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domingo, 25 de marzo de 2018

LA POLITICA Y LA MASONERIA.


LA POLITICA Y LA MASONERIA.
Herbert Oré B.
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Opiniones encontradas de siempre argumentan sobre política y masonería desde dos posiciones extremas: participación nula o total influencia de la Orden en los entramados cauces decisorios de la política.

En la masonería abundan declaraciones, principios y estatutos, negando que quienes se cobijan en las logias formen una religión positiva, escuela filosófica y partido político al rechazar todo exclusivismo: “El masón no se adscribe a política alguna; no tiene límite en sus ideales de progreso moral, social y político. No le asustan los más avanzados programas en política, porque en el límite de todo, está la meta del ideal francmasónico: la Fraternidad Universal”. Esta “apolitización” de la masonería, no queda patente en casos particulares de logias o masones. Inclusive hay graves tensiones entre teoría y práctica.

Tropezamos con las paradojas, antinomias y contradicciones de toda sociedad que alcanza un cierto desarrollo. Además la base metodológica que practica, permite acotar conceptos tales como política, hacer política o política partidista, para no trasmutar campos semánticos en los que la Orden ha luchado efectivamente: “abolición de la esclavitud, pena de muerte, derechos humanos, defensa de libertades, pacifismo, enseñanza laica, emancipación, fanatismos y opresión política”, logros y actitudes que hoy son naturales, pero que en otras épocas eran considerados el equivalente a hacer política.

En 1891 Lorenzo Frau Abrines en el “Diccionario Enciclopédico de Masonería”, definía la política como “la ciencia del gobierno. Abraza todos los límites de la asociación civil y sus causas y efectos. Su conocimiento es difícil y vastísimo, pudiéndose decir con razón: que la Política es la primera de las ciencias.

El fundamento, la esencia de la Política, es el conocimiento del hombre. Pero este conocimiento dimanan en efecto lógicamente, las instituciones civiles y políticas. Desde la más remota antigüedad hasta nuestros días, en todas las épocas, y en todas las sociedades civilizadas o bárbaras se distingue la relación íntima que liga la organización de la sociedad a la opinión metafísica generalmente aceptada sobre la naturaleza del hombre”.

Sin embargo en la realidad “una cosa es tener el Poder y otra estar en el Poder”. El Poder no lo debe tener un grupo reducido o una élite; el Poder lo debe tener un bloque de clases dentro del cual hay una fuerza hegemónica o dirigente.

Tener el poder es un hecho histórico, sociológico e ideológico. El poder se tiene a través de una élite o partido, con un personal que ocupa-controla los centros operativos. Las élites ideológicas, pueden influir en aquel o servirlo, pero no decidir.

En ese orden de ideas, la masonería que lucha por derechos igualitarios no está de acuerdo con los absolutismos del s. XIX. Era para algunas élites, más peligrosa que otras reuniones con programas más concretos. Además se declara apolítica pero con un proselitismo moral para la redención de los derechos. Este apoliticismo no significa despreocupación de los problemas de gobierno que pudiera afectar al país, por lo que las logias pueden pasar de los principios a la puesta en práctica de los medios que los hacen realizables, sobreponiéndose a la tradición apolítica de la Orden.

También resulta complejo negar siempre un apoliticismo a pasar de lo particular a lo general. Muchos postulados a defender están por encima de partidismos, mientras que otras veces la política partidista de algunos masones es un hecho.

Todas las ramas de la ciencia política tienen el común objetivo del estudio del Poder en la sociedad. Practicar la política seria el arte de llevar un asunto o empleo de medios para alcanzar un fin determinado, que conllevaría la reflexión crítica de la sociedad y del sistema político, para encauzar la acción hacia objetivos de respeto a los derechos del hombre.

La masonería a través de hermanos que ocupan posiciones de relieve en el poder, influye en la vida pública. Solo esto es lo que hacen los masones. No hace política como institución, pero influye como colectivo, tiene un peso específico en la sociedad. Como grupo humano pretende defender una escala de valores que pueden coincidir con ciertos programas políticos partidistas.

La Orden no tiene como objetivo alcanzar el Poder, ni estuvo en el Poder. Tampoco cerró filas detrás de una opción política concreta. Tiene un programa universal en el que muchos aspectos son políticos, netamente políticos, que intentamos imponer no desde la praxis política, sino desde la opinión pública, desde el ejercicio de derechos individuales públicos, porque los miembros de la orden masónica tienen diferentes trayectorias políticas y la masonería se inclina más a identificarse como un grupo universal con conciencia propia que a luchas partidistas nacionales. Los masones que hacen política se circunscriben a ámbitos locales y raras veces nacionales.

Sin embargo: “Nada que afecte a la humanidad puede serle extraño a la masonería”. No se renuncia a llevar la construcción de la nación con “elevada” influencia de la espiritualidad o ideario masónicos. Todo masón, para servir a los ideales de la Orden, puede hacerlo de la forma que estime más conveniente, formando parte de entidades no masónicas y opciones políticas que mejor se acomoden a su posición, ideología o circunstancias; aunque con los límites que establece los principios masónicos y sus códigos penales: “No ir contra los deberes impuestos por la moral”.



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