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miércoles, 22 de enero de 2014

Shambala, el reino que traerá la Edad de Oro

Shambala, el reino que traerá la Edad de Oro

Por Fernando Mora

Shambhala, en sánscrito, significa «Fuente de Felicidad». Quieñes creen en su existencia lo sitúan en algún punto de Asia Central y consideran que su invisible presencia no ha dejado ni dejará de influir en los acontecimientos de nuestro mundo profano. La información disponible acerca de este reino es el ciclo de escrituras tántricas budistas consagradas a Kalachakra («Rueda del Tiempo») y los diferentes comentarios a estas escrituras compuestos a lo largo de los siglos. Shambhala aparece así íntimamente conectado a la práctica de los métodos meditativos de Kalachakra, ya que fueron éstos, en definitiva, los que perrnitieron a sus habitantes alcanzar la peculiar condición de invisibilidad de que disfrutan.

 Este recóndito dominio se encontraría emplazado en algún lugar situado al norte de lo que las escrituras budistas denominan el río Sita y que varios estudiosos modemos han identificado con el río Tarim, en la región autónoma china de Sinkiang Uigur. Este curso fluvial nace en las montanas de Kunlun y discurre -próximo al paralelo 42- por el desierto de TaklaMakán y la cordillera de Tien Shan (las Montañas Celestes de los taoístas), a lo largo de una extensa zona escasamente poblada, de inciertas fronteras y políticamente convulsa, que sigue siendo uno de los lugares menos conocidos del planeta.

Según relatan las escrituras, Shambhala está protegida por un anillo de resplandecientes montanas nevadas que mantiene el reino a salvo de quienes no cuentan con la suficiente preparación para acceder a sus dominios, sea por una suerte de efecto óptico masivo o porque existe en otra realidad dimensional paralela. Habitar en este reino significa disfrutar de una perfecta atmósfera de equilibrio, desconocer cualquier tipo de necesidad material y contar con unas condiciones inmejorables para llevar hasta su culminación el desarrollo espiritual.

No obstante, si bien los súbditos de esta monarquía se entregan a la meditación y otras disciplinas del yoga, no hacen gala de un ascetismo extremo, sino que intentan sacar partido de todas las situaciones de la vida, de acuerdo a la filosofía general del budismo tántrico. No albergan, en consecuencia, rechazo alguno hacia el mundo material, sino que tratan de conocerlo profunda-mente y, debido a ello, se afirma que esta sociedad ha desarrollado una ciencia médica sofisticada, elevados conocimientos astronómicos y también avanzados instrumentos tecnológicos.

Las escrituras de Kalachakra recogen que el soberano de este reino legen-dario posee un espejo mágico sumamente peculiar, con el que puede contemplar acontecimientos que ocurren a miles de kilómetros de su palacio. También hablan de la presencia allí de «caballos de piedra con el poder del viento» que surcan el cielo, lo cual indicaría el dominio de una tecnología aeronáutica desde hace siglos.

Los textos señalan que los habitantes de Shambhala viven un promedio de cien años. Y, en consonancia con la creencia del budismo tibetano en la reencamación, se supone que al fallecer renacen, en caso de no haber alcanzado la completa iluminación, bien en el mismo reino o en algún otro paraíso celestial en un «reino puro», tal como los denomina el budismo donde prosiguen la propia evolución espiritual hasta su culminación. No todos son ilurninados, pero se hallan cerca de este estado y en proceso de alcanzarlo.

Hace 17.000 años...

Según sostienen algunas crónicas tradicionales tibetanas, la existencia de este reino se remontaría a un período muy anterior a la aparición histórica del budismo. Ciertos lamas afirman que habría que datar su origen en el mismo principio del mundo. Por su parte, los seguidores del Bón -la religión chamánica y pre-budista del Tíbet- lo identifican con Olmolungring, el país ancestral situado al noroeste del Tibet, donde aseguran se originó dicha tradición religiosa hace más de diecisiete mil arios.

