LA POLITICA Y LA MASONERIA.
Herbert Oré B.
Opiniones
encontradas de siempre argumentan sobre política y masonería desde dos posiciones
extremas: participación nula o total influencia de la Orden en los entramados
cauces decisorios de la política.
En la masonería abundan
declaraciones, principios y estatutos, negando que quienes se cobijan en las
logias formen una religión positiva, escuela filosófica y partido político al rechazar
todo exclusivismo: “El masón no se
adscribe a política alguna; no tiene límite en sus ideales de progreso moral,
social y político. No le asustan los más avanzados programas en política,
porque en el límite de todo, está la meta del ideal francmasónico: la Fraternidad
Universal”. Esta “apolitización”
de la masonería, no queda patente en casos particulares de logias o masones.
Inclusive hay graves tensiones entre teoría y práctica.
Tropezamos con
las paradojas, antinomias y contradicciones de toda sociedad que alcanza un cierto
desarrollo. Además la base metodológica que practica, permite acotar conceptos
tales como política, hacer política o política partidista, para
no trasmutar campos semánticos en los que la Orden ha luchado efectivamente: “abolición de la esclavitud, pena de muerte,
derechos humanos, defensa de libertades, pacifismo, enseñanza laica,
emancipación, fanatismos y opresión política”, logros y actitudes que hoy son
naturales, pero que en otras épocas eran considerados el equivalente a hacer
política.
En 1891 Lorenzo Frau
Abrines en el “Diccionario Enciclopédico
de Masonería”, definía la política como “la
ciencia del gobierno. Abraza todos los límites de la asociación civil y sus
causas y efectos. Su conocimiento es difícil y vastísimo, pudiéndose decir con razón:
que la Política es la primera de las ciencias.
El
fundamento, la esencia de la Política, es el conocimiento del hombre. Pero este
conocimiento dimanan en efecto lógicamente, las instituciones civiles y políticas.
Desde la más remota antigüedad hasta nuestros días, en todas las épocas, y en
todas las sociedades civilizadas o bárbaras se distingue la relación íntima que
liga la organización de la sociedad a la opinión metafísica generalmente
aceptada sobre la naturaleza del hombre”.
Sin embargo en
la realidad “una cosa es tener el Poder y
otra estar en el Poder”. El Poder no lo debe tener un grupo reducido o una
élite; el Poder lo debe tener un bloque de clases dentro del cual hay una
fuerza hegemónica o dirigente.
Tener el poder
es un hecho histórico, sociológico e ideológico. El poder se tiene a través de
una élite o partido, con un personal que ocupa-controla los centros operativos.
Las élites ideológicas, pueden influir en aquel o servirlo, pero no decidir.
En ese orden de
ideas, la masonería que lucha por derechos igualitarios no está de acuerdo con
los absolutismos del s. XIX. Era para algunas élites, más peligrosa que otras
reuniones con programas más concretos. Además se declara apolítica pero con un
proselitismo moral para la redención de los derechos. Este apoliticismo no
significa despreocupación de los problemas de gobierno que pudiera afectar al
país, por lo que las logias pueden pasar de los principios a la puesta en
práctica de los medios que los hacen realizables, sobreponiéndose a la
tradición apolítica de la Orden.
También resulta
complejo negar siempre un apoliticismo a pasar de lo particular a lo general.
Muchos postulados a defender están por encima de partidismos, mientras que
otras veces la política partidista de algunos masones es un hecho.
Todas las ramas
de la ciencia política tienen el común objetivo del estudio del Poder en la
sociedad. Practicar la política seria el arte de llevar un asunto o empleo de medios
para alcanzar un fin determinado, que conllevaría la reflexión crítica de la
sociedad y del sistema político, para encauzar la acción hacia objetivos de
respeto a los derechos del hombre.
La masonería a
través de hermanos que ocupan posiciones de relieve en el poder, influye en la
vida pública. Solo esto es lo que hacen los masones. No hace política como
institución, pero influye como colectivo, tiene un peso específico en la sociedad.
Como grupo humano pretende defender una escala de valores que pueden coincidir
con ciertos programas políticos partidistas.
La Orden no tiene
como objetivo alcanzar el Poder, ni estuvo en el Poder. Tampoco cerró filas
detrás de una opción política concreta. Tiene un programa universal en el que
muchos aspectos son políticos, netamente políticos, que intentamos imponer no
desde la praxis política, sino desde la opinión pública, desde el
ejercicio de derechos individuales públicos, porque los miembros de la orden
masónica tienen diferentes trayectorias políticas y la masonería se inclina más
a identificarse como un grupo universal con conciencia propia que a luchas
partidistas nacionales. Los masones que hacen política se circunscriben a ámbitos
locales y raras veces nacionales.
Sin embargo: “Nada que afecte a la humanidad puede serle
extraño a la masonería”. No se renuncia a llevar la construcción de la
nación con “elevada” influencia de la
espiritualidad o ideario masónicos. Todo masón, para servir a los ideales de la
Orden, puede hacerlo de la forma que estime más conveniente, formando parte de
entidades no masónicas y opciones políticas que mejor se acomoden a su
posición, ideología o circunstancias; aunque con los límites que establece los
principios masónicos y sus códigos penales: “No ir contra los deberes impuestos por la moral”.
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