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martes, 21 de junio de 2016

SOLSTICIO DE VERANO

SOLSTICIO DE VERANO


A la Gloria de la Humanidad
Venerable Maestro y Queridos Hermanos:

Hoy, justo en el día de la iniciación de nuestros nuevos hermanos aprendices, hemos entrado en el solsticio de verano del año 6004 de la Verdadera Luz. Y eso es precisamente lo que han pedido ellos al entrar en nuestro taller y lo que nosotros seguimos anhelando como el gran Goethe en su lecho de muerte: “luz, más luz”.


El solsticio de verano, en el hemisferio norte, marca el punto más alto del sol en el firmamento y por tanto la mayor duración de la jornada diurna. Es uno de los dos momentos del ciclo de la Rueda Anual en la que la distancia angular del Sol al Ecuador celeste de la Tierra, es máxima. Es el día más largo donde el Poder de las Sombras tiene el reinado más corto. La luz vence a las tinieblas, la Naturaleza despierta y las plantas se cargan de energías ocultas y poderes sobrenaturales, mientras los masones celebramos la fiesta mayor de nuestro calendario uniéndonos a una tradición que se remonta siglos atrás y nos hermana a las grandes civilizaciones del pasado.

Según una consistente creencia hermética, los solsticios de verano e invierno son hitos del espacio-tiempo cósmico, momentos-puente en los que el Universo celebra la esencia de la identidad y la intensa comunicación entre los seres que lo habitan. En la tradición de los misterios helénicos y egipcios, los solsticios son las dos puertas zodiacales, la entrada y salida de la "caverna cósmica" en la que se refugia el planeta en su eterno viajar alrededor del sol y que se designan como "la puerta de los hombres" y la "puerta de los dioses".

La primera, regida por la posición de Cáncer en el firmamento, corresponde al solsticio de verano, y es la más humana pues nuestra raza como hija de la Tierra y heredera de los dioses necesita la luz solar para desarrollarse. La segunda, marcada por Capricornio, pertenece más al espíritu, al reino de las sombras y el conocimiento y es por tanto patrimonio de los dioses. Esta alternancia nos recuerda  que el ciclo anual está dividido en dos mitades, una "ascendente" y otra "descendente" como dice la filosofía vedanta de los hindúes: la primera es el período del curso del sol hacia el norte (uttaràyana), que va del solsticio de invierno al de verano; la segunda es la del curso del sol hacia el sur (dakshinàyana), que va del solsticio de verano al de invierno. Pero no debemos olvidar que en este mundo en el que cada cosa encierra a su contraria y en el que la luz envuelve su sombra, existen también dos hemisferios terrestres, dos tiempos en la esfera, y que lo que entre nosotros es solsticio de verano en nuestro querido Chile, por ejemplo, es solsticio de invierno.

Venimos de una larga tradición de culturas y conocimiento que se remonta a la antigua Sumer, el martirizado Irak de hoy, una civilización que por cierto construía grandes torres o zigurats para observar mejor el firmamento y fijar las fechas más destacadas de solsticios y equinoccios. En Egipto se adoraba al sol y su aparición en el solsticio de verano quedó impresa de forma sagrada en la memoria ancestral de sus piedras milenarias. La civilización azteca, la tolteca, la maya, la inca, y muchas más del Nuevo Mundo, construían grandes plataformas piramidales y elevadas para rendir culto al sol como fuente de luz y también dejaron constancia del constante perihelio en su impresionante calendario solar.

Entre nosotros, han sido los celtas la cultura que ha mirado al cielo con mayor fervor. Más inclinados hacia la luna, tal vez por ser una civilización matriarcal en la que la mujer y las diosas jugaban un papel fundamental, los celtas levantaban monumentos en los que podía “leerse” el ciclo solar con absoluta precisión como aún puede verse en la maravilla megalítica de Stonehenge. Los druidas, como los hindúes, dividían el año en dos partes de seis meses relacionadas con sus creencias sobre Samos yGiamos, el mundo de la Luz y el de las Sombras. Estas mitades estan agrupadas en doce períodos lunares que forman un ciclo anual, pues el calendario celta gira entorno a las 4 grandes Fiestas de Imbolc, Samain, Beltane y Lugnasad, que señalan las 4 estaciones de 3 meses. Los romanos, y tras ellos los cristianos, hicieron coincidir sus fiestas menores con aquellos acontecimientos que ya celebraban sus ancestros celtas o etruscos. Así el solsticio de invierno es la fiesta de San Juan Bautista, aquel que lleva el conocimiento y la iniciación espiritual y el solsticio de verano pasó a ser la noche de San Juan, mientras que las antiguas fiestas en torno a las hogueras que celebraban el triunfo de la luz, continuaron sucediendo como hoy mismo ocurre por muchos lugares de España, sobre todo en Cataluña, Baleares o Galicia.

Mientras el Sol está en su apogeo, nuestra fuente calor interior que es el corazón, se expande en amor y comprensión. Hagamos que nuestra atención se pose en este órgano y en los sentimientos que gobierna y sintamos todo lo que nos rodea. Que nuestras relaciones humanas y el presente que labramos día a día se tiña de amor, que vivamos impregnados por el filtro del amor a nuestros semejantes, a la vida y a los principios que la inspiran. Así desaparecerán de nuestras mentes los prejuicios, la intolerancia, el creernos diferentes y separados de los otros.

Empecemos por nosotros mismos; hemos de aceptarnos y querernos, por encima de errores y defectos pues somos mezcla de sombra y luz, como todos los seres humanos. Para cambiar debemos conocernos como nos pedía Sócrates y esto sólo es posible si nos miramos de frente, sin complejos ni rechazo. Si nos hemos liberado de prejuicios, angustia, dudas torturantes, complejos de superioridad o inferioridad, habremos limpiado la mente y liberado nuestra auténtica energía. Y así nuestro corazón podrá latir con el ritmo solar del que está hecho y tú podrás sentir por los demás la compasión que a ti mismo te negabas.


He dicho.

En los valles al Oriente de Madrid,
en el día de Solsticio de Verano del año 6004 V.L.


Recuerda que el calor de la celebración vivifica, pero el fuego desbocado transforma todo en desierto.

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