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miércoles, 17 de enero de 2018

La "espiritualidad" masónica , entre la Razón y la Tradición 3 de 4

La "espiritualidad" masónica , entre la Razón y la Tradición
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3.- La "tradición" en Masonería.

"La Tradición representa ahora el pensamiento mas antiguo bajo el régimen nocturno y está basado en el conocimiento simbólico y en la no-distinción entre el hombre y el Cosmos". Gilbert Durand

La Iniciación es un acto personal, pero que se desarrolla de acuerdo con un ritual y en el seno de una organización iniciática, que encuentra su fundamento en una tradición que se remonta varios siglos en el pasado. En un sentido simbólico y virtual se remonta a una fecha "antigua e inmemorial"; quizá el primer efecto de ese aumento de la consciencia que pretende la Iniciación sea el hacernos conscientes de nuestra condición de "herederos". El masón es lo contrario de un Adán que debe descubrir todo por sí mismo, que acaba de llegar y quiere descubrir el Mediterráneo.

El primer paso de un masón iniciado es por lo tanto "hacerse cargo". Hacerse cargo de la vida de su Logia, de su Obediencia, de la Orden; hacerse cargo de su país, del momento en que se encuentra, hacerse cargo de la situación de la Humanidad, hacerse cargo de sí mismo en definitiva, hacerse cargo de la obra realizada, con todas sus imperfecciones y sus aciertos para seguir el trabajo emprendido.

Ese "sentido de la obra" es así, consecuencia directa de la Iniciación, y lleva consigo implícito un cierto sentido de la tradición, un saberse sucesor de otros hombres, que antes que nosotros se plantearon las mismas preguntas que nosotros, que ensayaron algunas respuestas, quizá fallidas, quizá parcialmente satisfactorias, pero cuyo trabajo no ha sido en vano, ya que su esfuerzo está de alguna manera enterrado en la obra. La metáfora constructiva que la masonería nos propone, nos permite ver ese "logos" constructivo en cualquier rincón del planeta, en cualquier época, desde el paleolítico, con sus grandes construcciones de menhires como Stonehenge, o en las ruinas romanas y griegas, en el románico mediterráneo o en las catedrales góticas, o en la arquitectura funcional de Nueva York. Pero no sólo en la arquitectura exterior actúa el "logos" constructivo, sino también en la arquitectura interior de los hombres y de los pueblos, las sociedades y los Estados. No se trata de una mera ilusión edificante, ya que los horrores del siglo XX (Auschwitz, Gulag e Hiroshima) nos han curado de toda inocencia, pero no nos han hecho perder la esperanza. No vamos a porfiar sobre el sentido circular o lineal de historia, sobre el "fin" o la inacababilidad de la misma, en todo caso, aunque sólo sea en un sentido fragmentario y limitado, podemos ver grandes ciclos, en la tarea del hombre por ordenar en cierto modo su convivencia, las formas jurídicas y políticas responden también a un diseño más o menos consciente; no ha sido un proyecto necesariamente claro ni ha estado exento de vacilaciones, dudas y alternativas, pero en nuestra memoria colectiva queda el recuerdo de los avatares que han agitado Europa, tras el fracaso e los cuales se ha ido depurando el valor, quizá más elemental, pero por ello más esencial de nuestra propia autodeterminación como individuos. Esa experiencia histórica de entusiasmo y decepción nos ha hecho pasar, por las guerras de religión en el S. XVI, las dos Guerras Mundiales, Revoluciones, campos de concentración y luchas ideológicas totalizadoras.

Pero ,"a pesar de todo", la vida individual y colectiva nos parece cargada de sentido. No se trata quizá, ya, de un sentido inercial que nos transmitía inocentemente la familia, la escuela y la parroquia, sino de un sentido más trabajado, casi heroicamente adquirido por decisión propia, construido con nuestras propias manos, con aquellas herramientas que otros han hecho útiles para nosotros, y nosotros hemos escogido como propias.

En una "sociedad abierta" ninguna adhesión será válida si no está ganada a través de la conciencia individual de cada uno. La libertad nos enseña a poner todo en tela de juicio, a discernir entre las opiniones; salvo que optemos, como algunos, por ponernos unas orejeras bien ceñidas, que no impidan mirar a izquierda y a derecha, nos veremos obligados a dar cuenta y razón de nuestros actos, primeramente ante nosotros mismos, y a continuación ante cualquiera que nos interpele para ello porque le reconozcamos ese derecho de interpelación: ¿Quizá nuestros hijos?

Esa tradición, que la Masonería quiere ser, como realidad intelectual, organizativa e histórica tiene su fundamento práctico y metodológico en la existencia de una forma específica de transmisión del Método Masónico.

La Masonería no es una doctrina y no es tampoco una Institución didáctica, pero sí es un METODO:

1.- Es un método de especulación intelectual y moral y especulación, especulación que aquí significa reflexión, de acuerdo con el sentido etimológico de la palabra especulum/espejo, mirarse en el espejo es lo mismo que reflexionar.

2.- Es un método también de relación personal entre hombres y mujeres libres que hacen de la Logia un Centro de Unión entre personas de diferentes edades, biografías, horizontes, biografías, horizontes ideológicos y religiosos.

Este Método se ha creado, reelaborado y conservado mediante una tradición iniciática que se transmite de generación en generación. La comprensión de ese método supone la adquisición y la interiorización de una serie de conocimientos que hemos de ir incorporando gradualmente a nuestra práctica masónica en el seno de la Logia.

La Transmisión de esos conocimientos se realiza mediante la instrucción masónica.

La misma etimología de la palabra "in-strucción" nos advierte de su relación con la "cons-trucción".

