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domingo, 6 de diciembre de 2015

La Corriente del Golfo y su influencia en el clima y la historia del océano Atlántico (3)

La Corriente del Golfo y su influencia en el clima y la historia del océano Atlántico (3)

Las consecuencias si la Corriente del Golfo fuera deficiente es que Europa, privada de sus efectos, caería en un nuevo periodo frío. Ello implicaría que los inviernos de Lisboa correrían el peligro de ser tan intensos como los de Nueva York. La historia climática de nuestro planeta demuestra que tales fenómenos, provocados por un aporte considerable de agua dulce en las aguas del Atlántico norte, seguido de una descarga masiva de hielo del casquete glacial americano, ya han detenido en el pasado la Corriente del Golfo. El adjetivo termohalino deriva de la palabra termo, que hace referencia a la temperatura, y la palabra halino, que hace referencia al contenido de sal, factores que, juntos, determinan la densidad del agua de mar. Las corrientes superficiales de las aguas marinas, tales como la corriente del Golfo, se dirigen desde el océano Atlántico ecuatorial hacia las latitudes templadas y, eventualmente, a las latitudes árticas, enfriándose en su recorrido y hundiéndose a latitudes cercanas al polo, formando la masa de agua profunda del Atlántico Norte. Esta agua densa luego fluye hacia las cuencas oceánicas. Gran parte de la masa de agua surge en el Océano del Sur, también conocido como Océano de la Antártida u Océano del Polo Sur, que rodea la Antártida en la región del Polo Sur. Pero las aguas más antiguas, con un tiempo de tránsito de unos 1600 años, surgen en el Océano Pacífico Norte. Por ello se produce un considerable grado de mezclado entre las cuencas oceánicas, reduciendo las diferencias entre ellas y convirtiendo a los océanos de la Tierra en un sistema global. En su recorrido, las masas de agua transportan tanto energía, en forma de calor, como materia en forma de sólidos, sustancias disueltas y gases, alrededor del globo. Por lo tanto, el estado de la circulación ejerce un gran impacto en el clima de la Tierra. En conjunto, la circulación global puede describirse como un flujo relativamente superficial de agua que se calienta en el Pacífico y el Índico hasta el Atlántico, en cuyas latitudes tropicales sigue recibiendo calor, para finalmente hundirse en el Atlántico Norte, retornando a niveles más profundos. La circulación es debida a convección. Es decir, que se produce por diferencias de densidad, con las masas más densas tendiendo a hundirse y las menos densas a ascender. En el caso de las masas oceánicas las diferencias de densidad dependen de dos factores: la temperatura y la salinidad. La densidad decrece cuando aumenta la temperatura y crece con la salinidad. Las masas que se hunden en el Atlántico y en la banda oceánica meridional, lo hacen por el efecto de vientos que, al provocar la evaporación del agua, reducen su temperatura a la vez que provocan la concentración de las sales. La formación de hielo separa agua pura, dejando un agua saturada de sal que, o rellena las grietas o se mezcla con el agua oceánica, amplificando el efecto. Las masas enfriadas, más densas, se trasladan por gravedad a los fondos polares.

En el Atlántico Norte, la densificación debida a la evaporación da origen a una masa de agua fría y densa que circula a lo largo del Atlántico en un camino de retorno al Pacífico, no pudiendo, por la actual distribución de los continentes, seguir la vía directa por el noroeste. Un incremento en el flujo de agua dulce en la superficie del Atlántico Norte puede llevar a un significativo debilitamiento o un completo colapso en la circulación termohalina. Éste sería el resultado neto de varias retroalimentaciones. Las corrientes marinas actúan como verdaderos reguladores térmicos. Se dice que las corrientes marinas en el mundo funcionan como un cinturón termohalino, pues la circulación profunda en el mar es regulada por diferencias de densidad, que son regidas principalmente por la salinidad y la temperatura. La circulación marina en general es un complejo sistema en el cual interactúan la atmósfera y el océano, donde el océano capta la luz infrarroja y, debido al alto calor específico del agua es capaz de retener el calor absorbido. La atmósfera está presente en este intercambio de calor y, con sus vientos, genera corrientes superficiales. La circulación profunda funciona de otra manera, ya que la densidad del agua juega el papel principal. Por ejemplo, en la Corriente del Golfo las aguas calientes y con más alta salinidad son llevadas a altas latitudes, confiriendo de esta manera el clima templado que se observa allí, pues de otra manera el clima sería mucho más frío. Esta Corriente del Golfo es de las más fuertes y llega a desplazarse a 2 m/s. En los años ochenta, el oceanógrafo Wallace Broecker sugirió, por primera vez, el término del cinturón termohalino, en el cual explica como la circulación en todo el océano funciona por diferencia de densidades, y como esto afecta al clima. Las masas más densas que se sumergen en las profundidades del océano se forman en algunas zonas muy definidas del Norte del Océano Atlántico y el Océano Antártico. La evaporación producida por los vientos polares tiene dos efectos. Por un lado disminuye la temperatura del agua, efecto conocido como el enfriamiento por evaporación, y, por otro lado, también aumenta su salinidad. El fenómeno de una intensa evaporación enfría las aguas en el mar, al oeste de Noruega. Este fenómeno causa el hundimiento de la masa de agua que fluye hacia el Sur a lo largo de las grietas submarinas que conectan a Groenlandia, Islandia y Gran Bretaña, hasta que llega al fondo del océano del Atlántico. Por otro lado, el flujo desde el Ártico hacia el Pacífico está bloqueado por las aguas poco profundas del Estrecho de Bering. También la formación de banquisa contribuye al aumento de la salinidad. Al formarse la banquisa se forma una masa de hielo, con “burbujas” de agua aún líquidas por la alta salinidad en el interior. La banquisa o hielo marino es una capa de hielo flotante que se forma en las regiones oceánicas polares. Aquellas “burbujas” tienden a derretir el hielo que las rodea, escapándose de la masa de hielo y hundiéndose, debido a su mayor densidad. Este proceso se llama exclusión en salmuera, o exclusión del agua salada.

