Claramente, el proceso de la infiltración israelita en Canaán es más complicado que lo narrado en la Biblia. El patrón del establecimiento y la génesis de Israel como pueblo fue un proceso complejo que implicaba principalmente a grupos nativos de pastores de Canaán (quizás incluyendo habiru y shasu), con una cierta infiltración de grupos exteriores, tales como hititas y arameos del norte así como grupos meridionales de shasus tales como los keinitas, alguno de lo cuales puede haber venido de otras zonas controladas por Egipto. Cuando Israel conquistaba Canaán, Egipto estaba nominalmente en control de la región. Genéticamente, los judíos demuestran tener conexiones con el pueblo kurdo y otros grupos del norte de Iraq, sugiriendo ésta como el área de la cual la mayoría de sus antepasados vinieron originalmente, un hecho confirmado arqueológicamente a partir del período Khirbet Kerak, período medio de la Edad del Bronce, con la expansión de los hurritas (horreos en el Tanaj), y con la de los shasu (= egipcio) y de ahlamu (= en acadio asirio, arameos) al principio de la Edad del Hierro. Según la Biblia, tras salir de Egipto, los israelitas vagaron por el desierto durante una generación, para invadir luego la tierra de Canaán destruyendo ciudades cananeas, como Ai, Jericó y Hazor bajo las órdenes de Josué. Sin embargo, este hecho también se lo adjudica Ramses II que asegura haber conquistado Canaán y destruido Jericó y otras ciudades circa 1200 a. C., a pesar del hecho de que Ai y Jericó parecen haber estado deshabitadas en este tiempo, desde que habían sido destruidas cerca del 1400 a. C. Muchos otros de los sitios mencionados en el Libro de Josué también parecen haber estado abandonados en el 1200 (fecha sugerida por Mattfield como la más probable para el Éxodo), pero estaban ocupados en el siglo VII a. s. C.. Otros grupos podían haber desempeñado un papel protagonista en la destrucción de centros urbanos durante la última edad de bronce, como los pueblos del mar, entre los cuales estaban los filisteos y los mismos egipcios, que invadieron la zona muchas veces. Las guerras entre las ciudades-estados vecinas han desempeñado probablemente un papel importante.
Si los israelitas regresaron a Canaán hacia el 1400 a. C., ésta era una época en que los grandes poderes de la región estaban concentrados entre Egipto y los ascendientes Hititas. Posteriormente, hacia el año 1200 a. s. C. fue la época de los “pueblos del mar”, en la que filisteos, tjekkers y posiblemente dananeos se instalaron a lo largo de la costa desde Gaza en el sur a Joppa en el norte. El Oriente Medio parecía vivir en una edad oscura, de la que tardó siglos en salir. La recuperación parece que comenzó en las ciudades comerciantes del área filistea, siguiendo hacia el norte, a las fenicias antes de avanzar hacia las zonas interiores, las colinas de Judea y Samaria (que recibirían los beneficios del comercio recién a finales del Siglo X a. s. C.). En sus ataques iniciales bajo Josué los hebreos ocuparon la mayoría de Canaán, que repartieron según las líneas familiares tradicionales derivadas de los hijos de Jacob y de José (las tribus de Israel). No había ningún gobierno formal, y el pueblo era guiado por los jueces. Los Jueces eran los líderes carismáticos de su tiempo, personas supuestamente inspiradas por el Espíritu Santo (
Jue 3:10; 6:34; 11:29; 13:25; 14:6,19; 15:14,19). Eran los pastores del pueblo que generalmente pertenecían a las familias más importantes de sus tribus (
2ª Sam 7:7). En este tiempo, el nombre “Israel” se mencionó por primera vez en una fuente arqueológica contemporánea, la estela de
Merenptah.
