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jueves, 29 de marzo de 2018

LA CABALA Y LA TORAH

LA CABALA Y LA TORAH


La luz reveladora, creativa y redentora del Ser divino es, por decirlo así, "refractada" a través del "prisma" causal de sus aspectos, los Sefiroth dentro de la indefinida multitud y variedad de la manifestación universal.

La inmensa jerarquía de grados ontocosmológicos que todos ellos contienen, está establecida por esta "refracción de la luz divina, estos grados están recapitulados en los cuatro "mundos" (olamin), que son: olam ha'atsiluth, el trascendente "mundo de la emanación", que es el de los Sefiroth; olam ha'beriyah, el ideal o espiritual "mundo de la creación", lleno de la propia divina inmanencia (shekhirah), olam ha'yetsirah, el sutil "mundo de la formación" habitado por ángeles, genios y almas: y olam ha'asiyah: el sensóreo y corporal "mundo de los hechos concretos".

La emanación trascendente una y única de los Sefiroth desciende, como inmanencia puramente espiritual y supraformal, hacia los dos mundos inferior. (el sutil y el corporal) donde es "recibida" y expresada en diferentes formas por la naturaleza múltiple de la existencia cósmica.

La unidad Sefirótica aparece allí como una década de arquetipos, generando miríadas de efectos existenciales, cada uno de los cuales está ligado, a través de la jerarquía universal, con su propia causa o Sefirah que lo une a la entidad indivisible de los aspectos divinos: el Uno.

Aquel que es la unidad o infinitud de los Sefiroth, está reflejado en todos los niveles cósmicos y en todas las formas posibles, formas que se cruzan entre sí, se oponen unas a otras, se interconectan, se armonizan y se unen una vez más en él, que es el origen común. Una creación lo expresa bajo el aspecto de un Sefírah, otra bajo algún otro aspecto; pero en realidad todas las cosas manifiestan todos los Sefiroth simultáneamente, cada una de ellas bajo la luz de su propio arquetipo.

Lo que es más: una emanación o manifestación divina que un ser creado experimenta como misericordia, puede ser experimentada por otro como rigor, lo que depende de la "relación" existente entre uno u otro ser y la causa divina. Dios es gracia en un sentido, severidad en otro, y lo mismo ocurre en cuanto a todas sus cualidad. causales; son manifestadas en todos los niveles y en todos los estados de existencia en una indefinida variedad de formas, aunque él, en sí mismo, es eterna e infinitamente el Uno, el Inmutable.

"...Cuando él demuestra su poder de reinar sobre la totalidad de su creación, apareciendo, por lo tanto, a cada una de sus criaturas según la capacidad que cada una de ellas tiene de comprenderlo... a fin de que pueda ser conocido por sus atributos, y percibido separadamente en cada atributo... para que pueda ponerse de manifiesto que el mundo (diferenciado) está sustentado en la piedad y la justicia (las dos cualidades del 'señorío' que incluyen todas las demás) de acuerdo con las iras (y las buenas o malas actitudes) de los hombres... Pero Ay! del hombre que pretenda comparar al Señor (Su esencia absoluta) con cualquier atributo (especifico) (existente sólo desde el punto de vista de la dualista 'ilusión' cósmica), aún con cualquiera que le sea propio, y mucho menos con cualquier forma humana creada, 'cuanto más los que habitan morada de barro' (Job, 4:19)" ... 

La única concepción del Señor, bendito sea él, que el hombre puede atreverse a componer es la de su soberanía sobre cualquier atributo en particular, o sobre la creación como un todo. Y si no lo percibimos bajo aquellas manifestaciones, no nos queda en él atributo, ni similitud, ni forma (en su pura e ilimitada mismidad); así como el mar, cuyas aguas no tienen forma ni tangibilidad en sí mismas, sino sólo cuando se vuelcan en una cierta vasija que es la tierra" (Zohar, Bo. 42b). 