En cambio, en el Mar de Weddell, amplia porción del océano Atlántico Sur en la Antártida dentro del área también conocida como océano Antártico, el proceso de enfriamiento operado por los vientos es intensificado por el fenómeno de la exclusión de salmuera. El resultado es que el agua profunda en el Antártico se hunde y escurre hacia el norte en las profundidades del Océano Atlántico, donde, a causa de su elevada densidad, desciende por debajo del agua profunda del Atlántico norte. Una vez más el flujo en el Pacífico está limitado por el Pasaje de Drake, entre Cabo de Hornos, en América del Sur, y la Península Antártica. A diferencia del agua dulce, el agua salada no tiene una densidad máxima a 4 ° C, sino que, aumenta su densidad en la medida en que la temperatura disminuye hasta su punto de congelación, a aproximadamente 1.8 ° C negativos. La gran modificación de las corrientes oceánicas, que culminó a finales del Plioceno, consistió en el cierre total de la comunicación que existía entre el Atlántico y el Pacífico por América Central. El cierre geológico del paso fue un proceso gradual que comenzó hace 13 millones de años y que probablemente terminó hace 4 millones de años, cuando la sutura entre las dos Américas, norte y sur, permitió la emigración de mamíferos terrestres en ambos sentidos. El cierre tuvo una inmediata repercusión oceánica y modificó probablemente el clima del Atlántico Norte, al desviar hacia allí todo el caudal de la corriente ecuatorial, reforzando la Corriente del Golfo. Nueva York está en la misma latitud que Madrid, a 40ºN, y a la orilla del mar. Sus inviernos deberían ser mucho más suaves que los de Madrid, pero es mucho más frío, con nieve y borrascas. Terranova está en la misma latitud que Paris. Bergen, en Noruega, libre de hielo, está en la misma latitud que la punta sur de Groenlandia. Es verdaderamente curiosa esta diferencia considerable de temperatura y sus variables asociadas, como la nieve, entre puntos de la Tierra a la misma distancia del ecuador. En los océanos, como el Atlántico, hay corrientes marinas que se mueven dentro del mismo. Una de ellas es la Corriente del Golfo, que saliendo del Caribe por el estrecho de Florida, entre esta península y Cuba, se desliza junto a las costas americanas hasta el Cabo Hatteras, en latitud 35ºN, y luego cruza el Atlántico en dirección noreste hacia Escocia y Noruega, en latitud: 65 ºN, con una ramificación hacia el Paso de Calais, entre Inglaterra y Francia. La corriente tiene unos 100 km. de ancho y 1 km. de profundidad. Transporta unos 100 metros cúbicos por segundo y aporta una energía de 932 billones de kilowatios hora durante el mes que tarda en cruzar el Atlántico. Los vientos crean las olas por diferencias de presión a uno y otro lado de las mismas, y producen las corrientes marinas al arrastrar el agua. En la esfera en rotación que es la Tierra, el aire sube de la superficie del mar hacia la capa donde empieza la estratosfera, una capa de la atmósfera que se denomina tropopausa y que está a unos 16 km de altura sobre el ecuador y a 8 km. sobre los polos.


El aire, al llegar arriba, no puede seguir subiendo y se desplaza hacia los polos. Pero como mantiene la velocidad hacia el Este que tenía en el Ecuador, empieza a girar en su camino hacia el norte, hasta que en las latitudes de las líneas de los trópicos, 23º norte y sur, ya se mueve hacia el Este. Al subir, el aire se ha enfriado y parte del vapor de agua que contenía ha precipitado. Y, al estar frío, desciende, volviendo a convertir el agua líquida en vapor: entre las latitudes de 15 a 30 grados norte y sur se sitúan los desiertos. Allí el aire baja y se seca, y apenas llueve. Cuando ese aire ha llegado a la superficie, mantiene su velocidad horizontal, pero cambiada de signo porque ha esto bajando en vez de subir. En las latitudes de 15 a 30 grados norte y sur, a nivel del mar, el viento sopla de manera constante del Este al Oeste, o más bien hacia el sudoeste. España pudo descubrir América porque los marineros que hacían la ruta de Canarias aprendieron lo que eran los alisios. Una vez salidos los barcos de Canarias, los vientos los llevan, si son de vela, de una manera constante hacia el Caribe, sin tener que luchar con las olas ni encontrar grandes calmas. Saliendo de Canarias a los 28ºN, se llega a la isla de La Española, a los 18ºN. Lo mismo ocurre si los barcos salen de Acapulco, a los 18ºN. Llegan a las Filipinas a los 12ºN. Estos vientos constantes arrastran una considerable capa horizontal de agua en el Atlántico y el Pacífico tropicales, acumulándola en el Caribe, en el Atlántico, y en el otro mar, entre Filipinas, Indonesia y las costas de Vietnam y China. El agua caliente de los mares tropicales se recalienta aun más en estas dos zonas cerradas. El giro de la Tierra hace que toda este agua que viaja hacia el Oeste se acumule en fuertes corrientes cerca de las costas de los continentes americano y asiático, y se desplace en chorros estrechos y poderosos primero hacia el norte o noreste, y luego directamente hacia el noreste, volviendo a cruzar los océanos. Son las dos poderosas corriente oceánicas del Golfo, en el Atlántico, y del Kuro-shio, en el Pacífico. El agua que se mueve de manera imperceptible bajos los alisios, desde África hacia América, se concentra y forma una corriente de 100 kilómetros de anchura desde Cabo Hatteras hasta Escocia, levantándose incluso sobre el mar que la rodea en su camino hacia los mares polares. La primera consecuencia de esta corriente de agua es que, al alejarse en superficie de las costas africanas, fuerza al agua del fondo a subir y desplazarse desde el ecuador hacia el norte, pegada a la costa. Es agua fría, llena de oxígeno, por estar fría, y de nutrientes del fondo, que generaba las enormes pesquerías de las costas occidentales de África.

