Posted: 09 Jul 2012 10:13 AM PDT MASONES DE LA LENGUA ESPAÑOLA NUEVA YORK
El enigmático Rey Salomón y la misteriosa Arca de la Alianza
Con el país de mal en peor, al astuto Jeremías se le ocurrió una idea genial: en el año 605 a.C. solicitó que sus discursos fueran apuntados por su secretario y discípulo Baruc, al objeto de asegurar su difusión. Un año más tarde, con motivo de haberse convocado la celebración de un ayuno, Baruc leyó los discursos de Jeremías ante el pueblo reunido en asamblea en el Templo. Los funcionarios se pusieron furiosos, y corrieron a dar parte al rey de lo ocurrido. Le quitaron a Baruc su manuscrito y se lo dieron al rey Joaquín, quien, no menos furioso, desgarró las hojas del libro y las arrojó al brasero que tenía en la sala. A partir de entonces, Jeremías y Baruc se pasaron a la clandestinidad y anduvieron escondidos. El rey Joaquín teóricamente era vasallo de los egipcios. Pero Jeremías era partidario de los caldeos (babilonios), y por consiguiente, enemigo de los egipcios. Joaquín toleraba las costumbres idólatras, que se propagaban cada vez más en Israel, mientras que Jeremías censuraba severamente aquellas malas costumbres. Y no le fue difícil sublevar a sus paisanos, pues los israelitas estaban sometidos al pago de fuertes tributos. El rey Joaquín advirtió la oportunidad, se alió con los egipcios y congeló el pago de las indemnizaciones de guerra. El rey de los caldeos, Nabucodonosor II (605-562 a.C.) no era hombre que aguantase tal desplante, y envió desde Siria un ejército que puso sitio a Jerusalén, logrando conquistarla el año 597 a.C. En tan apurada situación, Joaquín envió un emisario al odiado Jeremías. Pero éste no envió ninguna palabra de consuelo para el rey, sino únicamente el ingrato consejo de que se rindiera incondicionalmente a los babilonios. De pronto, apareció en escena un ejército egipcio que intervino en la contienda. Así pues, los babilonios tenían que luchar en dos frentes, contra los israelitas y contra los egipcios. De momento pareció como si el hábil Jeremías se hubiera equivocado con su pronóstico. Inicialmente los babilonios infligieron a los egipcios una derrota completa y regresaron a sus posiciones de asedio alrededor de Jerusalén.
Los enemigos de Jeremías en la corte convencieron a Joaquín para que hiciera asesinar a Jeremías. El profeta fue arrojado al fondo de una cisterna en la que bullía un fango espeso. Se trataba de hacerle perecer miserablemente de hambre, lo que era una muerte lenta y desagradable. Pero entre los consejeros del rey Joaquín estaba un joven funcionario etíope llamado Abdemelec. Gracias a su enorme ascendiente sobre el monarca, el consejero pudo lograr que Jeremías fuera sacado de la cisterna, cuando ya estaba a punto de morirse de hambre y frío. Pero el fin de Jerusalén ya estaba cerca. los babilonios derribaron las murallas de la ciudad; el rey Joaquín fue hecho prisionero y murió en el cautiverio. Su hijo Jeconías sólo intentó reinar tres meses antes de rendirse también a los babilonios. Diez mil hombres partieron hacia el exilio, incluyendo todos los jefes militares y todos los hombres en edad de tomar las armas, así como todos los cerrajeros y herreros. Sólo dejaron atrás al pueblo llano. Los tesoros del Templo y del palacio real también fueron llevados a Babilonia, y los utensilios de oro de Salomón fueron martillados en el Templo mismo. Jeremías había recobrado definitivamente la libertad. Pero, ¿qué se hizo del Arca de la Alianza? Como decíamos antes, Nabucodonosor conquistó Jerusalén para los babilonios en 597 a.C. Ahora nos trasladamos al reinado de su hijo Baltasar, es decir a mediados del siglo VI a.C, época en que ocurrieron acontecimientos muy misteriosos.
