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martes, 3 de mayo de 2016

Con discreción, tras los masones

Con discreción, tras los masones
Por Xavi Casinos. Periodista

Una réplica de la Estatua de la Libertad recibe a los visitantes de la Biblioteca Pública Arús en lo alto de una imponente escalinata. Es el primer hito de una ruta iniciática por los símbolos y los lugares relacionados con la masonería.

© Andreu

Aunque Barcelona no tiene tantos símbolos masónicos como otras ciudades europeas, todavía se encuentran algunos que han sobrevivido a los años de sanguinaria persecución franquista. El dictador no solo ordenó fusilar, encarcelar o inhabilitar a los miembros de las logias, sino que también dio instrucciones para eliminar sus símbolos de edificios, monumentos y cementerios.

Es casi un milagro que la Biblioteca Arús, en el 26 del paseo de Sant Joan, se conservara intacta y que todo su fondo no acabara en el Archivo Histórico de Salamanca, que al principio fue un centro de documentación desde donde se dirigía la represión de la masonería y el comunismo. La biblioteca fue una donación a la ciudad del dramaturgo y periodista catalán Rossend Arús, el gran impulsor de la masonería en Cataluña a mediados del siglo xix, que dejó establecido en su testamento que su residencia se dedicara a este fin para formar a la clase obrera. Masonería y movimiento obrero son sus dos grandes especialidades. La orden de incautación de la policía franquista no se ejecutó nunca. La biblioteca simplemente fue cerrada y alguien, que debía de ser muy influyente, veló por que no sufriera ningún daño hasta que se reabrió a mediados de la década de los años sesenta.

En este inicio de la ruta uno ya puede impregnarse de la atmósfera de los misterios de la sociedad secreta –o discreta, como prefieren calificarla los masones–, además de consultar centenares de libros y documentos e, incluso, enterarse de que los colores del Barça pueden tener origen en una logia, Avant, a la que pertenecían el mismo Arús y el suizo Emili Gaissert, un pariente que alojó a Joan Gamper.

Paseo de Sant Joan abajo y cruzando el Arco de Triunfo y el Salón de Lluís Companys –el presidente de la Generalitat fue, por cierto, masón–, se llega al parque de la Ciutadella, donde en la esquina con el paseo de Picasso se halla el actual Museo de Ciencias Naturales, edificio también conocido como Castillo de los Tres Dragones. Fue diseñado por Lluís Domènech i Montaner como restaurante de la Exposición Universal de 1888. Su perímetro superior está rodeado de unas piezas de cerámica donde aparecen dibujadas especies animales. Una de ellas es una estrella de mar de cinco patas que en el centro tiene algo parecido a una G. Puede ser casualidad, pero una estrella de cinco puntas con una G en su interior es uno de los símbolos más importantes de la masonería. La G representa el origen, el génesis, la geometría, a Dios, God en inglés.

© Dani Codina

Milicia y gastronomía

Cerca de la Ciutadella está la calle del Comerç, y antes de llegar al Born encontramos el cuartel construido en el siglo xviii en el espacio del antiguo Convent de Sant Agustí, edificio que hoy aloja el centro cívico de Ciutat Vella, el Archivo Fotográfico de Barcelona y el Museo del Chocolate. Pues bien, sobre dos de las tres puertas de la calle del Comerç se puede ver el símbolo masónico más conocido, una escuadra y un compás, lo que hace pensar que en el edificio quizás hubo una logia, bien cuando lo ocupó el ejército de Napoleón o más tarde cuando fue la sede de la Academia Militar de Matemáticas. En la tercera puerta no hay ningún símbolo, pero se ve claramente que lo eliminaron: seguramente los militares franquistas se debieron de cansar antes de acabar el trabajo y dejaron las otras dos puertas intactas.

Ahora vamos hacia el Born y Santa Maria del Mar para acabar en el paseo de Isabel II, donde se encuentran los conocidos Porxos d’en Xifré. El edificio lo financió Josep Xifré, indiano que hizo fortuna en América. Aunque muchos quieren ver abundantes elementos masónicos en la fachada, seguramente tienen más relación con la mitología del mar y el Zodiaco. Donde sí encontramos rastros masónicos es en el conocido restaurante Set Portes de los bajos. Dicen que el primer propietario, Josep Cuyàs, era masón, y de hecho el local lo frecuentaban muchos masones durante el siglo xix. El suelo en forma de tablero de ajedrez, como el de las logias, y las hojas de acacia –otro de los símbolos de los maestros masones– por todo el restaurante hacen pensar que en el establecimiento tenían lugar actividades mucho más secretas que servir cafés y platos de cocina.