Hacia el Siglo XI a.C, los hijos de los sacerdotes-Jueces tomaban “lo mejor de las ofrendas para sí mismos”. Se daban a la avaricia, el soborno y pervirtieron el derecho (1ª Sam 2:14; 8:3). Asimismo Trataban con desprecio la ofrenda del Señor (1ª Sam 2:17). La cohesión israelí y la protección que Dios brindaba a esa nación dependía de “seguir el camino del Señor”, por lo cual iban camino a la disolución. Al mismo tiempo la prosperidad volvió a la región al final de la edad de bronce, se recuperó el comercio con Egipto y Mesopotamia, y se abrieron nuevas rutas comerciales, desde Cadesh-Barnea al sur, de Hebrón, Jerusalén y Lakís en Samaria, a Siloé, Siquem y a través de Galilea, a Megido y todo el valle de Jezreel. Esta ruta amenazaba el monopolio comercial de los filisteos, que intentaron dominarla tanto directamente, con unaintervención militar contra las tribus de Israel, como indirectamente, promoviendo a mercenarios a posiciones de poder como los
Achish de Gath, posteriores aliados de David. Según lo permitido en el capítulo 7 del Deuteronomio, Israel decidió elegir un rey para luchar con eficacia (I Samuel 8:6, 20) contra la amenaza de sus vecinos. Según los libros de Samuel, el último de los jueces, la nación pidió un rey porque los hijos de Samuel, que habían sido designados como jueces, emplearon mal su cargo. Aunque él intentó disuadirlos, los israelitas estaban resueltos, por lo que Saul ben Qish, de la tribu de Benjamín, fue ungido como rey por Samuel. Desafortunadamente no se ha encontrado ninguna evidencia independiente sobre la existencia de Saúl, aunque el primer período de la Edad del Hierro era una fase de expansionismo filisteo, lo que está de acuerdo con el relato bíblico.
Los filisteos se apoderaron del Arca de la Alianza (c. 1050 a. s. C.) y destruyeron, entre otros, Sión y el templo de Silo —el lugar de culto nacional más importante en esos días—, haciendo desaparecer con ello a su clero (que también practicaba artes adivinatorias en nombre de Yahveh), todo Israel se volvió hacia los profetas y los encumbró, sobredimensionando su papel social y, claro está, su importancia en los escritos bíblicos.
El Reino de Israel (en hebreo: ???????, Maljut Yisrael) abarcaba en la época de máxima expansión una extensión muy superior a la del actual estado de Israel, ya que se extendía del sur del Líbano a la península del Sinaí y del mar Mediterráneo al río Jordán, según las descripciones de Samuel. Las controversias aparecen constantemente: Según
Finkelstein y
Silberman, en la época de los reinados de David y Salomón Jerusalén parece estar despoblada o con solo unos cientos de habitantes: insuficientes para gobernar un imperio que abarcase desde el Éufrates a Eilath. Aseguran que la primera referencia independiente para el Reino de Israel es de 890 a. s. C., mientras que para el de Judá es aproximadamente 750 a. s. C. Sugieren que, debido a los prejuicios religiosos, los historiadores posteriores (es decir, los autores bíblicos) suprimieron los logros de la dinastía de
Omrí (que la Biblia describe como politeístas) achacándolos a una supuesta edad de oro de los gobernantes monoteístas.
1020 a. s. C – Reinado de Saúl
El reinado de Saúl fue corto, gobernó relativamente pocos años y fue acusado de corrupto, aunque algunos manuscritos antiguos dan la cifra de 40 años (cf. Nuevo Testamento, que le da un reinado de cuarenta años); aunque basándose en el número de las batallas que se le atribuyen, es probable que reinase veintidós años. Murió en batalla contra los filisteos; (combate de Gilboá) batalla en la que David no participa, pues, siendo perseguido, tuvo que refugiarse al lado de un líder filisteo (Aquis). Según las fuentes, David y Saúl se habían convertido en enemigos, por lo menos desde el punto de vista de Saúl. Las fuentes describen a Jonatán, hijo de Saúl, o bien a Michal, su hija, (fuente anti-monárquica y monárquica respectivamente) como quien ayudó a David a escapar de Saúl, aunque asumiendo la reconciliación antes de su muerte. David ya había sido “ungido” como rey por Samuel (antes de la muerte de Saúl), pero un heredero, Ishbaal ben Saúl, asumió el control de Israel. Este gobernó solamente dos años antes de que lo asesinaran.
