Posted: 09 Jul 2012 10:13 AM PDT MASONES DE LA LENGUA ESPAÑOLA NUEVA YORK
El enigmático Rey Salomón y la misteriosa Arca de la Alianza
Una vez la costa turca sumida en el caos por la caída de Troya, ahora se sumaba toda Grecia. Y toda esta orgía de destrucción empuja lenta pero inexorablemente a miles y miles de personas hacia el cercano y rico Este, que tras la destrucción de Troya no puede ni mantener a sus ciudadanos. Y, evidentemente, cada vez son más y más los pueblos que, por tierra o por mar, bajan por la costa hasta Siria arrasándolo todo a su paso, de la misma forma que los dorios han arrasado Grecia. Los archivos encontrados en las excavaciones muestran el terror despertado en las ciudades ante la inminencia de la destrucción. Un frenético intercambio de mensajes entre distintas ciudades y gobiernos que muestran el pánico ante la destrucción que avanza inexorablemente. El poderoso Imperio hitita cae víctima de la oleada destructora que ya se encamina más hacia el sur, hacia el delta del Nilo, donde Ramsés III logrará frenarla a costa de la ruina de Egipto. Los cronistas egipcios identifican algunas naciones integrantes de estos Pueblos del Mar. Sabemos que los Peleset son los Filisteos de la Biblia, que los Shardana colonizaron Cerdeña junto con otros restos de esta oleada que llegaron a Italia y que serían el núcleo de la civilización etrusca siglos después. Incluso en Hispania también han sido detectadas perturbaciones demográficas en dicha época. La conclusión más lógica es que la caída de Troya provocó el caos en la costa turca. Caos que provocó que florecientes civilizaciones se lanzaran a la piratería y el bandidaje como único medio de subsistencia. Eran pueblos navales, por lo que, con sus tierras destruidas tras diez años de guerra, convirtieron al mar en su nuevo hogar. Los ataques provocaron más ruina y caos, que como una bola de nieve se extendió a la civilización de los griegos micénicos, debilitándolos de tal modo que sucumbieron a la presión doria. Los nuevos contingentes de desesperados, que nada tenían, se unieron a la bola de nieve que, tras destruir toda la costa turca y Siria, ahora se dedicaba a atacar el Imperio Hitita, al que tampoco logró destruir, pero que debilitó de tal forma que sus eternos enemigos pudieron lanzarse sobre él, despedazándolo. Ya sólo quedaba Egipto, que gracias a su enorme fortaleza pudo rechazar la destrucción aún a costa de perder su grandeza definitivamente.
Y volvemos al relato principal. Según dijo el profeta Samuel: “Por lo cual hicieron que se juntasen todos los sátrapas de los filisteos, los cuales dijeron: Devolved el Arca del Dios de Israel, y restitúyase a su lugar; a fin de que no acabe con nosotros y con nuestro pueblo. Porque se difundía por todas las ciudades el terror de la muerte; y la mano de Dios descargaba terriblemente sobre ellas, pues aun los que no morían, estaban llagados en las partes más secretas de las nalgas; y los alaridos de cada ciudad subían hasta el cielo: Los filisteos estuvieron en poder del maldito objeto durante siete meses, al cabo de los cuales ya no pensaban sino en desprenderse de él. Cargaron la caja sobre un carro, le uncieron dos vacas y las arrearon a latigazos, entre mugidos, hasta el límite de Betsamés. Por la mañana, cuando los betsamitas salieron al valle para segar el trigo, repararon en el carro con el Arca. Inmediatamente sacrificaron las vacas y llamaron a los sacerdotes levitas, como únicos que sabían manejar el Arca. Lo horrible es que aún murieron setenta jóvenes, por desconocer la peligrosidad del Arca; ingenuos como niños, se habían aproximado demasiado al peligroso cargamento, y «el Señor los hirió con grande mortandad»”. En 1978 aparece en Londres el libro “La máquina del maná”, una obra escrita en colaboración por el naturalista George Sassoon y el ingeniero Rodney Dale. Los investigadores británicos se atuvieron a la descripción, más detallada, del Zohar, interpretándola y reconstruyéndola a la luz del saber técnico y biológico de nuestros días. Pretendieron demostrar que el Arca de la Alianza era un artefacto tecnológico , tal como sospechó Bendavid, acarreado por los israelitas durante su viaje a través del desierto para que no les fallara la provisión de un alimento rico en proteínas: el maná.
