Tolerancia es fácil de describir, pero difícil de aplicar. Aunque, se debe decir que esta dificultad en la práctica de la tolerancia, es propia de la práctica de cualquier cualidad humana.
Algunos HH.·. ya lo han dicho antes que yo: “la masonería nos convierte en actores a tiempo completo”. Por eso mis mayores esfuerzos los dedico a no olvidar en ningún momento lo que soy y que formo parte de una Orden que tiene como objetivo el perfeccionamiento moral de la humanidad. No sea que a base de ir haciendo concesiones por el camino, pierda la orientación de a dónde voy.
Indudablemente es preciso adaptarse a las circunstancias, y ser flexible, como los juncos que permanecen en pie tras el paso del huracán, mientras los árboles que les daban sombra, por muy altos y arraigados que fueran, han sido tumbados. Pero eso tampoco es tolerancia, es necesidad. Otra de las muchas fuerzas que nos empujan para perder ese difícil equilibrio son la indiferencia y el paternalismo. No es suficiente mantener una actitud “tolerante”, cuando en realidad lo que hay es una falta de interés.
Así como en la educación de un niño (en la que no es posible una falta de interés), debemos comprender y aceptar sus errores, igualmente estamos obligados a enseñarle, rectificarle, y mantener una cierta disciplina. Lo que no se opone a la tolerancia, sino que la complementa y le da su verdadero significado. Cuando somos tolerantes porque creemos que no podemos hacer nada estamos en una suerte de desesperanza aprendida, nos estamos rindiendo ante la situación o la persona. En este caso la tolerancia tiene unos matices negativos ya que nos convertimos en personas apáticas, desinteresadas y no comprometidas con la realidad. Si somos tolerantes porque no tenemos esperanzas de cambio entonces sólo nos sumiremos en un círculo de desinterés que no nos conduce a ningún sitio.
Así y todo, para que la tolerancia sea un proceso positivo se deben dar unas condiciones sine qua non, a saber:
La disposición a la concesión y a establecer una relación de intercambio.
El mantenimiento de una relación de equidad donde ambas partes tengan un poder, que asegure la no sumisión al otro.
El encuentro y la priorización de unos intereses comunes.
La posibilidad de ejercer y demostrar libremente las contradicciones y las diferencias.
La indiferencia y el paternalismo llevan implícito una falta de respeto hacia los demás o sus ideas. Esto nos acerca peligrosamente a considerarnos por encima del bien y del mal, y de las consecuencias de esto, tenemos múltiples ejemplos en los numerosos “iluminados” que ha conocido la historia.
La falta de tolerancia conduce al fanatismo, los odios, las guerras y un largo etc. Estos están en el principio de todos los males de la humanidad, de los que por desgracia en estos momentos tenemos algunos claros ejemplos. La más amplia tolerancia es especialmente necesaria entre los Masones, dadas las diferentes ideologías y credos. Y es condición indispensable para que las discusiones y el intercambio de ideas sean fructíferos y no terminar como vulgarmente se dice “con la cabeza caliente y los pies fríos”.
Me gustaría terminar estas reflexiones sobre la tolerancia recordando una frase de Perls que destaca la importancia de ser tolerantes preservando las diferencias individuales: “Yo hago mis cosas y tú haces las tuyas. No estoy en este mundo para cumplir tus expectativas, ni tú estás para cumplir las mías. Tú eres Tú, y Yo soy Yo. Si por casualidad nos encontramos será hermoso. Si no, entonces no nada que hacer”
http://nefertum138.org/?p=2071
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