1007 a. s. C. – Reinado de David. (Judá)
Acabada la guerra con los filisteos, en medio del enfrenta-miento entre Saúl, primer rey hebreo (c. 1020-1010 a. s. C.), y David, el monarca ordenó matar a todos los sacerdotes levitas de Nob (I Sam 22), escapando sólo uno, Abiatar. Tiempo después, cuando el rey David subió al poder (c. 1010-970 a. s. C.), trasladó el Arca de la Alianza a un santuario de Jerusalén, previo todavía a la construcción del templo — con lo que convirtió a este emplazamiento en la «ciudad santa» que aún es hoy— y estableció un peculiar sacerdocio oficial, pensado para favorecer su necesidad de propiciar la unión política entre el norte y el sur de su país.
Dado que, en esos días, la religión invadía todos los ámbitos sociales, un monarca debía alcanzar legitimidad religiosa, buscado el apoyo de los profetas y sacerdotes, si querían gobernar sin problemas; por esta razón, y para satisfacer a los pobladores del norte y sur de Israel, el rey David nombró a dos sumos sacerdotes en Jerusalén que representaban ambas partes del país. Por el norte puso a Abiatar, el sacerdote levita que había escapado de la masacre que Saúl ordenó en Silo al ser protegido por David; por el sur eligió a Sadoe, sacerdote que, como todos los de su ciudad, Hebrón (la que fue capital de David en Judá), era considerado descendiente de. Aarón. De esta manera unió a las dos familias sacerdotales más antiguas y poderosas, la de Moisés y la de su hermano Aarón, pero la hábil componenda política duró bien poco. Acabada la guerra con los filisteos, en medio del enfrenta-miento entre Saúl, primer rey hebreo (c.1020-1010 a. s. C.), y David, el monarca ordenó matar a todos los sacerdotes levitas de Nob (I Sam 22),escapando sólo uno, Abiatar. Tiempo después, cuando el rey David subió al poder (c. 1010-970 a. s. C.), trasladó el Arca de la Alianza a un santuario de Jerusalén, previo todavía a la construcción del templo —con lo que convirtió a este emplazamiento en la «ciudad santa» que aún es hoy— y estableció un peculiarsacerdocio oficial, pensado para favorecer su necesidad de propiciar la unión política entre el norte y el surde su país.
Dado que, en esos días, la religión invadía todos los ámbitos sociales, un monarca debía alcanzarlegitimidad religiosa, buscado el apoyo de los profetas y sacerdotes, si querían gobernar sin problemas; por esta razón, y para satisfacer a los pobladores del norte y sur de Israel, el rey David nombró a dos sumossacerdotes en Jerusalén que representaban ambas partes del país. Estableció un sacerdocio oficial, los profetas siguieron gozando del prestigio adquirido durante los años de ocupación filistea; pero las transformaciones sociales internas que se originaron en esos días de gloria forzaron también el cambio del contenido y dirección de los dardos verbales propios de los profetas. Por el norte puso a Abiatar, el sacerdotelevita que había escapado de la masacre que Saúl ordenó en Silo al ser protegido por David; por el sureligió a Sadoe, sacerdote que, como todos los de su ciudad, Hebrón (la que fue capital de David en Judá),era considerado descendiente de. Aarón. De esta manera unió a las dos familias sacerdotales más antiguasy poderosas, la de Moisés y la de su hermano Aarón, pero la hábil componenda política duró bien poco.
