Celebrando el Solsticio de Verano - Los Fuegos de San Juan
Así como observamos cuatro fases en el movimiento de la luna a lo largo del mes, el sol tiene un periodo equivalente a lo largo del año, dividiéndose en cuatro fases, los equinoccios y los solsticios. En particular, la característica fundamental en los solsticios es que marcan el instante en que los rayos del sol inciden de forma más perpendicular sobre la superficie de la tierra, en el caso del solsticio de verano (21 de junio) y cuando inciden de manera más tangencial sobre la superficie de la tierra, en el solsticio de invierno (21 de diciembre). Este movimiento aparente del sol en el cielo, produce, a lo largo del año, una figura en el cielo, cuyo nombre es el analema, que se corresponde con el símbolo de infinito, donde los puntos extremos en los lazos que se forman son los solsticios y el punto donde se cruza el dibujo es el momento de los equinoccios. Este movimiento aparente, produce finalmente las estaciones del año, cada una corresponde a un cuarto del movimiento descrito de forma aparente en el cielo, por el sol.
Esta explicación racionalizada ahora, en su momento parecía ser una cosa curiosa, que no se explicaba claramente, pero sucedía. Es así como el hombre antiguo, al no poder explicar el hecho claramente, lo asigno a los poderes divinos, ya que además notó que coincidían en esos instantes algunos hechos particulares. En la primavera (equinoccio de primavera o 21 de marzo), germinaban nuevamente las plantas, los campos se llenaban de flores, los animales se ponían mucho más activos sexualmente. Todo ello el hombre lo comprendió, en armonía con el universo y le asigno una festividad, que correspondía con el actual carnaval o fiesta de la carne, en concordancia con el aumento de la actividad sexual, el fin del frio del invierno, la brotación de las plantas, el abandono del letargo invernal de muchos animales y muchos otros hechos que hacían intuir al hombre que era el momento de la celebración por la fertilidad, la germinación, la celebración de que el sol comienza a calentar de nuevo. Este equinoccio es tiempo en el que día y noche tienen la misma duración exactamente, lo cual implica que a partir de allí, el sol comenzara a crecer hasta dominar definitivamente la oscuridad en el solsticio de verano, pues en este momento, que se produce tres meses más allá (21 de junio), el sol ha venido calentando cada vez mas y lo que fue germen en primavera ahora comienza a mostrar frutos, que comienzan a crecer en las plantas, la mayoría de los animales de cría, que fueron fecundados en la primavera están cargados y casi es el momento de dejar salir sus crías, lo que hace que este tiempo se considere de comienzo de la abundancia, tiempo de la gestación, así también, es el momento de dejar el abrigo y el cuerpo mismo entra en mayor contacto con la energía del sol, en pocas palabras, el sol ahora es más poderoso que la oscuridad, la luz vence las tinieblas y la noche es más corta que el día. Ha llegado el solsticio de verano.
La celebración que corresponde entonces al solsticio de verano, es una celebración relacionada con el fuego, con el fuego en movimiento, o fuego móvil, que es la manifestación material más cercana al mundo espiritual. Recordemos aquí que todas las manifestaciones angélicas son asociadas a una intensa luminosidad. Hay gran cantidad de representaciones simbólicas, donde observamos carros de fuego e imágenes similares.
Interesante es observar también que en la vela hay una relación entre el fuego (espíritu) y la cera (materia), unidos a través del alma (mecha). A nivel material, el fuego consume, vaporiza, destruye, pero también, trasmuta, y sublima. El sacrificio de la porción de materia visible que se consume y se transforma en ceniza, permite por el fuego acceder a lo invisible. En este sentido, el fuego debería permitirnos destruir las cascaras del hombre viejo, esas que nos atan y nos limitan y que encubren lo esencial en nosotros. Despojamiento y sublimación son las claves o el efecto deseable en el ritual de estos tiempos de solsticio de verano.
A nivel espiritual, el fuego representa la luz de abajo, débil en comparación con la de arriba que ilumina a todo hombre que viene al mundo, pero al fin y al cabo espejo de ésta. Esta es una irradiación isótropa que alcanza a todos los seres de la creación, porque la luz brilla en las tinieblas y ésta no la puede dominar.
El fuego y por ende, la luz también son calor, que simboliza el amor universal de Dios hacia todas las cosas, este calor crea corrientes de aire ascendente y aspirado que se constituye en el eje del mundo por el que se puede subir y acceder a la comunicación con lo divino, por tanto capaz de brindar un canal de conexión para las invocaciones.
