El mito del húsar de la muerte y por qué lo asesinaron los masones
El libro de Corvalán es una revisión de 104 páginas que sintetiza muy bien el fondo histórico, cultural, social y hasta personal de Manuel Rodríguez, inspirador de batallas posteriores y otros frentes político-militares contemporáneos como el Frente Patriótico Manuel Rodríguez
Alberto Buitre
A Manuel Javier Rodríguez Erdoiza (Santiago, 1785 – Tiltil, 1818) lo mataron los masones; lo asesinó la Logia Lautarina. Al menos eso es lo que deja ver la recopilación histórica del académico Luis Corvalán en su biografía del libertador chileno (“Manuel Rodríguez. Más allá del mito”. Corvalán, Luis. Editorial de la Universidad de Santiago de Chile. Chile, 2009).
Recién terminé de leer el libro y me deja una sensación de asombro por la propuesta clasista del jefe revolucionario, pero de indignación al descubrir cómo el poder, siendo ejercido por clases hegemónicas, no permiten por ningún motivo, aun si es justo, la autodeterminación de los más humildes.
El libro de Corvalán es una revisión de 104 páginas que sintetiza muy bien el fondo histórico, cultural, social y hasta personal de Manuel Rodríguez, inspirador de batallas posteriores y otros frentes político-militares contemporáneos como el Frente Patriótico Manuel Rodríguez –hoy Movimiento con el mismo nombre (http://wp.me/p2NZuB-47b)-, que combatiera a la dictadura de Augusto Pinochet (Valparaíso, 1915-Santiago, 2006) en las décadas de 1970 y 80.
Debo decir que es uno de mis primeros acercamientos a la historia de Chile. Y ha sido un acierto mediante la obra del doctor Corvalán, académico de la Usach, quien cita fuentes de otros historiadores, referencias de documentos directos y, al final, ofrece consideraciones alejadas de tendencias hacia uno u otro bando que conformara la insurrección de la independencia chilena.
Sin embargo, deja puntos claros sobre lo que corresponde a la gesta Rodríguez. Un hombre amado por los sectores proscritos del Chile colonial; tahúres, prostitutas, bandoleros, militares patriotas, trabajadores, mujeres y hombres comerciantes, artesanas, poetas, jóvenes entusiastas de la lucha antiespañola, con quienes en la última etapa de su lucha conformara los Húsares de la Muerte, un frente insurgente feroz con ínfulas anarquistas cuya efectividad político-militar logró llevar a Manuel Rodríguez al poder central del país por un corto periodo.
Por esto y por su “espíritu encarnado en una cultural radical”, señala Corvalán, fue tachado como “un hombre de lo más funesto” por el mismo Bernardo O’Higgins, a la postre Director Supremo de la primera etapa independiente del país, y a quien se le atañe la orden directa de asesinar al guerrillero en 1818 a manos de un soldado español en la comuna de Tiltil, al norte de la Región Metropolitana de Santiago.
Pero O’Higgins no se mandó solo.
Corvalán expone la pertenencia del libertador a la logia masónica conocida como Lautaro o Logia Lautarina; grupo conformado a finales del siglo XVIII en España por diversos personajes devenidos en reconocidos independentistas sudamericanos como Francisco de Miranda, Simón Bolívar, José de San Martín, José de Madariaga y el propio O’Higgins, quienes se propusieron la emancipación de América de la corona española.
Según expone Corvalán, éste, como todo grupo masónico, se regía por una serie de puntos que eran de insoslayable cumplimento so pena de muerte para el traidor. Así mismo, dictaba que todo aquel “hermano” que llegara al Gobierno de un país debía consultar sus decisiones con la Logia. En su punto 9 se evidencia:
“Siempre que alguno de los hermanos sea elegido para el supremo gobierno, no podrá deliberar cosa alguna de grave importancia sin haber consultado el parecer de la Logia”, aspecto que se profundiza en su punto 19: “…todos los hermanos están obligados a dar cuenta en la Logia sobre cualquier ocurrencia que influya en la opinión o seguridad pública a fin de que (La Logia) pueda tratar con oportunidad y acierto de los remedios convenientes” (p. 93).
En sus propósitos, la Logia Lautarina vio en Manuel Rodríguez un peligro a su dominación en Chile y, según consta en los textos, deliberó que O’Higgins debía dar muerte del guerrillero.
Y aunque algunos historiadores como Diego Barros Arana dudan de la implicación de O’Higgins en el asesinato del jefe de los Húsares de la Muerte –no obstante señalan la decisión de la Logia Lautarina en ello-, Corvalán desmiente la inocencia del Director Supremo:
“… O’Higgins no pudo haber dejado de plantear ante esa organización el grave problema que Manuel Rodríguez representaba para su gobierno. Y la decisión sobre qué hacer con el guerrillero debió haber sido tomada por ella, como el mismo O’Higgins lo reconociera en su ancianidad. Incluso es muy plausible que dicha decisión le fuera consultada el Director Supremo, no sólo en su condición de ‘hermano ‘, sino también a su alto cargo” (p. 93).
Gracias a la breve pero significativa obra de Corvalán en “Manuel Rodríguez. Más allá del mito”, me adentro una personalidad revolucionaria distópica, cercano a caracteres como los de Graco Babeuf, quien en la Revolución Francesa propugnó por la “Rebelión de los iguales”, al lado de lo más discriminado de la sociedad, incluso de los grupos revolucionarios más “elevados”.
O en México, la figura emblemática de Emiliano Zapata, cuyo propósito rebelde siempre estuvo del lado del campesinado, el núcleo más pobre del pueblo mexicano a principios del siglo XX, cuya tragedia se extiende a la fecha.
Por eso no encuentro de más subrayar que Babeuf en Francia, Zapata en México y Rodríguez en Chile corrieron la misma suerte: asesinados por el bando revolucionario por dictado de los presidentes en turno.
No logro responderme con precisión por qué ocurre esto, pero encuentro pistas en la composición hegemónica y burguesa de grupos como las logias masónicas. Un carácter hegemónico basado en el espejismo de una superioridad ilustrada que, francamente, arroja podredumbres fascistas de absoluto desprecio por lo que consideran la baja sociedad. Es claro que dicho talante es contrapuesto con el pensamiento político de Rodríguez quien, en palabras de Corvalán, “está preñado de virtualidades democráticas por cuanto constituye la premisa de una sociedad articulada en torno a relaciones horizontales” (p. 103).
Ojalá pueda usted acceder a este buen libro. Acá el link directo de la Editorial de la Usach por si le interesa adquirirlo http://editorial.usach.cl/content/manuel-rodr%C3%ADguez-0
http://www.semanariovoz.com/2015/01/09/el-mito-del-husar-de-la-muerte-y-por-que-lo-asesinaron-los-masones/
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