David se convirtió en rey (pero únicamente de la tribu sureña: Judá). Gobernaría desde la ciudad de Hebrón durante siete años, para recién después ser designado rey de toda la nación (Israel y Judá). Cierto número de críticos y eruditos bíblicos han sugerido que David consiguió esa ansiada unificación de las 12 tribus en base a su carisma, pero lo que realmente parece legitimarlo es su férrea determinación de hacer cumplir la Ley de Yahvé (Jehová). [Los líderes de las tribus le dijeron:“hueso y carne tuya somos” (
2ª Sam 5:1-3)]. El líder judío sería –con su valentía y piedad- el unificador de las tribus israelíes. Consiguió también hacer de Jerusalén la capital de la nación y algo largamente añorado por los fieles: recuperar y traer el Arca de la Alianza (cuyo culto había perdido intensidad en tiempo de los Jueces ) (
Jos 7:6; 2ª Sam 6:2) De acuerdo a las Escrituras, en la segunda mitad de su reinado aparecen desvíos, algunos crímenes y ciertas conjuras que culminan con
Absalom, hijo de David, propuesto como nuevo rey. La Biblia entonces describe como un gran sector del pueblo se rebela y asume el control de Judea, forzando a David al exilio al este del Jordán. Según Samuel, David lanzó un contraataque y triunfó, aunque con la pérdida de Absalom, su hijo. Reconquistada Judea, y afirmado el control sobre Israel, David regresa al oeste del Jordán, aunque continúa sufriendo rebeliones por parte de Israel, superando con éxito cada una.
Según las escrituras, David emprendió campañas militares contra los enemigos de Judá e Israel, y derrotó a enemigos tales como los filisteos, amonitas y arameos, consiguiendo así que las fronteras permanecieran seguras, aunque sufrió la sublevación de su hijo Absalom, erigido como rey en Hebrón, que fue derrotado y muerto por las tropas de David. Tras arrebatar Jerusalén a los jebuseos, trasladó a esta ciudad fortificada la corte, que estaba en Hebrón, y el Arca de la Alianza, que se encontraba en Quiryat Yearim. Bajo su gobierno, Israel pasó de reino a imperio, y su esfera de influencia militar y política en el Oriente Medio se amplió, controlando a estados más débiles como a los filisteos, Moab, Edom, Ammon, y convirtiendo en vasallas a algunas ciudades-estados arameas (Aram-Zobah y Aram-Damasco). Las fronteras iban del mar Mediterráneo al desierto árabe, del mar Rojo al río Éufrates.
Algunos arqueólogos modernos, aunque minoritarios, creen que el área bajo control de Judá e Israel en esta época, excluyendo los territorios fenicios en la costa mediterránea, no excedía de 34.000 km²; de éstos, el reino de Israel abarcaba cerca de 24.000 km². Sin embargo, La interpretación de la evidencia arqueológica sobre el alcance y la naturaleza de Judá y Jerusalén en el siglo X antes de Cristo es un tema de intenso debate.
Israel Finkelstein y
Zeev Herzogde Universidad de Tel Aviv piensa que el registro arqueológico no apoya la opinión de que Israel en ese momento era un estado importante, sino más bien un pequeño reino tribal. Finkelstein dice en su
La Biblia desenterrada(2001): “[O] en la base de estudios arqueológicos, Judá se mantuvo relativamente vacía de población permanente, muy aislados y la derecha muy marginal hasta después de la hora prevista para el David y Salomón, sin grandes centros urbanos y sin jerarquía pronunciada de caseríos, aldeas y ciudades. De acuerdo con
Zeev Herzog “la monarquía unida de David y Salomón, que es descrito por la Biblia como un poder regional, era a lo sumo un pequeño reino tribal “. En el otro [[William G. Dever |] William Dever], en su
¿Qué hicieron los escritores bíblicos y que sabían?, sostiene que la evidencia arqueológica y antropológica apoya el relato bíblico amplia de un Estado de Judea en el siglo 10 antes de Cristo. Encuestas de la superficie se encuentra destinada a la localización y cambios en los patrones de asentamiento de población han demostrado que entre los siglos 16 y 8 a. s. C., período que incluye los reinos bíblicos de David y Salomón, toda la población de la región montañosa de Judá, no era más que unos 5.000 personas, la mayoría de ellos pastores errantes, con la zona urbanizada toda consta de una veintena de pequeños pueblos.
965 – 930 a. s. C – Reinado de Salomón.
Las más antiguas recopilaciones de tradiciones que aparecen en Génesis, Éxodo, Levítico y Números se remontan a algún momento, de fecha imprecisa, dentro de la denominada época de los reyes, que es cuando se desarrolló la historiografía israelita como resultado del esplendor político de esos días. En estos libros aparecen claramente identificables los textos pertenecientes a dos fuentes tradicionales muy distintas, el yahvista y el elohísta.