Sin embargo, es con el budismo que la leyenda del reino oculto irrumpe con fuerza en la tradición mágica de Asia. De acuerdo con esta última versión, la primera mención de Shambhala está relacionada con la figura de Siddharta Gautama (el Buda Shakyamuni, fundador de esta corriente). Según las escrituras de Kalachakra, cuando el Buda se hallaba en su último año de vida transmitió estas enseñanzas en Dhanyakataka, al sur de la India. Cierta tradición recogida por el Segundo Dalai Lama afirma que el momento exacto de la iniciación fue durante el plenilunio de junio, es decir, durante la sagrada luna de Wesak. Pero lo que más nos interesa subrayar es que, entre los presentes, se encontraba un rey llamado Sucandra, que es el primer soberano de Shambhala consignado por las crónicas.

Tras recibir las instrucciones completas acerca de la meditación sobre la deidad Kalachakra, Sucandra regresó a su reino, se dedicó intensamente a la práctica de las técnicas meditativas aprendidas y se convirtió, de ese modo, en el primer monarca y maestro espiritual de un linaje de reyes que han enseñado estas doctrinas, a lo largo de más de dos milenios.

De este modo, si bien el Buda enseñó este tantra originariamente en la India, no fue en dicho país donde la enseñanza de Kalachakra alcanzó su apogeo, sino en el misterioso reino de Shambhala. Allí se conservó durante más de un milenio hasta que, en torno al 960 d.C., estos tantras volvieron a ser difundidos en la India por un yogui llamado Chilupa, con amplia repercusión en las zonas de Bengala y Cachemira.

Durante esa misma época, hubo otros reputados maestros, entre quienes destacan Pindo Acharya y Naropa -un personaje que vivía en lo que es la isla de Java en la actualidad-, cuyas enseñanzas son las únicas que, a través del Tíbet, se han transmitido ininterrumpidamente hasta nuestros días. Según sostienen algunos maestros tibetanos, todavía quedan enseñanzas del ciclo de Kalachakra ocultas en Borobudur (Java, en un templo construido a imagen de la stupa de Dhanyakataka, donde el Buda transmitiera la enseñanza original.

Durante el periodo en que, tras su permanencia en el reino oculto, las enseñanzas de Kalachakra retornaron a la India-durante el siglo X-, los musulmanes estaban a punto de barrer al budismo del subcontinente indio. Y ésa es la principal razón de que dicha enseñanza tántrica sólo gozara en la India de un breve momento de esplendor.

No obstante, alcanzó un renovado desarrollo en el Tibet, donde no sólo ha proseguido, siendo enseñada y practicada hasta la actualidad, sino que ha permitido que llegara a difundirse en Occidente y en España, donde la iniciación de Kalachakra ha sido transmitida durante las dos últimas décadas de la mano de grandes maestros del budismo tibetano: el Dalai Lama (en Barcelona), Kalu Riapoche (Huesca), Djamgón Kongtrúl (San Sebastián), Lopón Chetchu Rinpoche (Málaga) y Sakya Trizin Rinpocbe (Denia).

Shambhala y Occidente 

Shambhala comenzó a ser conocida nuestro entorno cultural occidental por mediación de los primeros misioneros católicos que viajaron a Asia Central para intentar convertir al cristianismo a los habitantes de aquellos remotos parajes. Así, se tiene constancia de que, ya en el siglo XVII, los portugueses Joao Cabral y Estevao Cacella, que trataban de encontrar una ruta que conectara a India y China a través del Tibet, oyeron hablar del reino oculto, que ellos denominaron «Xembala». Dos siglos más tarde, otro misionero católico -llamado Abbé Huc- también recogió una versión del mito de Shambhala.

En las postrimerías del siglo XIX, Occidente comenzó a hacer uso político de la leyenda de este reino. Tanto Rusia como Inglaterra participaron en lo que se denominó el «Gran Juego», que no era sino un eufemismo para referirse a la pugna que mantenían ambas potencias mundiales por la altiplanicie del Tibet y una extensa zona de Asia Central.