El rey Baltasar daba un gran banquete a mil invitados de su corte. Animado por el vino, mandó traer los vasos de oro y plata que su padre se había llevado de Jerusalén. Entre gran jolgorio de los asistentes, hizo que los llenaran para beber en ellos. Los invitados, alborozados y llenos de vino, se apoderaron de aquellos objetos del culto. En medio de la orgía sintieron un escalofrío que les corría por la espalda. En la penumbra de la sala llena de humo apareció una mano que escribía en la pared. Aparecieron unos dedos, como de mano de hombre, que escribían enfrente del candelero, sobre la superficie de la pared de aquel regio salón. Y el rey estaba observando los dedos de la mano que escribía. Se le mudó al instante al rey el color del rostro y se le llenaron de turbación los pensamientos que le venían. Gritó, pues, en alta voz el rey que hiciesen venir a los magos caldeos y los adivinos… Esto es, pues, lo que estaba allí escrito: “Mane, Tecel, Fares” (numerado, pesado y hallado falto)… Aquella noche misma fue muerto Baltasar, rey de los caldeos. Pero volvamos a Jeremías, ya que hay algo que no concuerda. Según la declaración de su secretario Baruc, su amo recibió un aviso de no se sabe qué «ángel del Altísimo» antes de que se acercara el ejército de los babilonios. Dicho ángel, evidentemente bien informado de los acontecimientos que estaban por venir, ordenó a Jeremías que ocultase los paramentos sagrados que el Señor había confiado a Moisés, para que no cayeran en manos del ejército babilonio. Por consiguiente, lo que importaba al ángel no eran los objetos que luego presentó Baltasar a sus compañeros de orgía, sino precisamente los aparatos que había custodiado Moisés durante la travesía del desierto. Ahora bien, entre éstos figuraba el Arca del Testamento o Alianza, incluyendo la máquina productora de maná. Comprendiendo la gravedad de la situación, Jeremías llamó en su ayuda a hombres vigorosos, entre quienes aparece de nuevo su amigo etíopeAbdemelec. Sin que lo supiera nadie, el grupo sacó los aparatos de la ciudad y los escondió en una cueva. El hecho es que el Arca no cayó en manos de los babilonios, pero desapareció sin dejar huellas.
En los textos canónicos, es decir los libros bíblicos bendecidos por la Iglesia, no vuelve a ser mencionada nunca más. El Arca sólo aparece ya en los libros sagrados ocultos. La cadena de indicios no continúa sino en los evangelios apócrifos, es decir, en las escrituras sagradas que se mantienen en secreto. Desde el punto de vista cristiano, los apócrifos no tienen valor de «revelación», y eso que su estilo y su contenido no los diferencia en nada de los textos «homologados». Uno de esos apócrifos es el libro segundo de los Macabeos, en el que leemos: “Así decía también el mismo libro, que por orden del Señor les intimó el profeta a llevar el Tabernáculo del Testimonio y el Arca. Así pues, cuando llegaron al monte adonde había subido Moisés, y visto que hubieron la tierra de promisión, halló Jeremías una cueva; en ella guardó el Tabernáculo y el Arca y el altar de los holocaustos, cubriendo luego la entrada. Más algunos de los que le acompañaban quisieron poner marcas en la entrada y dejar señas ante ella, pero ya no supieron hallarla. Súpolo Jeremías y los reprendió diciéndoles: Este lugar no debe ser conocido ni hallado por ningún hombre, hasta que el Señor haya reunido de nuevo a su pueblo y le mire de nuevo con benevolencia”. La Mishná (“estudio, repetición“), es un cuerpo exegético de leyes judías compiladas, que recoge y consolida la tradición oral judía desarrollada durante siglos desde los tiempos de la Torá o ley escrita, y hasta su codificación a manos de RabíYehudá Hanasí, hacia finales del siglo II. El corpus iuris llamado Mishná, es la base de la ley judía oral o rabínica, que conjuntamente con la Torá o ley escrita, conforman la halajá. A su vez, la Mishná fue ampliada y comentada durante tres siglos por los sabios de Babilonia —la Guemará—, en tanto laMishná original y su exégesis o Guemará, recibieron conjuntamente el nombre de Talmud. Dice laMishná que cierto día un sacerdote del Templo estaba buscando el Arca en las afueras de Jerusalén, y que halló una gran piedra informe, cuya existencia puso en conocimiento de sus colegas. Pero murió misteriosamente antes de haber podido dar la localización concreta de su hallazgo. La Mishná es la parte del Talmud que contiene “la relación de las leyes“, por lo que los sacerdotes vinieron a saber que allí permanecía oculta el Arca de la Alianza.