La corriente del Golfo la utilizaban los galeones españoles en el viaje de regreso, cuando cargados de tesoros volvían hacia España. La corriente del Golfo entra en los mares polares entre Escocia e Islandia, y allí se enfría definitivamente. Pero lleva agua constantemente a una zona de donde no puede salir en superficie. El agua salada de la corriente del Golfo se enfría y tiene alta densidad relativa. Se hunde y cae en una especie de inmensa cascada submarina, la mayor del planeta, entre Groenlandia e Islandia, en el Estrecho de Dinamarca. Ese agua se mueve por el fondo del mar hasta llegar a la Antártida. Allí gira hacia el Este y termina saliendo a superficie en el Índico, desde donde retoma su camino hacia el Atlántico y el Caribe. El viaje total tarda unos 400 años. La otra gran corriente, Kuro-shio, se disipa en el Pacífico. Se supuso durante mucho tiempo que Europa se calentaba directamente por el calor arrastrado por el agua de esa corriente del Golfo, del mismo modo que las costas californianas lo hacían por la corriente de Kuro-shio. Hoy se sabe que el fenómeno es mucho más complejo, como todo lo que tienen que ver con el clima de la Tierra. La circulación atmosférica en las latitudes entre los 30 y los 60 ºN es en dirección Oeste-Este, como el propio giro de la Tierra. El río de aire, en este caso, no está forzado por las costas de los continentes, sino por la diferencia de temperaturas entre las zonas tropicales y los Polos. Es un río de aire que hace meandros, cómo los ríos de aguas. Uno de los meandros está más o menos fijo, fijado por la Sierra Nevada y las Rocosas de los EEUU. Al anclarse el meandro allí, el aire baja hacia el sur, sobre Texas, y sube hacia el Labrador, baja desde allí hacia el Atlántico central y vuelve a subir hacia Europa. Un científico de la Universidad de Columbia, Richard Seager, atribuye las altas temperaturas relativas de Europa en invierno a este arrastre de aire, no sólo sobre la Corriente del Golfo, sino desde todo el Atlántico sub-tropical, el llamado mar de los Sargazos. El mar de los Sargazos es una región del océano Atlántico septentrional que se extiende entre los meridianos 70º y 40º O y los paralelos 25º a 35º N, y que en los siglos XVII al XVIII tuvo la tétrica fama de ser lugar de cementerio de buques de navegación a vela. Abarca parte del misterioso sector llamado Triángulo de las Bermudas, zona en que hay más desapariciones de barcos y aviones que en otras zonas de igual tráfico. El mar de los Sargazos, con una superficie total de 3.500.000 km², se caracteriza por la frecuente ausencia de vientos, corrientes marinas, y la abundancia de plancton y algas, estas últimas formando «bosques» marinos superficiales que pueden extenderse de horizonte a horizonte, y que constituyeron, junto a las «calmas chichas», un formidable escollo para la navegación desde la época del descubrimiento de América.

Las corrientes circundantes se interceptan tangencialmente impulsando las aguas interiores en un lento círculo de sentido horario y concéntrico, cuyo amplio centro no tiene movimiento aparente y es de una calma eólica notable. En efecto, el área, de forma ovalada, es de límites difusos ya que no baña tierra firme, con la única excepción de las islas Bermudas, y sus límites los constituyen importantes corrientes oceánicas. Al Oeste la corriente del Golfo, al Norte la Corriente del Atlántico norte y al Sur una de las corrientes ecuatoriales. Las corrientes que lo circundan determinan un sistema de aguas superficiales relativamente cálidas que se mueven muy lentamente en sentido horario, sobre las aguas más profundas del océano, mucho más frías y densas. Esta estratificación del agua por densidades, provocada por la diferencia de temperatura, tiene importantes consecuencias climáticas y ecológicas. En las aguas superficiales, donde llega la luz, abunda el plancton vegetal, que consume sales como los fosfatos y nitratos. Debido a la diferencia de densidad, el agua de la superficie apenas se mezcla con el agua fría y rica en minerales de las capas inferiores, que podría reponer las sales consumidas. Por esta razón, en las regiones superiores del mar de los Sargazos apenas existe vida animal, y carecería de interés biológico si no fuera por el alga que le da el nombre, elsargazo, del género Sargassum, que forma grandes campos, rebosantes de organismos marinos. El mar de los Sargazos fue uno de los descubrimientos de Cristóbal Colón en su primer viaje a América y en el siglo siguiente se comenzó a gestar fama de cementerio de barcos. Pero otro oceanógrafo de la universidad de Washington, Peter B. Rhines, indica que el calor de este mar solo da para calentar Europa hasta diciembre, y que luego se necesita el transportado desde todo el Atlántico tropical, y arrastrado por la corriente del Golfo. Finalmente, Tapio Schneider, de la universidad de Caltech, sugiere que no sólo se calienta Europa, sino que una corriente de aire forzada por diferencias de presión forzadas por la corriente del Golfo arrastra aire frío sobre las costas del Este americano. Lo mismo debe ocurrir con las costas de Kamchatka en Asia y las costas occidentales americanas. La diferencia es no sólo la alta temperatura en Europa, sino además las bajas temperaturas en las costas orientales de América. Pero el sistema climático no es un conjunto de fenómenos aislados. Los alisios, la corriente del Golfo, el chorro polar, el Niño, los huracanes y tifones, la corriente circumpolar antártica, y otros muchos influyen en el clima. La realidad es que el sistema climático, atmósfera, océano, hielo, vegetación y desiertos, así como el ser humano, con su búsqueda de energía, sus cultivos y sus ciudades, forman un único sistema con oscilaciones múltiples, evoluciones, y realimentaciones positivas y negativas. Es un sistema complejo, que solo se puede entender sintéticamente, no de forma analítica, considerando todas las interacciones de todos sus subsistemas entre sí.