En este episodio se vio implicado un lama llamado Dorjieff (Agvan Dorzhiev, 18544938), a quien se ha pretendido identificar con G.I. Gurdjieff, el conocido maestro armenio creador del Cuarto Camino. Sin embargo, debemos subrayar que Dorjieff nada tenía que ver con el Gurdjieff por todos conocido (por más que así figure en numerosas publicaciones de corte esotérico), sino que se trataba de un lama budista, de origen buriato, que actuaba como representante diplomático del zar Nicolás II-y algunos sostienen que también de espía- en la corte del Decimotercer Dalai Lama. Este lama Dordjieff también recibió permiso de erigir, entre 1909 y 1915, un templo dedicado a Kalachakra en la ciudad de San Petersbtrgo. Durante el periodo de dominio soviético, el templo fue reconvertido en museo de entomología, aunque en época reciente ha vuelto parcialmente a manos de los budistas de la Federación Rusa.

Nikolai Roerich
Otros importantes personajes de la convulsa Rusia de principios del siglo XX también estuvieron en relación con el mito de Shambhala, como Nicolás Roerich, artista y explorador. Seducido por la imagen de este reino, Roerich organizó varias expediciones en su busca y, en un periodo posterior do su vida, promovió y logró que fuera instaurado el Pacto Roerich y su símbolo, «la Bandera de la Paz»: un tratad o internacional por el que las naciones se comprometían a respetar y salvaguardar los tesoros culturales y científicos, y que fue suscrito por la Unión Interamericana en 1934. Posteriormente, el Pacto Roerich fue transformado en la Convención de La Haya en 1954.

Uno de los políticos que convencieron a Roosevelt para que firmase el Pacto Roench fue Henry Wallace, secretario de Agricultura, que posteriormente también ocupó la vicepresidencia junto a Rooevelt, en 1940. Discípulo espiritual de Roerich, Wallace patrocinó con fondos públicos una de las expediciones de en busca del reino de Shambhala, con el propósito oficial de encontrar variedades vegetales resistentes a condiciones de aridez extrema, aunque en privado se admitía que el objetivo era buscar los signos de lo que Roerich llamaba «la Segunda Venida» algo que, como pronto veremos, se halla conectado con la profecía de Shambhala En sus exploraciones de Asia Central Roerich fue uno de los primeros testigos contemporáneos del fenómeno OVNI.

El mítico reino también fue identificado por la Teosofía como morada de los mahatmas («grandes almas»), los maestros de la gran jerarquía blanca que dirige los destinos espirituales de nuestro planeta. Helena Petrovna Blavatsky -de nuevo otra ciudadana rusa vinculada al mito de Shambhala- proclamaba haber canalizado gran parte de las enseñanzas teosóficas a partir de un grupo de maestros que habitaban en algún lugar oculto, más allá de la cordillera de los Himalayas.

Sin embargo, la localización de este extraodinario e ignorado lugar siempre fue muy imprecisa. Durante el siglo XVI, por ejemplo, algunos eruditos tibetanos trataron de ubicar a Shambhala ¡nada menos que en la Península Ibérica! En efecto, tal como se recoge en el diccionario anglotibetano de Sarat Chandra Das, ciertos lamas, movidos por su afán de determinar una localización exacta del enigmático reiro, concluyeron que se ubicaba en la capital de España. Es probable que a oídos de aquellos lamas llegaran noticias de un monarca que lideraba un imperio que abarcaba buena parte del orbe, evocando la imagen del «Emperador Universal» (chakra vartin), tan significativa para la mitología hindú y budista. Pero la atribución también podría provenir de la fama internacional que dio a España como ámbito intercultural el rey Alfonso X El Sabio y la Escuela de Traductores de Toledo, capital y ciudad mágica de notable importancia en el siglo XIII.

La Edad de Oro

La profecía contenida en las escrituras de Kalachakra se centra, princi-palmente, en el tema del enfrentamiento que tendrá lugar entre las fuerzas del Dharma - de la verdad y la justicia- y las fuerzas de la barbarie y el materia-lismo, así como de la Edad de Oro que le sucederá. Según los textos tradiciona-les, en un futuro no superior a unas pocas décadas, el rey de Shambhala irrumpirá en el mundo exterior para liberar a los seres humanos del materialismo imperante. De acuerdo con la genealogía de los monarcas shambhalianos, éste será el vigesimoquinto de su linaje y será conocido como Rudrachakrin («el de la Rueda Violenta»).