Parece ser que el Arca de la Alianza no era el Santo de los Santos, sino, entre otras cosas, el embalajede una máquina que producía alimento. Sólo podían acercarse a la misma los «elegidos», es decir, aquellos que fuesen conocedores de su manejo. Las personas no iniciadas sufrieron lesiones, enfermaron o murieron porque la máquina, por los síntomas, parece que irradiaba una fuerte radiactividad. El maná, según el libro del Éxodo, era el alimento enviado por Dios todos los días durante la estancia del pueblo de Israel en el desierto. Todos los días menos el sábado, por lo cual debían recolectar doble ración el viernes. También se encuentran referencias en midrashes judíos que el maná tenían el sabor y la apariencia de aquello que uno más deseaba. En el arca de la alianza se conservaba una muestra suya. El maná también se menciona brevemente en el Corán, en las azoras al-Baqara, al-Araf, y Ta ha, mencionando la fuente divina del maná como uno de los milagros con los cuales Dios favoreció a los israelitas. En el libro del Éxodo se le describe apareciendo cada mañana después de que el rocío hubiera desaparecido, y debía ser recogido antes de que el calor del sol lo derritiera. Según Números llegaba con el rocío, por la noche. Según la descripción bíblica, el maná se parecía a las semillas de coriandro, era de color blanco, y tras molerlo y hornearlo se parecía a las obleas con miel, aunque en Números se describe del mismo color que la mirra india, y añade que algunas de las tortas sabían a tortas aceitadas.Los exégetas creen que estas diferencias se deben que el Éxodo es un texto yavista mientras el de Números es de fuente sacerdotal. El Talmud babilónico explica que las diferencias en la descripción se debían a que su gusto variaba según quien lo tomaba, miel para los niños, aceitunas para los jóvenes, pan para los mayores. La literatura rabínica clásica soluciona la cuestión de si el maná caía antes o después del rocío, explicando que lo hacía entre dos capas de humedad.
Es interesante observar que, independientemente, los egiptólogos Howard Middleton-Jones y James Michael Wilkie, en su primer libro sobre la Gran Pirámide, “Giza-Genesis – The Best Kept Secrets“, muestran cómo la explicación bíblica de la construcción del Arca es una descripción del pasaje hacia adentro de la Gran Pirámide, donde dicen que se almacena la Alianza, llamada el Arca de la Alianza. Según se dice, el Arca de la Alianza es un portal, y reúne o hace puente entre bandas de frecuencia de dimensiones, algo similar a lo que es logrado por los llamados “agujeros de gusano” de la física y la ciencia ficción. Esta parece que es una de las funciones del Arca. Se afirma que La tecnología del Arca de la Alianza fue instalada en nuestro sistema planetario para contrarrestar desequilibrios y distorsiones creados por interferencias negativas. La Gran Pirámide fue construida, al parecer, alrededor del 46.000 a.C., y luego reconstruida varias veces alrededor del 28.000 a.C., 10.500 a.C., y 9500 a.C., después de distintos cataclismos. Podríamos añadir que este lugar es también un vórtice de energía central de la Tierra, correspondiente a un chakra en los humanos. Este vórtice fusionó las frecuencias de la tercera y cuarta dimensión. Y cuando está activo, dentro de la cámara de resonancia armónica de la Pirámide, crea una alineación interdimensional con un sistema similar en Sirio, lo que permite algún tipo de tele transportación. El Arca está asegurada y oculta dentro de la Esfinge, más allá del portal Interior de la Tierra alrededor de donde fue construida la Esfinge alrededor de la época de la Gran Pirámide. Pero la Tierra Interna no significa el centro de nuestra Tierra. La Esfinge fue construida, al parecer, por los Anunnaki, fundadores de la cultura sumeria. La cabeza era la de un Anunnaki como un recordatorio de su herencia.