Nuestros remotos antepasados habrían hallado una teoría sobre los campos magnéticos del Sol. En su libro Las profecías mayas, Cotterell presenta los cálculos mayas de las reversiones en el campo magnético del Sol, estableciendo que al cabo de miles de años se produce una verdaderamente grande. Cuando eso suceda, enormes llamas solares escapan del Sol y caen sobre los polos de la Tierra. Y luego el campo magnético de la Tierra se revierte, por lo quela Tierra comienza a girar en otra dirección, convirtiéndose el polo norte en el sur y viceversa. Es evidente que un desastre mundial de desconocidas proporciones se produciría en este caso. Casi toda la población de la Tierra perecería. Europa se deslizaría nuevamente a la era glacial y se tornaría inhabitable, pues la Corriente del Golfo habría desaparecido. América del Norte desaparecería bajo el hielo del Polo Sur, tal como tal vez ocurrió con la Atlántida. En su libro The Path ofthe Pole, el profesor Charles Hapgood escribe: “He hallado evidencia de tres posiciones diferentes del Polo Norte, recientemente. Durante la última glaciación de América del Norte, el polo parece haber estado ubicado en la bahía de Hudson, aproximadamente a 60° de latitud Norte y a 83° de longitud Oeste. Parece ser que se corrió a su sitio actual en medio del Océano Ártico, hace unos 12.000 años. Los métodos para obtener datos sobre la radiación, también nos sugieren que el polo llegó a la bahía de Hudson hace unos 50.000 años; antes de esa fecha, se encontraba ubicado en el Mar de Groenlandia, aproximadamente a 73° de latitud Norte ya 10° de longitud Este. Treinta mil años antes, es probable que el polo haya estado en el distrito del Yukón en Canadá“. Según una paradójica teoría, las aguas cálidas transportadas por la Corriente del Golfo ayudaron en el pasado a la iniciación de las glaciaciones en las altas latitudes del hemisferio norte. Aunque a priori podría pensarse que el refuerzo del transporte de las aguas tropicales hacia el norte del Atlántico debería haber provocado lo contrario a una glaciación, quizás lo que provocó fue la formación de los grandes mantos de hielo de Norteamérica y de Europa del Norte. Según esta teoría, el aumento de la temperatura del Atlántico Norte incrementó la evaporación. De esta forma se hicieron más húmedas las masas de aire atlánticas, que los vientos del oeste de las latitudes medias transportaban hacia el interior del continente euroasiático. Por lo tanto, las precipitaciones en Siberia aumentaron y, con ellas, el caudal de los ríos siberianos que descargan en el Ártico.

Con la llegada de un mayor caudal de agua dulce, las aguas del océano polar perdieron salinidad y, en consecuencia, se facilitó su congelación, ya que el agua dulce no requiere de temperaturas tan bajas como el agua salada para helarse. En un efecto de retroacción positiva, la congelación de las aguas superficiales del Ártico hizo aumentar el albedo, o porcentaje de radiación que cualquier superficie refleja respecto a la radiación que incide sobre la misma, en una región muy vasta y además aisló el océano de la atmósfera, disminuyendo la transferencia de calor del agua al aire. Otro factor que también pudo influir en la dulcificación de las aguas del Ártico fue la apertura del estrecho de Bering, a través del cual comenzó a penetrar en el Ártico agua menos salada proveniente del Océano Pacífico. Del estudio de los sedimentos marinos de aquella zona se ha deducido que una primera apertura del estrecho, por hundimiento tectónico de Beringia, pudo haberse producido hace 5 millones de años. Otra teoría más compleja sobre la congelación del Ártico sostiene que antes del cierre del istmo, la Corriente del Golfo se adentraba más profundamente en el Ártico que después del cierre. De esta forma, el Ártico permanecía descongelado, al menos en verano. Ocurriría que, cuando el paso del istmo de Panamá estaba aún abierto, una parte del caudal de agua muy salada de la corriente ecuatorial del Atlántico se escapaba al Pacífico, en vez de dirigirse al norte. Eso hacía que la salinidad y la densidad de la corriente superficial del Golfo y de la Deriva Norte Atlántica no fuese tan alta, lo cual facilitaba que se adentrase en el Ártico. Pero cuando el istmo se cerró aumentó el origen tropical del caudal de la corriente y también aumentó su salinidad. Desde entonces, la masa de agua que transporta, muy salada y densa, se densifica aún más por enfriamiento al avanzar hacia el norte y se hunde antes de alcanzar propiamente el Ártico. Antes de crearse el actual istmo de Panamá, las aguas cubrían la zona del actual Panamá. Una gran masa de agua separaba los continentes de América del Norte y del Sur, lo que permitía a las aguas de los océanos Pacífico y Atlántico mezclarse libremente. Bajo la superficie, dos placas de la corteza terrestre se desplazaban lentamente, obligando a la placa del Pacífico a deslizarse bajo la placa del Caribe. La presión y el calor causado por esta colisión tectónica llevó a la formación de volcanes submarinos, algunos de los cuales crecieron lo suficiente como para conformar islas hace unos quince millones de años. Mientras tanto, el desplazamiento de las dos placas también fueron empujando al fondo marino, obligando lentamente a emerger algunas zonas sobre el nivel del mar. Una inconsistencia de esta teoría es que al parecer el cierre del istmo de Panamá ocurrió bastante antes de la congelación del Ártico, hace unos 4 millones de años. Algunos modelos tampoco parecen indicar que el cierre del istmo de Panamá fuera la causa, sino más bien lo contrario, que la congelación se produjo por otras razones y venciendo la dificultad de este cierre.