Según la Mishná, los sacerdotes la suponían escondida en algún lugar próximo a Jerusalén, como indicaba la misteriosa muerte de uno de los suyos, atribuida por ellos al Arca. Las informaciones disponibles sugieren que en tiempos de Jeremías hubo actividad de extraterrestres en nuestro planeta. Jeremías recibió un aviso anticipado del «ángel del Señor», y su escribiente, Baruc, consigna que hubo «resplandores en el cielo». Asimismo, en la misma época tenemos el testimonio del profeta Ezequiel sobre su encuentro con una supuesta nave espacial. El secretario y amigo de Jeremías, Baruc, dice en el texto apócrifo «Epílogo al libro de Baruc» que el etíope Abdemelec tuvo un encuentro con supuestos extraterrestres. Lo cual nos conduce a la hipótesis de que el grupo de extraterrestres era de reducido número y no intervino en los combates para ayudar a ninguna de las tres partes en contienda. Evitaban mostrarse a grupos humanos demasiado numerosos. Por razones que desconocemos, la expedición extraterrestre no pudo encargarse de hacer desaparecer el Arca con la máquina del maná. Lo cierto es que los extraterrestres no deseaban que el Arca fuese a parar a manos de los babilonios. Por ello rogaron a Jeremías que reuniese a los más adictos para ocultar el disputado objeto. Pero la acción nocturna no pudo llevarse a cabo sin cómplices entre los cuales estaba el etíopeAbdemelec. Entre el aviso que recibió Jeremías y la llegada del ejército babilonio medio muy poco tiempo. Jeremías no pudo habilitar un recinto a prueba de saqueos, por lo que no le quedó más solución sino esconder el Arca en una caverna natural. Teniendo en cuenta el peso relativamente considerable del Arca, Jeremías y sus ayudantes tuvieron que pasar por caminos, o al menos por sendas. Seguramente, y para no llamar la atención, los expedicionarios utilizarían un carro de bueyes, como de costumbre. Teniendo presente que la operación hubo de llevarse a cabo en una noche, una sola noche, no es probable que consiguieran alejarse mucho de Jerusalén, ya que el ejército babilonio se acercaba por el Oeste, es decir por lo que hoy es Jordania.
Parece que Jeremías conocía las propiedades del aparato y es posible que incluso estuviera familiarizado con su manejo, pues ninguno de sus ayudantes sufrió daño. Durante el camino, más tarde, murió un sacerdote por haberse acercado demasiado. Los extraterrestres estaban al tanto de la importancia de la máquina, pues de lo contrario no les habría importado que cayera en manos de los babilonios. Mas no fue así, sino que dieron orden de quitarla de en medio. ¿Dónde escondió Jeremías el Arca de la Alianza? En la accidentada geografía que rodea a Jerusalén no faltan buenos escondrijos. Al este del lado de Genezaret el terreno es sumamente quebrado y abundan las cuevas naturales, que serían refugios perfectos para el Arca. Sin embargo, no es concebible que Jeremías y su pesado cargamento consiguieran recorrer los ciento treinta kilómetros a vuelo de pájaro. Teniendo en cuenta el trazado de los caminos en aquella época y la lentitud de los bueyes, habría necesitado varios días para llegar a la región del lago Genezaret. Incluso hubiera sido un error táctico emprender esa dirección, pues se habría arrojado en los brazos de sus enemigos. Aunque Jeremías hubiese buscado escondrijo en las cercanías más inmediatas de Jerusalén, hoy estaría enterrado. No sabemos dónde está depositada la máquina, ni si hemos de buscar una cueva o una colina. Y lo que es peor, no volvemos a encontrar mención alguna del Arca en los testimonios históricos. Se decía que el etíopeAbdemelec había sido testigo presencial del traslado nocturno del Arca. ¿Tal vez comentó lo de la máquina maravillosa cuando regresó a su país? Entre los documentos de la tradición etíope figura la epopeya Kebra Negest, lo cual significa algo así como «Gloria de los Reyes». El Kebra Nagast es una crónica pretendidamente histórica de los reyes de Etiopía, que remonta su genealogía hasta Menelik I, hijo del Rey Salomón y de la Reina de Saba, y contiene una serie de tradiciones sobre la monarquía etíope. Escrito en lengua ge’ez, es considerado por los cristianos etíopes y el movimiento rastafaricomo la verdadera historia del origen de la dinastía salomónica, así como de la conversión de Etiopía al cristianismo.