Tras la muerte de David se produjo un enfrentamiento sucesorio en el que, obviamente, tuvieron un protagonismo fundamental dos sacerdotes, Abiatar y Sadoc, que tomaron partido, respectivamente, por Adonías y Salomón, hermanos y aspirantes al trono. Con las diferencias políticas entre Abiatar y Sadoc se recrudecieron también las viejas rencillas entre el sacerdocio levita y el aarónida. Al vencer Salomón en la disputa, dado que en el templo de Jerusalén estaba depositado el tesoro nacional y, por ello, el clero debía ser de la máxima confianza real, Sadoc pasó a ser la autoridad única del clero de Jerusalén y Abiatar fue expulsado de la ciudad. Sadoc, para fortalecerse ante el pueblo, inició una campaña de desprestigio contra los sacerdotes rivales, con especial atención a los descendientes de Helí de Silo (I Sam 2); de ahí la profecía, escrita cuando ya habían sucedido los hechos, del anuncio de la ruina de la casa de Helí (I Sam 2,27-36) y el establecimiento de un clero del gusto de Yahveh, cosa que, a fin de cuentas, no era más que la materialización de la pretensión de Sadoc de instaurar un clero hereditario, semejante a la realeza, que finalmente fue calificado de «alianza de un sacerdocio eterno» (Núm 25,12). Tanto David como Salomón firmaron alianzas con el rey Hiram I de Tiro, y a cambio de la entrega de tierras llegaron en gran número artesanos, trabajadores expertos, dinero, joyas, madera de cedro y otras mercancías. El palacio de David y el templo de Salomón se suponen construidos con la ayuda de recursos tirios y gracias a sus arquitectos, como
Hiram. Salomón reconstruyó gran número de ciudades importantes, como Megido, Hazor, y Gazer (ésta ha sido excavada por arqueólogos, y se han descubierto grandes construcciones, como los establos para los caballos de Salomón, junto con fuentes para abrevaderos). Emprendió numerosas obras arquitectónicas, entre las que destaca por encima de todas la construcción del Templo de Jerusalén como asiento para el arca de la Alianza; también levantó un palacio y realizó obras públicas como un terraplén que unía el templo con la ciudad de Jerusalén.
Reinó durante 40 años, durante los cuales pudieron ‘formar un pueblo’, tener prosperidad, y vivir ‘siguiendo los preceptos del Señor’ (1ª Re 3:20, 8:25). Salomón había obtenido Sabiduría–la cual estaba basada en Seguir los mandamientos de Dios- (Sal 119:98,104 –ver 1ª Re 2:2; Job 28:28-). Durante ese período, la seguridad interna y el control de las vías de comunicación facilitaron la expansión del comercio, lo cual incrementaba la prosperidad aunque se acercaba peligrosamente al modo de vida de los cananeos (que la Ley de Yahvé repudiaba) . Mantuvo relaciones con
Ofir y
Saba. Llegó a ser el rey más rico de todos (1ª Re 9:26; 10:4). Pero en la última etapa de su reinado, la corrupción iba en aumento; la corte y la burocracia se expandían (1ª Re 4; 11:3). En la conclusión de las transacciones con el rey Hiram I de Tiro demostró no ser justo, sino que trató de sacar ventajas (1ª Re 9:12-14). En medio de una vida suntuosa permitió el ascenso de muchos sacerdotes que eran indignos (2ª Re 23:13, 5). Era evidente que los inconvenientes no tardarían en surgir.
A la muerte de Salomón circa 926 a. s. C., dejando como heredero a su hijo
Roboam, las tensiones entre el norte de Israel (que contenía las 10 tribus norteñas), y la sección meridional con las tribus de Judá y Benjamín con capital en Jerusalén, alcanzaron un punto de crisis. Cuando en 920 a. s. C. Roboam desoyó las quejas económicas, Israel quedó partido en 2 reinos: el de Israel (incluyendo Siquem y Samaria) en el norte y el de Judá (con Jerusalén) en el sur; la mayoría de las provincias no-hebreas se separaron. El reino de Israel, al norte, se mantuvo como estado independiente desde el año 930 a. s. C. hasta el 720 a. s. C., cuando fue conquistado por el imperio asirio. El reino de Judá, existió hasta el 586 a. s. C., cuando fue conquistado por el imperio babilónico.