Por motivos desconocidos para nosotros, los “dioses” y “ángeles”, probablemente seres extraterrestres, tuvieron interés en aislar a un determinado grupo humano respecto de su ambiente habitual, y mantenerlo durante más de dos generaciones apartado de todo contacto con el resto de la humanidad. A través de su mediador, un profeta, ordenaron la segregación del grupo elegido, alejándolo de la civilización. Moisés, aunque también pudo ser otro el elegido, condujo a los israelitas a través del desierto. Al principio estos “dioses” mantuvieron a raya a los enemigos del pueblo errante: Según el Éxodo, “las aguas vueltas a su curso sumergieron los carros y la caballería de todo el ejército del Faraón que había entrado en el mar en seguimiento de Israel: ni uno tan siquiera pudo salvarse”. Se argumenta, por ejemplo, que los israelitas habrían aprovechado el reflujo para vadear un estrecho cubierto de plantas acuáticas, mientras que los egipcios, al seguirles, habrían sido sorprendidos por el flujo o crecida de las aguas. Por muchas cualidades privilegiadas que atribuyamos al pueblo elegido, no podemos negarles a los egipcios, los primeros que calcularon la duración del año en 365 días, y precisamente gracias a la observación de las crecidas del Nilo, un conocimiento sobre los períodos de la bajamar y la pleamar por lo menos tan completo como el de los israelitas. Por ello, no parece que los egipcios corrieran a ciegas a su perdición. Fueron desorientados a propósito por unos misteriosos «ángeles»… y mediante una columna de fuego. Según el Éxodo: “En esto, alzándose el ángel de Dios que iba delante del ejército de los israelitas, se colocó detrás de ellos, y con él juntamente la columna de nube, la cual, dejada la delantera, se situó a la espalda, entre el campo de los egipcios y el de Israel; y la nube era tenebrosa (por la parte que miraba a aquéllos) al paso que (para Israel) hacía clara la noche, de tal manera que no pudieron acercarse los unos a los otros durante todo el tiempo de la noche”.
Esa nube no sería un meteoro casual, ya que Moisés manifiesta expresamente que la «columna de nube y fuego» era una señal de guía para los israelitas: “E iba el Señor delante para mostrarles el camino, de día en una columna de nube y por la noche en una columna de fuego, sirviéndoles de guía en el viaje, día y noche”. Nunca faltó la columna de nube durante el día, ni la columna de fuego por la noche delante del pueblo. Los fenómenos meteorológicos casuales son esencialmente transitorios; podrán presentarse durante minutos, o durante horas si se quiere, pero no a lo largo de meses y años. Fue una aventura tremenda la de conducir a miles de seres humanos, mujeres, niños, ancianos, hombres y jóvenes por una región donde no hay frutos silvestres ni caza de que alimentarse. Los problemas de abastecimiento han hecho fracasar incluso a ejércitos modernos. Los naturalistas británicos George Sassoon y Rodney Dale reconstruyeron el ‘Antepasado de los Días» con arreglo a las descripciones del Zohar. Según su opinión, se trataba de una máquina capaz de producir un alimento albuminoide, el maná, por síntesis partiendo de algas irradiadas. En los desiertos cálidos, con su ambiente poco propicio al desarrollo de la vida, las temperaturas varían entre 58 grados centígrados y —10 grados centígrados. La precipitación media anual apenas llega a los diez centímetros. Allí la naturaleza no produce nada susceptible de aliviar el hambre de un grupo numeroso de gente. Y sin embargo, Moisés no tuvo reparos en lanzar a su pueblo a través del interminable desierto abrasado bajo el sol. Parece que los “dioses” extraterrestres proveyeron de alimentos a los israelitas y que Moisés lo sabía de antemano. Pues «el Señor» que se le había aparecido en medio de una «zarza ardiente» le facilitó una máquina maravillosa que iba a librarle del problema para todos los años que durase la migración. Según George Sassoon y Rodney Dale, durante la noche almacenaba el agua recogida del rocío y la mezclaba con algas microscópicas del tipo Chlorella para producir cantidades ilimitadas de alimento. La síntesis de materia alimenticia a partir del agua y de las algas verdes se operaba por irradiación.
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