La mayoría de los estudiosos opina que se trata de una recopilación realizada hacia el año 1300 d. C. de tradiciones muy anteriores. Contiene no solo la historia de cómo la reina de Saba conoció a Salomón, y sobre cómo el Arca de la Alianza llegó a Etiopía con Menelik I, sino también un relato de la conversión de los etíopes, desde la adoración del sol, la luna, y las estrellas a la veneración del Dios de Israel. A partir de las primeras expediciones portuguesas a Etiopía, en los siglos XV y XVI, el libro fue conocido en Europa, y se realizaron traducciones a las principales lenguas europeas. El Kebra Nagastestá dividido en 117 capítulos, y podemos encontrar algunas de sus escenas en otros textos religiosos. Edward Ullendorff califica su estilo como “un gran conflicto de ciclos legendarios“. El documento se presenta como un debate entre los 318 padres ortodoxos en el primer concilio de Nicea. Estos sacerdotes plantean la pregunta ¿en qué consiste la gloria de los reyes?, a lo que responde un tal padre Gregorio con un discurso que termina con la declaración de que Moisés hizo una copia de La gloria de Dios y la guardó en el Arca de la Alianza. ¿Qué era esta misteriosa gloria de Dios? Después el arzobispo Domitius lee un libro que había encontrado en la iglesia de Hagia Sophia e introduce la historia deMakeda, mejor conocida como la reina de Saba, Salomón y Menelik I, y de cómo el arca llegó a Etiopía. El Kebra Nagast concluye con la profecía de que el poder de Roma será eclipsado por el de Etiopía, y describe cómo el Rey Kaleb de Aksum sometió a los judíos de Nagran, e hizo heredero al menor de sus hijos, Gabra Masqal. Parece que el Kebra Nagast estaba escrito en copto y fue traducido al árabe el Año de Gracia 409 (1225 d. C.) por un equipo de clérigos etíopes en los tiempos del obispoAbba Giyorgis. Finalmente se tradujo al ge’ez en época del gobernador Ya’ibika Igzi. Conti Rossini, Littmann y Cerulli han señalado el período de 1314 a 1321-1322 d.C. para la composición del libro. Un estudio cuidadoso del texto revela rastros del árabe pero ninguna evidencia clara de una versión copta anterior. Muchos eruditos dudan que existiese dicha versión, y creen que la original fue la árabe.
Por otra parte, las numerosas citas bíblicas que tiene el texto no fueron traducidas desde el árabe, sino tomadas directamente de la traducción etíope de la Biblia, y su uso e interpretación demuestran la influencia de algunos padres de la Iglesia, como Gregorio de Nisa. Hubbard detalla las muchas fuentes que el recopilador del Kebra Nagast utilizó para crear este trabajo. Incluyen no solamente el Antiguo y Nuevo Testamento, sino también hay evidencias de fuentes rabínicas y apócrifas, sobre todo delLibro de Enoc, el Libro de los Jubileos y traducciones del sirio, como el libro de la cueva de los tesoros, y sus derivados, el libro de Adán y Eva y el libro de la abeja. Una de las primeras colecciones de documentos etíopes llegó con los escritos de Francisco Álvares, oficial que acompañó a Rodrigo De Lima, embajador del Rey Manuel I de Portugal ante el negus Negusti Dawit II. En los documentos relativos a esta misión, Álvares incluyó la historia del Emperador de Etiopía y una descripción en portugués de los hábitos de los etíopes, titulados el Preste Juan de Indias, que fue impreso en 1533. Más información sobre el Kebra Nagast fue incluida por el sacerdote jesuita Manuel de Almeida en suHistoria de Etiopía. Almeida fue enviado como misionero y tuvo oportunidad de estudiar el Kebra Nagast debido a su excelente conocimiento de la lengua. Su manuscrito es un trabajo valioso. En el primer cuarto del siglo XVI, P.N. Godinho publicó algunas historias sobre el rey Salomón y su hijo Menelik, procedentes del Kebra Nagast. Más datos sobre el contenido los dio Baltasar Téllez (1595-1675), autor de la Historia General de Etiopía Alta (Coimbra, 1660). Las fuentes de su trabajo eran las historias de Manuel Almeida, Alfonso Méndez y Jerónimo Lobo. No fue hasta finales del siglo XVIII que, al publicar James Bruce sus recorridos en busca de las fuentes del Nilo, llegó a los eruditos y teólogos europeos una mayor información sobre el contenido del Kebra Nagast. Cuando Bruce abandonó Gondar, Ras Mikael Sehul, el regente del emperador Tekle Haymanot le dio varios valiosos manuscritos, entre ellos una copia del Kebra Nagast. Cuando publicó la tercera edición de Viajes en busca de las fuentes del Nilo incluyó una descripción del manuscrito original, que más tarde entregó a la biblioteca Bodleian de la universidad de Oxford.
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