En el Plioceno, cuando el paso de Panamá estaba abierto, gran parte de la corriente ecuatorial del Atlántico pasaba al Pacífico. La Corriente del Golfo era más débil pero lograba entrar en el Ártico, manteniéndolo descongelado todo el año. Al cerrarse el istmo de Panamá, la corriente del Golfo se reforzó. Pero al acarrear aguas más saladas y, por lo tanto, más densas, se hundían por enfriamiento, como en la actualidad, en los mares Nórdicos y de Labrador. Otro cambio climático importante del Plioceno fue que el clima de África Oriental se hizo más árido, lo que provocó importantes cambios paisajísticos, con expansión de las sabanas, y de fauna, con proliferación de los bóvidos, lo que pudo haber sido un catalizador en la evolución de los homínidos. El comienzo de períodos áridos y fríos, que se inicia a final del Mioceno y que se manifiesta más claramente desde hace unos 2,8 millones de años, puede estar relacionada con un enfriamiento de las aguas del Océano Indico. Este enfriamiento pudo deberse a la emersión tectónica de nuevos territorios isleños en Indonesia, como la isla de Timor, y el avance hacia el norte de Nueva Guinea, por lo que se habría ido cerrando la entrada en el Indico de agua acarreada por la corriente muy cálida del Pacífico sur ecuatorial, primando desde entonces la entrada de agua traída por la corriente más fría del Pacífico norte ecuatorial. Este enfriamiento del Indico, motivado por el cambio en las corrientes oceánicas, modificaría a su vez la circulación atmosférica y la capacidad higrométrica del aire en aquella región, y estaría en el origen del aumento de la aridez en África Oriental. Otra teoría más reciente atribuye el aumento de la aridez al levantamiento tectónico de la región, lo que habría llevado a una reorganización de los vientos y a la reducción de la entrada de aire húmedo del Indico en la región. Según estos investigadores el proceso de cambio topográfico y desviación de los vientos habría comenzado ya en el Mioceno final, hace unos 8 millones de años. Tras el intervalo muy cálido del Plioceno Medio se produjo el último empuje del frío. Durante cortos y sucesivos períodos fríos empezó a acumularse hielo en el norte de América y de Europa, y los icebergs hacían acto de presencia en el norte del Atlántico.


La variabilidad del clima se agudizó, propiciada por los ciclos astronómicos de Milankovitch y en especial por el ciclo de variación de la oblicuidad del eje, de 41.000 años de duración. Para la formación de los mantos de hielo sobre Norteamérica y Eurasia se necesitaba que las nieves que caían durante el invierno fuesen muy intensas. La corriente del Golfo, reforzada por el cierre del istmo de Panamá, pudo venir en ayuda de esto último. El calor de las aguas incrementó la evaporación invernal y la humedad atmosférica necesaria para que las precipitaciones de nieve fuesen abundantes en Canadá y Escandinavia. Además, en invierno, en el norte del Atlántico, el contraste de temperatura entre la masa de aire atlántica, más cálida, gracias a la corriente del Golfo, y la masa de aire muy frío que salía del continente, intensificó la ciclogénesis, desarrollo o consolidación de la circulación ciclónica en la atmósfera. Los intensos temporales producían fuertes nevadas tanto en el nordeste de Canadá y de Estados Unidos, como en Escandinavia. La abundante acumulación de nieve resistía el deshielo estival, y cuando las condiciones astronómicas eran favorables crecían y avanzaban los mantos glaciales. Una nueva teoría oceanográfica alternativa explica que la acumulación de hielo continental en Norteamérica fue posible gracias a que las aguas sub árticas del Pacífico atravesaron entonces períodos de marcada diferencia estacional de temperaturas, muy frías en invierno y muy cálidas en verano. Así, durante el final del verano y durante el otoño, el calor de las aguas y la evaporación intensa facilitarían fuertes nevadas y la formación de mantos de hielo en el noroeste del continente americano. Recientemente se ha publicado la hipótesis de que el enfriamiento global comenzó cuando empezó a fallar la situación permanente del Niño, que había dominado durante la época anterior en el Pacífico Tropical. Esto habría ocurrido cuando el nivel que separa las aguas cálidas superficiales de las frías profundas se elevó, adelgazándose en el este del Pacífico la capa de aguas cálidas, y permitiendo el afloramiento de aguas frías más profundas, tal y como ocurre actualmente en una situación normal sin Niño. El enfriamiento de las aguas oceánicas profundas de todos los océanos vendría determinado a su vez por una mayor producción de agua fría profunda en el Atlántico Norte, acelerada por una circulación termohalina más intensa.