Después podemos dirigirnos a la calle de Avinyó. Llegados al número 27, buscamos el timbre de la Gran Logia Simbólica Española (GLSE), la segunda organización masónica más importante del país. Tanto si tenemos cita previa como si convencemos a la persona que haya en ese momento, podremos visitar el templo y el resto de las instalaciones. También podemos intentar que nos reciban otras organizaciones: la Gran Logia de España (Gran Vía, 617), la Gran Logia Femenina de España (Josep Estivill, 32) y el Gran Orient de Catalunya (Mallorca, 125).

© Dani Codina

Los masones y el canónigo de la catedral

El origen de la masonería se remonta a los gremios medievales de constructores de catedrales: para comprobarlo nada mejor que acercarnos a la catedral de Barcelona, donde encontraremos signos del paso de estos obreros, que tenían grandes conocimientos de geometría y reglas laborales y morales compartidas, y que se reconocían entre ellos por palabras y signos secretos. Se organizaban por categorías y practicaban ceremonias, como las de iniciación de nuevos aprendices, en un pequeño edificio situado junto a la obra, llamado logia, donde también descansaban, comían y guardaban herramientas y planos.

Fijémonos en las marcas de muchas piedras de la fachada de la capilla de Santa Llúcia que da a la calle del Bisbe. Tallar una piedra era un trabajo tan especializado que cada masón la firmaba con un símbolo identificativo. También encontramos símbolos masónicos medievales –escuadras, compases y otros– sobre algunas de las ventanas de la parte exterior del ábside. Ya dentro del templo, lo más interesante es la capilla dedicada a san Sebastián y santa Tecla. La financió en el siglo xvi el canónigo Joan Andreu Sorts, que tenía a su cargo la supervisión de las obras de la catedral. Su relación con la logia de masones que las ejecutaba debió de ser tan importante que la reflejó en su escudo capitular, en varios puntos de la capilla y sobre su sepulcro. En el escudo descubrimos un compás abierto con las puntas hacia abajo, una rosa y dos cometas.

Antes de dejar el centro histórico nos podemos acercar a la calle de la Portaferrissa, donde sobre la puerta principal del número 11 hay un pequeño conjunto escultórico formado por dos niños con herramientas propias de los masones medievales.

© Dani Codina

De Cerdà a Ferrer

Dejando ya Ciutat Vella, accedemos al Eixample, obra del masón Ildefons Cerdà. Durante mucho tiempo se había especulado con la pertenencia del ingeniero a la masonería –estudiosos como Josep M. Carandell mantuvieron la tesis de la concepción masónica del Eixample por su diseño en cuadrícula–, pero no se tenía constancia documental de ello hasta que se encontró en uno de sus diarios una frase que solo podía pronunciar un masón. Sí se conocía la condición de masona de una hija suya, la concertista Clotilde Cerdà.

Hay otros puntos de interés masónico en Barcelona. En Montjuïc, en la avenida del Estadi, está el monumento a Francesc Ferrer i Guàrdia, masón, anarquista y fundador de la Escuela Moderna, que fue fusilado en 1909 acusado de ser el inductor de la Semana Trágica. El monumento, réplica del que se encuentra en Bruselas, fue promovido por la fundación que lleva el nombre del pedagogo.

Y para acabar, nada como un paseo por la Barceloneta, donde, en el número 8 de la calle de Santa Clara, se encuentra la Biblioteca La Fraternitat, en la sede de una antigua cooperativa obrera con ese nombre. En la fachada, un extraordinario conjunto escultórico de indudable significado masónico: dos manos entrelazadas en forma de saludo, tal como lo hacen los aprendices, enmarcadas en un triángulo. Antes de la Guerra Civil, logias masónicas, cooperativas obreras y ateneos populares solían estar estrechamente vinculados.

http://lameva.barcelona.cat/bcnmetropolis/es/dossier/seguint-el-pas-discret-dels-macons/

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