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martes, 22 de diciembre de 2015

EN TORNO AL GRAN ARQUITECTO DEL UNIVERSO

EN TORNO AL GRAN ARQUITECTO DEL UNIVERSO

Para algunos, el fin supremo del hombre es alcanzar la felicidad. Solo para muchos menos, ese fin es inseparable de la Virtud, entendida como práctica imperativa del Deber. La búsqueda de ese Deber ha sido el objeto final y real de la Perennis Philosophia, que se centra en el estudio e interiorización de las diversas manifestaciones de la Ley Universal.

No es infrecuente identificar al Dios de las religiones monoteístas con el Gran Arquitecto del Universo o Principio generador de la tradición masónica. En ambos casos, lo que parece relevante es la búsqueda de sentido que caracteriza al hombre.

Nebulosa de la Hélice "Ojo de Dios"

La masonería operativa, la de los constructores de templos de piedra y argamasa, tiene su origen remoto en los grupos de hombres que se unían para edificar, coordinando sus esfuerzos disciplinadamente, aplicando las leyes de la naturaleza que iban descubriendo o que habían aprendido. Su trabajo estaba vinculado, en principio, al conocimiento que predominaba en cada época, tanto en el campo científico como en el espiritual, fundiendo ambos en su tarea, puesto que lo que deseaban era realizar su vocación constructora al servicio de la comunidad humana a la que pertenecían.

Por ello subrayaron los fundadores de la Francmasonería moderna aquello que figuraba en el artículo primero de las primeras Constituciones de 1723: "así como antiguamente los masones tenían la religión del lugar en el que trabajaban...". Texto éste, del art.1º, esencial para entender el espíritu fundacional de la Orden que fue difuminado al fundarse la Gran Logia Unida de Inglaterra, casi un siglo más tarde (1813).

Así pues, los masones operativos aceptaron en cada tiempo el ideario espiritual de cada lugar. Recodemos que los grupos especializados en la construcción de templos (constructores "sagrados") existieron en todas partes, desde Stonehenge, Egipto, Tiro, Lydia, Atenas, Roma y Como, hasta los albores de la edad moderna, en que su decadencia, en Europa, dio paso a la aparición de la Francmasonería especulativa, que es constructora de pensamiento, simbólica o virtual, conservando como símbolos básicos de las virtudes que busca desarrollar en el hombre los utensilios de trabajo de sus antecesores operativos.

Los "comacini", "muratori" o constructores refugiados en la región italiana de Como, tras la caída del imperio romano y la desaparición de los "Collegia fabrorum" (colegios o gremios de oficios, presididos por un Pontifex Maximus, título que, desde Augusto, habían ostentado los emperadores romanos), fueron reconocidos por la incipiente Iglesia Católica del siglo VI como útiles para la edificación de los nuevos templos cristianos que habían de consolidar la presencia de la Iglesia romana en las tierras bárbaras del centro y norte de Europa.

Ojo de Horus

Los obispos romanos - patriarcas occidentales, prácticamente aislados de los "papas" o patriarcas del no invadido imperio romano oriental-bizantino – adoptaron el nombre de Sumo Pontífice, tomado del ancestral Colegium Pontificorum o gremio romano de ingenieros de puentes, dándole al título el valor virtual de comunicadores o intermediarios entre "cielo" y "tierra". Ellos fueron quienes enviaron a los masones de Como hacia el norte, acompañando a los misioneros benedictinos hasta Germania, Galia, Britania e Irlanda, donde se les unieron otros constructores de vieja tradición: los druidas, sobrevivientes a las persecuciones severísimas a que se habían visto sometidos por las jerarquías cristianas a partir del siglo IV, en que el cristianismo fue oficialmente reconocido como religión imperial.

Así fue como las comunidades de monjes benedictinos, alejadas geográficamente de Roma, fueron creciendo y favoreciendo el trabajo de los grupos de constructores dependientes económicamente de ellas, construyendo al estilo "romano", llamado entonces "románico".