Para ubicar temporalmente y explicar su profecía, los textos de Kalachakra establecen un paralelismo entre importantes acontecimientos históricos del mundo extemo y la genealogía de sus reyes. Las escrituras arremeten contra todo tipo de monoteísmo y dualismo. Como pequeña muestra de lo dicho, refieren el surgimiento del Islam en el "país de Mekha" durante el reinado del décimo rey; asimismo, la profecía recoge que este dominio perduraría mil ochocientos años a partir del momento de su aparición. La mayoría de las fuentes coinciden en arirmar que el vigésimoprimer rey de Shambhala, Anirudha («el Imparable») inició su reinado alrededor del ario 1927 y gobernará aproximadamente hasta 2027, pues se supone que estos monarcas tienen reinados de cien años, en consonancia con el promedio de vida de los habitantes del reino. Tal como prosigue la profecía, durante la regencia de Anirudha, el budismo y las enseñanzas de Kalachakra se extinguirán casi por completo en el conjunto de Asia y tal estado de cosas persistirá hasta el advenimiento del ya citado Rudrachakrin, cuyo reinado podría situarse en tomo al año 2327.

Otros autores consideran, sin embargo, que el reinado del vigésimoquinto rey podría ocurrir en una fecha mucho más temprana, quizá en un futuro próximo, ya que -según argumentanno todos los monarcas de Shambhala han reinado durante un periodo completo de cien años. Chógyam Trungpa, célebre lama tibetano que desarrolló su actividad didáctica en Occidente, afirmaba, en este sentido, que el reinado de algunos soberanos de Shambhala se ha visto acortado por el fallecimiento prematuro de algunos Dalai Lamas. Sin embargo, a pesar de que la determinación cronológica del momento en que tendrá lugar tal confrontación no resulta demasiado precisa, si que podemos tomar en consideración el clima gene-ral que, según las escrituras, prevalecerá inmediatamente antes de la completa manifestación de este reino sagrado en nuestra dimensión espacio temporal: conflictos bélicos, hambruna, epidemias, drogas, enfermedades desconocidas, etcétera, azotarán a un mundo en el cual la humanidad habrá perdido cualquier sentido de lo que significa la verdadera espiritualidad y los únicos dioses a los que rendirá adoración serán la riqueza, la ostentación y el poder.

La profecía recoge, asimismo, que dos grupos de materialistas se disputa-rán el dominio del planeta hasta que uno de ellos se erija en vencedor absoluto. De este modo, el poder victorioso, completamente ignorante de la existencia de Shambhala, llegará a creer que no existe nadie más poderoso que él sobre la faz de la tierra. No obstante, llegará el momento en que este gobernante conocerá su existencia y entonces pretenderá someter el reino a su control, un acto de agresión que obligará a Rudrachakrin y a sus ejércitos a salir fuera de los límites de Shambhala para sostener una guerra abierta contra los atacantes.

Señalemos que el signo que marcará el inicio del reinado de Rudrachakrin será una gran rueda de hierro que descenderá desde el cielo. Si bien la rueda es el símbolo tradicional del tiempo cíclico, tanto en la mitología hindú como en la búdista, resulta sumamente significativa, en este caso, la aseveración de que el soberano inaugurará su reinado con «una rueda voladora» y que la utilizará como un arma contra sus poderosos enemigos. Según la profecía, tendrán lugar diferentes combates y así se habla, por ejemplo, de la batalla que se desarrollará cerca de la ciudad de «Mekha». Pero la lucha decisiva ocurrirá al sur del río Tarim, en algún lugar situado en Irán o Turquía. Los textos señalan también que, dado que los barbaros materialistas del mundo exterior dispondrán de toda clase de tecnología bélica, Rudrachakrin se verá obligado a combatirlos no sólo con sus temibles ruedas voladoras, sino también con medios mucho más sutiles y sofisticados que serán, en definitiva, los que le darán la victoria. Así, según la profecía, este rey se sumergirá en un trance meditativo profundo gracias al cual creará un ejercito mágico con el que derrotará a sus confusos adversarios.

