LOS
SABIOS DE LA INDIA, LAS ESTRELLAS Y LA EVOLUCIÓN
Andres Thomas.
El número aceptado por la astronomía moderna para el diámetro ecuatorial de
nuestro planeta es de 12.756'5 kilómetros, y la distancia máxima que nos separa
de la Luna se fija en 406.731 kilómetros, aproximadamente. Estas cifras nos
demuestran la extraordinaria precisión a que habían llegado los astrónomos de
la India antigua, y ello en una época en que los europeos se hallaban muy lejos
aún de librarse del complejo de la «Tierra plana». La fecha de la última
redacción del Surya Siddhanta se fija en el año 1000 d. de JC. Pero,
según la opinión de ciertos hindúes, existían ediciones anteriores ya hacia el
año 3000 a. de JC. En este caso, la obra nos parece tanto más sorprendente.
Los textos sánscritos de Manú contienen ideas sobre la evolución que se anticipan a Lamarck y Darwin en varios miles de años:
«El
primer germen de vida fue formado por el agua y el calor. El hombre atravesará
el Universo, en un ascenso gradual, pasando por las rocas, las plantas, los
gusanos, los insectos, los peces, las serpientes, las tortugas, los animales
salvajes, el ganado y los animales superiores. Tales son las transformaciones
de la planta en Brahma que deben producirse en su mundo.»
¿Encontramos en esta antigua versión de la doctrina de la evolución un profundo pensamiento surgido del cerebro de un sabio, o se trata de los restos de un tesoro arcaico celosamente conservado en la India por sacerdotes iniciados?
¿Encontramos en esta antigua versión de la doctrina de la evolución un profundo pensamiento surgido del cerebro de un sabio, o se trata de los restos de un tesoro arcaico celosamente conservado en la India por sacerdotes iniciados?
La cosmología hindú evaluaba la existencia del sistema solar en varios millones de años. Kalpa, o el día de Brahma, la duración vital de nuestro mundo, sería de 4.320 millones de años. Según los actuales cálculos científicos modernos, la edad actual de la Tierra se eleva a cinco mil millones de años. Aunque nuestra ciencia y la tradición brahmánica no estén completamente de acuerdo sobre la duración de la evolución solar, no puede por menos de impresionarnos la cronología cósmica de la India, ya que estos cálculos científicos se extien* den también sobre miles de millones de años.
Según las creencias de los drusos del Líbano, el mundo tenía en la época del divino Hakim, 3.430 millones de años de existencia.
La estela Metternich, en Egipto, hace alusión al «Barco de los millones de años» en que navega el dios Ra.
Esto nos indica claramente que en el mundo antiguo se consideraba el Universo como muy viejo, opinión a todas luces más sabia y juiciosa que la de nuestros predecesores del siglo xix, según los cuales la Tierra sólo existía desde hacía unos cuantos miles de años. Por lo que se refiere a las fuentes de la ciencia secreta en que se inspiraba la Antigüedad, se pierden en las profundidades de los tiempos.
En
libros tales como el Surya Siddhanta o el Brihath Satha-ka, los
sabios pandits hindúes hablaban también de lo «infinitamente pequeño». En
aquella remota época, dividían el día en 60 kala o ghatika, equivalentes
cada uno de ellos a 24 minutos, subdivididos a su vez en 60 vikala equivalentes
cada uno de ellos a 24 segundos. Venía luego una división entre 60 de los vikala
en para, tatpara, vitatpara, ima y kashta. En esta división del
tiempo, los brahmanes llegaban a la unidad más pequeña, al kashta, aproximadamente
equivalente a 0,000.000.03 (tres cienmillonésimas de segundo). Es evidente que
este kashta, fracción infinitesimal de un segundo, no significa
absolutamente nada mientras no se posean instrumentos de precisión más
perfeccionados que los que existen en la actualidad. Debe concluirse de ello
que ese modo de medir el tiempo por fracciones de microsegundo constituye un
método transmitido por los pandits, representantes de una civilización de
tecnología muy avanzada, en la que no era desconocida la física nuclear. Por
otra parte, el autor de la presente obra ha realizado una comprobación
sorprendente: el kashta (3.10^8 segundos) está asombrosamente próximo
a la duración de ciertos mesones e hiperones.
Tomado del Libro "Los Secretos de la Atlántida".
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