El tiempo del solsticio es un tiempo en que Hadas y deidades de la naturaleza andan sueltas por los campos y de alguna manera debilitadas y accesibles porque la noche, que es su tiempo natural, es ahora de menor duración y por ello dispuestas a negociar con el hombre, por lo que es el momento de pedir por la fecundidad de la tierra y de los hombres, así como también es tiempo de acumular, pues se acerca el otoño y el invierno.
En los antiguos mitos griegos, los solsticios eran llamados puertas; la puerta de los hombres, para el solsticio de verano y la puerta de los dioses para el solsticio de invierno, la una para que el hombre ascienda a los cielos y la otra para que el mismo descienda del cielo, pero ya con una connotación distinta al hombre común, con un estado mas divino, pues ha realizado la tarea ascensional y ahora desciende triunfante de nuevo a la tierra, llama aquí la atención de que el nacimiento del hijo de Dios se da justamente en el tiempo de la puerta de los dioses.
En este tiempo los griegos celebraban en honor a Apolo, con grandes hogueras de carácter purificador, y los romanos, celebraban en honor a Minerva, diosa de la guerra, con hogueras que saltaban por tres veces, ya entonces se le atribuía a las hierbas recogidas estos días propiedades medicinales más fuertes, al igual que los encantamientos adquieren mayor poder y las aguas recolectadas en este tiempo se hacían sanadoras, pues las puertas interdimensionales están abiertas y los dioses parecen escuchar mas los conjuros. Hay muchas otras tradiciones mucho mas especificas, en algunos casos, producto de creencias populares, en otros, producto de conveniencias de jóvenes amantes en escapadas nocturnas, para manifestarse su amor en la brevedad de la oscuridad de esa noche en particular.
En el cristianismo, se asigna el solsticio de verano a San Juan Bautista, por su nacimiento. En el evangelio de Lucas se narra que María, días después de la Anunciación visita a Isabel, su prima, que estaba en su octavo mes de gestación, también llamado mes de las candelas, ya que Zacarías anuncio el nacimiento de San Juan encendiendo hogueras para avisar a sus vecinos la buena nueva y se ubica esto justamente seis meses antes del nacimiento de Jesús. Es curioso aquí que se celebra el nacimiento de San Juan Bautista, cuando en el resto de los casos se celebra la muerte y no el nacimiento de los santos. Pero, no extraña que esto se haya hecho a posta, a fin de que ambos solsticios se celebraran nacimientos, en el de verano, el nacimiento de San Juan y en el de invierno, el de Jesús.
Hasta este punto, vemos que en el solsticio de verano se celebra la madurez del sol que antes, nació en el solsticio de invierno; el día de la noche más larga y ha venido creciendo hasta el equinoccio de primavera, en el que alcanzo el mismo poder que la noche, expresado en términos de la duración del día y la noche y continuo levantando su fuerza hasta el solsticio de verano, donde alcanza su mayor fuerza y dominio sobre la oscuridad, pero que al mismo tiempo, a partir de este punto comienza a perder fuerza progresivamente hasta el equinoccio de otoño, en el que de nuevo tiene el mismo poder que la noche, pues tienen la misma duración día y noche y así sigue su ciclo hasta el solsticio de invierno, donde comienza el ciclo a repetirse nuevamente. Este ciclo solar, de un año de duración, describe el proceso del ciclo vital de todos los seres en la tierra.
Lo anterior, no fue extraño a los antiguos y por ello posaron sobre este hecho físico y astronómico, sus creencias sobre la vida y su conexión con lo espiritual, estableciendo en los solsticios, la puerta de los Juanes que también se refieren a Juno y ha Jano, Dioses antiguos que representaban estas puertas, definidas por el momento solsticial, en el cual el sol parece detenerse en el cielo.
Cuando el hombre es capaz de hacer una conexión con su entorno y comprender los ciclos del mundo en el que vive, es capaz de unirse más a lo divino y comprender que solo es un elemento de un conjunto que inexorablemente ha funcionado, funciona y funcionará de manera cíclica y en un orden que está oculto a aquel que no está despierto. La conciencia de este ciclo nos acerca a la armonía, y nos permite participar de la energía benéfica que de este emana. Esto a su vez, lo hace comprender ese orden oculto tras el caos aparente en el que vive y la posibilidad de aprovecharlo usando su inteligencia, dirigiendo su esfuerzo en la dirección adecuada en cada momento de su existencia y por tanto aprovechando las oportunidades que esta conciencia brinda.
Nicolás Quiles
M:.M:.P:.M:.
R:.E:.A:. y A:.
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