La Corriente del Golfo, uno de los más importantes sistemas de transporte de calor de la Tierra se está desacelerando, sumado a un incremento del enfriamiento del Océano Atlántico Norte a magnitudes no previstas, informó el Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático. La Corriente del Golfo es responsable del bombeo del agua caliente hacia el norte y el agua fría hacia el sur; y del clima templado en el noroeste de Europa. Este cambio acelerado puede tener también consecuencias importantes para el clima y desarrollo de Estados Unidos. El instituto explicó que “varias líneas de observación sugieren que en las últimas décadas, el sistema actual ha sido el más débil, algo nunca antes visto en el siglo pasado, e incluso en el último milenio”. “Ahora hemos detectado una fuerte evidencia de que la Corriente del Golfo de hecho se fue debilitando en los últimos cien años, especialmente desde 1970“, confirmó Stefan Rahmstorf, del Instituto Potsdam, autor principal del estudio. “Los cambios recientes encontrados por el equipo son además sin precedentes desde el año 900, lo que sugiere fuertemente que son causados por el calentamiento global hecho por el hombre”, concluyó Ralmstorf. Además advirtió del enfriamiento en el Atlántico Norte, al sur de Groenlandia, como “el más fuerte que lo que la mayoría de las simulaciones del clima ha predicho hasta ahora”. “El derretimiento gradual pero acelerado de la capa de hielo de Groenlandia, causado por el calentamiento global hecho por el hombre, es un posible factor contribuyente importante en esta desaceleración”, remarca el informe. Anunció además que “el debilitamiento podría afectar los ecosistemas marinos y el nivel del mar, además del clima europeo y estadounidense. Mientras el área específica en el Atlántico Norte se ha estado enfriando, el resto del mundo se ha ido calentando. Los científicos se basaron en datos de temperatura atmosférica de la superficie del mar y otros sobre las corrientes oceánicas, además de registros de testigos sobre el nivel de hielo, los anillos de árboles, corales, y los sedimentos. Esto permitió reconstruir las temperaturas por más de un milenio La Corriente del Golfo es una gran masa de agua de unos 1.000 kilómetros de ancho que corre a nivel superficial. La corriente está impulsada por las diferencias en la densidad del agua del océano. Como el agua del sur es más caliente, es más ligera. Por este hecho fluye hacia el norte, donde es más fría. De ahí se va a las capas más profundas del océano, y luego fluye luego al sur. Jason Box, del Servicio Geológico de Dinamarca y Groenlandia, señaló que el agua dulce que sale de la fusión de la capa de hielo de Groenlandia “es probable que esté perturbando la circulación”, ya que se diluye en el agua del océano.

Con el agua del deshielo hay menos agua salina en la superficie. Esta tiende a no hundirse en las profundidades, por lo que enfría más la Corriente del Golfo. Los investigadores más pesimistas dicen que un hipotético fin del mundo ocurrirá dentro de pocos años debido a un brusco descenso de las temperaturas. El nuevo periodo glaciar se prolongará por lo menos dos siglos y congelará todo el planeta. Este apocalíptico anuncio lo efectuó el jefe de investigaciones espaciales del Observatorio de Pulkovo, de la Academia de Ciencias de Rusia. Se trata del doctor Jabibulá Abdusamátov, que estudia detalladamente los períodos de cambios en la actividad solar. La Tierra ha acumulado una gran cantidad de calor y ya ha comenzado a enfriarse. Según este experto ya se puede sacar conclusiones sobre los futuros calentamientos globales y los descensos de temperatura. “Disponemos de datos que indican que la temperatura comenzará a bajar radicalmente a partir de 2014 hasta llegar a su pico en el 2055″. La obra “La corriente del Golfo y la próxima glaciación” aporta numerosos testimonios de expertos que analizan desde diferentes puntos la situación actual del planeta y su evolución a corto plazo. Mediante animaciones en 3D y una cuidada postproducción, el documental acerca con claridad al espectador el complejo proceso que plantea. La corriente del Golfo es una corriente oceánica que tiene una fuerza 150 veces superior a la de todos los ríos de la Tierra juntos y arrastra las aguas tropicales del Golfo de Florida hasta los límites del Atlántico Norte desde donde, tras su enfriamiento, desciende hasta las profundidades y vuelve hasta su origen. Es la responsable de la suavidad de los inviernos europeos frente a la severidad invernal que sufren en América del Norte. Numerosos marinos la han aprovechado durante siglos para sus viajes de vuelta desde América, y una gran cantidad de especies dependen de ella para sus ciclos de vida. Estudios paleo-climatológicos sugieren que, tras un calentamiento climático, se suele producir una glaciación repentina. Estas glaciaciones se podrían haber producido como consecuencia de la interrupción de la corriente del golfo. Numerosos expertos sugieren que la relación entre el actual calentamiento global y un nuevo período glacial pasaría por una paralización de la corriente del Golfo. Y señalan que este panorama será una realidad en un futuro muy próximo. Lo único que se preguntan es cuándo ocurrirá esto.