Dios, en su realidad pura, es absolutamente no-dual y la multitud de sus aspectos o emanaciones, cualquiera sea su cualidad respectiva, existe sólo a la vista de lo emanado, que está en un estado de "separación" relativa e ilusoria. Esto es de aplicación al ser humano colectiva e individualmente, que experimenta su propia esencia increada e infinita sólo por intermedio de los Sefiroth más bajos, cuya inmanencia divina o "gloria" cuida de los seres creados "como la madre cuida de sus hijos".

De este modo el Zohar (loe. cit.) dice: 

"Si la brillantez de la gloria del Señor, bendito sea su nombre, no hubiera sido derramada sobre la totalidad de su creación, ¿cómo podría él haber sido percibido siquiera por los sabios? Hubiera seguido siendo (totalmente) inaprehensible, y las palabras "La Tierra entera está llena de su gloria" (Isaías, 6:3) jamás podrían haber sido pronunciadas con verdad".

Pero mientras más se acerca el hombre a su pura y divina esencia, más experimenta la unidad intrínseca en todas las emanaciones de los Sefiroth; pues esta unidad no es otra que la esencia del hombre, el "yo" supremo. "Todas las gradaciones (Sefiróticas) y todos los miembros (existenciales) (de la única realidad) fueron juntados allí, y se convirtieron en él en uno, sin ninguna separación" (Zolier. Bereshit, 18a).

La realidad objetiva de los Sefiroth, su infinitud indivisible, su unidad ilimitada, denotan que cada aspecto divino está identificado con la totalidad de Dios, y por lo tanto, con todos en un mismo tiempo, determinación y unidad de realidad; mientras que, en la existencia dual y creada, las mismas realidades se reflejan distintas e interrelacionadas. 

Sólo dentro de la creación existe una efectiva separación y una secuencia de posibilidades, es decir, una jerarquía determinada en la cual toda realidad incluye, en forma determinante o activa, aquellas que proceden de ella y, en forma receptiva o pasiva, aquellas de las que emanó. No obstante eso, desde que lo visible no es más que el reflejo de lo invisible", el "orden inferior" necesariamente corresponde al "orden superior", en el que la filiación de posibilidades, como se he señalado anteriormente, está establecida en forma meramente ideal y en principio únicamente en "pensamiento divino", el cual trasciende todos los conceptos racionales y dualistas. En otras palabras, la diferenciación y relaciones que caracterizan la secuencia causal de la jerarquía cósmica son potenciales en el mundo de los Sefiroth, como determinación pura y unidad ontológica de todas las cosas.

La separatividad existencial de las cosas se actualiza únicamente en una forma limitada y transitoria, y gracias a la concatenación universal, regresa a la unidad primigenia, el "punto supremo" del que provino."

Desde este punto (causal) (hasta el estado más inferior de existencia), hay extensión tras extensión, formando cada una de ellas una vestidura (manifestación, efecto o 'envoltura') para la otra, relacionados como la de la membrana y el cerebro (simbolizando la causa, el centro o el arquetipo) entre sí. Aún cuando es una vestidura (en relación con la expansión precedente que es su causa inmediata), cada etapa (emanación o manifestación) se convierte en cerebro (principio) para la próxima etapa, (que es su efecto); todas las cosas son por lo tanto 'cerebro' o principio para lo que les es inferior, y 'envoltura' o manifestación para lo que les es superior" (Zohar, Bereshith Ice). 

De este modo los Sefiroth mismos parecen estar envueltos uno dentro del otro, en su orden jerárquico, y tan estrechamente relacionados entre sí que no puede percibirse nada que no sea un principio único total. En realidad su unidad es indivisible, son la totalidad de los poderes divinos, que solo se expresan en sus aspectos específicos cuando se ponen de manifiesto dentro de la separatividad cósmica. 

Todas las manifestaciones diferenciadas, todas las variedades de las cosas, son sólo los efectos y las "envolturas.' simbólicas de los Sefiroth, están ordenadas y ligadas entre sí por los Sefiroth y son reabsorbidas en ellos, en su unidad, que es la causa una y universal, el Dios único.

http://www.masoneriadelmundo.com/2018/02/la-cabala-y-la-torah.html

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