"Ins-trucción" significa la acumulación de materiales necesarios para el trabajo de edificación. En el seno de la Logia todo está previsto como una mutua y constante Instrucción. , aunque haya una figura específicamente destinada para la instrucción de los aprendices: el 2º Vigilante, el Tercer Mallete o la 3ª Luz del Taller.

La instrucción en masonería se lleva a cabo siguiendo tres principios o criterios que a todos nos obligan:

1.- El deber de transmisión.

La unión y la intensidad de la relación fraternal de una Logia se funda en la participación de todos los hermanos en el lenguaje común de los símbolos, que nos permiten a todos comunicarnos, a pesar de nuestras diferencias, generacionales, o filosóficas.

El deber de transmisión tiene dos caras o facetas.

De un lado la asunción por parte de los hermanos mas veteranos de que son depositarios de unos conocimientos que no les pertenecen, sino que están en sus manos para ser cabalmente transmitidos a los hermanos masónicamente mas jóvenes.

Por otro lado los hermanos jóvenes, los aprendices, deben asumir su papel de aprendices trabajando y excitando sus propia curiosidad, su deseo de aprender, de conocer el origen, el sentido y la finalidad de los Rituales y de la Simbología masónica.

Pero también alcanza a los demás aprendices la obligación de transmitir aquello que han aprendido, compartiendo su propia comprensión del Aprendizaje a los demás aprendices, y mostrando a la Logia, con palabras y acciones la interiorización del simbolismo del Primer Grado, así citando a Gilbert Alban podemos decir:

"Así en los límites autorizados por los grados masónicos todo masón tiene el deber de transmitir lo que sabe a los Masones que no saben todavía.

Este acto concreto de fraternidad es una transmisión. Y esta transmisión es directa, de hermano a hermano, de generación a generación. La tradición masónica no tiene otro fundamento material que esta transmisión masónica".

2.- Pureza.

La pureza de la transmisión significa la lealtad de cada masón para con la integridad y la riqueza del "thesaurus" masónico recibido, es decir: los mitos, símbolos, rituales, costumbres, y las virtudes morales e intelectuales veneradas tradicionalmente entre masones.

Esa lealtad nos obliga a ser cuidadosos con el simbolismo masónico, a preservarlo de cualquier profanación y frivolización, en definitiva a tomarlo en serio, sin caer por ello en ninguna clase de pesadez enfadosa.

3.- Modernidad.

La forma bajo la cual el "thesaurus" se transmite de una generación a otra, depende de la modernidad de la transmisión. Desde los orígenes de la Orden, esta forma ha variado según variaban los estilos del "discurso intelectual" de cada momento: ideas, conceptos, corrientes de pensamiento, tipos de cultura profana, lenguaje, vocabulario. Hoy este discurso es el que corresponde a "este tiempo", por cuanto que es el lenguaje de hoy en el que nos podemos entender los hombres y mujeres de hoy, "el espíritu permanece, pero la letra cambia sin traicionar al espíritu".

El compromiso de la Masonería con la Modernidad nos exige discernir, sin equivocarnos, lo sustantivo de lo adjetivo, lo esencial de lo accidental, el trigo de la paja, las vigas y columnas maestras de lo que es simple obra de mampostería.

El sentido de la tradición en Masonería nos debe llevar a una valoración cabal de la Historia de la Orden. Lo mismo que cada Rey puede decir que tiene la edad de sus Dinastía, cada masón puede decir que tiene la edad de la Orden. Pero esa valoración nunca puede ser una adoración acrítica del pasado, hecha de nostalgia y de idealización. Por otro lado el otro extremo debe ser también evitado, Modernidad no puede significar la simple búsqueda de la novedad. La tradición nos permite una comunicación fluida y natural entre el Ayer y el Mañana, para hacer de cada Hoy una realidad plena, madura, asentada en el pasado pero abierta al horizonte del futuro. En este equilibrio entre errores extremos tenemos que tener siempre presente el símbolo del compás que permite, con sus dos brazos, delimitar un espacio "justo y perfecto" entre dos extremos.

4.- Oralidad

El eje de la transmisión masónica ha sido desde el mismo origen de las Grandes Logias, la palabra. La transmisión masónica asegura su autenticidad y su secreto precisamente descansando en la oralidad. La palabra, dicha de hermano a hermano, tiene además una fuerza y un calor que multiplica su eficacia comunicativa, dando a la transmisión masónica todo su valor, no sólo como adquisición de conocimiento sino como incorporación a una Tradición, a una cadena de hermanos y hermanas de la que formamos parte como un eslabón más.

No podemos olvidar que se ha ido produciendo un importante trabajo escrito desde 1721 hasta nuestros días, desde las Constituciones de Anderson, y el Discurso de Ramsey, y que hay una pléyade de importantes escritores masónicos a los que ya hemos citado: René Guenón ( representante de la masonería metafísica y tradicionalista), Paul Naudon, Oswald Wirth, Jean Mourgues y Paul Beresniak ( representantes del pensamiento liberal en masonería), Giuliano di Bernardo, Espinar Lafuente, y el mismo Roger Levedère ( pasado Gran Maestro de la Gran Logia Simbólica Española ) ; sin embargo es preciso insistir en que el corazón, el núcleo, la médula de la tradición masónica es la transmisión oral, directa, de persona a persona. No se puede transmitir el método masónico por correspondencia o a distancia, y ello porque el conocimiento masónico no es sólo un conocimiento intelectual sino una vivencia.

http://www.vrijmetselaarsgilde.eu/Maconnieke%20Encyclopedie/EMAP~1/Espagne/GLSEspagne/Otaola1.HTM

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