El calentamiento del planeta provoca el deshielo del Círculo Polar Ártico, el crecimiento del caudal de los ríos de Norteamérica y Asia y el aumento de las lluvias en el Ártico, lo que se traduce en un incremento del agua dulce que se vierte en los océanos, alterando su salinidad y densidad. Este cambio provocaría la paralización de la corriente del Golfo. La interrupción de esta benefactora circulación se produciría, según estas previsiones, a lo largo de este siglo con unas consecuencias dramáticas. Sin los efectos térmicos de la corriente del Golfo, en Europa se alcanzarían temperaturas similares a las de Siberia, lo que supondría la escasez de recursos hídricos y alimenticios, por lo que la vida, tal y como la conocemos, cambiaría drásticamente. El Dryas primitivo (Oldest Dryas) es una época de las fases frías del período glacial. Se caracteriza por la aparición del género botánico Dryas, que le dará nombre. Estas flores van a ser las que aparezcan durante las diferentes fases de regreso al frío, especialmente la Dryas octopetala. Este periodo tiene lugar entre hace unos 18.000 y 15.000 años, aunque hay diferencias de hasta 1.000 años en el comienzo y 500 en el final, dependiendo de la zona del planeta que se analice. Incluso en algunas regiones del planeta, como en el Jura francés, no aparece. La oscilación Bölling es el periodo de calentamiento global que sigue al Dryas primitivo. Continúa la tendencia del final del período glacial. Recibe su nombre del lago Bölling, en Dinamarca, que es el primer lugar en el que se constata una tendencia al calentamiento global que implicará el fin de la glaciación. Se inicia hace unos 14.600 años y dura hasta hace unos 14.000 años, con algunas variaciones de algunos cientos de años según las regiones. El período del Dryas antiguo es una vuelta al frío glacial. Se constata, sobre todo, en el norte de Europa y Asia, por lo que no aparece en todas las regiones del mundo. La datación de este Dryas antiguo es problemática, porque es muy probable que no durase más de 200 años. Se trata, pues, de una pulsación de períodos cálido-frío-cálido muy rápida. Se puede considerar que la fase central del Dryas antiguo va desde hace 14.100 años hasta hace 14.250 años, aunque el período puede extenderse hasta hace unos 13.700 años. Durante el Dryas antiguo se constatan un avance de los glaciares, y al tiempo, en la región periglaciar, un descenso de la tundra hacia zonas más meridionales y un aumento de la extensión de la tundra y la línea de permafrost. La acumulación de hielo en los enormes glaciares que cubrían desde el mar Báltico, durante todo el período totalmente helado, hasta el norte, provocó el descenso del nivel medio del mar, con lo que quedó seco el canal de la Mancha, permitiendo la unión de las islas británicas y el continente. En el canal de la Mancha se desarrollaron bosques y una abundante fauna cuyos restos aún hoy en día es posible encontrar bajo las aguas.

Tras los fríos del Dryas antiguo tuvo lugar una fase de calentamiento global cuyo máximo, en el Atlántico Norte, llega a presentar temperaturas como las actuales, aunque con un clima mucho más húmedo. En esta época ya se constata que la Corriente del Golfo y la circulación termohalina estan en pleno funcionamiento. El período comienza hace unos 13.000 años y dura hasta hace 12.800 años. Por tanto, tiene una duración de tan sólo unos 200 años. El calor reinante hace que se derritan grandes masas de hielo, el nivel del mar sube, y en América del Norte aparece un gran lago glaciar llamado Agassiz. El lago Agassiz llegó a tener una enorme extensión, de este a oeste de Norteamérica. El Dryas reciente (Younger Dryas) es el último episodio de regreso al frío del período glacial Würm. Tiene lugar al final del Pleistoceno, entre hace 12.800 y 11.500 años aproximadamente, coincidiendo con el legendario hundimiento de la Atlántida. Dura, pues, unos 1.300 años. Es la pulsación mejor conocida de la última glaciación. Lo más interesante del Dryas reciente es la gran velocidad con que se vuelve a condiciones plenamente glaciales desde un clima muy parecido al actual, especialmente si consideramos las latitudes altas de la Europa septentrional. Se estima que este tránsito se produjo en unos 10 años. En el Reino Unido se constata que la temperatura media se redujo unos 5 ºC. Las condiciones periglaciares se mantendrían en las partes bajas, pero en las altas los glaciares tendrían un gran avance. Otras característica del Dryas reciente es la extensión hacia el sur de la tundra, el aumento de la nieve en las cordilleras de todo el mundo, y un aumento del polvo atmosférico procedente de los desiertos del interior de Asia, debido a una mayor sequía en las regiones del interior de los continentes. No está claro que el Dryas reciente fuera un período de enfriamiento global, ya que sólo se constata con seguridad en Europa occidental y Groenlandia. Otras zonas del mundo constatan un enfriamiento, no tan brusco y mucho más lento, de cientos de años. En el hemisferio sur es dudoso que se haya producido. Al parecer la causa principal del Dryas reciente fue la supresión de la Corriente del Golfo y la circulación termohalina. Eso explicaría porque tuvo una mayor incidencia en aquellos lugares en los que el clima estaba dulcificado por las aguas tropicales que transportaban la corriente del Golfo. La causa de esta supresión de la Corriente del Golfo parece haber sido la repentina afluencia de agua dulce y fría procedente del lago Agassiz y el deshielo en América del Norte. El final de Dryas reciente fue tan repentino e inesperado como su advenimiento. En cuestión de 40 ó 50 años se restableció la Corriente del Golfo, se recuperó la circulación termohalina y se dio paso, definitivamente, al Holoceno post glacial en el que vivimos. En este período la temperatura media de la Tierra se elevaría unos 7 ºC.

Todo esto tiene un pequeño problema, y es que el hemisferio sur comenzó un progresivo enfriamiento mil años antes del período Dryas reciente, que no se explica por estos mecanismos, ya que parece haber seguido mecanismo independientes. La consolidación definitiva del final del Dryas reciente coincide con las primeras cultura del Neolítico. Frecuentemente se ha vinculado este cambio climático hacia condiciones más benignas en las latitudes medias, y más áridas en las latitudes tropicales, que serían las más habitadas durante la época glacial, con el descubrimiento de la agricultura y la ganadería. En el Atlántico, con una circulación termohalina muy debilitada, la Corriente del Golfo no llegaba a las latitudes altas y se producía en superficie un avance hacia el sur de las masas de agua polares, que llegaba hasta la costas del sur de Portugal. En el episodio Heinrich, al comienzo de la última desglaciación, entre hace 18.000 y 16.000 años, los sondeos frente a la costa del sur de Portugal indican unas temperaturas más frías incluso que las del Ultimo Máximo Glacial. Fueron descritos por primera vez por el geólogo marino alemán Hartmut Heinrich, de quien llevan el nombre. En paleoclimatología, se conocen como eventos Heinrich a una serie de eventos o episodios que ocurrieron durante el período de la última glaciación de Wisconsin, y en los que oleadas de icebergs se desprendieron de los glaciares y atravesaron el Atlántico Norte. Los icebergs llevaban rocas en masa erosionadas por los glaciares y cuando se fundieron en alta mar, cayeron al fondo como «detritos a la deriva del hielo». Los científicos, perforando a través de los sedimentos marinos, pueden distinguir seis eventos distintos en los núcleos de lodo recuperados del fondo del mar. La fusión de los icebergs provocó que enormes cantidades de agua dulce se añadieran al Atlántico Norte. Tales aumentos de agua fría y fresca bien pueden haber alterado los patrones de la densidad oceánica que impulsan la circulación termohalina, y, a menudo, coinciden con otras indicaciones de fluctuaciones del clima global. Se han propuesto diversos mecanismos para explicar la causa de los eventos Heinrich. La mayoría se centran en la actividad de la capa de hielo Laurentino, pero otros sugieren que la inestable capa de hielo de la Antártida Occidental pudo haber jugado un papel desencadenante.


