El mal es tan antiguo como el mundo, o casi. No sabemos cuantos eones demoró en acaecer la tentación de Eva por la serpiente, pues en el Paraíso no existía la noción del tiempo al no haber decadencia ni muerte. Podemos asumir que el tiempo, aunque creado al principio de todo, se hace perceptible con la caída de la primera pareja humana al probar ésta el fruto prohibido del árbol de la ciencia del bien y el mal. No es extraño que desde hace milenios los hombres de todas las naciones y pueblos de la Tierra hayan sabido distinguir lo bueno de lo malo, bajo un cierto margen de variabilidad cultural. No obstante dicho margen, todos ellos se hallaban plenamente de acuerdo en lo más esencial del ámbito moral pues no hay sociedad en donde el asesinato, el robo, la mentira, la traición o el abuso no estén sancionados. El decálogo de Moisés es un ejemplo tácito de esa ética universal en donde se hallan contenidos los principios más fundamentales y básicos para regular la vida de una civilización. Pero los tiempos han cambiado ¡y vaya que han cambiado! En nuestra era lo bueno ya no es tan bueno ni lo malo tan malo. Nuestra sociedad progresista ya no reconoce ni las más sencillas nociones de ética humana, de respeto ni de verdadera honorabilidad. Podríamos hallarnos tentados a creer que el relativismo moral nos acerca a trascender los opuestos para llegar a un nivel más elevado de ética y espiritualidad. No faltan quienes así lo creen. Mas la evidencia de la conducta moral del hombre contemporáneo nos prueba justamente lo contrario. ¿Qué está pasando con la humanidad? Somos presas de una trampa astutamente argüida para profundizar los efectos de la caída adámica como nunca antes se haya visto.
La respuesta de Dios ante el mal introducido en el mundo por la caída de Adán fue el plan de salvación universal que se expresó por boca de los profetas y se cumplió con la muerte y resurrección de Cristo. Por su parte los ángeles rebeldes no se quedaron de brazos cruzados viendo cómo le era ofrecida al hombre la reconciliación y la Gracia Divina. Poco a poco la vida en la Tierra se ha ido convirtiendo en un extraño ensayo de paraíso terrenal. El sistema de economía de masas ofrece comodidades y promesas vanas de felicidad inmediata, placer sensorial y hedonismo garantizado. El maquillaje democratizante endulza toda la escenografía con suaves notas color rosa. Los reyes de este mundo han hecho del sistema económico su principal arma para mantener a las almas esclavizadas con la distracción de los sentidos, promoviendo el deseo material y el miedo a quedar fuera del mercado. Y nos parece que ésta es la mejor, la más natural y la única forma posible de vivir. El sistema de vida moderno, mediatizado por la empresa multinacional y el imperio de la oclocracia garantiza un mínimo de comodidades para el cuerpo a la par que empobrece el alma “y hace que todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se hagan una marca en la mano derecha o en la frente, y que nadie pueda comprar nada ni vender, sino el que lleve la marca con el nombre de la Bestia o con la cifra de su nombre.” (Apocalipsis 13:16-17). La Bestia que vive en el interior de cada hombre, esa que está dispuesta a saquear, robar e incluso matar con tal de conseguir lo suyo, que adora al falso ídolo, el becerro de oro, el dios del dinero y de la posesión. La banca internacional tiene en sus garras a todos los reyes de la tierra, sin que haya nación que pueda escapar de su codicia sin caer en la miseria. “Entonces vino uno de los siete Ángeles que llevaban las siete copas y me habló: «Ven, que te voy a mostrar el juicio de la célebre Ramera, que se sienta sobre grandes aguas, con ella fornicaron los reyes de la tierra, y los habitantes de la tierra se embriagaron con el vino de su prostitución.»” (Apocalipsis 17:1-2).
El imperio de la Nueva Roma pagana se extiende sobre los pueblos sin que nadie se atreva a levantar la voz en contra de sus corrupciones. Nadie lo hará porque es políticamente incorrecto. Y mientras al hombre le es ofrecida la comodidad del “progreso” y el desarrollo económico en lugar de la salvación espiritual de Jesucristo, mientras se mudan la oración y los sacramentos con la compra-venta y la moda popular, mientras se menoscaba moralmente a las muchedumbres llenándolas de ambiciones implantadas y codicia material, los demonios de las siete pasiones han logrado relativizar el mal hasta el punto de eliminarlo conceptualmente. Satán ha utilizado una estratagema de gran perfidia: ha logrado que las masas no crean en la existencia de la oscuridad para que su poder pueda extenderse por todas partes como si se tratara de luz. Así, el hombre moderno se burla jactanciosamente de las creencias medievales en el mal mientras considera al bien como algo relativo al momento y la circunstancia. Puede decir entonces que bueno es lo que le conviene, bueno es lo que le hace sentir placer. Y dado que el mal no existe, puede dedicarse con toda tranquilidad a corromperse. Al haber eliminado la noción del mal, el ser humano puede pecar sin culpa mientras todas las huestes de Belial se extienden en el alma del Hombre Universal. Jamás Satán había contado con una situación más favorable a su principio, ni con un impulso global más tolerante a su energía.
Sin lugar a dudas, la mejor estrategia jamás pensada por el mal para extenderse sobre la Tierra es haber eliminado la creencia en él. Sin la oscuridad presente en la conciencia del pueblo el alejamiento de Dios tiene el camino libre para difundirse por todas partes. El bien ya no será de orden espiritual sino material, porque el mal ha desaparecido como entidad metafísica y sólo nos queda el consuelo de la materia para encontrar algún grado de felicidad en este mundo de inversiones valóricas y relativismos desacralizantes. Pensar en Satán como entidad suena ridículo. Pero aún, considerarlo en cuanto principio es todavía más difícil por el total desconocimiento de las masas en todo lo que respecta al ámbito de la Teología -entiéndase esta palabra desde el punto de vista de la Cristiandad Oriental- y de los dominios Intelectivos. Por supuesto, el accionar del mal en nuestra cultura publicitaria y televisiva es impensable como para ser denunciado. Es tal su nivel de aceptada penetración que la indulgencia colectiva se complace en recibirle cual beneficio irrechazable de la tan aplaudida sociedad del bienestar.
No obstante lo anterior, no es necesario que desesperemos. Siempre hay esperanza, incluso en el último día. Dios nos recogerá siempre, no importa qué tan pecadores hayamos sido. El hijo pródigo dilapidó la fortuna paterna en vino y mujeres, pero el padre le recibió con los brazos abiertos, dichoso de volverle a ver después de tan largo distanciamiento. La lucha entre la Luz y la oscuridad continúa cada día en el corazón del hombre, sepámoslo o no. Podemos haber olvidado las nociones más básicas que se nos enseñaron alguna vez, como la existencia del principio del mal tanto dentro como fuera de nosotros, pero podemos hacer el esfuerzo por recordar. Es tiempo de volver a abrir los ojos y recuperar la simple sabiduría de nuestros antepasados. Nuestra extraviada y famélica alma lo agradecerá.
http://iglesiainterior.blogspot.pe/2010/05/sobre-el-mal.html
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