La Masonería operativa fue, en este sentido, católica. Después, los grupos de constructores se fueron independizando y constituyendo cofradías, por una parte, y entidades gremiales, por otra, que contrataban su trabajo con las jerarquías católicas, con los florecientes municipios o con los nobles y reyes de Europa, por ser sólo éstos quienes disponían del poder económico y político que podía permitir a los masones llevar a cabo sus obras. Ya a partir de entonces, en torno al siglo XI, aparecen las objeciones y las medidas preventivas y represivas respecto a los masones "francos" o libres. Era peligroso que los grupos gremiales escapasen al control de las autoridades religiosas y civiles. A partir de la consolidación de la Orden del Templo, los masones prefieren, por lo general, trabajar bajo los auspicios de ésta...

Pero volvamos al concepto del GADU en la tradición recibida de aquellos operativos. Los masones construían experimentando e imitando a la naturaleza y ponían en práctica, por ello, lo que bien podemos llamar técnicas científicas. Su labor les hacía ir descubriendo fórmulas aplicables a la construcción. Ellos comprendieron que existían "pautas" o leyes que afectaban a lo que querían y podían hacer o no hacer. Lo que les interesaba era la manera en que la naturaleza parece estar organizada. Debía haber una inteligencia universal que hacía "inteligibles" las estructuras o formas de la naturaleza y, por tanto, un "Gran Arquitecto" o Fuerza universal creadora.

Los antiguos masones constructores, no eran teólogos y no dudaron en identificar la Fuerza o Principio Absoluto con lo que las culturas locales llamaban y siguen llamando "Dios". Aceptaban la "religión" generalmente establecida, como indicaba James Anderson en las Constituciones de 1723, porque no eran "irreligiosos libertinos", sino hombres conscientes de las ligazones o vínculos que "religan" el mundo y al Hombre con el mundo. Capaces, por tanto, de alcanzar una libertad ética que nada tiene que ver con las "libertades" de quienes no reflexionan sobre la auténtica Libertad.

A los masones no nos interesa el discurso religioso externo o de las formas (exotérico), sino el interno o esotérico de lo que trasciende las formas. Por eso dejamos la religión a las puertas de nuestros templos. Para designar la esencia de lo trascendente usamos el concepto de Gran Arquitecto del Universo, que es un referente común para desarrollar nuestro Trabajo de búsqueda de la Verdad. Se trata de una simbolización mucho más sutil, que permite a cada cual atribuir a ese Principio Generador Universal los matices que vaya descubriendo en su búsqueda personal. Es "lo creado" y "su estructura" lo que nos interesa en las logias, ya que tratamos de conocernos a nosotros mismos descifrando nuestro código íntimo y es sólo a través de esa labor de introspección como lograremos conocer el mundo, a los demás hombres (que son semejantes a nosotros) y a los "dioses", o causas en cadena que nos llevarán al conocimiento del Origen de lo existente, como predecía el viejo lema délfico.

Pero presuponer dogmáticamente que ese origen de lo existente ya es conocido, a través una forma de "revelación" transmitida a otros hombres, parece descartar nuestra propia capacidad de búsqueda, de esfuerzo y de desarrollo, situándonos a priori por debajo de otros hombres. Lo que no parece justo, porque hay una revelación para todos que se halla en lo que llamamos el mundo manifiesto y es nuestro deber buscar, aunque no lleguemos a "hallar", si deseamos realizarnos como seres inteligentes y en la medida de nuestras fuerzas.

Sin embargo, quienes parten de un concepto personalista del Principio Generador, llamándolo Dios en su fuero interno, son Hermanos nuestros que pueden haber simbolizado al GADU a partir de un sentimiento íntimo igualmente respetable y válido. Todos los hombres conscientes de nuestra humanidad buscamos el sentido de cuanto existe. Ello no nos puede alejar, en absoluto, sino todo lo contrario.

http://www.logiagenesis.es/articulos-y-planchas/simbolismo/item/124-en-torno-al-gran-arquitecto-del-universo

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