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jueves, 11 de enero de 2018

Preliminares para la Gran Obra



Tras la publicación en varios idiomas de las dos obras del controvertido Fulcanelli, la alquimia operativa ha experimentado un inusual renacimiento en pleno siglo XXI. Pero desgraciadamente lo que más se observa son sopladores. Esto se debe, a nuestro entender, en la carencia total de los imprescindibles preliminares para iniciar el trabajo hacia la Gran Obra alquímica. Y sobre estos preliminares indispensables queremos ahondar aquí.

La Alquimia se inserta en la cosmovisión judeocristiana de la caída cósmica inmediatamente posterior a la desobediencia de Adán. Como premisa básica, supone que la materia se halla en un estado de corrupción del que puede ser rescatada por medio de un complejo proceso de laboratorio que requiere de mucho tiempo y paciencia. De entre las diferentes materias que componen el mundo físico, sólo el oro posee la propiedad de mantenerse incorruptible con el paso de los siglos. Esta incorruptibilidad áurea es la que, desde los albores de la raza humana, obsesionó a tantos hombres con su brillo convirtiéndole en el rey de todos los metales. No es de extrañar entonces que en el imaginario alquímico sea oro el producto de la transmutación obtenida por medio del tan buscado polvo de proyección o piedra de los filósofos.

En concreto, la alquimia operativa es una vía muy peligrosa por dos razones. La razón externa es el evidente peligro durante los procedimientos de laboratorio de generar explosiones o incendios con el resultado de lesiones graves o incluso la muerte. También existe la frecuente posibilidad de intoxicación por inhalación de gases venenosos o contacto táctil con materias riesgosas. La razón interna radica en el peligro que encierra la ambición del oro y su poderosa influencia para corromper el alma, llevándola a un estado de miseria y febril enfermedad espiritual como no se ha visto jamás por otras causas. Y para todo aprendiz de alquimista que intente adentrarse en los secretos de la materia sin haber realizado escrupulosamente primero los preliminares de la Gran Obra, el peligro de la codicia de oro es un mal garantizado y seguro.

¿Cuáles son entonces estos preliminares indispensables? Pueden ser resumidos en la práctica efectiva de las operaciones de la Alquimia Espiritual. Porque el que no ha realizado plenamente la Gran Obra Interior ¿cómo podría siquiera pretender iniciar los trabajos hacia la Gran Obra Exterior? Aspirar a cosa semejante es el camino torcido de los sopladores y de los Faustos que venden su alma al diablo a cambio del vil metal dorado. El alquimista busca ante todo el brillo interior y la reconstitución de la naturaleza a su condición primordial de incorruptibilidad, tal como Dios la había modelado antes de la caída del Hombre Primordial. Por ello es que la piedra de los filósofos posee en realidad una propiedad más importante que la de transformar en oro los metales comunes, pues puede curar todo mal y toda enfermedad en cuanto que panacea. El que tiene ojos para ver y oídos para oír ¿no reconoce en ello al Cristo?

La Alquimia Espiritual, preliminar ineludible de toda operativa material, consiste en haber pulido el alma por medio del esfuerzo consciente de la voluntad adquiriendo virtudes morales y sabiduría a lo largo de extensos años de sacrificio. Es seguir a cabalidad la senda del Evangelio con el entrenamiento de la caballería espiritual. Sólo un verdadero Caballero de Cristo, portando el estandarte de la cruz, puede galopar con éxito sobre las estériles llanuras de la materia inerte. Hay que tener presente siempre que Satán intentará hacer caer por todos los medios al filósofo de fuego. Entonces se necesita el escudo del Evangelio y la espada de la Virtud para no sucumbir a sus engaños y embates.

Sin haber completado el trabajo interior de purificación y transformación del alma, todo intento en el laboratorio resultará fatal, no conduciendo jamás a la anhelada meta. Por eso es tan común ver a decenas de entusiastas sopladores perdiendo su tiempo y dinero en una ilusa fantasía que en manos impuras no constituye más que una quimera. El auténtico alquimista ha alcanzado la maestría sobre la materia ¿Cómo podría no ser antes maestro sobre su propio corazón? Fe, Esperanza y Caridad son las tres virtudes teologales que le serán imprescindibles para llevar a cabo la Gran Obra. Porque el trabajo con el dragón escamoso es una signatura material del proceso de regeneración espiritual del hombre caído, y solo un regenerado puede reproducir en la densidad física aquello que ya domina en la sutileza astral. Sin Cristo no hay crisol, sin el Espíritu Santo no hay fuego en el atanor y sin la Virgen María no habrá leche de los sabios.

http://iglesiainterior.blogspot.pe/

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