Durante los eventos Heinrich aumentaba el gradiente térmico latitudinal entre las zonas tropicales y las latitudes medias y altas, provocando cambios en los transportes atmosféricos de humedad, que afectaban al clima no sólo del Atlántico sino también del Pacífico. Cuando acababan los eventos Heinrich se producía de nuevo una salinización de las aguas del Atlántico Norte, que era clave en la reanudación de la circulación termohalina. Ocurría que, tras las descargas de icebergs, menguaba en muchas partes la masa de hielo de las lenguas glaciares que desaguaban en la costa. Disminuía el aporte de agua dulce al mar y, en consecuencia, aumentaba de nuevo la salinidad del Atlántico Norte. Entonces se reanudaba con rapidez la circulación de la cinta transportadora oceánica y se intensificaba la Corriente del Golfo. Se producía una brusca subida de las temperaturas en las latitudes medias-altas y se entraba en un cálido interestadial. Otro de los motivos posibles de la salinización de las aguas del Atlántico Norte, que sucedía al evento Heinrich, podía provenir de la modificación de la circulación atmosférica, al reducirse la altura del manto Laurentino tras el colapso de hielo. La capa de hielo Laurentino fue una capa de hielo masiva que cubrió varias veces cientos de miles de kilómetros cuadrados durante las épocas glaciares cuaternarias, abarcando la mayor parte de Canadá y una gran parte del norte de Estados Unidos. En su último apogeo cubrió la mayoría de la parte norte de América del Norte, en el período que va desde hace 95.000 años a 20.000 años antes de la era actual. A veces, su margen sur incluyó los sitios donde actualmente se encuentran las ciudades de Nueva York y Chicago, y luego siguió con bastante precisión el curso actual del Río Misuri hasta las laderas norte de las Montañas Cypress. Más allá de las mismas se fusionaba con la Capa de Hielo Cordillerano. La cubierta de hielo se extendía por el sur hasta aproximadamente los 38 grados de latitud en el centro del continente. Durante el período frío anterior al evento Heinrich, la altura y volumen que iba ganando el manto Laurentino era responsable del incremento de los vientos septentrionales y muy fríos que llegaban al Atlántico, canalizados por el valle que separaba el propio manto Laurentino de Groenlandia, en lo que hoy es el mar de Baffin y Labrador. Estos vientos gélidos del Ártico iban enfriando cada vez más las aguas superficiales oceánicas del noroeste del Atlántico. Luego, después del evento, la reducción de la altura del manto Laurentino provocaba un retorno a condiciones más parecidas a las actuales, es decir, a vientos del oeste no tan fríos. El mayor efecto de evaporación de estos vientos del oeste ayudaba a la salinización de las aguas superficiales del Atlántico Norte, a su densificación y a la reinstalación más o menos intensa de las corrientes termohalinas y, en consecuencia, de la cálida Corriente del Golfo.

La influencia de las oscilaciones térmicas durante la glaciación llegaba hasta las regiones tropicales, al menos en el Atlántico. Incluso, para algunos autores, el origen de la variabilidad global estaba en el Trópico. Según esta teoría, en los períodos cálidos tropicales se produciría una mayor evaporación y una mayor exportación atmosférica de humedad del Atlántico hacia el Pacífico, acarreada por las masas de aire que atraviesan Centroamérica de este a oeste. Esto ocasionaría un aumento de la salinidad del Atlántico y, por lo tanto, un reforzamiento de la circulación termohalina y de la Corriente del Golfo, que calentaría todo el norte del Atlántico, Groenlandia incluida. En los avances glaciales se creaban dos enormes zonas ocupadas por hielos, una en Norteamérica y otra en el noroeste de Eurasia. Se trataba del manto Laurentino y del manto Finoescandinavo, respectivamente. El área de acumulación de los hielos avanzaba en las épocas más frías hasta latitudes muy meridionales. Los mantos de hielo septentrionales no sólo fueron cubriendo las latitudes altas sino que se adentraron profundamente también en las latitudes medias. Un problema, todavía no dilucidado, es saber de dónde provenía la humedad suficiente para formar el enorme volumen de hielo acumulado con rapidez en los mantos continentales, especialmente en el Laurentino. Hasta ahora, la hipótesis más aceptada era que la humedad procedía del Atlántico Norte. Para ello la superficie del mar debió mantenerse cálida durante bastante tiempo, gracias a que la corriente del Golfo siguió funcionando. Pero en la formación del gran manto Laurentino se necesitaban tormentas de nieve mucho mayores y más frecuentes que las que hoy día suelen afectar al Quebec y al nordeste de Estados Unidos. Esas tormentas de nieve, diez veces más intensas que las actuales, debían estar asociadas a frentes muy activos provocados por el contraste entre las masas polares de aire frío que procedían del continente americano y las masas de aire húmedo y templado que se formaban sobre el océano Atlántico.


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