La construcción del templo de Jerusalén, la obra más querida de Yahveh, requirió que Salomón explotara tanto a las tribus del norte que éstas, finalmente, hacia el año 922 a. s. C., rompieron su alianza con el sur. De la mano de Jeroboam se constituyó en el norte el reino de Israel, independiente del de Judá, que siguió gobernado por la dinastía davídica representada por Roboam, hijo de Salomón.
El Faraón Sisac (Sehsonk I – 945-924 aC) invadió Israel y Judá en el año 925 a. C. y se llevó los tesoros del templo de Jerusalén. La Biblia registra el ataque desde la perspectiva de Judá en 1 Reyes 14:25 y 2 Crónicas 12:1-12, pero elRelieve de Sisac en el Templo de Karnak da muchos más detalles. La mayoría de los estudiosos coinciden en que las ciudades bíblicas que se mencionan son: Arad, Beth-Horon, Beth Shean, Gabaón, Mahanaim, Meguido, Rejob y Taanac.
Hay un problema sobre la monarquía dividida, y es que la Biblia de los setenta, los
textos masoretas y los de Flavio Josefo mencionan diferentes figuras. Otro problema en que se desconoce si los dos reinos utilizaron el mismo calendario, además de si los años de los reinados son completos o en parte, y se ignora si hubo corregencias. Lo que sí es claro, es lo que transmiten los profetas: ambos reinos Israel y Judá persiguen solamente el lucro (Is 9:18-21). Aquellas prácticas corruptas que se encontraban en los pueblos vecinos (ambición, envidia, opresión de los más débiles…) fueron introducidas en Israel contrariando la Ley de Yahvé. La antigua advertencia (vivir aparte… no imitar las costumbres de las demás naciones) (Deuteronomio 12:29,30) se había echado al olvido . Se dejó de lado aquel sentido de ‘pueblo religioso’(Dt 12:5,14) y las tribus se dividieron debido a un problema de índole económico (los tributos) (1ª Re 12:15, 18)
Alrededor del 920 a. s. C., Jeroboam lideró la rebelión de las tribus norteñas estableciendo el reino de Israel (I Reyes), con capital en Siquem. B. S. J. Isserlin asegura que el reino de Israel era similar a los cananeos de su entorno geográfico, tanto en su política y economía como en los planteamientos urbanos, artísticos e industriales.
Económicamente el estado de Israel parece haberse desarrollado mejor que su vecino del sur, debido a las mayores precipitaciones y unos sistemas agrícolas más productivos pero sobre todo, debido a su posición estratégica para aprovechar el comercio regional. La Biblia indica que Yahvé estaba “indignado” con las tribus norteñas por el modo de vida ostentoso, desigual y corrupto que practicaban. A su vez, la tribu de Judá se mantenía apenas “un poco menos infiel… reconoce todavía a Dios” (Oseas 4:15; 11:12; Amós 2:4-8).
Según el relato bíblico, que no se puede comprobar por fuentes exteriores, hubo 19 reyes en Israel. Políticamente fue menos estable que Judá, manteniendo una dirección carismática por méritos, y la competencia entre las familias predominantes parece depender mucho más de acuerdos (de trasfondo comercial) con poderes exteriores, como Tiro,
Aram o Asiria que en su propia autoridad. Esta necesidad de aplacar a vecinos importantes comenzó ya en el reinado de Jeroboam, cuando, a pesar de las fortalezas de Tirzah,
Siquem, y Penuel, Israel fue invadido por el faraón
Sheshonq Ide la dinastía XXII. El reino de Israel parece haber sido más poderoso en la segunda mitad del siglo IX a. C., cuando Omrí (885-874 a. s. C.) fundó una nueva dinastía con capital en Samaria, ciudad mejor protegida, con la ayuda de la ciudad fenicia de Tiro, reforzando esta alianza al casar a su hijo y sucesor,
Acab (874-853 a. s. C.), con la hija del gobernante de Tiro, Itobaal, y a su hija Atalía con el hijo del rey
Josafat de Judá, el futuro rey Joram. Acab formalizó múltiples alianzas entre los pequeños reinos y contribuyó con 2.000 carros y 10.000 soldados a la coalición que derrotó a
Salmanasar III en Qarqar (853 a. s. C.). La Sagrada Escritura nos informa que estaban imitando el materialismo de Asiria y naciones vecinas (2ª Reyes 17:13-16). Y Dios transmitía: “¡ay de ellos cuando yo llegue a abandonarlos!” (Oseas 9:12; ver Dt 28:36). Efectivamente, el dinero abundaba pero las desgracias se precipitarían. Son advertidos: “Sobre sus riquezas crecerá la hortiga” (Oseas 9:6; Miqueas 2:3) “Haré que seáis deportados…” “el asirio será su rey…”(Is 7:17-8:4; Amós 5:27; 6:14; Os 11:5).