Según se afirma, entre los combatientes que acompariarán al rey podrán contarse las reencarnaciones de muchos altos y conocidos lamas, quienes desde hace siglos efectúan constantes plegarias para renacer en el momento de tal confrontación. Se dice también que todas las personas que hayan recibido la iniciación de Kalachakra formarán parte del ejercito de Shambhala, e incluso hay tibetanos que rezan para renacer como los insectos que serán pisoteados en el campo de batalla porque, según creen fervorosamente, morir en esa guerra, sea del modo que fuere, proporcionará automáticamente la liberación de la rueda de las reencarnaciones.

Tras la derrota de los bárbaros. Rudrachakrin extenderá su dominio sobre todo el orbe sin excepción y tendrá lugar el amanecer de la Edad de Oro, en una suerte de retorno universal al Paraíso. El planeta entero se convertirá en una extensión de Shambhala y sus moradores ya no nos veremos obligados a ganar el pan con el sudor de nuestra frente. Las cosechas germinarán sin necesidad de cultivo, desaparecerán las enfermedades y el mundo conocerá un extenso periodo de paz universal. Y, cuando llegue el momento de la muerte, las personas no albergarán temor alguno porque tendrán la certeza de que renaceran en un «reino puro», en un paraíso búdico, con unas condiciones superiores incluso a las que se disfrutan actualmente en el reino de Shambhala.

Los eruditos tibetanos difieren acerca de si la Edad de Oro tendrá final o no. Algunos creen que permanecerá para siempre, mientras otros son de la opinión de que sólo perdurará un milenio. Según algunos escritos de Kalachakra, tras el fallecimiento de Rudrachakrin, éste será sucedido por ocho monarcas más, si bien no precisan lo que ocurrirá después de que hayan reinado. Según otros lamas, cuando Rudrachakrin venza a sus enemigos, formulará una nueva profecía sobre lo que ocurrirá posteriormente.

El significado de la profecía

Debemos tener sumo cuidado, no obstante, en no convertir las seductoras enseñanzas de Kalachakra, y todo lo concerniente a la búsqueda del reino oculto, en una excusa para eludir los retos de nuestra existencia cotidiana. El auténtico buscador de de Shambhala no parte en pos de ese santuario secreto para escapar de la realidad sino, al contrario, para adentrarse más profundamente en ella. En ese sentido, el reino simboliza la región más profunda de nuestro propio ser, ese ámbito interior que es la verdadera fuente de toda la sabiduría, misterio y pureza de que podemos disfrutar en nuestra vida.

En realidad, tal como proponen las enseñanzas del budismo tántrico, deberíamos tratar de transformar nuestro entorno cotidiano en el maravilloso reino de Shambhala, es decir, esforzarnos por encontrar, en suma, lo atemporal en el momento presente, lo indestructible en medio de lo efímero y el espíritu entre las imperfecciones del mundo material.

En este sentido,la profecía también posee una lectura interna que nos sugiere que, ocurra lo que ocurra con nuestra vida, a la postre todo irá bien y alcanzaremos la plena felicidad, porque nuestro verdadero Yo, nuestra identidad profunda -equivalente del rey de Shambhala terminará imponiéndose a las fuerzas dualistas del egoísmo y del sufrimiento.

En esta línea de interpretación, existe una antigua historia tibetana especialmente ilustrativa que nos habla de un joven que buscaba este misterioso reino y, en su peregrinación, llegó finalmente a la cueva de un viejo ermitaño. Éste le preguntó: «¿Adónde te diriges?».

«Voy a Shambhala», replicó el joven. «Ah, muy bien -le dijo el ermitaño»; pero entonces no necesitas ir muy lejos. Porque debes saber que el reino de Shambhala se halla en tu propio corazón

Fuente: Revista Año Cero, Nov. 2000

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