Doce años más tarde,
Jehú, con ayuda del reino de
Aram, dio un golpe en el cual Acab y su familia fueron asesinados, y es ungido rey de Israel por el profeta
Eliseo. La Biblia no hace ninguna referencia al hecho, pero las fuentes asirias se refieren a Jehu como un monarca de la casa de Omri, lo que puede indicar que este golpe era el resultado de luchas dentro de la misma familia predominante.
Hacia el 838 a. s. C. se aviene a pagar un tributo a
Salmanasar III para defenderse de los arameos de Damasco. Jehú se muestra arrodillado ante el monarca asirio en el obelisco negro de Salmanasar, y es el único monarca de cualquiera de ambos estados del que se conserva un retrato.
La escisión de Israel condujo necesariamente a una reforma religiosa que apartó a los israelitas del templo de Jerusalén para dirigirles hacia los nuevos santuarios nacionales de Betel y Dan, construidos con este propósito por Jeroboam I. También se intentó implantar en Israel una monarquía sucesoria en nombre de Yahveh —del estilo de la davídica de Judá—, proclamada por los profetas, tal como era preceptivo por la tradición, pero, a pesar de la promesa de tener «una casa estable» que Yahveh le hizo a Jeroboam por boca del profeta Ajías de Silo, la historia posterior demostró que los sucesores de Jeroboam no tuvieron la menor estabilidad y fueron asesinándose los unos a los otros hasta que el reino fue destruido por los asirios hacia el año 722 a. s. C.
En el 853 a. s. C. Salmanasar III de Asiria y posteriormente
Sargón II en el 722 a. s. C. conquistaron las diez tribus norteñas de Israel destruyendo su capital, Samaria, y enviando a la población al exilio y cautiverio. La mayoría de los habitantes, incluyendo la clase dirigente, fue deportada a otras tierras ocupadas por el imperio asirio y se trajeron gentes de esos lugares a Samaria. Así, dispersados entre otras naciones, asimilados en nuevas culturas, llegaron a perder su identidad original. Nunca volvieron, como pueblo, a la tierra de Israel, se les llamó las diez tribus perdidas. Como resultado de estos cambios, Israel, al igual que su vecino meridional Judá, cayó dentro de la influencia del reino arameo de Damasco. El rey Hazael guió a los arameos contra
Joram de Israel y
Ocozías de Judá, derrotándolos en Ramoth-Gilead. Tras esta batalla, Hazael rechazó dos ataques asirios contra los territorios israelitas situados al este del Jordán, y la ciudad filistea de
Gath e intentó tomar Jerusalén (II Reyes, 2 12-17). Una inscripción descubierta en Tel Dan se considera erigida por Hazael, después de la batalla de Ramoth-Gilead.
Jeroboam II fue coronado rey de Israel en 787 a. s. C. Luchó contra Damasco y Moab en un intento de expansión, mientras los asirios amenazaban a los reinos judíos. Jeroboam II murió en el año 747 a. s. C. en una rebelión popular, y con él acabó la dinastía de Jehú. De la sangrienta rebelión, Menahem se erigió en rey el 745 a. s. C., y aceptó pagar tributo a
Tiglath-Pileser III.
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